Partida Rol por web

Agatha fue llevada a una celda, parecida a la que ocupaban los exclavos pero un poco mas lujosa.

Era poco mas que una cueva excabada en la roca, la puerta eran solidos barrotes de hierro. Al fondo un camastro como unico moviliario.

La arrojaron a dentro con desprecio, sus hermanas tampoco comprendian lo que habian visto. Una guerrera debia obrar con honor en todas las situaciones...

Paso un tiempo, mientras se decidia su castigo. Agatha estaba segura de que si algunas de sus hermanas descubrian que estaba alli se cabrearian y se pondrian contra Mara, pero, por eso mismo, Mara se encargaria de que muy pocas supieran su suerte o de que lo contaran.

Cayo la noche y el frio llego con la oscuridad a la celda. Al fondo del pasillo pudo ver una luz, unos pasos aproximandose. Era un exclavo con un pequeño candil de aceite, tenia la llave de su celda en la otra mano y una expresion que no le gusto nada.

Mara caminaba detras, con su pequeño seguito de guardianas.- Ya te a sido asignado un castigo. Exclavo, cuentale lo que va a pasarle.

No acababa de entender que había hecho la guerrera a la que me llevaban, parecían muy cabreadas con ella, bien, entendí lo que me dijeron pero no la causa en sí del castigo ¿Qué había hecho tan grave?

Mara me condujo a una celda, mi rostro de imperturbable seriedad, pero eso también iba con mi temple, mi cara no solía ser muy emocional, tuve que levantar un poco el candil para contemplar a aquella guerrera.

Mara me incitó a hablar – Te voy a dejar embarazada – le dije con brevedad, no hacía falta más, espere alguna indicación de que podía entrar en la celda.

Mara sonrio e hizo una seña. Nada mas abrir te quito la llave de la mano y cerro contigo dentro.

- Que lo disfrutes querida, seguramente la maternidad te calmara y comenzaras a comportarte con algo mas de... dignidad.

No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba encadenada, lo que sí que sabía era que no me iban a soltar así como así, pues la mujer sabía con toda certeza que en cuanto tuviera la oportunidad iba a ir a por ella, pues cuando amenazaba a alguien nunca lo hacía a la ligera y en esta ocasión no era diferente.

- Por si acaso no te enfrentas directamente a mí, no te llega con esclavizar a los hombres que tienes que empezar también con las mujeres. ¿ Sabes que esto no durará eternamente, verdad? - Me reí y luego escupí al suelo, dejando claro que para mí aquella mujer se había convertido en menos valioso que una piedra y en algo que cazar, como un conejo escurridizo. - ¿ Cuánto crees que van a tardar en enterarse de lo que has hecho? Por deshonrarme no vas a conseguir que no me escuchen, pues eres peor que el maldito diablo y pagarás por lo que le has hecho a tu propia gente.

Mis palabras se detuvieron y tras ello, miré al esclavo que debía hacerme el hijo.

- No te van a liberar por hacer lo que ellas te ordenen, aunque te matarán si no lo haces... y seguramente corras la misma suerte después de hacerlo.

Mara sonreia.- No te preocupes hija mia, yo me ocupare de criar a tu bebe, de tenerle muy cerca. Se te quitaran las ansias de venganza estupida y entenderas, de una manera u otra, la justicia de mis actos.

Sin decir mas se marcho, dejandoos solos.

Ummm esto no parecía un castigo por algo puntual, más bien una lucha de poderes, y a mi me habían metido en medio.

De todos modos no tuve miedo, me enfrentaría como siempre a los problemas, con valor y con mesura, las dejé hablar sin interrumpir, hasta que nos dejaron solos.

Me asomé a la reja para asegurarme que así era - ¿Pero que has hecho para que te pongan en una celda? ¿Qué es eso de que te sometiste a un esclavo y porque hay tanto odio entre ambas? – ahora me acerqué despacio hacia la mujer encadenada

Sonreí de manera triste, pues ahora no había nadie ante el que aparentar. Ya estaba encadenada y a merced de lo que quisiera hacer ese hombre, que suponía que cumpliría su cometido.

- Saqué de la celda a uno de los esclavos y ejercí mi derecho a " probarlo ". Lo llevé a mi casa y bueno... decidió que quería quedarse conmigo y yo con él. Lo que se supone que puedo hacer pues me corresponde por derecho el reclamar al esclavo que desee para mí.

Mi cara no era la de alguien que trataría a quel hombre como un esclavo de verdad, al menos, desde hacía unas horas.

- Cuando irrumpieron en mi casa estábamos... - Bajé la vista al suelo. - Digamos que yo era la esclava en ese momento, aunque sólo fuera fingido y eso, es algo que no puede hacer una guerrera de mi condición.

Volví a levantar la vista tirando de las cadenas.

- Pero ella ha sido la que mató a nuestros hombres, estoy casi segura de que fueron sus " magias " las que los mataron y ahora, os veis obligados a servirnos por su culpa. Nos ha estado engañando y cuando la ponga las manos encima le arrancaré las uñas una a una y luego la piel a tiras! - Gruñí con fuerza tirando de mis cadenas tras aquellas palabras.

Al principio parecía todo normal en lo que me contaba, cuando me contó aquello de que ella estaba haciendo de esclava negué con la cabeza – Ya, bueno, a mi no me parece ninguna falta grave, pero… no conozco las costumbres de vuestra tribu

Me acerqué más a ella y levanté un poco su rostro, era bella, atractiva, fuerte, todo lo que un hombre puede desear – Tranquila mujer, te vas a hacer daño si tiras tan fuerte las cadenas, has de ser fuerte – me llevé el dedo a la sien – de cabeza, pensar…

Me acerqué un poco más, sabia que me arriesgaba a llevarme algún golpe, pero eso lo hacía más excitante, acaricié sus brazos y lamí uno de sus hombros y la miré a los ojos, tenía mi cuerpo muy cerca del suyo, pero apenas la tocaba.

Me quedé mirando a aquel hombre tras sus palabras, como si por un momento pensara que no iba a cumplir lo que la maldita líder de ese poblado le había ordenado hacer, pero cuando sentí sus manos en mis brazos y me lamió el hombro, vi lo que realmente pasaría, pero tenía suerte, me tenían atada.

De todas formas le miré casi con asco, no porque no me pareciera un hombre atractivo, sino porque iba a cumplir como un perro que quiere satisfacer a su amo.

Giré la cabeza para mirar a una esquina de aquella celda, sin pronunciar ni una palabra. Ya había dicho lo que había e incluso era más de lo que debería de haber dicho, pues seguramente iría corriendo a contárselo a Mara en cuanto saliera por la puerta. En mi silencio, se me ocurrió al menos una forma de que aquella zorra no pudiera quedarse con un hijo mío si era engendrado, así que volví la vista hacia el hombre de nuevo.

- Si vas a hacer lo que te han pedido que hagas hazme un favor después... di que me resistí y que te golpeé y rómpeme el cuello. Prefiero la muerte a darle el gustazo a esa puta.

Su mirada de asco no me intimidó, parecía que quería ponérmelo difícil, pero de otra forma a la que pensaba.

Me acerqué para oler su pelo – mmmm – Olía a hembra, yo no le hacía ascos, todo lo contrario.

- Lo que pides es imposible y lo sabes, si te mato no habrá indulto posible para mi

Me pegué a su espalda, mis manos se posaron en su vientre, suave como la seda, y casi tan caliente como el fuego.

- ¿Sabes que haría en tu lugar? Colaboraría, haría que pensara que me ha vencido y cuando se descuide… ¡Zas! Si eres tan directa te tendrá siempre vigilada

Mis manos llegaron a sus pechos, grandes, sugerentes, los agarré por encima de su ropa.

Viendo el único desenlace que podría tener aquello, incluída la conversación, simplemente me quedé en silencio. ¿ De qué iba a servir hablar de algo más con aquel hombre? Casi prefería que terminara lo antes posible y se largara de allí. Al menos, si quería verme llorar se lo pensaba poner bien difícil.

Agaché la cabeza cuando noté como se pegaba a mi espalda y agarré las cadenas con las manos, sujetándome a ellas con fuerza como si aquello me fuera a servir de mucha ayuda.

Sus manos no tardaron en acercarse a mi cuerpo, acariciando mis pechos, pero no dije ni una palabra, simplemente apreté los dientes.

La guerrera se quedó callada, no es que no tuviese mis escrúpulos, pero si había que hacerlo se hacía y punto, para que pensar más.

Desaté la parte de arriba de su vestido, tenía que tocar su piel desnuda, si, sus pezones estaban erectos, su cuerpo reaccionaba, me puse ahora delante de ella y me agaché un poco para lamerlos, el cuerpo de una mujer siempre me había resultado maravilloso.

Poco a poco fui chupando sus pechos con mayor intensidad, rocé mi nariz con ellos para finalmente mordisquearlos un poco.

Para qué resistirme si aunque le clavara las rodillas en las costillas me forzaría a aquello, casi era mejor que siguiera con lo syuo y que terminase y punto, aunque parecía estar delentitándose con aquello de lo lindo.

Por mi parte, seguía sin moverme, sin reaccionar, aunque me dolían las mandíbulas de apretarlas tan fuerte.

Era cusioso como habían cambiado las tornas y había pasado de ser quien encadenaba a los hombres a ser quien estaba encadenada pero para algo sí que estaba sirviendo todo aquello. Me sentía engañada por mi propio pueblo, todas mis creencias habían caído desplomándose como el más alto de los muros sobre mí y pesaban... pesaban demasiado.

No, puede que ya no volviera a luchar, ni por mi pueblo ni por mí misma. No había nada que mereciera ya la pena, quizás, lo único que podía ansiar era la muerte, así al menos, todo aquello se terminaría.

Mis manos soltaron las cadenas, dándome por vencida. Este era el fin de la guerrera que había en mí y lo peor era que ella había ganado a la fuerza. Ahora sí, las lágrimas caían en silencio por mi rostro, pero no de rabia, sino de todo el dolor que me hacía sentir el haber estado tanto tiempo viviendo una mentira. Mis mandíbulas seguían totalmente tensas.

No sabía a quién tenían que ir ahora dirigidas mis oraciones, pero vendería mi alma a la muerte si conseguía que aquello terminase.

Estaba realmente ocupado con lo que hacía hasta que me di cuenta de que caían lágrimas sobre mi, dejé lo que hacía para mirarla al rostro.

- ¿Porqué te pones así? Sólo es un polvo, seguro que les has dado unos cuando a los esclavos… ¿Y si te quedas embarazada que? ¿Crees que te van a tener nueve meses aquí encerrada? ¿Y aunque te roben el bebé porque supone tanto para ti?

Limpié su rostro de lágrimas – No soy un monstruo, pero yo también estoy en apuros… - suspiré, ¿Fue un error detenerme? – No soy un monstruo – me repetí mentalmente – pero si no lo hago estaré en problemas

Durante unos instantes no dije nada, pues a fin de cuentas, ya no había nada que decir, como ya había llegado a la conclusión hacía un rato, pero como siempre, primero hablaba y después pensaba, lo que seguramente había sido mi perdición.

- No puedo hacerte comprenderlo. No puedo hacer comprender a alguien que es capaz de desearle ese final a un hijo sólo por salvar su pellejo... Así que por favor termina y ojalá escuchés sus lloros el resto de los días que te queden.

Le miré fijamente cuando le hablé, pues el problema en sí no era que me quisieran joder mientras me tenían encadenada, cosa que quizás en otra situación me habría hecho disfrutar más de lo que se podía imaginar, aunque ya le había dicho cómo me habían encontrado.

¿ Cómo podía hacerle entender que para lo único que se me había críado era para pelear y para traer al mundo a una guerrera? No lo entendería nunca, no merecía la más mínima explicación.

Fueron unas palabras duras, pero quizás lo mejor que me podría haber dicho para convencerme de lo que tenía que hacer, en verdad era una prueba dura, pero ahora si me lo había puesto fácil. Sus palabras fueron el aliciente que me faltaba.

- Bien, si así lo deseas no me recrearé – Me coloque ahora a su espalda, agaché su prenda inferior y separando sus piernas hundí mi miembro en su sexo, comencé moviéndome rápido, si quería rápido, rápido sería, su sexo aun no estaba húmedo del todo pero esto pronto iba a cambiar, comencé a jadear agarrándome a sus pechos para impulsarme.

No sabía dónde comenzaba a ser una debilidad para un guerrero la compasión y cuando comenzaba a ser una virtud. Seguramente, yo hubiera pecado de inocente al creer que hablando con los hombres podríamos hacer que todo aquello fuera de otra forma, pero ahora, me daba cuenta de que la crueldad no sólo era algo que llevábamos nosotras en la sangre.

No hay piedad para los condenados.

Volví a apretar los dientes y dejé que hiciera lo que tenía que hacer.

Comencé a embestirla con fiereza, ella se dejaba mansamente, tal y como había previsto de forma automática su cuerpo se humedeció, seguramente haciéndolo menos molesto para ella.

Mi cuerpo embestía el suyo, mi orgasmo llegaba, entonces hice algo que no tenía mucho sentido, saqué mi miembro y descargué mi esperma en su espalda, mientras aún me recuperaba pasé mi mano varias veces por ella para eliminar toda prueba, al fin y al cabo ¿Por qué iba a ser seguro dejarla preñada?

Con rapidez me puse el pantalón y me acerqué a la reja - ¡Ya está!