Partida Rol por web

El último de los muertos a ese lado del muro que Mélura había levantado, había caído ante los certeros golpes del enano. Era increíble la fuerza, potencia y acierto que demostraba con el arma entre las manos. Pero, al igual que había sucedido anteriormente, el vapor venenoso que desprendían aquellos muertos volvió a alzarse ante nosotros, metiéndose en mis fosas nasales y nublándome el sentido.

Intentaba que no me afectara pero sentía mi cuerpo como si estuviera flotando en una nube. Notaba la sensaicón de que, poco a poco, el suelo iba acercándose a mí y, con un esfuerzo estúpido, me agarré al arco como si fuera una tabla de salvación. Por suerte el resto de muertos aún estaban del otro lado del muro.

El humo venenoso se empezaba a disipar cuando se escuchó un estruendo. Los huesos que conformaban el muro se caían cómo si la fuerza que los mantenía levantados se disipara. Al otro lado los muertos, ansiosos por abalanzarse sobre los vivos, comenzaban a avanzar hacia ellos tambaleantes, gimiendo y alargando sus brazos como si intentasen atraparlos. Tras ellos continuaba un oscuro túnel, la única manera de avanzar que quedaba de aquel sitio.

El humo pestilente y venenoso que desprendían los muertos cuando se les volvía a matar, o por lo menos eso esperaba, me había afectado más de lo que me hubiera gustado reconocer y, aún bastante atontada y con todos mis sentidos embotados, intenté levantar de nuevo mi arco para disparar contra los muertos que aún se mantenían en pie. El muro había caído y los cadáveres andantes venían directos hacia nosotros. Con mano temblorosa puse una flecha en la cuerda y, como si mirara a través de una neblina, intenté centrar mi atención en uno de ellos para, soltando la cuerda, ver cómo la flecha salía disparada en su dirección.

Desde luego, o se me pasaban los efectos de aquel humo o gas o lo que fuera o sino mi puntería iba a fallar estrepitosamente.
 

Mi vista se nubla. Apenas Puedo llegar a notar como el muro de huesos levantado por nuestra gotica hechicera se derrumba. Ya avanzan nuestros putridos oponente obviamente sobre un objetivo prioritario. Yo.
Mi leal sable tintinea en el suelo cuando cae de mi diestra. Aun me queda un apice de energia para reir ante tan nefasta situacion y un ultimo pensamiento cruza por mi mente antes de que la oscuridad la inunde.
¡Ah!. Tendría que haberme quedado en la taberna. Una pena pues no todos los dias se tiene la oportunidad de llevarse al catre a tres taberneras
Y así, con una ultima visión sobre lo que podria haber sido y no fue, me derrumbo en el suelo de la mazmorra mientras mi oscura capa se arremolina una ultima vez antes de que las sombras se adueñen de todo.

Y en ese momento, cuando ya las sombras se apoderan de mi cabeza, cuando ya el toxico humo verde arde en mis pulmones, cuando ya veo ante mi la silueta de la parca mostrándome su descarnada sonrisa, en ese momento justamente en ese momento, pareciera que la diosa de los burdeles, tirara de mi.
Y heme aquí de nuevo en pie y en guardia.
Parpadeo, haciéndome cargo de la situación y con mi sable de nuevo en guardia, salto hacia delante interceptando al primero de los zombies que ya arrastran sus pies sobre los huesos del derruido muro de Merula.
Con mi puño izquierdo en la cadera, y mi sable convertido en una extensión de mi brazo derecho, parece un relámpago de acero cuando lanzo un tajo de izquierda a derecha sobre el cuello del zombie que avanza rajando su cuello. Un segundo tajo destroza las vertebras del cuello del ya muerto y un tercer tajo, hace volar su cabeza la cual tras una parábola perfecta, acaba desapareciendo en las sombras mientras resuena su ominoso rebote en el empedrado.
Y yo muestro mi sonrisa, Vuelvo a la posición de en garde, aprovecho para sacudirme una mota de polvo de mi capa con mi zurda y digo.
Sigo aquí amigos míos. Hace falta algo mas que estos desgraciados impíos para que mi vida, entone su ultima despedida
Carraspeo levemente, y no solo a causa del efluvio inhalado y añado.
Ademas, sabéis todos lo que me gusta el dramatismo.

La pequeña tregua había acabado y Marcus, puede que espoleado por mis palabras o simplemente con ganas de acabar el trabjito en las cloacas para empezar el otro que le quedó pendiente en la taberna, saltó como un gato con su sable arañando el cuello de uno de esos no-muertos hasta tal punto que lo hizo volar con la misma gracilidad a la que nos tenía acostumbrados con sus poses elegantes.

No sé si fue admiración, asombro, tal vez jocosidad, pero me distraje lo suficiente para no alcanzar a hacer un ataque decente contra el engendro que tenía más cerca.

- ¡Marcus, contente en tus bailecitos! - le lancé mientras esperaba parar con acierto el ataque.

El grupo no perdió el tiempo y en cuanto el muro cayó atacaron a los zombis tratando de no dejar títere con cabeza. Así fue la suerte que el ataque combinado de los cuatro consiguieron derribar a los cuatro enemigos. Los cuerpos desmembrados de aquellos que habían sido hombres y mujeres de la ciudad ahora yacían por toda la sala bajo los restos de una humareda tóxica que se disipaba. 

Frente a ellos se alza un pequeño pasaje desde el que se ve una leve luz rebotando en las paredes del mismo desde la próxima sala. 

Y cuando el humo verdoso y toxico se disipa... en la penumbra, en medio del silencio, la escasa luz muestra a cuatro figuras erguidas sobre un montón de cadáveres desmembrados.
Y una de estas figuras, echa atrás su capucha con un seco gesto de su zurda mientras su diestra, ejecuta un ultimo molinete de derecha a izquierda con su sable antes de que este acabe, con un sonido sinuoso y sibilino, perfectamente envainado.
El suspiro de esta figura se puede escuchar mientras distraidamente patea un brazo que aun repta cual serpiente por el suelo antes de decir.
Ah amigos míos, recio combate que me ha hecho pagar en sangre el precio de nuestra victoria. Mas no sufrais que aquí sigo presto para afrontar nuevos desafios
Y solo entonces me permito arquear mi ceja derecha un apice antes de añadir.
Naturalmente, se que no esperabais menos.
Y con mi diestra ya libre, señalo en dirección hacia una luz que tilila levemente al fondo de un pasaje que abre ante nosotros.
Diria yo que nuestro camino es obvio.
Entrecierro los ojos para atisbar cualquier detalle en medio de la penumbra y añado.
Permitidme que eche un vistazo pues ya hemos comprobado que las sorpresas en este agujero pueden ser desagradables.

Habían vencido ese nuevo obstáculo en el camino, aunque Zorro había dudado por unos momentos y muy al principio que lo fueran a lograr, pero ahí estaban los cadáveres de aquellos muertos que los habían estado esperando. Cómo se habían colado en los túneles aún estaba por descubrir, pero por lo menos ya no iban a resultar peligrosos para nadie más. Y ahora sólo les quedaba seguir adelante, hacia la luz que brillaba más allá del siguiente turno.

—Espera Marcus, te acompaño —le dijo al hombre cuando vio la intención de éste de acercarse a mirar qué había al otro lado.

Junto a él, se acercaron poco a poco para saber qué se podían encontrar más adelante pues, después de todo lo visto hasta el momento Zorro dudaba que lo que fuera que les estuviese esperando fuera un camino de rosas.

Antes de girar el pasillo y adentraros en la siguiente sala escuchais una voz rasposa, como si alguien muy anciano estuviera entonando un cántico o rezando.

- Esperad. Ahora que tenemos un momento creo que sería buena idea curar esa herida Marcus. No sabemos cuantos más podemos encontrarnos. Nadie nos dice que estos fuesen los únicos acechando bajo la ciudad. ¿Y esos frascos? ¿Con qué objetivo creéis que los llevaban? De acuerdo, eran apestosos, pero me parece poca razón llevar un frasco lleno de pedos de no-muertos sólo para aturdir a sus víctimas.

Con una habilidad propia de mi reviso las heridas de Marcus y las cubro con un ungüento.

- Esto debería bastar. Vamos artista, ahora sí que te dejo ir delante. - y cedo el paso a mis compañeros haciendo una inclinación teatral, para cerrar el grupo y pensar en lo del humo con un poco más de tranquilidad.

Cuando Ramel habla me muestra un ungento. Mas como se que es dificil aplicar cualquier tipo de sustancia en el interior de los pulmones, yo me aproximo al bote abierto e inspiro.
E inspiro
E incluso, inspiro un poco mas pues pareciera que estoy esnifando, durante unos instantes, otro tipo de sustancia. Es lo que tiene ser desde la mas temprana niñez, de los bajos fondos. pero vamos, bajisimos.
Mas en ese instante, frunzo el ceño.
Me alzo en toda mi envergaddura. Nuevamente con mi diestra apoyada, con decision, en la empuñadura de mi leal sable.
Mi cabeza gira en direccion al pasaje que inevitablemente vamos a tomar y antes de decir nada, cruzo una mirada con Zorro. La cual, parece tener la misma expresion que yo.
Alzo la siniestra y, mas aun, el indice de la misma y solo entonces digo.
Escuchad amigos. Hay un eco lejano que apenas se puede apreciar. Un canto monótono, osco y grave llega desde las profundidades.
Callo observando a Zorro y añado.
¿Lo escuchas tu tambien?. Por mi parte...
Y ahora inclino la cabeza para observar el rostro de Ramel
Presto estoy para el nuevo desafío que se avecina. Ya mi sable ansia inquieto volver a brillar en el extremo de mi diestra
Inspiro y girándome hacia la boca del pasaje, del cual cuelgan estalactitas a modo de dientes retorcidos, añado.
Ah, que adecuado que el acceso se asemeje a la boca de un dragón.
Mi capa se arremolina tras de mi cuando a grandes zancadas me sumerjo en la oscuridad, me agacho levemente para no rozar ninguna estalactita y desde la penumbra, ademas del resonar de mis pasos se puede escuchar mi voz una vez mas.
Adelante amigos míos. Se que hubierais estado horas escuchando el sonido de mi recia y melodiosa voz. Mas la misión urge. La recompensa también y naturalmente... cierto asunto tabernero también me urge si.
Y en medio de la penumbra, se abre camino un relámpago nacarado. Son mis dientes los cuales muestro en una media sonrisa mientras prosigo mi avance.

En serio, no estoy suficientemente borracha para estar aqui abajo... Mel avanzaba en medio del grupo, aun le dolian las heridas del anterior combate...asi que tenia intencion de evitar recibir de nuevo de cualquier indole.

Mel le dolia la cabeza...y ese hombre de ropas negras no se callaba ni bajo el agua....bufo el pelo que le habia caido en la cara con un soplido ruidoso.... y con media sonrisa miro el resto....Con lo bien que estabamos en la taberna...

Con gran habilidad el paladín enano curó las heridas que los esqueletos había causado a Marcus mientras el resto descansaba y se aseguraba de que conservaban cada parte de su cuerpo. En cuanto estuvieron listos avanzando por el pasillo girando el recodo con precaución. La antorcha de poco servía ya, pues la sala en la que desenbocaron estaba perfectamente iluminada por velas en el suelo, formando un pentagrama dentro de un circulo. En el centro de ese circulo se encontraba una delgada figura vestida con negros ropajes cubiertos de cadenas. Su enemigo, el nigromante que había empezado aquella guerra: Thomas Ochjan. Todo el ejercito había salido tras él para matarlo y sin embargo no había huido, se encontraba allí mismo, en el centro de la ciudad, escondido bajo ella. Rodeado de pilas de huesos y escombros el nigromante continuaba su cántico procedente de un antiguo tomo escrito con sangre. 

La voz llegó a mis oídos con claridad. Una voz cargada por los años, una voz que parecía recitar algún tipo de letanía. Mis ojos acostumbrados a la penumbra se cruzaron con el parlanchín de Marcus y, por su mirada y sus palabras, comprendí que él también lo había oído. Asentí en silencio sabiendo que un nuevo obstáculo se elevaba ante nosotros un poco más adelante, un obstáculo que seguramente había sido el causante de que los muertos se levantaran pues los muertos no caminabansi alguien no les obligaba.

—Bien, allá vamos. —Algo me decía que si acabábamos con ese último obstáculo acabaríamos con los problemas de la ciudad así que, agarrando el arco entre mis manos, ya que esperaba que la siguiente zona a la que llegáramos tendría la amplitud suficiente para disparar flechas, me dispuse a adentrarme en la siguiente sala, o cueva, o lo que fuera que hubiera allí delante.

Con gran habilidad el paladín enano curó las heridas que los esqueletos había causado a Marcus mientras el resto descansaba y se aseguraba de que conservaban cada parte de su cuerpo. En cuanto estuvieron listos avanzando por el pasillo girando el recodo con precaución. La antorcha de poco servía ya, pues la sala en la que desenbocaron estaba perfectamente iluminada por velas en el suelo, formando un pentagrama dentro de un circulo. En el centro de ese circulo se encontraba una delgada figura vestida con negros ropajes cubiertos de cadenas. Su enemigo, el nigromante que había empezado aquella guerra: Thomas Ochjan. Todo el ejercito había salido tras él para matarlo y sin embargo no había huido, se encontraba allí mismo, en el centro de la ciudad, escondido bajo ella. Rodeado de pilas de huesos y escombros el nigromante continuaba su cántico procedente de un antiguo tomo escrito con sangre.

Esperaba encontrarme con algo, o mejor dicho con alguien ya que las cosas no solían hablar ni murmurar ni rezar ni nada por el estilo. Pero con lo que no contaba era con encontrar al hombre que había traído de cabeza a todos en la ciudad, el más perseguido, el que había causado todo aquel horror y que, durante todo ese tiempo, se había encontrado escondido en los túneles, propio de la rata que era.

Y allí estaba, haciendo sus cosas de nigromante en medio de un dibujo en el suelo, leyendo extrañas palabras de un viejo libro que seguramente serían invocaciones para traer más desgracias, más mal, más terror a esa pobre ciudad. Sólo esperaba que no fueran más muertos vivientes o esqueletos ya que comenzaba a cansarme de ellos.

Aquella era una oportunidad para atacar, el hombre estaba enfrascado en su cántico y quizás, por lo menos eso era lo que quería creer, sólo quizás no nos había oído llegar.

—¿Algún plan? ¿Atacamos ahora o tenéis una idea mejor? 

Y he aquí que nuestra sorpresa es mayúscula. Aunque por otro lado, somos quienes somos y la verdad, era este un encuentro inevitable.
Alzo mi zurda pues mi diestra aferra la empuñadura de mi sable y señalo delante de mi.
Y allí, enfrascado en sus asuntos, hallamos a aquel a quien todos buscan.
Mis ojos se entrecierran, giro la cabeza a derecha e izquierda prestando toda la atención de mis sentidos al entorno pues me extrañaría mucho que este individuo, no hubiera tomado medidas preventivas.
Mi voz apenas se escucha cuando costesto susurrando a nuestra Dama arquera.
Permiteme que examine la zona. Este encuentro promete ser épico y no quisiera desperdiciar esta oportunidad