Partida Rol por web

Llegó el turno de la guardia, así que tras estar un poco sentado y acabar de llenar mi insaciable estómago comencé a hacer guardia de la forma en la que me habían señado a hacerlo, a fin de cuentas, me había pasado incalculables horas haciéndolas en nuestro poblado así que esto sería igual pero en mitad de un lugar que no es que me gustara demasiado.

- Hay demasiadas plantas.. seguro que aquí hay ratas de dos metros escondidas..

Exactamente no sabía cuánto sería ese tamaño, pero siempre que lo decía sonaba a mucho así que simplemente sabía que era una rata bastante más grande que yo. De vez en cuando y ya que estaba pensando en ratas, echaba un ojo a nuestras cornudas compañera de viaje, no se las fuera a comer algo.

Y eso sí, todo sin dirigir la palabra al nuevo, que no me apetecía hablar con alguien a quien no entendía, hubiera sido más sencillo traducir lo que decían los orcos.

Siomorang se dió cuenta de la cantidad de tiempo que había estado despierto. Se sentía cansado, como si el mero hecho de acostarse de lado sobre el hombro bueno fuera suficiente para dejarlo completamente dormido. Pero la cantidad de tiempo que llevaba despierto le resultaba... ¿antinatural? Como si un ser superior le hubiera mantenido despierto con su poder.

No había dormido cuando ayer por la tarde llegó al poblado. No había dormido esa noche, a vueltas con las provisiones, los ritos, el hachazo del brutote... No había dormido durante toda aquella mañana de caminata. Y aún le quedaban ocho horas de vigilancia por delante. En total, más de un día sin dormir.

Por ello se sintió especial, el Elegido, un trasgo superior. Sin embargo, según avanzaba el sol en el cielo, la falta de sueño le hizo ver cosas extrañas: luces. Una miríada de luces distorsionaban su visión del entorno. Como si todo lo visible se refractara através de un cristal roto. Y si cerraba los ojos un momento, las luces parpadeaban sobre un telón negro, a la vez que el latido del corazón resonaba en su cerebro. Todo eso, síntomas de no dormir, fue tomado por Siomorang como un ejemplo más de la divina providencia que le había elevado sobre los demás mortales. Una falsa prueba de que Siomorang era el profeta del dios de los trasgos.

 Acompañados por los sonidos que se despiertan en la noche, los trasgos vaís montando guaradias para mantener el pequeño campamento seguro, con los sentidos atentos ante cualquier peligro o problema.

 La noche pasa de largo y con ella el relevo de guardias.

 Akrate y Grolm hacen sus guardias como antes hicieran Thok y Siomorang sin que nada fuera de lo común suceda.

 Comeís las las provisiones asignadas para la cena y el desayuno y ya estáis a punto para proseguir la marcha hacia el sur, dejando atrás el abrigo seguro de este refugio que os mantuvo apartados de las miradas, y de las armas, de los orcos.

Finalmente la oscuridad se enseñoreó del mundo... justo como le gustaba a Akrate y a la mayoría de los trasgos

El enfermero abrió los ojos y se deseperezó mientras miraba a su alrededor, sorprendido de no encontrarse protegido, o algo así, dentro del pueblo y, más probablemente, dentro de la casa de sanación. Estar alejado de las murallas resultaba extraño. Exitante. Y, por lo menos por el momento, no tan peligroso como hubiera supuesto el enfermero.

- Es hora de salir, vamos por esos musgos - arengó a sus compañeros, poniendose de pie y preparándose a seguirlos... hacia donde ellos entendieran que debían ir. Después de todo lo suyo era curar, no orientarse

Cuando terminó mi turno de guardia estaba tan sumamente aburrido que casi estaba a punto de ponerme a gritar para que si había algo un poco peligroso por los alrededores viniera a entretenerme, pero por suerte, mis compañeros que comenzaban a despertar me contagiaron sus bostezos así que me eché en el suelo habiéndome quitado antes algunas partes de la armadura, para luego abrazar a mi hacha como un niño puede apretar un muñeco de trapo. Estaba cansado, llevábamos todo el día caminando y ya había hecho una de las guardias más aburridas de mi vida, así que no tardé en cerrar los ojos y comenzar a roncar casi acto seguido. Era un trasgo práctico, dormía cuando podía..

Cuando me despertaron estaba en la misma postura en la que me había dormido y me levanté estirando mis músculos, haciendo sonar algunas partes de mi cuerpo que se quejaban de su inactividad, pero en seguida estuve listo para comer algo y volver a partir.

- Vale, pero eran setas.. ¿ no?

A ver si después de haber sido él quien me lo había explicado iba a resultar que se habían convertido en una cosa verde pegada en una pared.

A Siomorang le entraron dudas sobre la preparación que tenía esta especie de expedición botánica.

Uhm... Será una pregunta estúpida, pero... ¿Alguno de nosotros sabe como es la piel ratuna, dónde crece, cómo extraerla sin dañar sus propiedades curativas y de qué manera conservarla de manera óptima para su transporte?

Tres días... desde que la arrancamos de la piedra, tronco o sobaco de troll dónde crezca, sólo tres días... antes de que el hongo se pudra...

Acompañó sus pasos con una buena dosis de preocupación. Sólo le faltaba llevar la hierbaja esa y que no sirviese. Y tener que repetir este viaje acompañado de estos cretinos. O peor: ser castigado por no haber hecho bien la misión.

- Por supuesto. Soy enfermero. SE de esas cosas - replicó Akrate algo ofendido por las palabras del brujo - Y no es el momento de preguntar ahora, si tenías dudas deberías haberlo hecho antes de salir... como yo - aseguró el pequeño trasgo sacando pecho - Uds ocúpense de que lleguemos, de extraerlas me ocupo yo -

Miré con cara de extrañeza al nuevo, sobretodo porque me había perdido algo seguro.

- ¿ Pero para qué quieren ahora la piel de una rata?

No hacía tanto frío como para necesitar pieles de ninguna clase, al menos, yo no tenía frío, pero siendo uno de los trasgos más grandes igual tenía que ver con eso..

- No hay nieve, ni llueve.. no hacen falta pieles de ratas.. - Respondí al final, una vez le respondió el listo, aunque para mí su conversación no tenía ningún sentido. - Además si aparecen ratas no os preocupeis, yo sé arrancarlas la cabeza de un hachazo o de dos si se ponen tontas.. - Si fuera un número mayor igual llegaba a tres pero de ahí podía pasar a los veinte mientras seguiría contándolas con los dedos de una mano.

FInalmente habían logrado pasar inadvertidos y no enfrentarse a los orcos lo cual, seguramente, habría sido un feo problema. Sin embargo, eso no impedía que los orcos volviesen y los encontrasen si se quedaban más tiempo del necesario en su escondite...

Se incorpora bastante descansado, más de lo que esperaba, y tras colocar bien sus pertenencias y revisar el buen estado de su arco está listo para partir.

De momento vamos por buen camino así que llegaremos, por eso no te preocupes. Lo importante es que volvamos a tiempo... Preparaos para partir y no olvidéis las cabras que mientras examinaré el terreno para averiguar si los orcos venían de la dirección por la que tenemos que ir...

Y será mejor que confirme el camino a seguir, si nos perdemos y tardamos más de la centa Lerb nos hará azotar, seguro.. un escalofrío recorre su espalda al pensar en eso..

Lentamnte, intentando hacer el menor ruído posible (no está de más ser precavido) sale del escondite y se pone a hacer lo que ha dicho

Suspiró al ver a su grupo, y hundió sus dedos en el pelo de una de las cabras. Parecía un leve intento de calmarse acariciando algo peludo y suave. Finalmente, sacó la mano con una garrapata entre los dedos, deshaciendo el malentendido. Explotó al insecto con la yema de los pulgares y luego lamió la mancha de sangre que quedó sustituyendo a la garrapata.

 Tras el descanso reparador el grupo se pone de nuevo en marcha, continuando dirección sur, hacia las estribaciones montañosas de la cordillera sureña.

 Grolm, tras inspeccionas los bastos rastros de los orcos le cuesta determinar la dirección de la llegada, es el rastro de una dirección errática, pero a groso modo diría que viene de dirección nor-noreste... aproximadamente.

 El viaje hacia el sur, se hace a buen ritmo, pues la tundra por la que os moveís es bastante llana, cada vez la vegetación va siendo más presente, priemr en forma de matorrales ocasionales, salpicada la zona por algún árbol de tronco nudoso para ir dejando paso a árboles de mayor embergadura e incluso una leve capa de vegetación bajo vuestros piés. Los árboles que van predominando son diferentes variedades de coníferas de hoja perenne. Pero a medida que os acercaís a la cordillera, veís como la marcha se va reduciendo, el paisaje va tornándose más brusco, más roto, pequeñas cuestas rocosas seguidas de pequeños valles abruptos.

 Así es como transcurre la mayor parte de la jornada, parece que los sacrificios al oscuro os han propiciado un viaje relativamente seguro... de momento.

Todo el camino transcurrió sin ningún incidente así que caminé con mi característico silencio tras mis compañeros, sin aportar nada de conversación, pues no era de esos que se ponían a hablar sin tener nada que decir, sino más bien al contrario, que muchas veces, aunque tuviera algo importante que decir no decía nada porque no sabía cómo expresarme.

Así, vigilando la retaguardia del grupo y observando como se iba transformando el paísaje caminé y caminé en el más absoluto silencio, simplemente cambiando de ladoel hacha de vez en cuando, ya que si la lleveba siempre en el mismo sitio y en la misma postura al final me dolería algo así que era en lo único que hcía algod e ruido, lo demás, como si no fuera detrás de ellos.

Poco a poco Akrate se adaptó al ritmo de marcha. Es cierto que no estaba acostumbrado a moverse fuera del pueblo, pero su breve experiencia en las cuevas había sido un buen anticipo de lo que estaba viviendo ahora.

- Debo reconocer que es más sencillo moverse aquí que en esos túneles - comentó en algún momento mientras se mantenía en un cómodo tercer lugar, antes que el guerrero del hacha y tras el "nuevo" que arrastraba las cabras por sus cuerdas

Sus ojos recorrían el entorno, esperando poder anticiparse a cualquier problema que surgiera durante la marcha... pero esperando que dichos problemas no surgieran

Tras horas de caminata, el grupo parecía adormilado. A Siomorang le vino a la mente cómo podría ser el mundo si los trasgos fueran un poco más entusiastas. Oraciones nocturnas... cánticos litúrgicos acompañando la marcha... encomendaciones a un dios protector... ¿Podrían esa serie de innovaciones mejorar la moral en la tropa? ¿Mejorar la sociedad trasga en general?

Por un momento pensó que debía cumplir con su destino e iluminar su poblado de ateos con la fé. A pesar de todo, aún se resistía a cumplir su papel en el mundo. ¿No era más lógico aprovecharse del Don para beneficio propio? ¿Qué sentido tendría hacer de mesías? No le aportaría ningún privilegio. Puede que hasta desatase la furia del Oscuro contra él.

...dos días de marcha dan para plantearse muchas cosas...

 El grupo se había sumido en la fatigosa monotonía del viaje. Grolm conducía a los trasgos por entre las lomas lo mejor que podía, haciendo que el grupo avanzara rápido. Al parecer no había peligros cercanos, por lo menos no había rastros o huellas de depredadores o humanoides recientes.

 Cuando de repente, sin mediar alerta alguna una una enorme sombra se abalanza desde la posición de retaguardia encima del grupo. El azar quiso que el que parecía ser el objetivo de la muerte emplumada se percatara de su situación justo antes de que ocurriera. Siomorang, alertado por un sexto sentido, se da la vuelta en el instante en que una enorme águila se abalanza sobre él ¡con las dos zarpas, del tamaño del antebrazo de un trasgo, apuntando su cabeza!

 Grolm, por su lugar, también ha logrado ver el peligro instantes antes de que se abalanzara sobre el grupo.

 Akrate y Thok ven pasmados como de repente una enorme sombra los sobrepasa para lanzarse con un chillido contra la posición de Siomorang.

Tan tranquilo como iba, tuvo la extraña sensación de que algo más allá de su comprensión le advertía del peligro. Y esa premonición se cumplió tan sólo un instante después, cuando el gran águila apareció.

Atinó a cambiar las correas de las cabras de mano, para dejar el brazo derecho libre, y se cubrió con él de las garras del pajarraco.

Las plumas de un águila sólo logran hacer cosquillas a un servidor de Maglubiyet. Maglubiyet me protege.

Maglubiyet. Aquel extraño nombre, jamás pronunciado. Una palabra de la que nunca tuvo conocimiento hasta hoy, hasta ese momento exacto en su existencia. Siomorang acababa de bautizar a su dios.

Avanzaba concentrado en el suelo que tenía frente a él, buscando rastros de posibles atacantes (y así dar un pequeño rodeo... sólo por si acaso) mientras intentaba no perder el camino que debían seguir.

Por ello, cuando se hizo patente que el peligro no vendría de frente sino desde arriba, suspiró resignado, eso no se podía rastrear.

Cuidado un pajarraco! gritó a sus compañeros al tiempo que tensaba el arco maldito engorro, lárgate! apuntó con cuidado al pájaro pero en el último momento, cuando sus dedos liberaban la flecha, una fuerte ráfaga de viento apareció de la nada...

 La majestuosa águila cae con sus zarpas por delante sobre Siomorang el cual pone todo su empeño para esquivar los ataques de la criatura. El joven trasgo logra echarse a un lado en el último instante eludiendo unos de los letales ataques, pero el otro logra acertarlo, causando unas profundas heridas allí donde se hincan las garras de la zarpa, arrancando un sordo grito de dolor del trasgo.

 El trasgo se retuerce de dolor cuando la águila saca las zarpas para posarse en el suelo. La sangre emana a raudales de las profundas heridas que manchan su armadura y ropajes de sangre.

 Las cabras, aterrorizadas ante la aparición del depredador y de la sangre saltan a un lado balando apartándose de la enorme ave de presa...

Cagüen! concéntrate o serás comida de pajarraco!..

Tras recriminarse el anterior fallo garrafal, Grolm avanza unos pocos pasos para tener una mejor línea de visión de su objetivo. Cuando cree estar en un lugar idóneo dispara dos flechas en una rápida sucesión de tal modo que cuando la primera aún no ha impactado, la segunda ya está en el aire volando certera hasta su objetivo...

Esto ya es otra cosa... piensa al ver que ambas saetas alcanzan al águila y asiente con su orgullo reparado Así aprenderás bicharraco apestoso!

 Las dos flechas disparadas por Grolm logran hacer blanco entre el espeso plumaje de tonos pardo de la águila gigante, arrancándole un agudo chillido.

 La ave lanza una mirada penetrante al trasgo del arco que le ha disparado.