Partida Rol por web

Finalmente, el día había llegado. El equipo estaba dispuesto para realizar la última misión. Todos eran conscientes de que de allí podrían salir ricos y con uno de los tesoros más importantes de la humanidad... o en el peor de los casos, muertos.

Aquellas semanas de viajes, peligros y combates parecía llegar a su fin pero, quizá, Janet y el resto se enfrentaban al reto más complicado de toda su carrera como mercenarios.

Organizados y dispuestos, los siete se metieron en los Museos Vaticanos en tres intervalos tras la hora del almuerzo.

Los primeros en entrar fueron Janet, Pancho y Marylin. Eran la toma de contacto. Si algo había extraño, podrían echar atrás la misión e intentarlo otro día... aunque para su patrón no parecía haber otra opción.

No había ningún rastro de la gala del día anterior y todo parecía haber vuelto a la normalidad del lugar, con cientos de visitantes recorriendo las salas y admirando el rico patrimonio que poseía la Santa Sede.

En un momento dado y de forma impecable, los tres se coordinaron para perderse por un pasillo que daba a una de las salas de almacenaje que estaría vacía durante el resto del día. Tuvieron cuidado de no armar jaleo y, cuando estuvieron en una posición cómoda, avisaron de que había "via libre".

Luna, Arthur y Cartafilus eran los siguientes. Era extraño ver al judio errante vestido de una forma completamente anodina y cómoda. Desde luego, no parecía el multimillonario milenario que conocieran en aquel club hacía una eternidad.

La sala donde iban a ocultarse los tres, estaba algo más alejada de la Capilla, pero más cerca de los jardines. Se trataba de una sala en rehabilitación y donde los trabajos no tendrían lugar en aquel día. Por otro lado, si algo tenían Arthur, Luna y el propio Cartafilus, era ser discretos. Tan sólo les valió una leve charla para perderse de la vista de los vigilantes con una elegancia pasmosa. Llegaron a la sala designada y tomaron posición.

Finalmente le tocaba el turno a Jason.

Aunque a la entrada, llamó la atención por su apariencia, pronto aquella cualidad que tenía de ser ignorado, salió a flote. De forma tranquila recorrió el camino y llegó hasta la sala de almacenaje donde se ocultaba el primer equipo, que intentó coordinarse con él para que entrara de la forma más rápida posible y se sumara al primer equipo...

La primera parte del plan había salido bien.

Ahora tocaba esperar unas horas al cierre de los Museos. El problema era que debían mantenerse en silencio, como mucho hablar en susurros.

En el grupo de Janet, Pancho y Marylin parecían inquietos pero sobrellevaban la presión bien.

En el grupo de Arthur, Cartafilus parecía meditar sobre algún asunto... casi se diría que abstraído completamente de lo que estaba ocurriendo.

La hora de cierre llegó por fin, escucharon cómo el sonido del gentío iba apagándose poco a poco hasta desaparecer completamente. Llegados a ese momento, el silencio se hizo casi ominoso y eran capaces de notar los pasos de los trabajadores que quedaban.

Aquella espera se hizo si cabe algo más angustiosa. Parecía que cuanto más cerca estuvieran del momento de la salida, más lento pasaba el tiempo.

A falta de 30 minutos para la supuesta distracción, todo estaba preparado para la actuación.

Jason llegó a la sala vacía y respiró aliviado. Había demasiada gente y eso le agobiaba. 

No perdió el tiempo, sacó un par se tablets y le pasó una a su jefa. 

- Eh, Janet, por si me pasase algo..., he metido aquí el programa de las cámaras y el control de los drones... Quédate tú con una, por lo que pueda pasar....Verás, es fácil, si le das aquí sale esta pantalla y luego... - 

Aunque fuesen dos personas jóvenes acompañadas de un hombre entrado en años, no había sido difícil pasar desapercibidos, al fin y al cabo, Arthur podía ser perfectamente el hijo de Cartafilus y ella amiga o pareja del ex guardia de seguridad. En un lugar turístico era fácil ser invisible, ser cualquier persona. Además, lo cierto era que con aquel aspecto anodino, Cartafilus ponía menos nerviosa a Luna que con su aspecto habitual. La joven incluso llegó a comprarle un helado a cada uno mientras paseaban antes de entrar en los museos.

Una vez en el escondite, Luna se dio cuenta de la extraña actitud del inmortal. Extrañada, hizo un gesto a Arthur señalando el móvil y enseñándole que lo había puesto en silencio. Cuando se aseguró de que Arthur también lo tenía silenciado, bajó la cabeza, con el pelo cayendo sobre el móvil mientras escribía un mensaje. Nada más enviarlo, levantó la cabeza y sonrió con picardía

"Ey, Sallah, Marcus parece estar ido. Buscar reliquias y patear nazis debería hacerle estar más nervioso, dale un toque no vaya a ser que le pase algo"

Ahora que la tensión del hotel había pasado y estaban en plena acción parecía más relajada, menos malhumorada... más ella misma. No le importaba que se lo enseñase a Cartafilus, al fin y al cabo, era la mejor forma de comunicación

—Es una preocupación innecesaria, Jason, todo saldrá bien —dijo Janet ante el ofrecimiento de su camarada. Lo dijo con una sonrisa tranquilizadora, pero no perdió ojo a cuanto sucedía en la pantalla. Si efectivamente ocurría algo que impidiera a Jason manejar el programa, gracias a esas instrucciones Janet podría hacerlo.

La espera se le había hecho corta. Pasados los primeros minutos, Janet empezó a repasar en su cabeza las salas, los pasillos y los accesos a las zonas menos transitadas del complejo. La amenaza silenciosa de Göering la mantenía alerta, y quería estar segura de que, cuando aparecieran los problemas, las vías de escape estuvieran muy claras.

El reloj de Janet se iluminó a la hora señalada.

—Es la hora —susurró mientras estiraba sus articulaciones—. A por el equipo.

Ante los gestos de Luna, Arthur sacó el móvil y volvió a comprobar que estuviera en silencio. Luego, intrigado, se inclinó sobre la pantalla de su compañera, miró a Cartafilus y tuvo que aguantarse la risa.

Verle vestido de turista se le había hecho raro, y más aún comiéndose un helado... el tío necesitaría más de dos mil velas en la tarta de su próximo cumpleaños, y Luna le estaba comprando un helado como si fuera su sobrino pequeño. Era chocante. Realmente, era alguien de otra era. Alguien que no debería estar ahí. Arthur lo notaba, y Cartafilus lo sabía. ¿Qué clase de cosas podían estar pasándole por la cabeza a una persona en su situación?

Tomó el móvil, y escribió, también sonriendo pero más serio que su amiga.

    "Sabe que va a morir. Tanto si todo esto sale bien como si sale mal, él no va a sobrevivir. A saber qué se le está pasando por la cabeza. Será mejor no molestarle"

Aunque no le había abandonado la sensación de miedo tras el encuentro con Göering, tenía la sensación de que estaban haciendo lo que debían: estaban en el lado correcto de la Historia, y aquello ya no era un mero encargo.

Volvió a escribir:

    "Es el momento. Vamos a por las herramientas"

Con cuidado comprobó que no hubiera nada en su indumentaria que fuera a tintinear o hacer cualquier tipo de ruido cuando se dirigieran al alijo.

Luna levantó las cejas mientras escribía. Le había hecho gracia el comentario sobre la preocupación por morir de su cliente. No obstante, no había tiempo para discutir demasiado. Al menos, por el gesto de Arthur, parecía que había aliviado parte de la tensión.

"Ya debería haberse acostumbrado. Algo trama. Aunque puede que no malo. "

La joven se levantó al leer el mensaje de Arthur y tocó en el hombro a Cartafilus para que saliese de su trance. Hecho esto, se apoyó ligeramente contra la puerta para comprobar que no hubiese ningún trabajador rondando, o llevando una posible pareja para fardar de lugar de trabajo e impresionarla. Una vez comprobado, susurró a los dos hombres

—Parece que está libre. Si por casualidad nos descubre un vigilante, fingid que nos hemos perdido y estamos nerviosos, aunque sea absurdo— Luna no era la mejor actriz, pero estaba dispuesta a fingir ser una pobre turista perdida al borde de las lágrimas hasta poder acercarse a él lo suficiente para provocarle un profundo sueño del que despertaría ileso, pero con un fuerte dolor de cabeza —. Con engañarle unos segundos, nos bastará.

Jason realizó la primera incursión delante de Janet para que fuera aprendiendo cómo funcionaba. El genio mecánico había intentado simplificar todo lo posible la operación, más que nada porque lo tenía que llevar en el portátil* y debía hacerse todo de forma rápida... no obstante, el proceso era bastante complejo para un profano y aunque la jefa del equipo se quedó con los principios básicos, seguramente tendría problemas en escenarios en los que la improvisación fuera necesaria.

Gracias a aquel movimiento, Jason pudo detectar el primer peligro. Había un guardia de seguridad -de los de la privada- haciendo una ronda con un perro en esos momentos. La buena noticia es que sólo era uno y el recorrido era largo, la mala es que los sentidos del perro estaban más aguzados que los de una persona y, por tanto, el dichoso animal podría notar cosas y dar el aviso.

Marylin se preparó para salir, al igual que Luna. Las dos eran las que se habían asignado la misión de recuperar los alijos puesto que eran las que mejor conocían su situación. Aún a pesar de la guia de Jason, la tarea no sería sencilla...

-Muy bien, Jason, no te olvides de decirme donde está el tipo del perro... por si acaso. -comentó la rubia antes de deslizarse fuera de la sala.

Por las pantallas intervenidas del sistema de seguridad, Jason pudo seguir los pasos de la mujer en todo su periplo, mientras que los guardas no verían absolutamente nada. En un momento dado tuvo que detenerse un momento antes de salir a los jardines, pero finalmente alcanzó su destino y regresó con la bolsa... lo cual fue una tarea más complicada por el volumen y el sonido que podrían hacer las diversas piezas que estaban dentro.

Para suerte de todo el equipo, Marylin logró llegar de vuelta a la habitación con todo su alijo bien dispuesto...

Cartafilus simplemente parpadeó un par de veces cuando Luna le dio un toque en el hombro y asintió a sus palabras.

Aunque tras oir lo que ocurría por el pinganillo, supuso que sería Luna la que se deslizaría hacia el alijo.

Pareció aliviado de que Marylin consiguiera su parte.

Visto y no visto. Un segundo Luna estaba en la habitación con Cartafilus y Arthur y al siguiente estaba deslizándose por la puerta y escondida entre unos arbustos ornamentales. La joven se llevó la mano al oído sin decir nada, escuchando las instrucciones de Jason. En lugar de responder, dio dos golpes al pinganillo, su clásica señal cuando se tenía que infiltrar, de que había comprendido. Al estar más cerca de los jardines que el resto del equipo, la joven de piel oscura alcanzó su objetivo con rapidez, abriendo y cerrando la puerta del almacén sin hacer ruido.

Mierda

Lo cierto es que al haber llevado todo entre Marilyn y ella, no se había percatado del jaleo que sería colocar todo aquello de nuevo y salir con ello. Por suerte, y aunque no estaba acostumbrada a empacar cosas, Marilyn lo había dividido en unas prácticas aunque pesadas mochilas. Sin dudarlo, se puso la mochila a la espalda, incluyendo el lanzarpones, que sobresalía cómicamente, el carcaj a la cintura, el arco en una mano y una bolsa con un par de armas en la otra. Parecía la maldita porteadora de un escalador en el Everest. 

Afortunadamente, nada de esto fue un problema y, sin que perro ni vigilante hubiesen llegado siquiera a la zona donde se encontraba, llegó de nuevo junto al grupo. 

Arthur se abalanzó en silencio sobre el equipo, sin hacer ruido y con una sonrisa como un niño asaltando los juguetes la mañana de Navidad antes de que sus padres se levantaran. 

Miró a Luna e hizo un gesto levantando el pulgar, y miró a Cartafilus con orgullo: lo estaban consiguiendo. 

Y así, con cuidado, se colocó el chaleco intentando que las anchas tiras de velcro no sonasen demasiado al separarse, y fue disponiendo del resto del equipo. 

Finalmente, Luna y Marylin regresaron a las correspondientes estancias con los alijos encontrados.

Lo cierto es que había sido un poco complicado puesto que, aunque habían intentado empacar todo de la forma más eficiente, no dejaban de ser bastante armas, protecciones y utensilios pero... la preparación y la previsión habían sido impecables.

Los dos subgrupos terminaron de equiparse con todo mientras esperaban el momento preciso. Jason aprovechó para desconectarse un momento para revisar el equipo y así no levantar sospechas.

Sólo quedaba una pregunta: ¿habría distracción?

Llegó la hora señalada pero no ocurrió nada. Pasaron los segundos, luego unos pocos minutos y entonces...

¡¡¡ BOOOM !!!

Se escuchó el inigualable sonido de una explosión que hizo vibrar los cristales de la estancias en las que estaban e incluso puede que rompieran algunos de los que estaban más expuestos en la calle.

Ateísmo Siglo XXII había cumplido su parte.

A continuación, se empezaron a oir rumores cada vez más elevados. Era como si alguien hubiese despertado a un leviatán dormido.

Jason aprovechó para volver a colarse en los sistemas de seguridad del museo, sólo para monitorizar la actividad. Se había dado la alerta en todo el perímetro del museo y se había avisado a un contingente de la Guardia Suiza para que fuera a investigar lo sucedido. Los pocos que estaban de guardia ya habían sido enviados a las afueras del recinto para estudiar la situación. Se había elevado mucho la tensión y había comunicaciones entre diversos equipos de forma frenética.

Tal y como habían planeado, los ojos del Vaticano se habían posado en las afueras y no en el interior. Al menos por el momento. Jason no lo pensó y volvió a realizar una intervención sobre el trayecto que tendrían que realizar para llegar a la Capilla Sixtina, dando el aviso para avanzar una vez estuvo todo preparado.

Los dos subgrupos se reunieron finalmente a la entrada de la Capilla Sixtina y se internaron en ella.

Pancho se quedó en el lugar por donde habían accedido con sus escopetas preparadas haciendo una señal con el pulgar hacia arriba. Alguien tenía que cubrir el otro acceso principal y deberían empezar a trabajar sobre el dedo de Dios...

Una vez en la capilla Jason se abalanzó sobre su construccion. Abrió los brazos del aparato y los sujetó en posición con unos pasadores. Usando los punteros láser sujetos a cada uno de los cañones apuntó a las zonas adecuadas y tensó las tiras elásticas. No había tiempo que perder.

- Un paso atrás - dijo a sus compañeros.

Clic.

Los cuatro arpones salieron despedidos hacia el techo,dejando una cuerda colgando tras cada uno de ellos. Las cabezas penetraron el techo y giraron, anclándose en posición. 

Tiró de las cuerdas para tensarlas en torno al pequeño motor eléctrico y giro un botón. 

- Listo, vamos - dijo a sus compañeros.

Se retiró hacia una de las paredes y accedió de nuevo a su tablet. Había un par de ángulos muertos no cubiertos con cámaras, así que condujo dos de los pequeños drones hacia allí y los situó tras una estatua y bajo una cortina, así podría tener ojos en todos sitios 

Ya equipado, Arthur comprobó que no hiciera ruido al caminar y se colocó entre Cartafilus y Luna dispuesto a devolver el fuego si encontraban alguna amenaza. Por suerte el "enemigo" estaba fuera gracias a Janet, y llegaron hasta la Capilla sin contratiempos. El lugar seguía siendo impresionante incluso después de haberlo visitado anteriormente, y el joven no pudo evitar maravillarse ante la visión de los frescos pintados en el techo... una obra de arte contra la que se disponían a atentar. 

En un visto y no visto, Jason preparó su artilugio, lo accionó y los arpones se clavaron en el techo. 

Satisfecho con el resultado del trabajo de su amigo, devolvió su atención al entorno, para detectar cualquier intromisión. 

—¿Seguro que no es mejor que soba a pulso?

Luna no pudo evitar dar un pequeño salto al oír el pequeño chasquido y el motor, aquello no le había gustado un pelo, especialmente porque se consideraba lo suficientemente en forma como para subir sin problemas hasta arriba.  No obstante, aceptó  y se agarró a la cuerda. La joven se quitó el chaleco antibalas* y se puso el arnés. Aquel chaleco era bastante incómodo para llevar las dos cosas juntas, y en aquel momento era mejor protegerse de la caída, que de un disparo. Después de asegurarse bien se puso en posición y, desde las alturas, admiró la sala, fijándose bien en las posiciones de sus compañeros.

—Eh Jason, la estatua esa— Jason se había puesto junto a una de las paredes, pero ahora desde arriba veía que había un escondite perfecto para el muchacho. Salvo que decidiese pegar tiros, nadie que entrase lo vería— La que tiene cara de aguantarse un pedo. Desde ahí es imposible que te vean. 

Una vez dicho esto, la muchacha levantó el pulgar a sus compañeros y esbozó la mejor de sus sonrisas. Se la veía completamente en su salsa y es que, en el fondo, le gustaba su trabajo y la acción que requería. Poco a poco comenzó a trabajar, procurando no hacer ruido. En primer lugar, comprobó que el dedo de Dios era firme, que no hubiese ningun escondite, pasando su mano por aquella antiquísima y hermosa pintura. Cuando vio que no era el caso, comenzó a intentar picar manualmente la zona donde se suponía encontrarían el grial. Era más trabajoso, pero sin duda, menos llamativo y ruidoso que utilizar el taladro eléctrico que llevaba en la cadera.

Janet notó la suave vibración del móvil y supo que el plan de la explosión iba a salir bien. No estaba segura de que ese grupo de alborotadores aceptara encargos de mecenas anónimos, así que, cuando un minuto después escuchó el estruendo lejano, sintió que se quitaba un peso de encima.

— A por ello —dijo suavemente mientras se ajustaba el equipo. De negro absoluto, con el chaleco antibalas y las cinchas cruzando su torso y una de sus piernas, Janet parecía un comando especial. Sin embargo, se sentía torpe vestida así, y aún lo sintió más cuando vio que Luna se movía a sus anchas y que incluso ya colgaba del techo, con su chaleco antibalas en el suelo. Quiso decir que eso había sido una temeridad, pero pensó que su camarada sabía bien lo que hacía—. Me ajusto esto, presiono aquí y… ya estoy subiendo.

Aunque los primeros metros de ascenso fueron inseguros, cuando alcanzó la cúspide de la sala ya estaba más cómoda. Se impulsó hasta Luna y le dijo Su pizza, son 17,50. Sonrío y se puso a percutir sobre la escayola buscando alguna pista de dónde podía estar la dichosa copa.

Mientras Jason, Pancho y Arthur vigilaban las inmediaciones, Marylin y Cartafilus permanecían cerca de los cables por si pasaba algo.

Luna y Janet se habían afianzado bien a la bóveda y, sin miramiento alguno, se pusieron a golpear la zona del dedo de dios. Siendo de noche, aquello resonó por toda la sala, aunque lo cierto es que no era demasiado escandaloso.

Pronto sintieron que, efectivamente, había un espacio justo donde señalaba el dedo que era menos "densa" ¿una pequeña oquedad? Estaba claro que era lo que estaban buscando.

Pancho y Arthur no vieron nada reseñable. Todo parecía tranquilo, sin embargo Jason tenía más información acerca de lo que estaba pasando dentro y fuera del Museo*.

Descubierta su "presa", las "cazatesoros" empezaron a picar más y más en la zona que habían detectado y finalmente dieron con la oquedad. Al dirigir las luces de sus linternas pudieron ver que había un bulto. Un pequeño cofre de madera cerrado desgastado por el tiempo.

Parecía que había que agrandar el hueco para que pudiera salir. Desde luego, el daño que iban a hacer sería irreparable**.

No entendías muy bien las comunicaciones entre los diversos equipos de seguridad que se habían desplegado -ya que hablaban en italiano principalmente- pero viendo los movimientos, parecía que fuera empezaban a entender que la cosa no había ido a más que una "gamberrada". Los servicios de emergencia romanos parecían acudir a la escena de la explosión y aunque algun grupo de la guardia suiza permanecería fuera, parecía que habían dado orden de revisar el interior del museo.

Cuatro parejas de guardias suizos, dos de ellos con perro, parecía que iban a realizar una revisión del complejo interior, mientras otros tantos lo hacían al exterior.

Era cierto que el Museo era bastante grande, pero todo apuntaba a que el tiempo empezaba a agotarse...

- Parece que ya se han cansado de mirar lo de fuera. Dos de ellos van a revisar el interior del museo con un perro. Puedo ganar algo de tiempo ¿Cuánto más necesitáis? - dijo susurrando por el comunicador. Era extraño usarlo estando en la misma sala, pero la estancia muy grande y no quería hablar alto.

—Unos minutos. Cinco máximo

Luna miró el hueco, calculando mentalmente, y luego la distancia hasta el suelo. Cabezona como ella sola, agarró el cofre tratando de tirar hacia ella, pero parecía imposible sacarlo así. Habría que cargarse aquella obra. Era bonita, pero bueno, había una tendencia a valorar solo lo que hacían artistas de piel tan clarita como aquel dios, que el resto "era cosa de aliens". Tampoco sería para tanto la pérdida de ese dibujo. Decidida a hacerlo lo más rápido posible, siguió picando.

—Jefa, mejor baja ya, que no queda nada, pero si hay que hacerlo luego deprisa y corriendo, mejor que estés abajo. Uno mas para cubrirme.