Partida Rol por web

Arthur frunció el ceño al ver a Luna quitarse el chaleco. No le gustaba la posibilidad de que recibiera un disparo estando ahí arriba. Además, Jason había detectado a un par de guardias patrullando hacia allí. 

El perro se iba a poner histérico. Y no sólo eso: miró hacia el centro de la sala y comprobó cómo se estaba depositando el polvillo y los trocitos de pared que sus compañeras picaban en el centro de la pintura. Podían esconderse al terminar, pero aquello revelaría de inmediato lo que había ocurrido. 

De inmediato se dispuso a esparcirlo con el pie para que, con suerte, no llamase la atención de los vigilantes. No creía que fueran a fijarse en una pintura que habrían visto mil veces... salvo que vieran algo inusual, como los escombros. 

Además, preguntó a Jason:

—¿Por dónde vienen? 

Ya había tenido que lidiar con perros, y conocía una manera de distraerlos...

- Espera, son más... Cuatro guardias y dos perros. Vienen por allí - dijo señalando la zona que cubría Pancho. 

- Iba a detonar una bomba de humo para hacerles investigar, pero quizá tengas una idea mejor... El tiempo apremia - añadió preocupado. Necesitaban actuar ya. 

Janet valoró la petición de Luna para que bajara antes que ella. La verdad es que solo quedaba prolongar un poco más el destrozo para que el cofre terminara saliendo, y ahí eran más útiles dos manos que cuatro.

—Vale. ¿Necesitas que baje algo? —tras escuchar la respuesta, Janet sonrío— Te veo abajo. No tardes.

Y empezó a descender.

Tras el aviso de Jason, Pancho se cubrió con la puerta y preparó las escopetas. A Cartafilus no pareció hacerle gracia, pero no comentó nada. Después de todo, ya estaban allí metidos hasta el fondo y aunque quizá el Judio Errante no quería que nadie saliera herido, aquello no iba a ser fácil.

Arthur tuvo una idea. Se acercó a Jason y miró la tablet para ver el recorrido de las patrullas. Eran cuatro parejas deambulando por el Museo de forma cuidadosa, aunque en guardia. Aún estaban algo lejos pero terminarían por acercarse. Efectivamente, dos de aquellas parejas llevaban un perro guardián. Arthur salió de la Capilla un momento y se alejó para hacer de las suyas*.

Marylin sustituyó a Arthur para cubrir la salida que iba hacia la basílica.

Siguiendo las instrucciones de Luna, Janet bajó primero de la bóveda mientras la afro-nativa terminaba de agrandar el agujero para coger el cofre. Cartafilus se aseguró de que la jefa del equipo llegaba al suelo y luego ambos intentaron diseminar los restos del destrozo ocasionado... El agujero no era demasiado grande, aunque cualquiera que mirara hacia arriba acabaría por darse cuenta casi al instante.

Una vez Arthur regresó de sus acciones, Luna ya tenía el cofre en la mano y se dispuso a bajar todo lo deprisa que pudo. Casi cuando puso un pie en tierra, empezaron a escuchar el ladrido de un perro. Estaba más o menos cerca, pero aún parecían tener algo de margen**.

-Será mejor que abramos el cofre y tome el grial ¿si? -comentó Cartafilus ahora más inquieto.

Quizá era por el sonido del ladrido del perro o porque finalmente lo que tanto había anelado estaba en sus manos.

Al ladrido del perro se le sumaron algunas voces y luego otro ladrido. Jason vio que los guardias suizos estaban aún algo confusos. La otra pareja que llevaba perro se acercó a la primera y los cuatro estuvieron investigando lo ocurrido... no tardarían en darse cuenta y ponerse aún más alerta.

—Ve preparando la otra copa—dijo a Janet mientras escarbaba para sacar el cofre. Cuando finalmente lo consiguió, su jefa ya estaba a salvo. Momentos después, Luna estaba a su lado, manipulando la cerradura con una pequeña ganzúa que llevaba disimulado como adornos en su salvaje cabellera, escondida tras una estatua. Mientras lo hacía, lanzó una mirada a Cartafilus, que estaba a su lado.

—Lo que tenía que hacer no era aquí dentro, ¿verdad? Entonces, hasta que lleguemos al punto, será mejor que lleve la falsa.

Nada más decir aquello se oyó un click que indicaba que la cerradura había sido abierta. Después de mirar rápidamente a ambas parte. Sin ninguna ceremonia, aunque con mucha curiosidad, abrió el cofre...

Arthur abandonó la sala casi de puntillas y buscó un lugar apropiado para regar con su distracción.

Aquello era ilegal, pecaminoso y una guarrería... Pero se quedó muy a gusto. 

Tras la meada táctica regresó tan sigilosamente como había salido, y relevó a Marilyn en su puesto. Ante la mirada de Jason se limitó a encogerse de hombros: ¿quién era Arthur Kronin para ignorar la llamada de la naturaleza? 

—Aún tenemos tiempo — dijo en voz queda — Pero vendrán aquí y verán el estropicio. Si no necesita un lugar concreto para ponerse en paz con Dios, yo iría acercándome a la salida. 

Secundaba la opinión de Luna, y aún más: iba concretando que deberían ir escapando. 

Al abrir el pequeño cofre, todos los que estaban al lado pudieron ver un pequeño y sencillo cáliz de madera con algunos remates en acero. Se trataba de una pieza bastante simple y vulgar pero que permanecía en perfecto estado de conservación. Casi se podía decir que la pieza había sido finalizada hacía unas horas.

Las manos de Cartafilus se apresuraron a tomarlo mientras caía de rodillas y miraba un momento hacia el techo con lágrimas en los ojos. Todo el comedimiento del que había hecho gala el hombre milenario parecía haber desaparecido, como si ver y tocar la sagrada pieza hubiera supuesto una especie de catarsis.

Marylin también se quedó embelesada por unos segundos mirando aquella escena.

Desde el otro lado de la sala, el mexicano pareció elevar una ceja y luego retroceder mientras se santiguaba. 

-Está bien todo esto, pero creo que #ahorita# es momento de mover el culo #señor Errante#. -susurró hacia el grupo que se había arremolinado en torno a .

Casi al momento Marylin también reaccionó. La rubia posó una mano sobre el hombro del inmortal que asintió primero, para incorporarse después, enjugarse las lágrimas y salir a buen paso hacia la salida que daba acceso a la basílica...

El grupo se movió sin dilación hacia su siguiente objetivo dejando atrás la Capilla Sixtina. Arthur abría el camino, mientras que Pancho guardaba la retaguardia. Tuvieron que dejar atrás los arpones y cables -dado que retirarlos hubiesen sido demasiados minutos- y se internaron por los pasillos que unían ambos lugares. 

En un momento dado, Luna tuvo que volver a hacer alarde de sus dotes para forzar cerraduras, pero finalmente, alcanzaron el lateral ajardinado y se dirigieron a uno de los accesos adjuntos de la Basílica. Justo en el momento en el que estaban entrando, un rumor se hizo patente por encima de los sonidos de la ciudad: el ruido de rotores de helicóptero.  

Pero no había tiempo que perder. Jason pudo comprobar que una de las parejas de la guardia suiza había llegado a la Capilla Sixtina y estaba dando la alarma general. 

Cartafilus seguía su camino, ya corriendo con el cáliz en la mano, al interior del templo. Parecía un hombre completamente enfocado en su misión. Por el camino había murmurado algo de "la sangre", pero lo cierto es que el inmortal parecía poseído por una especie de fijación.

El interior de la Basílica pareció golpearles con su enorme ominosidad y magnificencia que hacía a cualquier visitante sentirse pequeño.

Pancho volvió a santiguarse mientras intentaba sin demasiado éxito atorar el acceso por el que habían entrado. 

El judio siguió su carrera hasta llegar al propio altar principal rematado por el increíble baldaquino de Bernini. En su interior colgaba la figura de un Cristo que había sido colocado hacía unos meses. Colocó la copa bajo el Cristo sostenido y se arrodilló para rezar. Lo hizo en un idioma que ninguno de los presentes reconoció.

A pesar del aislamiento de la Basílica, los sonidos de los rotores de helicóptero llegaron hasta sus oídos. Hasta al propio Jason le estaba costando entender qué estaba sucediendo realmente, pero la cosa pintaba mal*. Parecía que iban a tener que aguantar la posición hasta que Cartafilus terminara aquel extraño ¿ritual?

Por el camino Jason intenta seguir el desarrollo de los acontecimientos por el portátil, pero se hace bastante complicado.

Sólo cuando finalmente llegáis al altar de la Basílica, puedes tomarte unos segundos para entender qué es lo que está pasando. Las cámaras exteriores del recinto han detectado la llegada de dos helicópteros que parecen NH90*, uno ha aterrizado en los jardines y el otro en la plaza de San Marcos.

El retén de guardia de los vaticanos sufre de un poco de colapso, dado que entre los que estaban desplegados fuera donde el sabotaje, los que estaban dentro (que han encontrado vuestros actos vandálicos) y lo que acaba de suceder, no saben muy bien qué carajo hacer, pero tienen claro que van a mover hasta el último hombre y van a llamar a refuerzos de las autoridades romanas.

Arthur estaba conmovido viendo llorar a Cartafilus, pero el sonido de las hélices del helicóptero batiendo en el aire le sobresaltó, y se dirigió hacia Jason.

—¿Puedes mandar un dron para ver si es Göering? — preguntó, antes de añadir — Si son él y sus matones... quizá sería buena idea inmolar un dron contra las hélices.

Matar estaba en contra de sus principios, y desde luego no quería poner en peligro la vida de los vigilantes de seguridad, la Guardia Vaticana o la policía. Pero si se trataba de los Hijos del VI Reich... la cosa cambiaba.

Tras transmitirle a Jason su idea, se desplazó para colocarse en posición de recibir a cualquiera que llegara.

Nada, ni puñetero caso. Tan pronto como el errante vio el grial se lanzó hacia él, quitándoselo de las manos a la muchacha con una intensidad que asustaba. La reacción le sorprendió tanto que no solo le dejó quitárselo, sino que también le dio unas palmaditas en la espalda. Aquella situación no duró mucho y pronto se vieron sustituidos por las carreras hasta la Basílica. Allí, Luna se situó junto a Cartafilus mientras este rezaba, cubriéndolo. No le había gustado nada aquello de había murmurado de "la sangre", pero si habían llegado hasta ahí, tenían que protegerlo hasta el final. Solo esperaba que se refiriese a su propia sangre y no a la de alguno del grupo, porque entonces, la cazadora le explicaría "amablemente" que eso no iba a pasar.

Lo más rápido que pudo, y ciertamente sin ajustarlo correctamente, se puso el chaleco antibalas, antes de sacar el arco. Es cierto que las pistolas, como la que colgaban en su cadera, eran mas efectivas, pero si por un casual eran los alemanes y entraba uno de ellos solo a al sala, un flechazo bien dado podía acabar con él sin avisar al resto.

—Necesitamos vía libre a las alcantarillas— recordó las muchacha por si Jason pudiera hacer algo al respecto—Esto se está empezando a poner feo.

—Nosotros hemos tenido que dormir aquí para sortear la seguridad y Göering tiene un maldito helicóptero encima de la mismísima Capilla Sixtina. Creo que el Papa tiene a su favorito —dijo Janet—. Me situaré al noreste para cubrir la salida hacia las alcantarillas. Si vemos que esto se pone muy feo —Janet miró fijamente a Luna y luego la espalda del judío—, no lo dudéis un momento: a correr. Nadie del equipo se quedará aquí... Imaginaos que nos hacen limpiar el destrozo.

Cuando terminó de hablar, desenvainó su Glock y corrió hacia el lugar indicado.

-Esto pinta mal gente. -comentó Jason mientras miraba su portátil, el cual finalmente había podido estudiar como es debido- Se trata de dos helicópteros de transporte armados. Uno ha aterrizado en la propia Plaza -señaló hacia la puerta grande- y el otro en los jardines -torció el gesto, no dejaba de ser su lado de escape- Me temo que tenemos compañía. Y eso no es todo, porque la guardia suiza está como loca. Aqui se va a armar una muy buena -terminó de decir con preocupación mientras intentaba colocarse en un punto a cubierto*

Pancho amartilló las escopetas y se preparó.

-Decidme porque lado me pongo a despachar a esos pendejos rubios!! -exclamó el mexicano casi animado.

Las palabras de Jason fueron un vaticinio de lo que iba a ocurrir. Enseguida oyeron ruido proveniente de los accesos del jardín, pero también al fondo, en la propia puerta que conectaba con la Plaza de San Pedro.

Marylin negó con la cabeza.

-Mierda... ha sido lo del sabotaje. Eso ha debido dar a entender a Goëring que estabamos actuando... -comentó la rubia con el gesto agrio y preparada con una Beretta a proteger a su jefe, con el pequeño cofre cerca por si tenía que salir corriendo.

Ajeno a todo lo que parecía ocurrir, Cartafilus seguía arrodillado delante del Cristo crucificado rezando...

—¡Barricada!

Luna cubrió al cliente, no muy convencida de lo que estaban haciendo mientras miraba a su alrededor buscando algo con lo que poder cubrirse y poder cubrir a Cartafillus.