Partida Rol por web

Zafira acomodó sus bultos de hierbas para vender con mucho cuidado en su mochila.  La herbolaria requería no sólo de cantidad sino de diversidad para ser algo valioso.  Sabía que de ahí podían fabricarse varios paquetes para curanderos, y que esos tenían valor en los mercados, o como intercambio de favores en zonas donde no hubiera.  Y como había probado con Corum, también podía haber paquetes gastronómicos.  

Mm, inclusive paquetes decorativos.  Podría hacerle un tinte de henna a esta bárbara para que su pelo rojizo no destacara en el bosque como una frutilla en rama.  Y bueno, como sé que a los enanos y gnomos les encantan los tatuajes, a Balakar esto le serviría para hacerse unos, aunque fueran temporales, ya sea para camuflaje o para celebrar alguno de los símbolos de Moradín en estos días de primavera.  Según me acuerdo tienen ahora que ver con el deshielo de primavera o algo así. 

Estoy lista, dijo con una sonrisa, sosteniendo la mochila con los codos echados para atrás y las manos descansando en sus agarraderas.  Salgamos.  Echó un chiflido casi inaudible para llamar a su murciélago a unirseles y resguardarse entre los pliegues de su capa de viaje. 

- ¿Osobúhos?- preguntó Avlin en medio de la conversación- Vaya, ¿sabéis? Nunca he visto un osobúho, no me importaría cruzarme con uno de esos animales, debe ser algo digno de ser contado. Recuerdo una ocasión en la que un comerciante me narró una historia acerca de unos osobúhos que merodeaban sobre su tierra natal.

El hombrecillo guardaba sus pertenencias mientras contaba excitado su aventura y la acompañaba con gestos y saltitos de cuando en vez.

Fue entonces cuando Corum les pidió un pequeño favor. 

- Genial- asintió Avlin- ¿y luego veremos a los osobúhos?

Las miradas de sus compañeros le indicaron que, por alguna razón, era mejor que dejase de tratar el tema. Eran gente interesante para buscar aventuras pero algo aburridos a la hora de buscar historias interesantes que contar.

A mí sí cuéntame más Avlin, toda historia siempre te da ideas para resolver cosas futuras.  Aunque luego también engañan con trucos, como gnomo ilusionista -le guiñó el ojo.  

¿Quieres que intentemos convencer por las buenas a un osobuho?  Creo que puedo hacerlo y quizá convencerlo de que nos acompañe un poco por la senda.  ¿No sería eso hasta mejor de contar? -le sonrió.

Por cierto Asdra, ¿eres tu clériga de alguna religión o tus saberes son más arcanos o mundanos? - Le dijo mientras caminaba a su lado. 

Asdra apuntaba en su mente las tareas como si de papel y tinta se tratase. Ir a Suministros del Pateacaminos a ver a Bloermund, después al templo Fharlanghn, después a ver a las autoridades...se les acumulaba el trabajo. Al final se les haría de noche y todavía estarían en Venatus. Como no podían ponerse en camino si no era poniéndose en marcha, Asdra ensilló el caballo en el que irían ella y Zafira. Le costó horrores subir al lomo del equino la pesada silla pero no pidió ayuda pues cada uno tenía lo suyo.

Escuchó con asombro los deseos de Avlin de ver a un osobúho. Más aún la ligereza con la que la druida elfa hablaba del tema. ¿Ir acompañados por uno de esos seres?¿Con qué fin? Ella, por su parte, no tenía ganas ni de encontrarse con ogros, ni con osobúhos ni nada que retrasase su regreso. La vida en el campo no estaba hecha para ella. Se subió a la grupa de su caballo con bastante poco arte y algunos problemas de equilibrio. Una vez asentada tendió la mano a Zafira a la vez que la dirigía una sonrisa.

- Tenemos bastante tiempo para que charlemos, amiga.- Ya había explicado a los demás cuáles eran sus habilidades. No podía considerarse, ni muchos menos, como una religiosa.- He aprendido alguna cosa de aquí y de allí, de distintas personas, nada más. No adoro a ninguna deidad en exclusiva, aunque reconozco que Fharlanghn me cae bien.- Sonrió con timidez como si lo que dijera fuera una tontería.- He viajado con algunas caravanas de mercaderes.

Avlin sonrió ante el comentario de la elfa. Por fin en aquel grupo de gruñones alguien sabía apreciar el sabor de una buena historia.

- Excelente- dijo dando un saltito- podríamos cabalgar juntos hasta Venatus. Suelo hacerlo con Balakar pero se ha vuelto gruñón y taciturno con los años y seguro que prefiere ir con otro. ¿Qué dices Balakar? Podrías ir con Freya.

La proposición del gnomo provocó decenas de reacciones cruzadas en apenas un segundo, algunas divertidas, otras incómodas, pero lo cierto es que el hombrecillo no había tenido ninguna mala intención tras su comentario y ahora se acercaba feliz como un niño hacia el lugar que ocupaba Zafira, totalmente ignorante de que sus palabras hubieran sido, cuanto menos, inapropiadas.

Mis compañeros, o aquellos que debieran serlo, que esperaba que finalmente resultaran serlo, continuaron ultimando detalles y agradeciendo a nuestro anfitrión su hospitalidad. En un principio este no nos pidió nada a cambio, aunque a mi modo de ver nos lo estaba pidiendo todo.

Volver con vida… No va a ser tan sencillo. Puede que hasta aquí al menos sí sea así.

- No fuiste muy concreto antes, Corum… - me acerqué al bárbaro, hablándole de modo que sólo él me escuchara. - ¿Alguien más a parte de ti puede usar a Lohärkarme? Porque imagino que sería mucho pedir que nos la prestaras… - le dije mirando el gran arma colgada en la pared, desviando después la vista hacia la mía, que era muchísimo más rudimentaria.

Finalmente sí nos pidió algo, que informáramos a las autoridades, y algunos comenzaron a prepararse para partir. Aldar me guiñó un ojo antes de instarnos a comenzar a movernos, a lo que le respondí con una sonrisa, pero antes de ponernos en marcha quise comentar algo que no me había quedado claro.

- ¿Cómo nos organizaremos entonces? – pregunté en general – El motivo por el que Aldar acudió en solitario ayer a Venatus era por pasar desapercibidos… Luego… - comencé a reflexionar, rascándome un segundo la cabeza, pensativa. – Creo que hoy sería igual se arriesgado presentarnos en grupo. Quizás habiendo distintos cometidos, podríamos dividirnos para ello, ¿No? – propuse, comenzando a recoger mis pertenencias.

Mientras me ataviaba escuché las palabras de Avlin, que proponía al enano cabalgar conmigo. Aquello provocó que me girara de inmediato, lanzando una muy poco amigable mirada al gnomo; aunque en seguida le sonreí con cierta malicia.

- Vaya, Avlin… Parece que alguien siente debilidad por las elfas, ¿Eh? – dije levantando mis cejas un par de veces, antes de echarme a reír.

Las conversaciones comenzaron a sucederse, charlas sin importancia acerca de compartir monturas, historias, y demás. Nada que me interesase demasiado, aunque podía poner la oreja por entretenerme un rato. Cogí mis cosas y ensillé mi caballo, cargando el equipo bien repartido y, cuando me dispuse a montar, un comentario de Avlin me hizo poner los ojos en blanco, resoplando.

¿En serio...?

Tomé impulso y ascendí de un salto sobre la silla, tomando las riendas, asegurándome de que el equipo estuviera bien equilibrado y no molestase al cabalgar.

Concuerdo con Freya, deberíamos dividirnos y acudir por separado a los distintos puntos. -Dije desde lo alto del caballo- Unos al templo, a ver de que material disponen y que precio requiere obtenerlo. Otros a advertir a las autoridades acerca de esos ogros. Y por último, otros a ver a ese comerciante, vender los sobrantes, y negociar con él la compra de material con nuestros servicios como posible parte del pago. -Enumere con calma, tratando de hacerme una composición de la aldea tal como la había visto el día anterior- Los que vayan a ver a las autoridades pueden entrar por la puerta este, los barracones de la soldadesca quedan cerca de allí. Los que vayan al templo pueden entrar por una de las puertas del sur, más pequeñas y procedentes de caminos que vienen del bosque. Y quienes vayan a Suministros del Pateacaminos pueden entrar por la puerta norte, que es la que lleva a la antigua calzada real. ¿Os parece bien? ¿Alguna preferencia?

Un amago de sonrisa asomó al rostro serio de Corum cuando Freya preguntó acerca de su hacha. - Ya sabes por lo que os conté ayer, - comenzó diciendo tras tomarse unos instantes para pensar, - cómo me gané a Lohärkarme, o mejor debiera decir cómo ella me eligió a mí. - Negó con la cabeza.- Lamentablemente no podrías usarla de no ser ella quien decida que así sea, y para ello... - su labio se curvó hacia arriba  - no quedaría otra que nos batiésemos en una lucha a muerte. Por ahora muchacha no tengo muchas intenciones de morir y no sé hasta qué punto podría resistir tus ataques. - Aunque Corum poseía una complexión que ensombrecería a la mitad de los hombres que habitaban Eltsembar, Freya no lo era menos y saltaba a la vista que sus brazos, aunque sólo fuese sosteniendo un hacha como la suya, podrían partir por la mitad al más pintado.

Lo siento muchacha...pero no puedo hacerlo, de otra forma ya os la habría ofrecido ayer. Mi alma está ligada a ese hacha y desprenderme de él significará, de una forma u otra, mi muerte. - Bajó la cabeza. - Espero que lo comprendas.

La salida al fresco aire de la mañana es un balsamo. La perspectiva de entrar en acción solo contribuye a mejorar lo que parece ser un dia productivo. Todavía sonreía ante la osadia de mi pequeña niña al pedirle a Corum su hacha de batalla. No hubiese apostado por la victoria del ermitaño. Gracias a Moradin, la cosa no parecia haber ido a más.

Estaba claro que no podia durar.

- Avlin, amigo...- Barboto, mientras apresto como buenamente puedo a la bestia que me va a llevar una parte del camino.- Si te quieres amarrar a las caderas de la Zafira, y ella consiente, por mi bien.- Doy un seco tirón a la cincha de la silla con suficiente fuerza como para que el caballo trastabille y manoteé un poco.- Pero Freya es Freya, y ha dejado claro quien es de su gusto.

Cuelgo la mochila del arzón de la silla y palmeo el cuello de la bestia, a modo de disculpa.

- Lo que es, es.- Mascullé por lo bajo. Con un esfuerzo y muy poco garbo me subí a lomos del caballo."Menuda estampa."- Así que deja de marear la perdiz y regalale los oidos a nuestra amiga, que será de lo poco tranquilo que tendremos.

Con cuidado me inclino sobre la bestia y le rasco las crines.

- Si, Aldar, yo tengo una preferencia. ¿Sabes si hay alguna posada cerca de la puerta por donde saldremos? Mi oficio es guerrear, no mercadear.- Hago un vago gesto de disculpa hacia los demás.- Confio en que sabreís comprar bueno y barato. Allí os esperaré, si os parece bien a todos.

Suspiro, ya cansado tan temprano. Añoro la soledad del camino, con cuanto más escasa compañía, mejor. Las palabras masculladas por Balakar me sientan como una pesada carga sobre mis hombros, hasta el punto de azuzar a mi montura para empezar a caminar. Sólo tiro ligeramente de las riendas ante la pregunta del enano, lanzándole una desconcertada mirada. ¿En serio? ¿Pretende irse a tomar algo mientras los demás trabajamos?

Por mí haz lo que quieras, no soy tu jefe. No hay taberna cerca de la entrada norte, que yo sepa. El Descanso del Viajero está hacia el centro, frente al mercado, si es lo que quieres hacer... -Le informo con cierta frialdad, animando al caballo a comenzar a trotar.

Los preparativos para la partida, que ya habían sido dejados prácticamente resueltos la noche anterior, se finalizaron con presteza en el exterior de la cabaña de Corum con el rumor de fondo de las historias de Avlin sobre osobuhos y otras bestias sobre las cuales confesó tener curiosidad por conocer más de cerca y diversas bromas. Sólo cuando aquel runrún fue inaguantable hasta para los caballos, Balakar, que ya se encontraba sobre su montura, tuvo que descender a bien de agarrar al que sería finalmente su dicharachero compañero de viaje con el fin de auparlo hasta la montura; el enano tenía la esperanza de que, obligado a mantener el equilibrio, Avlin se callase finalmente, pues Zafira, visto que el animal que tenían sin jinete estaba cargado con gran número de raciones de viaje, viajaría finalmente con Asdra. Sin embargo, fue peor el remedio que la enfermedad, pues ello desencadenó en una serie de airadas protestas por parte del gnomo sobre su intención de cabalgar con Zafira que no cesaron hasta prácticamente haber recorrido la mitad del trecho que separaba la cabaña de la villa de Venatus, que eran casi tres millas.

La despedida de Corum fue silenciosa, tanto que no salió siquiera a la puerta para decir adiós. El carácter alegre y ameno con que el leñador había tratado a sus huéspedes el día anterior había desaparecido casi por completo, apagándose de forma gradual hasta alcanzar el extremo que, con mirada apenada y semblante entristecido, a duras penas logró desear buena suerte a los compañeros cuando estos dejaron la estancia. Puede que el hecho ver a la hija de su antiguo amigo marchar a una aventura, a todas luces muy peligrosa, trajese aciagos recuerdos a su memoria que sumados al hecho de la aparición de los ogros por los alrededores habían sido demasiado para él por estar ya poco acostumbrado a tales sucesos en su apacible retiro. Por otro lado, el no poder contribuir a la causa de una forma más útil, como hubiese sido en caso de poder ceder el hacha a Freya, acabó por descorazonar a alguien que venía impotente cómo aquellos siete compañeros iniciaban lo que probablemente sería la aventura de sus vidas, nunca mejor dicho. En opinión del hombretón, los cuervos sobre los que esa mañana se había quejado abiertamente ante los que despertaron en su salón por considerarlos aves de mal agüero se habían ganado bien merecidamente esa mala fama.

La senda que comunicaba la casa de Corum con la Nueva Calzada Real discurría entre los altísimos álamos negros y los frondosos robles siguiendo un trazado caprichoso e irregular repleto de vegetación. Sólo gracias a que Aldar y Zafira habían pasado por allí con anterioridad y que ambos poseían un inigualable sentido de la orientación en entornos salvajes, los siete compañeros lograron llegar hasta las inmediaciones de Venatus en poco menos de una hora.

El viaje fue tranquilo y sin sobresaltos. Durante el trayecto, el grupo conversó sobre la posibilidad de separarse una vez la villa de Venatus estuviese próxima; sólo así, delegando tareas, conseguirían llevar a cabo todo lo te tenían que hacer antes de que cayese la tarde de una forma en la que pudiesen pasar desapercibidos como grupo.

La Calzada Real era una vía que pese a la incompetencia del Barón Esëias se había mantenido en excelentes condiciones. Con un pavimento firme consistente en un empedrado regular y nivelado, la carretera permitía el tránsito de miles de carretas en cualquier estación del año, los enlodados caminos de cabras por los que antiguamente se realizaban los intercambios comerciales eran cosa del pasado. Ahora, lo único que ensuciaba la vista de semejante obra de ingeniería, eran las innumerables boñigas de buey y caballo que salpicaban cada par de yardas entre Saduj y Venatus, señal de lo intenso que había sido tráfico rodado en los días anteriores a la feria.

A una milla, con el tejado de la alta torre de la ermita de Fharlahng, el molino y el torreón de la mansión señorial de Lord Plaurmincop Mantesela, regidor de la villa, despuntando sobre el terreno circundante, el grupo hizo un alto a un lado del camino, justo al pie de una columna miliaria que indicaba la cercanía de Venatus. Era un punto idóneo, con amplia visión en ambas direcciones, lo que permitía asegurar que nadie podría acercarse hasta ellos sin ser visto primero. Allí había decidido Aldar que se separasen a fin de que cada grupo pudiese entrar en la villa por una puerta diferente. Así sería mucho más difícil que un observador casual recordase ver un grupo de tan pintoresca composición.

El camino fue relativamente tranquilo y no hubo ningún problema digno de mención. Todos estaban bastante comunicativos y charlaban entre ellos. Yo vigilaba detenidamente a Asdra y sus movimientos. No iba a permitir que le pasara nada, cuaquier cosa por Corum.

Bueno, aquí nos separamos para no llamar demasiado la atención. Cuando completemos las tareas, ¿dónde nos encontramos? Tendríamos que determinar algún lugar de fácil acceso, pero en el que no llamemos demasiado la atención. Asdra, Avlin y yo en principio iremos al templo. Si alguien más quiere venir pues que venga.

Callé mirando al resto del grupo para ver que decidían y ponernos en marcha cuanto antes. No debíamos demorarnos más de lo necesario.

Asdra creía haber calado a Bakalar y hasta le hacía gracia. Cual osobúho antes de hibernar pretendía ahorrar energías y reunir fuerzas antes de un viaje que le impediría comer y beber como era debido. Entendía al pueblo enano y no le molestaba en absoluto que se fuera a la taberna. Seguro que allí se lo pasaba bien y, con un poco de suerte, puede que hasta se enterara de algo importante. La única pega es que una taberna era un lugar también donde uno podía meterse en líos y siempre era bueno tener a alguien que te cubriera las espaldas. Después de observar de nuevo al compacto enano descartó esa idea.

Soy tonta. Bakalar es como tres veces yo.- Una vez llegado al punto elegido por Aldar para dividirse en grupos y acceder cada uno por una puerta diferente, Jake eligió al grupo que se acercaría al templo.

- Ehm...- La mujer se mordió la uña del dedo índice dubitativa. Su naricilla se arrugó como si oliera algo que la disgustaba en un gracioso gesto que era habitual en ella. Por mucho que miraba a sus compañeros y trataba de hacer cuentas sobre las propuestas que habían hecho no le salían las cuentas y así lo expresó, no sin cierta timidez.- Pues no me salen las cuentas, chicos. Somos siete para dividirnos en tres grupos. Seis si Bakalar va a la posada.- Sonrió al enano para demostrar que no tenía nada en contra.- No da para grupos de tres, Jake, a no ser que los que vayan a hablar con Bloermund vayan también al templo, lo cual me parece lo más lógico. Lo ideal sería ir al templo ya con algo de dinero para no tener que volver.- Aunque le gustaba callejear por una ciudad no le apetecía dar demasiadas vueltas teniendo en cuenta que tendrían una larga jornada a caballo. Prefería ahorrarse caminatas. Además le parecía fundamental que Sully estuviera presente en las negociaciones con Bloermund, al menos para darlas por aprobadas. Después de todo era Heinrich mismo el que había designado a Jake como líder de aquella misión, el que más conocía de la misma.- Jake, deberías estar en esa negociación, ¿no crees? En el templo me basto yo sola, con algo de compañía para cuidarme las espaldas, nada más. Bueno sí, una bolsita con dinero.

El viaje fue ameno y sencillo. A Avlin casi se le había olvidado la tensión de las noches pasadas. Casi. La brisa fresca de la mañana golpeaba el rostro animándolo a despertar aunque, dicho sea de paso, no le hubiera importado un poquito más de calor.

Cabalgó, finalmente, junto a Balakar. Era evidente que nadie quería, en el fondo, perderse una buena historia, aunque se hicieran los condencendientes. Al gnomo no se le engañaba tan fácilmente.

El suave trote de las monturas les llevó hasta el punto de la Calzada Real en el que Aldar planeaba separar sus caminos. Desde un punto ligeramente elevado podían observar en el horizonte las formas irregulares de Venatus.

- Asdra y yo podemos encargarnos de visitar el templo- asintió Avlin- sólo nos informaremos acerca de qué podríamos conseguir, qué precio estarían dispuestos a aceptar y, ¡ey! Tal vez también necesiten algún favor. Aprovecharemos para reunir toda la información posible. Seguro que nos viene bien.

El hombrecillo movía sus ojos vivaces entre Asdra, Jake y los demás mientras la conversación fluía a su alrededor.

- Podríamos reunirnos en la taberna- sugirió- Balakar ya nos esperará allí y podrá enterarse de todo lo que sea interesante para cuando lleguemos, como dice Asdra.

Aunque en un principio pude disfrutar del frescor de la brisa de la mañana en el rostro, y meciendo mi largo cabello castaño, llegó un momento en que decidí calarme la capucha de mi capa. De ese modo, encabezando la marcha, nadie podría ver mi expresión a medida que conversaban acerca del modo de proceder.

Como cuando Sully propuso que un grupo de tres acudiera al templo, y obviamente a Asdra no le salieron las cuentas. Que la gente se borre de las tareas del grupo tiene esas cosas, que las cuentas no salen. O cuando Avlin propuso la taberna como punto de reunión tras las negociaciones.

Claro, ¿por qué no? -Murmuré entre dientes, de forma sarcástica. Al darme cuenta de que me habían oído, me giré y mostré mi expresión molesta- Nos dividimos en grupos más pequeños para no llamar la atención en el pueblo, por si alguien nos busca, y luego nos reunimos todos en el local más concurrido de la ciudad para que se nos vea bien. -Y todo aquello para que el enano pudiera estar bebiendo mientras los demás trabajábamos. Quizás debí seguir su misma lógica y esperarles en la calzada cuando terminasen de hacer lo que tenían que hacer. Después de todo, si él "sólo" ers un guerrero, yo "sólo" era un guía- Por lo que a mí respecta, Suministros del Pateacaminos es el mejor punto de reunión. Al norte, apartado de la zona centro y del mercado, las zonas más concurridas, y cerca de la salida que vamos a tomar. -Sobre el reparto de los equipos no dije nada, aunque algo me mosqueaba en todo aquello. Si Jake no acompañaba a Asdra y Avlin al templo, Balakar pasaba de todo, y Zafira necesariamente debía ejercer de testigo ante las autoridades, Freya o yo debíamos ir con él. No estaba seguro de cual de las dos opciones me incomodaba más.

Bien, yo iré a ver a las autoridades para describir las huellas que vi de los ogros y por dónde estaban.  Puedo ir sola, si les sirve.

 Ahora bien, yo sé que los atacaron cuando venían para acá chicos, pero no sé, ni quiero saber, quién y porqué.  Sin embargo, si hay riesgo, verse en Pateacaminos, como dice Aldar, suena lo más razonable.  

¿A quien le deben? El tipo odioso ese que los contrató, y que yo amablemente rechacé su oferta, pensaría que es uno de la mafia gobernante, ¿no?  En fin, son sólo un grupo al que me uno por seguridad en el camino, sus problemas en este pueblo no son de incumbencia mía. Con que no se los lleven consigo a la senda, todo bien con esta druida. 

Tomo camino, los veo en Pateacaminos.  - Se despidió y apuró el paso.

Y Zafira tomó camino, si pero a ver a sus amigos en la Resistencia.  Su intención era darles las hierbas de Sirenia para que las usaran en sus actividades de espionaje, todas las dosis menos una.  Y si a cambio le daban una o dos pergaminos que le sobraran, pues eso sería bueno, especialmente pergaminos de curación que ella podía leer con facilidad.  Pero sólo si les sobraban.  El resto de las sustancias activas las llevaría consigo. Ralentizar veneno y potenciar la curación siempre es útil para la exploración.

Una vez hecha la entrega y avisar que se dirigían a las ruinas élficas, iría a buscar al jefe de guardias y le describiría los lugares y fechas aproximadas de los pasos de los ogros, así como el número y tamaño de diferentes huellas y cualquier marca de armas que hubieran dejado en el piso al reposarlas o usarlas en el forrajeo.  Esto haría más seguro el lugar y los caminos y eso sería bueno. 

Y me apuro luego a ir a Pateacaminos a ver si ayudo a negociar buen precio de lo que compren, jaja.  Era buena para eso la herbalista.