Partida Rol por web

Ekarion había retrocedido ligeramente al notar el rielar en los ojos del mago, había algo extraño en él, en sus palabras, y cuando Tass dijo que era un constructo de pintura retrocedió y comenzó a conjurar, maldiciendo internamente no haber tenido la precaución de invocar su armadura por la mañana.

En el momento en que Tassabra se adelantó un paso, la mirada del mago centelleó y las paredes del despacho se derritieron, la pintura de los muros, los muebles, absolutamente todo excepto el hechicero perdió su color y debajo se revelaron las paredes de un lugar completamente diferente. Ahora estaban en una cueva y bajo sus pies pulsaba un intrincado círculo de líneas rojas.

El enano no esperaba aquello, pero allí estaba, rodeado de elementos desconocidos que no sabía de donde habían salido. ¿Estaban dentro de un cuadro? ¿Everik les había teleportado a algún lugar? ¿O es que un conjuro afectaba a toda la sala del mago y ahora se había desvelado la realidad? Fuera como fuera tendrían que luchar por sus vidas de nuevo.

—¡Mierda!

Tassabra había estado callada la mayor parte del interrogatorio. Algo iba mal: su instinto se lo estaba gritando desde el momento en el que había notado una reacción extraña en Everik. Demasiado frío, demasiado ausente ante la presencia de los Cazadores. Supo que estaba en lo cierto cuando la habitación cambió para mostrarles un siniestro círculo de magia -un círculo de invocación demoníaca, Tassabra estaba segura.

—¡Cuidado ahí atrás! —dijo, señalando cuatro cuadros idénticos, todos representando a Evérik.

Le tiró una poderosa lanzada al mago de pintura.

- ¡La naturo, helpu vian servisron Kun natura alianca urso! - Imploró el druida. 

Un enorme oso aparecía tras el mago de pintura y con sus garras y sus dientes le tendría entretenido. No sabía lo poderoso que podía llegar a ser aquel constructo, ni si las imágenes de las que Tassabra les había advertido podrían ponerles en jaque, pero tener como escudo a un enorme oso nunca estaba de más.

El dragón terminó de conjurar la armadura mágica que lo protegería de los embates mágicos y físicos del constructo.

En la pared del fondo de aquella caverna, por detrás de Everik, había colgados -o flotando en el aire, no podía saberse con certeza-, cuatro retratos idénticos del mago al que estaban haciendo frente.

Alexandar ya tenía la espada preparada y salió en defensa de la situación, con más entusiasmo que inteligencia, su espada ni siquiera llegó a tocar el cuerpo del mago.

-Maldición...

El rumor del conjuro hizo que a Tassabra se le pusiera la piel de gallina, una rociada de pintura de color púrpura golpeó en la cara al muchacho, haciendo salir humo al contacto con su piel. Alexandar retrocedió con un rugido. 

-¡Madre! -gritó el joven, llevándose la mano a los ojos, aullando de dolor-. El cuado de arriba... es distinto -sollozó mientras trataba de recuperarse.

—¡Alexandar, detrás de mi! —le exhortó Tassabra a su hijo.

Le importaba un ardite que no pudiera hacer nada desde su posición: protegerlo era lo más importante. Sintiendo que su golpe había sido poco efectivo, cargó toda la inercia de sus caderas en la siguiente lanzada, que tenía toda la potencia de una roca cayendo ladera abajo. Everik acusó el golpe, deshaciéndose a medias, enviando regueros de pintura en todas direcciones.

—¡Ekarion, dime algo de ese cuadro que es distinto a los demás!

Y un enorme oso pardo apareció detrás del mago de pintura. No donde Ruru había proyectado exactamente, sino un poco más atrás... Minucias. Poco importaría después de lo que pasaría en pocos segundos.

Aquella bestia hambrienta se abalanzó sobre el mago colérica y lanzó sus garras y desgarró pintura e hincó su mordida en el cuello del mago y supo a rayos. Se alejó confuso dejando donde estuviera el mago un monigote pintarrajeado de lo que antes fue una obra maestra. El oso seguía teniendo hambre, pero ya no había más presas.

- Demasiado fácil ha sido... - Dijo el druida, aunque no las tenía todas consigo. - Atentos a esos cuadros...

Como si Ruru lo hubiese invocado, las runas del círculo que había bajo los pies de los combatientes comenzó a pulsar y grumos de pintura comenzaron a brotar de entre las grietas de los surcos cincelados en la piedra. Justo detrás del enano, apareció un enorme oso idéntico al que él había convocado, solo que dentro del círculo... y apenas le costó esfuerzo dejar caer un zarpazo tremendo sobre el enano, aplastándolo contra el suelo y cubriéndolo de pintura.

Un vistazo a los cuadros del fondo sirvió para ver que uno de los retratos había perdido todo el color. Uno de la parte inferior.

Ekarion vió como el cuadro se decoloraba y la aparición del oso de pintura, y comprendió que mientras los cuadros existieran tendrían que lidiar con el circulo de invocación. Le resultó evidente que el cuadro que se había descolorido ya había cumplido su función, y sin saber cual era el cuadro diferente de los de arriba decidió lanzar cuatro misiles mágicos al segundo de al lado. - Destruid los cuadros menos el diferente por ahora. - dijo mientras los proyectiles impactaban en el blanco.

Los cuadros observaban la situación con parsimonia, como solo un cuadro contempla a quién lo está mirando. Los proyectiles del mago impactaron sobre el lienzo, sin embargo parecia protegido por algún tipo de capa mágica, pues apenas hicieron mella en la pintura.

El joven Alexandar retrocedió cuando su madre lo ordenó. Podría haberse lanzado contra los cuadros, pero allí mandaba Tassabra, de modo que la rodeó para llegar hasta el oso y estar cerca de su madre. Enarboló la espada con energía para asestar un golpe contra el enorme oso y liberar así al enano. El tajo fue preciso, atravesó la gruesa capa y levantó un reguero de pintura que salpicó en todas direcciones. El animal rugió en su dirección.

En ese momento, el joven desfalleció debido al veneno y cayó de rodillas.

—¡Alexandar! —gritó, alarmada, Tassabra.

Tuvo que refrenar su instinto maternal de ir a comprobar que su niño estaba bien y ser la Cazadora Imperial, no la madre. No podía hacer nada por él. Ella no era una curandera. En cambio, si podía liberar a Ruru, él podría hacer algo por su hijo.

«¡Te dije que te quedaras detrás de mí!»

Dejó que la rabia le diera fuerzas y hundió su bisarma profundamente en el oso, haciéndole sangrar pintura profusamente.

Aquel oso convocado no era amante del arte y además algo le decía su olfato sobre aquellos cuadros. No le gustaban. Por ello o quizás por petición expresa de Ruru, quién rugía de dolor como un oso, aquel usrido se acercó a los cuadros y lanzó un zarpazo hacia uno de ellos rasgándolo completamente.

- ¡Roooooar! - Mientras tanto, el enano rugía de dolor. 

Si rugía, pues su cuerpo se estaba transformando en el de un ¿oso pequeño? ¡No, era otra cosa mucho más furiosa que un oso y con un aperitivo voraz, un glotón!

El círculo volvió a pulsar bajo los pies de los compañeros, reluciendo con tonos rojizos. Por el rabillo del ojo Tassabra vio algo que la distrajo momentaneamente de lo que estaba pasando con Ruru, para acto seguido sentir la quemazón de la pintura colándose por las juntas de su armadura. Quemaba como si le hubiesen lanzado un chorro de lava, tuvo que apretar los dientes para no gritar.

Justo a su espalda, otra figura con túnica había aparecido. Otro Everik Feingnángr.

Mientras tanto, el oso hizo estragos sobre el pobre enano glotón. Con sus garras lo despanzurró, llenando sus entrañas de veneno. Como ya no quedaba nada de él, el enorme oso atacó a su objetivo más cercano, el dragón. Ni su armadura ni su destreza fueron suficientes para evitar que las garras y los colmillos del oso se clavaran en su carne, cubriéndolo de pintura tóxica.

Estaba observando el cuadro y no vió venir los ataques, retrocedió al recibirlos, y recurrió a la fuerza de su sangre para fortalecer su organismo, pero sabía que no sería suficiente. Tocó el cinturón que llevaba y dos de los cristales se apagaron, sintiendo cómo la energía vital ingresaba a su cuerpo, el último cristal sería para Ruru, si podía hacer algo por él antes de que cayera. - Destrocen el cuadro de la izquierda!! - gritó