Partida Rol por web

Al ver la actitud del guardia, Bogon decidió que era momento de hacerse con un colega, por lo que antes de bajarse del carro, revisó una última vez las páginas de su libro, luego de repasarla por unos segundos decidió bajar.

- Vamos amigo!, déjanos pasar, además si nos ayudas a conseguir una posada y descargar las provisiones, podríamos invitarte un par de cervezas! - Exclamó Bogon luego de bajarse del carruaje y dirigirse hasta la atalaya donde se encontraba el guardia, esperando que su petición fuera mas "convincente", por decirlo de alguna manera, mientras hacía sonar las monedas de su bolsillo.

Al notar la reacción del guardia, el elfo decidió que no valía la pena complicarse la vida por dormir dentro del pueblo, pero no estaba seguro sobre si sus compañeros pensarían lo mismo... ni tenía intenciones de preguntarlo si así perdía la ventaja de su ocultamiento

Sin saber que reacción surgiría de sus compañeros, ni entender porque Bogon insistía, cuando estaba claro que el humano quería cobrar, Anthedil tomo su arco y se preparó para cubrirlos si resultaba necesario Malditos humanos amarretes se planteó para sus adentros

Filo torció el gesto al escuchar la reacción del centinela. Estaba acostumbrada a mentir pero supuso que lo que acababa de decir rebasaba el límite del engaño y se acercaba a la blasfemia por lo que no le sorprendió no ser capaz de convencer al guarda.

Se volvió a sus compañeros para preguntarles sobre qué decisión tomar.

- Yo por mí pagamos a este tipo y dormimos en caliente una noche más. No sabemos qué dificultades encontraremos más adelante y conviene estar descansados.

Mentía. A Filo le importaba poco dormir a la intemperie una noche más pero sentía curiosidad por la "sentencia" que había mencionado el soldado y desde allí afuera sabía que no se enterarían de qué había pasado.

Una vez que los personajes crucen el portón:

El pequeño pueblo está cubierto por una ligera capa de nieve reciente, como si le hubiesen dado una nueva capa de pintura y vuestras huellas fueran las primeras en manchar la inmaculada superficie.Os encamináis a través de arracimadas chozas de madera y a lo largo de las calles de barro helado hasta la silenciosa plaza del mercado donde espera una horca.
La gente de la plaza, abrigada hasta las orejas por el frío, mira en una única dirección: la tarima de madera elevada. Sólo la luz de una débil luna y unas pocas antorchas iluminan el escenario.

Si el condenado tiene suerte - afirma en  ese momento un mozo de cuadra - el cuello se lo romperá nada más caer al vacío; es una muerte rápida e indolora. En caso contrario quedará ahí colgado, el rostro se le pondrá morado y, con la boca abierta, se agitará como un pez fuera del agua hasta morir.

Otro plebeyo añade -Dicen que es Logadón, el famoso jefe de los asaltantes de caravanas...Un grupo de cuervos posados en lo alto de lo que parecía ser un antiguo templo parece también contemplar el espectáculo.

Un soldado montado en un hermoso corcel negro, seguido de un carro tirado por bueyes en el que va el prisionero irrumpe en la plaza. La gente abre paso. Detrás cabalgan un caballero y un sacerdote. Dos hombres de armas cierran la comitiva. La multitud parece mostrar un talante extraño. Habitualmente disfrutan con los ahorcamientos. Por lo general, el preso suele ser un ladrón, y ellos aborrecen a los ladrones; pero aquel ladrón es diferente. Nadie conoce su identidad ni de dónde ha llegado. Se decía que era Logadón, pero nadie conocía realmente al jefe de los ladrones de caravanas. No se puede odiar a un hombre sin saber si era él o no realmente.

El hombre de tez blanca, tiene ojos saltones y el pelo color zanahoria. Observáis cuando sube a la horca que comienza a forcejear y acto seguido, el verdugo le propina un puñetazo en la barriga, momento que aprovecha para introducirle la soga en el cuello. Se produce un silencio absoluto entre la muchedumbre. Lo habitual sería que el condenado implorara a su dios pidiendo perdón. En cambio, veis cómo comienza a entonar una canción con una voz alta y pura, en una lengua desconocida en aquellos lares.

La canción podría entenderse como algo así…Todas las aves y los hombres tienen que morir, pero las canciones pueden vivir eternamente. Mientras canta, el reo mira a un solo punto entre la multitud:una bonita muchacha de pelo oscuro y largo. Su ancha cintura y sus abultados senos os hace pensar que está embarazada y que el prisionero es el padre de la criatura. Lágrimas corren por sus suaves mejillas. En ese momento, un grupo de cuervos levanta el vuelo hacia el cielo graznando y el preso cae al vacío con la mirada perdida. La cuerda se tensa bruscamente y el cuello del ladrón se rompe en un chasquido. La muchacha de pelo oscuro cae de rodillas frente a la horca, con los brazos alzados y extendidos ante ella.La gente se aparta rápidamente de ella, pues esa es la postura que se adoptaba para lanzar una maldición. Todo el mundo sabe que las maldiciones de quienes han sufrido una injusticia son especialmente efectivas y algo no marcha bien en este ahorcamiento. 

La joven mira con hipnóticos ojos al caballero y al sacerdote y veis cómo lanza su maldición: ¡Yo os maldigo! Sufriréis enfermedades y pesares, hambre y dolor. Vuestra casa quedará destruida por el fuego y vuestros hijos morirán en ella. Moriréis atormentados por el dolor… Mientras pronuncia sus últimas palabras, la muchacha coge un saco que había junto a ella y saca un gallo. Sin saber de dónde, en su mano aparece un cuchillo y de un solo tajo le corta la cabeza al animal. Inmediatamente, arroja el cuerpo descabezado contra el caballero y el sacerdote. Éstos se apartan rápidamente, y aunque evitan que les dé el gallo de lleno, la sangre les salpica en todo el rostro.

La muchacha se vuelve y comienza a correr entre la multitud. El caballero manda a sus hombres que la persigan. El gallo descabezado, aunque no del todo muerto, corre por el suelo, alrededor del ladrón colgado ahora con su rostro azulado y muerto, dibujando un círculo desigual sobre la nieve manchada de su sangre.Los personajes verán por último cómo la muchacha se mezcla entre la multitud, perdiéndola de vista entre el gentío.

Filo observa con cierta angustia la ejecución cargada de un ambiente gélido, no solo por el grisáceo marco del pequeño pueblo cubierto de nieve que parece entonar perfectamente con la tristeza del momento, sino también por las rostros de las gentes que la presencian que parecen expresar un duda, un temor, desconfianza por los motivos ocultos que pueden estar detrás de este supuesto acto de justicia.

Con disimula a pequeños pasos, sin dejar de mirar la escena, se acerca a algún grupo de personas para intentar sacar algo de información sin que se sientan acosados.

- ¿Acaso no están seguros que sea ese ladrón de caravanas?

Pregunta ante los comentarios de la gente. Pero su curiosidad es completamente capturada por la imagen de la muchacha de cabellos oscuros y su maldición. A Filo no le agrada la magia pero siente cierta empatía con la chica y no puede evitar verse su rostro reflejado en el de la chica al acordarse del dolor, rabia e impotencia que sintió con la muerte de su maestro.

- ¿Y esa chica quién es?

Cuestiona al grupo con naturalidad como si fuera una más que simplemente ha pasado tiempo fuera y no está al día de los cotorreos omnipresentes en todo pequeño poblado.

Pese a sus dudas, el elfo ingresó al poblado tras colgarse el arco a la espalda y siguió a sus compañeros durante su caminata. Las palabras de los humanos no lo terminaron de sorprender. Como todos los elfos era incapaz de entender como es que razonaban quienes vivían tan poco tiempo.

Sin embargo, era consciente que algo estaba mal. No era solo por el ahorcamiento, un par de flechazos bien dirigidos, le hubiesen dado al supuesto jefe de ladrones una muerte mas digna, sino el ambiente alrededor de la horca.

Con todo, el valor del supuesto ladrón, al ponerse a cantar, mirando de frente a la muerte lo llenó de orgullo - Quisiera saber aquí quien es el verdadero culpable - comentó sin analizar si alguien lo podría estar escuchando - quien mira a la muerte a los ojos, y le canta o quien se esconde bajo la capucha de un verdugo -

Sin embargo, sus palabras fueron solo eso, palabras, y no pudieron evitar lo que estaba escrito que sucedería... y estaba sucediendo. Al ver la demostración de magia negra, cambió de opinión - Eso tampoco me gustó - se lo escuchó decir - el gallo no tenía la culpa - completó con su análisis teñido de su mentalidad élfica

Sin embargo, la curiosidad puede más que las dudas y con un par de zancadas intentó acercarse al clerigo y al caballero, intentando escuchar si comentaban algo entre ellos sobre lo que había pasado. Su cuerpo, acostumbrado a moverse en silencio y utilizar las sombras como escondite se movio gracilmente buscando la mejor ubicación para conseguir su objetivo

Las palabras de Filo no habían caído nada bien al soldado, quien no se había molestado en disimular ni un poco lo corrupto que era. Vio entonces en ese momento al gnomo moverse, como si estuviera a punto de lanzar un conjuro. Mirgan no pudo reprimir una mueca al ver que lo que en realidad el gnomo había hecho era buscar monedas para pagar la coima. Estuvo a punto de intentar frenarlo para intentar hablar él con el soldado, pero era tarde; el clérigo también ya estaba entregando sus monedas. De mala gana fue Mirgan quien completó la suma exigida.

A los pocos minutos de haber entrado al pueblo, el humor de Mirgan siguió empeorando. Al ver lo lúgubre del lugar y el ambiente que allí había, pensó que lo mejor hubiese sido pasar una noche más en el camino. Todo allí se sentía raro, como si las cosas por algún motivo no debieran ocurrir de ese modo.

Al ver la mirada que dirigía el reo a la chica de cabello oscuro y al escuchar la canción que entonaba, al mal humor de Mirgan se sumó una honda tristeza. No sabía si ése era realmente Logadón o nó, lo que sabía es que un niño debería crecer sin padre, incluso si su padre fuera una persona deshonesta. Para colmo Mirgan no creía que fuera Logadón. Más bien le daba la impresión de que habían tomado al primer hombre que encontraron o para calmar a la gente y alegrarla al hacerle pensar que colgaban a un jefe de ladrones (cosa que en cualquier caso no había ocurrido) o simplemente que esa gente estaba con Logadón y les servía hacer creer que había muerto.

Cuando la joven se mezcló entre la gente, Mirgan sintió el deseo de seguirla, pero sabía que sería difícil. Ser pequeño le ayudaba a meterse en lugares que las personas grandes no podían, pero a la vez le impedía tener una buena visión en semejante multitud.

_¡Déjenla tranqula! Acaba de ver morir a su amado y al padre de su hijo. ¿No creen que ya ha tenido bastante por hoy? No irán a creer en las maldiciones de esa mujer...

Mirgan se dirigía a los soldados que iban pasando, aunque no sabía si podrían verlo o escucharlo, a pesar de que lo había dicho en una voz bastante alta. Él sí creía en esa maldición. Él más que nadie creía en el poder de la magia, sobre todo esa magia que nacía en la propia persona, no en un rollo de pergamino. Pero esperaba que los soldados se replantearan la utilidad de su persecusión.

Bogon se había quedado embelesado con el acto de ejecución, al parecer todo el pueblo sabía que se estaba cometiendo una injusticia, pero nadie se atrevía a detenerla, aunque la verdad era incierta el pequeño gnomo sólo se limitó a observar, a la vez que "Plumas" emprendía el vuelo posándose en el techo de una casa cercana, para tener mejor vista del lugar, fácilmente se le podría confundir con uno de los muchos cuervos que allí habitaban, pero el peculiar familiar de Bogon era mucho más astuto, tanto como una persona promedio.

Entonces sucedió, aquel silencio se vio interrumpido ante los lamentos de la joven quien al parecer realizó un extraño acto de ¿magia?, quizás era algun tipo de magia oscura, cosa que no era del agrado del mágico Gnomo, con afán intento reconocer aquel inusual ritual, mientras con un gesto le indicaba a "Plumas" que siguiera a la mujer.

Veís como la mujer se inmiscuye tras la múltitud, todo el pueblo parece haber ido a ver la ejecución, a veces la veis, otras desaparece, cuando llegais donde acaba la multitud os dais cuenta de que no hay nadie, la mujer parece que se hubiera esfumado, no hay rastro de ella.

el ladron y espadachin intentan enterarse de mas gracias a sus dotes de infiltracion y carisma, pero el espectaculo grotesco  sumado al lanzamiento de la maldicion hace que todo el mundo guarde silencio vaya a ser que la maldicion les afecte tambien a ellos por hablar , prefieren en su mayoria ser no inviscuirse mas y ser cautos vaya ser que por hablar la maldicion se amplie a ellos tambien

- Bueno, será mejor que busquemos una posada donde pasar la noche. Poco parece que hay que hacer aquí si la gente no quiere hablar y esa mujer ha desaparecido.

Filo vuelve al carro y lo acompaña a algún lugar donde descansar.

El espectáculo había acabado y la mujer había conseguido huir, ya no había nada que hacer allí. La gente había quedado impactada. Nadie hablaba y las personas no tardarían en desconcentrarse. Ellos debían hacer lo mismo.

_Filo tiene razón. Busquemos un lugar donde descansar.

Luego se acercó a Bogon.

_¿Qué opinas de eso que ocurrió?

Después de intentar seguir a la mujer y percatarse que ha desaparecido, Bogon volvió donde los demás con un claro gesto de preocupación en el rostro. -¿bruja?... como es que aún se practique ese tipo de hechicería!... sólo espero que no sea una bruja oscura y que esto no sea muy común por acá.-  Pensaba el Gnomo antes de reunirse con los demás.

- Si... busquemos una posada - Asinitió ante la petición de Filo y luego agregó ante la pregunta de Mirgan - Brujería... - dijo en voz baja, buscando no alertar a los aldeanos que pudiesen estar escuchándole - Ese extraño ritual.... estoy casi seguro que es el mismo que hacen las brujas oscuras.... No lo se chicos, algo acá no me huele nada bien - añadió Bogon después de mirar por un momento a todos, entonces se apresuró a subir a la carreta  -Ahh y no estoy hablando del aroma de Krugh!... - finalizó en tono cómico, buscando calmar la preocupación que le generaba estar en aquel lugar.

Al escuchar el comentario del gnomo, Krugh no pudo contener un gesto obsceno con la mano que aclaraba facilmente su opinión respecto a lo que pensaran el resto de su olor. Aún así agradeció los esfuerzos de Bogon para aliviar la tensión. La escena de la ejecución lo había dejado profundamente turbado. Como clérigo sanador era especialmente sensible a las muestras de magia malvada y caótica, y la maldición de la mujer no le había hecho ninguna gracia.

-Mph!- resopló igual que un caballo.- Tanto si era culpable como si no, muerto está. Pero coincido con Filo. Aquí fuera no conseguiremos mucho más.- Mirando con cierto anhelo hacia la posada, añade.- Cualquier lugareño que se precie querrá comentar lo ocurrido hoy, y el mejor lugar es a la lumbre de una buena hoguera, con una cerveza en la mano.-

Yo estaba intentando escuchar al caballero y al clerigo (la conversación entre ellos) Ni seguir a la bruja ni escuchar a la multitud

 Girándose hacia el elfo, le preguntó.- Por cierto. ¿Pudiste enterarte de algo? ¿O al menos a qué dios veneraba ese clericucho?-

- No lo tengo claro - contesta pensativamente el elfo tras ascuchar la pregunta del enano, una vez que se vuelve a acercar al grupo

- Pero es cierto que deberemos buscar una posada para poder descansar. Para eso entramos. Sino nos hubieramos quedado fuera del pueblo... aunque nos hubieramos perdido esta extraña escena - tras pensarlo un poco, sin perder su tono serio continúa - Busquemos donde dormir pero... no lo sé. Este sitio no me gusta. Mejor hagamos guardias como si estuvieramos al aire libre. Como siempre yo me ocupo de la madrugada. Comamos algo y descansemos... y salgamos de aquí de una vez-

Ante las palabras de ir a la posada, Gar asintio y llevo a los que aún quedaban en la caravana a la taberna de las Culebras.

-Esta es una gran taberna, la mejor del lugar, aqui podreis comer y descansar. Pretendo salir mañana al alba, como habéis comprobado las noches son algo malo en este tiempo, asi que me gustaria salir lo antes posible. Sobre mis honorarios, debeis pagarmelos antes de salir.

Esta posada es un tugurio que huele a cerveza y vino añejo. Un cartel de madera oscura, con el diseño de dos culebras entrelazadas, cuelga de la entrada de la puerta. El nombre de la posada proviene del plato típico que se prepara como especialidad de la casa: culebras asadas. Pieles de pequeñas culebras cuelgan por todos lados, adornando el salón principal. Otras pieles de animales como sapos, pequeños caimanes, etc. también decoran el escenario. Una música invade un escenario situado al fondo de la taberna, donde unas bellas bailarinas danzan, al son de la música, con enormes serpientes enroscadas por los exuberantes cuerpos de las muchachas …

- Ila, preciosa, trae aqui algo de comer- grita Gar, a la que parece ser la dueña del lugar

Una mujer de exuberantes pechos se acerca, con bebidas y comida

- Gar cuanto tiempo, ¿os quedareis a dormir no? Tomad comed y bebed, a esta ronda invita la casa- le dice sonriendole y guiñandole el ojo

Mirgan asintió a las palabras de Gar; estaba de acuerdo con el mercader. También él quería irse cuanto antes de ese lugar. Aún se sentía incómodo tanto por lo ocurrido como por la atmósfera que se había generado, y por si fuera poco tenía un mal presentimiento.

Brujas...

No, no debía pensar en eso. No estaban allí para hacer justicia ni para proteger al pueblo de la brujería ni nada por el estilo. Estaban de paso y cuanto antes terminaran con todo eso antes podrían ir a ver qué ocurría en los templos de Loy. Mejor pensar en otra cosa.

_Muchas gracias -le dijo a Ila, cuando aquella depositó un plato con culebras delante de el-. Ey, Krugh. ¿Quieres recuperar una de tus monedas de oro? Solo tienes que demostrar que eres capaz de conquistar a aquella chica -Mirgan señaló a una de las chicas que bailan. Era alta, rubia y no llevaba demasiada ropa encima-. Pero solo puedes utilizar tus encantos, nada de ofrecerle dinero ni nada por el estilo. Si acepta pasar esta noche contigo, te daré una moneda. Si lo rechaza, tú me la das a mi. ¿Qué dices?