Partida Rol por web

Habían puesto pies en polvorosa. La salida trasera los arrojó a la desapacible madrugada. La chica, Alicia, había rehusado. Las sirenas se acercan, al parecer de más de un vehículo.

Alicia ha consentido el cisma. Al cabo de un minuto, no tardan en venir a pedirle cuentas. La ambulancia ha venido acompañada –o escoltada- por un vehículo de la policía municipal. La comunidad se agolpa nerviosa a la entrada, le hacen pasillo. Los miembros de la ambulancia están descendiendo en la madrugada desapacible. La líder se adelanta con un paraguas y antes de que pueda explicarse, el poli que lleva la voz cantante, un cincuentón barrigudo, con poco pelo y ataviado con un chubasquero, ya está ladrando:

-Vaya nochecita de perros. A ver la que habéis liado vosotros aquí. En principio, este lugar no tendría que tener suministro eléctrico, eso en principio.

Cita:

Al salir por la puerta trasera, me encuentro de frente con una oficina de extranjería del gobierno de Madrid. Maldigo para mis adentros cuando veo que la oficina está flanqueada por cámaras de seguridad. Por suerte, las cámaras apuntan al mismo edificio, y no a la periferia. Además, la salida que he tomado no parece entrar en el ángulo de visión de ninguna de ellas.

Imagen que me encuentro de frente:

Miro hacia la izquierda y veo la entrada a un párking. Sin saber por qué, las posibles cámaras de un párking ofrecen menos respeto que las efectivas cámaras de la delegación del gobierno, así que es allí donde espero a los que han decidido acompañarme en la huida.

El círculo indica la salida que he habilitado, la flecha es el acceso al párking

Con el cuerpo oculto tras la rampa de acceso al aparcamiento, saco la cabeza y espero a los demás para llamarles la atención y que sepan hacia donde dirigirse. Mientras, doy un rápido vistazo hacia la puerta del aparcamiento, para ver si está abierta y qué seguridad tiene instalada.

Carla se coló por el boquete de la persiana con un desagradable nudo en el estómago. Dejar a Alícia allí, no le gustaba lo más mínimo... Pero ella ya había decidido y cada uno debía escoger el mejor camino para sobrevivir en aquella revoltosa y surrealista situación que estaban viviendo.

Siguió al muchacho desconocido unos metros más allá, observando que intentaba pasar desapercibido entre las cámaras que estaban colgadas de las paredes de los edificios adyacentes. Era evidente que no quería que lo descubrieran... y ella debería hacer lo mismo. A saber si aquellas imágenes podrían salir en televisión y volver a poner en ruta a sus perseguidores.

También a escondidas, se acercó al desconocido y le susurró:

-Tienes idea de a donde vamos?

Y mientras esperaba la llegada de Antonio, y continuar su huida, miró a los ojos del "hombre de la otra dimensión" esperando descubrir un tizne de seguridad en su mirada.

Por un momento, Antonio estuvo tentado de quedarse atrás, de seguir junto a Alicia. Pero este era momento de actuar... o quizá no? o quizá debería seguir junto a ella? El movimiento de Carla le decidió. Iría tras el tipo... ojalá fuera la decisión correcta.

Antonio observa los movimientos del tipo que vino de la otra dimensión, e intenta imitarlo. Está claro que no sería agradable que lo descubrieran allí. Cuando se va acercando a donde están Carla y el otro, se da cuenta que no lleva el maletín. En fin, supone que ya no hará falta...

Una vez en un sitio más resguardado, Antonio se encara con el desconocido.

-Y bien, ¿podemos saber cuál es tu historia?

Ahora llegan estos y comienzan a hacerme preguntas.

- ¿Dónde coño está la otra tía? - Pienso mirando la salida y observando de reojo la calle, por si veo aparecer a la policía. Entonces reparo en los nombres de estos tres. Los he escuchado cuando se han estado hablando entre ellos y me suenan de algo. De repente, una imagen de una lista de nombres escritos en papel viene a mi mente.

- Alicia Egeo, Carla Vidal, Sara Picasso y Antonio Mendoza. - Murmuro mientras mi cabeza repasa lo acontecido hoy. Es la lista de nombres que nos dio el viejo librero. - Alicia... el viejo dijo que debíamos salvar a Alicia. - Miro a los otros dos. Me he dado cuenta que precisamente es Alicia la que se ha quedado atrás. - ¿Dónde coño se ha metido la otra tía? - Les pregunto con exigencia.

Estoy algo confuso, parece que las piezas del puzzle podrían encajar de alguna forma, pero todo está demasiado difuminado en mi mente. Oigo las sirenas de la policía y esto me devuelve a la realidad. Observo alrededor buscando posibles vías de escape o escondites.

Es triste, pero lo cierto es que ya esperaba la completa falta de empatía por parte de la policía. No era que fuesen malas personas, pero habían caído en el discurso lleno de prejuicios de sus jefes. Era más fácil culpar a los mutantes, los ocupas o cualquier otra minoría de los problemas que asumir que podían haberla cagado, que sus líderes les mentían a la cara y que, en definitiva, les trataban como a gilipollas. Lo de siempre vamos.

Lo más sencillo habría sido huir. O echarle la culpa a los que se habían largado. Esto era especialmente tentador. Pero no podía evitar pensar en que la única cura para tanta estupidez era un poco de educación. Imaginé que mi idealismo acabaría conmigo diseccionada en una mesa de operaciones, pero tenía que intentarlo de todos modos. Si no funcionaba... bueno, tenía todo lo importante en la mochila que llevaba a los hombros. Siempre podría intentar otra huida, al menos esta vez no había un helicóptero.

- Me temo que los heridos se han marchado por temor a... - hice una pausa dramática y miré con intencionalidad al hombre - las consecuencias de este accidente. Es posible que no tuvieran papeles. Siento sinceramente las molestias.

Vale, esto tampoco era verdad, pero decir que eran inmigrantes ilegales era mucho, mucho, mucho menos problemático que decir que eran mutantes. Tal cual. Agaché la cabeza en un gesto de disculpa y arrepentimiento. Con suerte el poli se largaría porque, seamos sinceros, seguro que tenía cosas mejores que hacer de noche y con el tiempo de perros que hacía. Además, si era como la mayoría de los polis, a estas alturas debía olerse que si seguía rascando acabaría con un marrón mucho más gordo.

- No se preocupen, el resto estamos bien. - intenté resultar tranquilizadora. No me convenía despertar sospechas. Sin contar que, cuanto más tiempo pasasen conmigo, más tiempo para largarse tendrían los otros tres...

Ahora bien, si entraban y veían al bicho aquel repugnante, iba a verme obligada a acusar a alguien. Nota mental: era posible que con la que estaba cayendo, echarle la culpa al alcalde y decir que era o trabajaba con mutantes podría echarle incluso más mierda. Seguro que podía apoyar la acusación si miraba sus cuentas, porque fijo que tenía intereses urbanísticos en este mercado...

Llegados a este punto y aunque fuera tirar de estereotipos, invitarles a unos donuts parecía una estrategia razonable. Además, quien sabía, lo mismo así conseguía enterarme de cosas o unos analgésicos, que nunca venían mal...

Si bien la puerta electrónica del parking subterráneo está cerrada -y se abre con un lector de tarjetas-, otra estrecha en un lateral sólo está entornada y les permite guarecerse en el interior. El olor a neumático y aceite rancio los golpea. Tubos fluorescentes espaciados les entregan una tenue iluminación. Resuenan ecos de voces desde lugares indeterminados, tal vez de operarios de algún tipo.

Unas sirenas de otra especie estruendosa se aproximan a la zona. Alicia no los ha seguido. El parking, por supuesto, está atestado de vehículos.
 

El poli ha pasado de la líder de los okupas y está examinando a Alicia. No tiene mayores problemas para captar sus insinuaciones de cuán gravoso se tornará el asunto si insiste en investigarlo hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, se están aproximando otras sirenas más estruendosas.

-Los bomberos, los últimos – identifica con sorna el conductor de la ambulancia.

El policía asiente con manifiesta contrariedad y se resigna:

-Tendremos que echar un vistazo.

-Mientras que no aparezcan estos... -objeta su compañero.

Una médica interroga a Alicia:

-¿Fueron víctimas de una electrocución, verdad? ¿Cuántos eran? ¿Hace mucho que se marcharon, en qué condiciones?
 

Bueno, de momento la cosa iba bien. Insistían en que tendrían que entrar y ver qué había sucedido pero, de ser así, lo negaría todo. Es decir, era un bicho horrible y repugnante que nadie sabía de dónde había salido y yo no lo había visto, por supuesto. Lo que no quiere decir que no fuera a darles todo el tiempo que pudiera a los tres huidos, claro esta. Eso y que me interesaba jugar la baza de ser normal todo el tiempo que pudiera. 

Ofrecí un donnut al policía y luego, con toda la paz del mundo respondí a su pregunta del enfermero.

- Dos. - El tío en pelotas había salido de una dimensión paralela y era muy rápido, era altamente improbable que el resto de okupas supieran que existía. Mantener esa información para mi les daba una ligera ventaja. Incluso a mi. - No lo sé, se fue la luz - me comí el lógicamente, porque cuanto más simple y tonta pareciese, menos llamaría la atención. Y luego agregué un toque de dramatismo adopté una expresión preocupada - Sonaban muy asustados y yo fui a pedir ayuda. 

Miré hacia donde venían las sirenas, tenía que pensar algo con rapidez. Dejé que el policía tomase otro donnuts más. 

- Ha sido una noche muy dura y parece que mañana será un día largo. ¿Realmente es necesario todo esto? Creo que cuando se calmen las cosas es posible que los heridos vuelvan. - Miré con intencionalidad, si tenía un juramento hipocrático era posible que me apoyase. - Venga, en el fondo todos queremos descansar un poco.

Una treintena de pares de ojos se arracimaban a la entrada del mercado, como una suerte de coro trágico, tal vez maravillándose de que un paquete de rosquillas hubiese sobrevivido en la cómuna y de cómo la chica se los había agenciado. La chica: incluso los policías, tras rehusar los distintos ofrecimientos a lo largo de la espera, intercambiaban miradas de perplejidad por su causa.

Pero cuando el camión llegó por fin, prendiendo luces de alarma y curiosidad en las ventanas de las fachadas circundantes, y los bomberos hubieron desembarcado para hacerse cargo de la instalación eléctrica, Alicia entendió meridianamente que alguien les indicaría el puesto preciso y no tardarían en descubrir el cadáver, y entonces, los municipales le pedirían la documentación a todo el mundo, sobre todo a ella, la único testigo, por más pardilla que pareciera.

Escucho los ecos de voces en el párking y me pongo en guardia. Las sirenas del exterior no ayudan a relajarse, precisamente. Miro furibundo a mis dos nuevos acompañantes.

- Escuchadme bien, estoy hasta los cojones de esta puta mierda. Lo que tenemos que hacer es juntarnos todos para poder saber qué coño pasa aquí. ¿Por qué mierda se ha quedado atrás la otra tía? - Sacudo la cabeza. Todo se complica justo después de parecer querer aclararse. La sensación es frustrante, pero no encuentro otra forma de expresarlo que con una recurrente palabra - ¡Joder!

- Voy a mirar quien mierda hay en el parking, trincad un buga para ahuecar el ala sin que se cosque la pasma. - Señalo a Antonio, que me he podido dar buena cuenta que se metía en el agua electrificada con toda la tranquilidad del mundo. - Tú, chispas, ¿podrás arrancar una furgona?

El tipo latino me mira mal. Es muy posible que no le haya hecho la más mínima gracia que le pusiera un apodo tan a la ligera, pero es lo primero que me ha venido a la mente al no recordar en ese momento su nombre. Antonio, creo. Lo cierto es que poco me importa en este momento su amor propio, lo único interesante es encontrar una manera de salir de aquí todos juntos y aclarar las cosas.

Sin esperar su réplica me escabullo como una sombra por el párking, ocultándome entre los coches y aprovechando los muchos claroscuros y recovecos que me ayudan a avanzar sin poder ser visto.

Había salido del local y seguido a aquel desconocido para librarse de problemas, no para meterse de nuevo en ellos!

La conducta algo agresiva del recién llegado, junto con el creciente sonido de las sirenas de la policía, comenzaban a inquietar a Carla. "Por qué es tan difícil salir de aquí?" pensó algo furiosa.

Lo que no le hizo ni pizca de gracia era el comentario que hizo el nuevo miembro del grupo, refiriéndose a Alícia. Parecía que fuera importante que hubiera ido con ellos... Y sintió un nudo en el estómago, una sensación incómoda al pensar que no había convencido suficiente a Alícia para que los acompañara. Y pensó en volver atrás...

Antonio tenía trabajo buscando arrancar un coche, el otro buscando el el parking... Carla no quería quedarse sin hacer nada esperando la llegada de la policía. De una carrera, volvió al local para alertar a Alícia de la llegada de la polícia. Tenían que salir de allí juntos... notaba eso en su interior!

Me sentía como una rata despreciable y traicionera. Pero quedándome tampoco arreglaría nada. La culpa era mía, por haberme preocupado de Carla y Antonio. Tendría que haber dejado que se buscasen la vida cuando me encontraron en la parada de autobuses. Pero no, no aprendía y, por eso, ahora tendría que dejar el único refugio cómodo que me quedaba después de que secuestrasen y, muy probablemente, asesinasen a mi familia. La idea iba calando poco a poco con la pesadez y el vacío que eso suponía. Dolía pensar en ello, pero no me engañaba, lo más seguro es que estuvieran muertos o peor.

-          Tengo que ir al servicio, ahora vuelvo – era una excusa tan buena como cualquier otra.

Lo suficientemente normal para que nadie preguntase y tanto el poli como los de la ambulancia me consideraban lo suficientemente inofensiva como para no cuestionarlo. ¿Por qué iban a hacerlo? Por todo lo que sabían no tenía nada que esconder. Excepto que mis papeles, aunque legales, eran los de una fugitiva del ejercito con la que querían hacer experimentos. Por un momento casi pude visualizar mi cadáver metido en formol y mis órganos clasificados en distintos frascos para análisis. Había estado en fiestas de medicina las suficientes veces para saber que los médicos no eran tan listos y que les importaba una puta mierda los cadáveres con los que hacían las prácticas. Incluso hacían bromas con ellos.

Así que me escurrí de vuelta al edificio. Seguían sin luz, así que intentar escaparme no debería ser difícil. Incluso habían dejado una ruta preparada. Lo que no significaba que fuera a irme con ellos. Ni de coña. No después de lo que había sucedido. Habían dejado claro que eran unos inconscientes y que no podía contar con ellos. Si al menos se hubieran deshecho del cadáver del bicho, ahora sería más sencillo. Pero no, lo habían dejado ahí tirado.

Claro que quejarme tampoco iba a ayudar. Haría lo necesario. Es decir, volver a la habitación medio inundada, romper la camiseta ensangrentada y tirar un girón “estratégicamente” sobre la boca del bicho y luego salir por la parte de atrás. Era burdo, pero si los polis eran especialmente obtusos tal vez pensasen que me había comido. Lo malo que tampoco tenía tiempo para una puesta en escena en condiciones. Si fuera el tipo super veloz sería otro asunto, pero no era el caso. Joder, cómo envidiaba los putos poderes que parecía tener todo el mundo a mi alrededor menos yo. Incluso los poderes de Javi habrían sido una ayuda. Bueno, obviamente serían de ayuda, porque Javi tenía unos poderes de puta madre. Mover cosas con la mente siempre era útil. O incluso prenderle fuego a las cosas, dadas las circunstancias… Claro que eso sí podía hacerlo. Incluso con bomba de relojería y que pareciera cosa de la jodida electricidad. Eso entretendría a los putos bomberos y puede que también a la policía. Nada complicado, sólo un cóctel molotov de los que tenían “activador” dentro de un condón que tardaba unos cinco minutos en disolverse. Los había inventado la kale-borroka, pero funcionaban igual de bien por aquí. Y todo con productos comunes.

Volví a sentirme mal por aquello, porque estaba jodiendo a los okupas que eran los únicos que habían estado dispuestos a acogerme sin preguntas. Cuanto más lo pensaba, más me parecía que ninguna buena acción queda sin castigo. Y aún mientras me dedicaba a poner mi plan de huida en funcionamiento, no podía evitar pensar en que me sentía más sola que nunca, sin nadie a quién acudir o en quién confiar. Como odiaba mi vida.

Ibrahim ha desaparecido en un visto y no visto y ha dejado vagabundeando a los chicos entre los coches.

Mientras Antonio está concentrado en la labor confiada, Carla decide regresar a por Alicia.

Reconstruyes la ruta de escape. Ahora retumban voces recias y pisadas en el mercado. Unos potentes haces de luz barren el atrio. Te asomas con cuidado y distingues un equipo de bomberos acudiendo al puesto de la desventura. También a Alicia, quien había tratado de adelantarse a ellos sin éxito, ocultándose en las sombras. Ella también te ve.

Una columna te proporciona un punto de observación óptimo. Inadvertido, descubres a un individuo fibroso y melenudo afanándose bajo el capó de una vieja furgoneta. De cuando en cuando, una copia perfecta y física de sí mismo se desprende como una gota para mirarse trabajar y darle unas caladas a un porro. El clon ha terminado por regresar a fundirse con el mecánico en todas las ocasiones, a excepción de la última, en que le ha quitado voz al transistor que tienen a sus pies y que desgranaba noticias en esta madrugada del sábado 31 de septiembre de 2011:

El gobierno, reunido en gabinete de crisis, declarará en la mañana de hoy, con la autorización del congreso, el Estado de Excepción, y, en la consideración de urgencia de que los seres humanos afectados por mutaciones, presentes dentro de las fronteras del estado español, “no son dueños de sus actos”, alentará a los ciudadanos de buena voluntad a denunciar a los mutantes de los que tengan noticia. Así mismo, el gobierno ha autorizado el despliegue del GEOM (Grupo de operaciones metahumanas) dotado con detectores de mutantes.

Pavoroso enfrentamiento entre mutantes en un piso de Madrid situado en el barrio de (interferencia). Los hechos tuvieron lugar ayer en torno a las siete de la mañana y ocasionaron un varón muerto aún no identificado y una mujer herida y luego desaparecida después de que fuese trasladada al Centro Médico de San Bernardo. La policía ha identificado a la mujer como Sara Picasso, 25 años, informática, natural de Soria, mutante según los análisis de sangre realizados entretanto.

Sobre las once y media de la mañana un mutante sudamericano detuvo el AVE en la proximidad de Atocha y escapó atravesando con su cuerpo una de las ventanas de emergencia. La policía ha realizado un retrato robot y se trabaja en su identificación. Se le busca en la comunidad de Madrid.

Atentado a las doce de esta mañana en la Plaza Dos de Mayo. La policía recibió un aviso de bomba veinte minutos antes, pero a pesar del despliegue, los culpables no han sido detenidos. La fachada de un local vacío fue destruida por la explosión, y en su interior se encontró el cadáver del mutante conocido como Dédalo. Vecinos y paseantes obtuvieron imágenes de los sospechosos: un norteafricano y un caucásico, que están en busca y captura. Al menos el primero era un mutante, según los testimonios, y provocó la muerte de un tetrapléjico, dejándolo terriblemente desfigurado. Durante la persecución, el caos se adueñó del centro de Madrid capital y ocasionó decenas de heridos. El bloque número 3 de la Calle Espíritu Santo es evacuado.

Espectacular ataque mutante terrorista en la M-50 a seis kilómetros de la salida de Alcorcón. Tuvo lugar a las doce de la mañana y ha causado sesenta muertos (incluyendo al mutante abanderado de la justicia Torbellino), veinticuatro heridos, más cien de coches destrozados y un socavón en el asfalto que colapsará el tráfico durante días.

A las cinco de la tarde un mutante que responde a las siglas: U. U. B., atacó en Bilbao lanzando bolas de fuego, ocasionando cuantiosos daños materiales. Fue reducido en pocas horas por los miembros de GEOM con tremenda brutalidad. Se investigan sus conexiones con ETA.

A las seis y cuarto de la tarde, un par de mutantes fueron descubiertos en un control de carretera de la guardia civil y escaparon tras acabar con la vida de tres agentes y dejando a uno en estado crítico. Los hechos han tenido lugar en la Sierra de Almijara, en Málaga.

Extrañado por la tardanza, el mecánico se gira hacia su doble, presenta su perfil aguileño y gruñe:

-Eh, Joselito, deja algo.

-¿Ein? Que no es eso, cabrón –rechista el otro. –Estoy escuchando esas sirenas. Creo que son los bomberos.

-Lo que faltaría. Capaces de no dejarnos salir...

-¿Te queda mucho?

-Ná, esto ya está. Aguantará hasta la frontera.

-Si antes no nos detienen, claro.

-Ni que lo digas. Con esta mierda del estado de excepción, algún cabrón moroso estará tentado de denunciarnos.

La pareja de locales trataba de desalojar el mercado, los okupas protestaban. Alicia ha aprovechado la conmoción para escabullirse hacia el interior. Sin embargo, es imposible acceder al puesto sin ser descubierta por los bomberos, quienes ya se han puesto en marcha con grandes zancadas, potentes linternas y un hacha.

De repente, Carla se asoma a la esquina con aquel pasillo por el que se habían esfumado, y le hace señas en cuanto la divisa.