Partida Rol por web

Observo con interés al tipo del pelo largo. Es espectacular ese... poder que tiene. Otro mutante.

Escucho las noticias de la radio. Parece que la cosa va en serio y lo que nos pasó a Rick y a mí no es un caso aislado. Me mosquea, y mucho, la historia esa de que alguien diera el aviso de bomba veinte minutos antes. Así que era una trampa.

- Pero el librero parecía ir muy en serio. - Pienso, intentando autoconvencerme que el camino que había tomado no era erróneo desde un principio. - Dédalo. Así que lo tenían fichado. - Demasiados datos de golpe como para poder asimilarlo en mi confusa mente. - ¡Joder! - Con una sacudida de cabeza, dejo la reflexión para más tarde y me concentro en lo que estaba haciendo.

- Este cabrón está preparando la furgona para largarse. - Ordeno mis pensamientos comenzando por lo práctico. - Que es precisamente lo que nosotros queremos hacer. - Parece claro - Voy a ver qué hacen aquellos pipiolos.

Sin perder más tiempo, fijo en mi mente la ubicación de la furgoneta y vuelvo por donde vine.

Me planto detrás de Antonio en cuanto lo encuentro.

- ¿Cómo lo llevas, chispas? - Le pregunto sin alzar demasiado la voz. - ¿Donde está la otra tía ahora, no me jodas que se ha largao? - Me extraño al no ver a Carla. Antes que Antonio tenga tiempo para responder le dejo ir lo que venía a decir - Hay un tipo ahí con una furgona y la está poniendo en marcha para pirarse. Parece un jodido mutante, así que también quiere darse el piro con disimulo. Podríamos "convencerle" para que nos lleve.

Mierda, estaba claro que no era mi día de suerte. Y, también, por qué no decirlo, me faltaba criterio. Intentaba hacer bien las cosas pero no, una y otra vez me encontraba con que todo me reventaba en la cara. Desde todas las muertes porque no había sido capaz de pegar un tipo al cabrón que controlaba la fuerza gravitatoria, hasta ahora, que había jodido a todos los okupas por traerme conmigo a Carla y Antonio. Casi me daban ganas de entregarme y acabar con todo de una puta vez. Al menos no acabaría con más gente muerta o jodida porque no hacía lo que sabía que tenía que hacer.

De momento no tenía alternativa, la única salida era en la que estaba Carla. Pero en cuanto estuviera fuera les diría claramente que teníamos que separarnos. Ir con ellos ya me había costado dos buenos amigos y quién sabe qué más. No, ya había tenido bastante. Y lo peor era que no había hecho más que empezar.

Así que me escabullí lo mejor que supe por dónde estaba Carla y deseé que, por una vez, las cosas me salieran bien. Mi familia dependía de ello… si es que aún seguían vivos.

Los bomberos estaban situándose para abrir la puerta del local, y así, Alicia pasó del todo inadvertida y pudo reunirse con Carla.

Carla se alegró de tener de nuevo a Alícia a su lado.

-Alícia, no puedes quedarte aquí, sola. Esto se está liando y solo hay una manera de salir de aquí, y es juntos. Además, el nuevo dice que tu también debes venir con nosotros. Sabía tu nombre, lo murmuró! Alícia, algo raro está pasando, pero creo que solo sabremos el qué, si permanecemos unidos. Todo esto no puede ser una coincidéncia...

Carla esperaba que Alícia reconociera sus palabras y se uniera de nuevo en la huida. Y debía decidir rápido o la cosa se volvería a complicar...

Lo que me faltaba. No, en serio. Empezaba estar harta de toda aquella gente que decía saber quién era yo. Peor, que estaban empeñados en que teníamos una especie de misión. Tenía un sano escepticismo con e asunto de las visiones. Las visiones nunca, nunca, nunca salen de la nada. Y dudaba mucho que, de repente, nos hubiéramos vuelto precognitivos.

Seguí a Carla porque básicamente no tenía opción, pero apenas estuve fuera del alcance de visión de los polis, los bomberos y todos los demás le respondí. 

- En realidad creo que una vez nos hayamos alejado de aquí lo mejor sería separarnos. No sé de qué sabéis mi nombre, lo que sí sé es que ya tengo bastantes problemas como para preocuparme por más. - apreté los labios y luego decidí añadir - Esos de ahí dentro eran mis amigos y mira lo que les hemos hecho. ¿Y por qué? Porque os traje a vosotros. 

Aunque me resultaba especialmente preocupante que el otro también supiera mi nombre. Aún mientras me alejaba iba dándole vueltas al asunto. Alguien me la tenía jurada. Alguien había secuestrado  mi familia, me había secuestrado a mi, había enviado a un mutante o, tal vez, ser extraplanar a por mí en la carretera. Había hecho un cráter y destrozado la jodida carretera. De hecho, el lado positivo es que si realmente el tipo al que salvé había mentido, podían llegar a pensarse que estaba muerta. Pero no, aquí estaban ellos preguntando por mi otra vez. 

- Pues decidle al nuevo que se equivoca de persona, no soy ninguna heroína. Ni siquiera tengo poderes. Tengo la certeza de que estamos siendo manipulados para hacer algo que no haríamos de otro modo. - medité durante un segundo y luego añadí - Y decidle también que su ropa no está hecha para soportar el rozamiento cuando se acelera, volverá a quedarse en pelotas en cuanto se descuide y no es nada discreto. Peor, los materiales que sí resistirían son caros y llaman la atención. - esbocé una sonrisa burlona - Aunque claro, también podría ponerse mallas.

Claro que hablar de mallas e imaginarme trajes ridículos me hizo recordar a mi madre y Tazz, lo que fue como recibir una patada en el estómago. Miré a mi alrededor, debía haber una forma sencilla de desaparecer y largarme. Un metro o algo parecido. Lo único que necesitaba era algo de paz para poder pensar en cómo encontrar a mis padres...

Carla conduce a Alicia hasta una discreta salida trasera. Hace ademán de tomar la inmediata embocadura de un aparcamiento subterráneo. La lluvia emborrona el paisaje urbano.

-Antonio y el nuevo están en el parking, intentando buscar un coche para salir de aquí.

Dijo Carla, sabiendo que su compañera venía en contra de su voluntad. Era evidente que Alícia quería desentenderse de aquella "mierda" cuanto antes mejor, pero era una pieza del rompecabezas. Como mínimo de su rompecabezas... y Carla necesitaba tenerlo montado para entender lo que sucedía.

En un arrebato, puede que originado por la tensión del momento, la muchacha miró a Alícia y le dijo con un tono algo recriminante:

-Siento que estés metida en este lío, pero no todos tenemos las cosas tan claras como tu. De la noche al día, me he metido en un jodido problema que no llego a entender. Me persiguen, hago cosas que no controlo, me ataca una mierda de bicho, me dicen que puedo matar a gente con solo desearlo... Tu has metido a tus amigos en un marrón, pero yo he perdido a mi família, mi vida y puede que haya matado a mi mejor amiga. Solo tú, Antonio y ese tipo en pelotas, pueden aclararme lo que me está sucediendo. Solo te pido que me ayudes a saber qué pasa. Luego, podrás irte tranquilamente y se meterá de nuevo en tu vida.

Miró fijamente a Alícia. No era una mirada agresiva...solo pedía, de una forma algo tensa, su ayuda.

Apreté los puños, pero contuve el puñetazo. Menuda zorra, no tenía ni puta idea. La miré con la mandíbula apretada, sin decir nada. No tenía ningún derecho a echarme nada en cara o llorarme. ¿Acaso les había venido yo con historias lacrimógenas sobre mi familia? No. Ni sobre Tazz. Ni siquiera sobre el enfermero que me había ayudado tras el accidente. O todas las víctimas inocentes que estaban ahora pegadas a un jodido cráter porque no había tenido el valor de apretar el gatillo y volarle la cabeza al hombre-pez. Y aún venía ella a decirme, en plan concesión, que después me dejarían irme. Como si necesitase permiso.

Zorra. Y además estaba equivocada. Saber el porqué no lo hacía más fácil, si acaso lo hacía peor. La vida era injusta y no había nada, absolutamente nada que fuera a cambiarlo. Esa era la puta realidad.

-          No hay nada que entender, métetelo en la cabeza – le solté sin más. – Si pierdes el control haces que a la gente le explote el cerebro y sólo puedes controlarlo con disciplina. Punto. Llorar no sirve de nada.

Abrí la puerta del garaje. No sabía qué esperaba de mi, sólo que pasaba mucho de no había absolutamente nada en lo que pudiera ayudarla. Y aunque pudiese ¿por qué diablos iba a hacerlo? Conseguir que me dejase en paz no era suficiente pago y les tendría de vuelta en cuanto se rompieran una uña o tropezasen con cualquier otro problema. ¿Y por qué tardaban tanto los otros dos? ¿cuán difícil podía ser desactivar una alarma y hacer un jodido puente?

Estaba cabreada. Era normal, a mi propia mierda querían sumarme la suya. Y por supuesto a nadie se le había ocurrido preguntarme si necesitaba ayuda con algo. U ofrecerme, no sé, ¿ropa limpia? ¿dinero? ¿Cualquiera de todas las cosas básicas que evidentemente me faltaban? No, ¿para qué? Era mucho más fácil quejarse de lo duro que era tener poderes. Joder, me recordaban a Javi. Me detuve bajo la puerta y sonrisa maliciosa se dibujó en mi cara. Miré por un segundo a Carla.

-          Aunque claro, si tan afectada estás, sé cómo podrías librarte de tu poder.

La miré desafiante a los ojos, en el fondo, la mayoría de mutantes sabía la verdad: tener poderes no era una maldición, era una ventaja. Podían soltarte docenas de historias lacrimógenas de lo jodido que era controlarlos y todo ese rollo, pero a la hora de la verdad, el verdadero problema no eran los poderes. El problema era la envidia y la obsesión de la gente por controlarte. No me engañaba ni por un segundo. Claro que era una puta mierda si se te iba la mano y quemabas, no sé, las entradas de un concierto. A Javi le había pasado. Pero quien tenía quemaduras era yo, no él. Y si, era un asco mudarse, pero lo habría evitado siendo discreto. Carla no era diferente. Lo único que tenía que hacer era aprender a usarlo y, más importante, saber cuándo no usarlo. En lugar de recurrir una y otra vez a su poder cuando la cosa se ponía difícil, aprender a usar el resto de habilidades y recursos a su disposición. Simple y elegante.

- Eso pensé - respondí por ella antes de darme la vuelta.

Habría dado un portazo en sus narices, se lo merecía. Igual que se merecía el puñetazo, un par de patadas en las costillas y un codo dislocado. Pero eso sólo terminaría con mi cerebro chorreando por la nariz. Y tampoco iba a solucionar nada. Nos alejaríamos de aquí y les pediría que me dejasen junto a cualquier boca de metro. Ellos podían buscarse la vida como les diera la gana.

En mi caso tenía un plan muy simple para salir del país. El modo más simple para encontrar DNI’s y pasaportes era buscar en las papeleras de la línea del aeropuerto. Los carteristas solían tirar toda la documentación y las carteras después de quedarse con el dinero. Con encontrar uno que se pareciese más o menos a mí, podría salir del país si era rápida y lo hacía antes de que pusieran la denuncia. Al menos era un plan viable… es decir, mientras no fuera con ellos para joderlo porque estaba claro que la discreción no era lo suyo.

La puerta electrónica del parking subterráneo está cerrada -y se abre con un lector de tarjetas-, pero otra estrecha en un lateral sólo está entornada. El olor a neumático y aceite rancio los golpea. Tubos fluorescentes espaciados les entregan una tenue iluminación. Resuenan ecos de voces desde lugares indeterminados, tal vez de operarios de algún tipo. El parking, por supuesto, está atestado de vehículos.

No tardan en localizar a Antonio y el otro confabulando junto a un utilitario. El mexicano se mantiene en un silencio hosco, probando la cerradura.
 

Aquí vienen las chicas. Sus expresiones son tensas; la de Alicia, francamente reluctante.

Antonio aprieta las mandíbulas, reconcentrado en la operación, o tal vez intentando ignorar al moro.

Lo primero que hice fue mirar a la puerta automática por la que tendríamos que salir y las cámaras. Intuía que no habrían tenido nada de eso en cuenta. Entrecerré los ojos, era lo que nos faltaba. Pregunta, ¿Cómo inutilizar el sistema de seguridad sin disparar alarmas? Complicado. Sería más fácil elegir un coche de los que tenían en ticket en el salpicadero y pagar. Eso sy actuar de forma discreta. Tal vez cortar, sutilmente, el cable de la cámara. 

Me puse la capucha, luego, con mucho cuidado de no entrar en el ángulo de la cámara me acerqué al tipo superveloz. Con suerte sería lo suficiente rápido para que la cámara sólo grabase un borrón o, en su defecto, sería capaz de acercarse sin que le gravasen. Le di un toque en el hombro, señalé la cámara y luego con dos dedos hice un gesto de tijera. Después me alejé, me apoyé en otro coche y me crucé de brazos, con gesto de molestia. Mis ojos recorrían los otros coches, buscando algún ticket del parking. Era cierto que podría ayudar desactivar alguna alarma y hacer un puente, pero en lugar de eso empecé a buscar unos guantes, iba a necesitarlos.

Antonio se ha fijado un objetivo quizás demasiado alto. Intenta abrir la cerradura, pero está claro que hace mucho tiempo que no practica esto, porque pasa el tiempo y no consigue nada. De todos modos... no sé, esperar aquí hasta que pase el jaleo, es tan mala idea? Los pensamientos sobre su madre le asaltan una y otra vez. Al final, da el coche por imposible de abrir. Mira a los demás, con cara de derrota.

-No lo consigo... es todo lo que puede decir. No sabe qué otra cosa puede decir a los demás. Todos esperando por él, y falla... y su madre...

En aquella situación, Carla se sentía totalmente inútil. Nunca había forzado un coche, ni había hecho un puente a un coche robado, ni había escapado de nada...

Pero todo eso no le preocupaba a la muchacha. La última conversación con Alícia la había dejado algo trastornada. Y no se refería al hecho de tener control o no de su poder, sino a la afirmación de su compañera: sabía como librarse de su poder.

Si era verdad, podría acabar con toda aquella pesadilla, con las huídas y las persecuciones, con el miedo, con... volver a como era antes!

Sabía que aquella no era el momento de preguntarle a Alícia como eliminar aquella cosa que conseguía rebentar cerebros, y solo se le ocurrió animar a Antonio en su intento de abrir el coche.

-Tranquilo Antonio, lo estás haciendo bien...

Era lo único que podía hacer.

Lo sabía, si es que lo sabía. Si quieres algo bien hecho...

Me calé la capucha. Luego me puse un pañuelo tapando la cara, me ajusté los guantes y saqué una cuchilla. Primero corté los cables de la cámara. Verifiqué el circuito para asegurarme de que no habría problemas. Después fui a otro coche, uno familiar blanco, el mas barato, el más común y el más seguro. Además, este estaba lleno de trastos potencialmente útiles y, quien quiera que fuera, había dejado la tarjeta del parking en el salpicadero. 

Me aseguré de que no tenía alarma y luego saqué un destornillador. Abrir la puerta no era demasiado complicado si se conocía el mecanismo básico de aquel modelo. Me detuve un momento a coger la tarjeta del parking y se la dí a Antonio. 

- Espero que al menos tengas cambio. 

No estaba de humor para palabras amables ni demás gilipolleces. Diría que lo sentía, pero no. Me incliné bajo el volante. Hacer un puente era algo trivial. Aunque fuese la primera vez que lo hacía para robar un coche, cualquier mecánico con un mínimo de conocimientos sabía qué cables debía juntar. El coche arrancó. Me levanté y miré a los otros. Me mordí el labio, no era el momento de comentarios mordaces. 

Tras pensarlo muy brevemente, llegué a la conclusión de que era mejor que condujese el tipo super-veloz, porque sus reflejos sería útiles. ¿Cómo era ese rollo de que una fracción de segundo podía ser la diferencia entre la vida y la muerte? En este caso la limitación sería el coche, pero no estaba de más que se encargase él. 

- Conduces tu, pero procura no llamar la atención. Al menos hasta que me dejéis en una boca de metro. Luego haced lo que os dé la gana. 

Ya estaba dicho. Ahora sólo quedaba que, por una vez, las cosas no se torciesen...

En efecto, había una cámara de vigilancia en uno de los ángulos y Alicia, impacientándose con el nuevo, la había inutilizado. A continuación, nerviosa como el rabo de un chivo, había localizado, forzado y puenteado un coche de su elección en cuestión de cinco minutos, extrayendo los guantes y un destornillador de su mochila. Su eficiencia –y suficiencia- competía con la del mismísimo MacGyver.

Les miré con impaciencia, no entendía porqué tardaban tanto. O su manía de complicarlo todo innecesariamente. Cinco minutos. ¿Qué habían estado haciendo antes? No, mejor no saberlo. Era como tener varios Javis, con montones de poderes pero que sólo usaban para destruir. Cualquiera podía romper cosas, lo verdaderamente jodido era arreglarlas o construir algo nuevo... Y encima esta vez no tenía a mis padres para que arreglasen las cosas. Asco de vida.

- ¿A qué esperáis? Ya deben estar buscándonos y si tenemos que pasar un control policial va a ser jodido. 

Un motor arranca con esfuerzo en alguna plaza fuera de la vista, aunque reconocible para el nuevo.

Observo con estupefacción todo lo que sucede con estos tres. El tipo no es capaz de abrir el coche, sin embargo la tal Alicia se desenvuelve entre los cables y la mecánica como si fuera un juego de niños. La otra, parece un pez fuera del agua. Desde luego, el grupo que me ha tocado en suerte no me inspira confianza, pero debo tener fe y salir de allí con ellos, si quiero encontrar respuestas.

Me pongo al volante, pero con un gesto de desagrado por el cariz que van tomando las cosas. Le lanzo una mirada dura a Alicia por el retrovisor. Acomodo la caja como puedo.

- ¿De qué mierda vas, tía? Te crees que lo sabes todo y no sabes una puta mierda.

Miro a Carla, que se sienta en el asiento de copiloto, y le explico un plan para salir del paso, por si nos cruzamos con la policía.

- Ahí dentro hay un puto mutante de pelo largo arreglando una furgona. - Le explico con un ademán de mi mano, señalando al interior del párking. - Si nos para la bofia, tú vas y les largas que has visto un tío muy raro ahí debajo. Que crees que es un mutante y te has cagao de miedo. El pavo hace copias de sí mismo. Se separa y se arrejunta cuando le sale la polla... Una fiesta, el colega.

En cuanto todos se suben y tenemos el ticket pagado, conduzco el coche con tranquilidad hacia la salida del aparcamiento.