Partida Rol por web

El Yin y el Yang fluyen sin detenerse.

Hace tan solo unas horas el cuerpo del joven guerrero revosaba de la vibrante energia del Yang, y ahora es la fria mortaja del Yin la que cubre su cuerpo moribundo, que acabarà sirviendo de alimento a los peces de la bahia, regresando de nuevo al incansable flujo del Yin y el Yang.

Yin y Yang, Tierra y Cielo, Caos y Orden.. de entre todos los Dharmas, solo el Camino de la Grulla Resplandeciente es capaz de alcanzar el orden atravesando el fango del caos y el Cielo alzando el vuelo desde la imperfecta Tierra. Elevandose entre el flujo de Chi. Flujo guiado y ordenado por el Tao, abarcando la vida y la muerte. Solo las grullas son capaces de alcanzar la altura suficiente para ver el Yang en el seno del Yin y el Yin en las entrañas del Yang, comprediendo que la dualidad es solo una ilusiòn en la que el Hun y el P`o aun siendo dos, son realmente uno y que la ùnica certeza que tenemos es la del cambio constante, del ser al no ser, de la realidad a la ilusiòn, del caos al orden.

Nada hay bajo el cielo donde no estè este flujo constante de Chi

... Como si se percatase entonces de tu presencia, la urraca alza la cabeza observandote, casi podrìas decir que con curiosidad. Abre el pico, pero antes de que pueda graznar, un enorme gato atigrado salta sobre ella, mordiendole en la nuca. El gato la sacude de un lado a otro, terminando de romperle el cuello, sin que puedas hacer nada.

Observaba aquel ave, augurio de fortuna para muchos, con la curiosidad que me causaba su presencia tan cerca nuestro. Era como si su presencia representase algo, pero no aquello que tantos le relacionaban, sino algo más profundo. Contemplaba sus plumas blancas, pues la oscuridad de la noche tras ella apenas permitía distinguir su parte más negra, del mismo modo en que sus plumas blancas apenas serían distinguibles con un cielo soleado tras ellas, y sería su parte negra la que se distinguiría. Sin embargo, ambos colores formaban parte del ave.

Esa era la realidad que necesitábamos comprender, ese equilibrio, la dualidad del ser, dos partes en perpetuo cambio para formar una unidad. Al igual que el chi, yin y yang en perpetua lucha, cada uno conteniendo al otro, sumergiéndose en el otro, compitiendo por un predominio que siempre regresaba, en un equilibrio que se perpetuaba en el tiempo. Vida y muerte, ¿acaso importaba? Todo formaba parte del ciclo, todo formaba parte del chi. La vida de aquel soldado se extinguía, su yang, pero su espíritu seguiría su camino con su muerte, en el yin. Nosotros perdíamos una oportunidad en el proceso, pero ganaríamos otras, pues el equilibrio se mantendría. Siempre lo hacía.

Ahora lo entendía.

Un movimiento de la urraca hizo que ladease mi rostro, observándola mirar en mi dirección. Sin embargo, la súbita aparición de un felino dando caza a la distraída ave me hizo parpadear, sin ignorar ni lamentar la muerte de aquel animal, cuyo depredador sacudía su cuerpo contra la madera del barco. No lo sentía por aquella urraca, como no felicitaba al gato por su exitosa cacería, como tampoco le culpaba por haber arrebatado aquella vida. Eso no tendría sentido. Sencillamente se trataba de otro ejemplo de fuerzas que se oponían, como el yin y el yang. Una había salido victoriosa, en aquella ocasión, mientras que en otra daría un resultado contrario. Y así era como el equilibrio se mantenía.

¿Alguna conclusión, Yuan? -Pregunté entonces, desviando mi mirada hacia mi hermano, ahora que la urraca ya no centraba mi atención. Él parecía centrado en tratar de determinar lo que sucedía, pero para mí aquellos asuntos quedaban ya muy lejos, y mi desinterés por ellos resultaba evidente, lo que no implicaba que no me inclinase a hablar de ello por cortesía.

- Imagino que será algún almacén de combustible de la zona inglesa - digo señalando a la columna de humo que se alza desde la parte inglesa -. No sé si puede ser seguro desamarrar y alejarnos del muelle, puede que alguna ballena haya entrado, si es así, estará nerviosa, nuestra embarcación no duraría demasiado si le da por sospechar de que somos enemigos, no quiero tener nada contra los habitantes del mar.

Al decir aquello, tres golpes llaman mi atención. Puse la mano ante Huang, guardando silencio para luego realizar un gesto hacia el, para que me siguiera. Comencé a andar hacia la borda de estribor para ver que había generado aquellos tres golpes.

Aguardé en silencio, expectante, junto al cuerpo de aquel hombre que cada vez se me antojaba más un cascarón vacío. Escuché las reflexiones de Wang en igual silencio, sobre los japoneses y sobre lo que aquel posible desertor podría haber supuesto en nuestra defensa de estos, sin dejar de mirar aquel rostro extranjero. No dije nada, casi pudiendo sentir cómo aquel alma se abría ya camino.

Terminé girando lentamente mi rostro hacia mi hermano, y negué con la cabeza con igual calma. Definitivamente, el soldado no sobreviviría.

- ¿Sabéis si tiene familia? – pregunté a Wang, pues desconocía si habían revisado sus cosas.

No es que pudiera hacer nada al respecto, pero sentí curiosidad. ¿Aquel hombre moriría tal y como había vivido? ¿Causando dolor?

Mi espalda se irguió llena de tensión ante los repentinos golpes, preguntándome de qué se trataba, una cuestión que en seguida trasladé a mis otros hermanos; quienes no muy lejos hablaban sobre lo que estaba aconteciendo. Si no alcanzaban a verlo desde su posición, sin duda les resultaría más sencillo averiguar qué sucedía.

- Huang, Yuan, ¿qué ha sido eso? – formulé con serenidad, antes de llevar mi fría mano al cuello del soldado, queriendo comprobar si había sucedido ya lo que era evidente que sucedería.

Habían hecho lo posible por salvar aquella vida, no le parecía que fueran a lograrlo y era algo que había que aceptar. El dragón no pensaba quedarse ahí esperando a que terminara aquella silenciosa lucha por la supervivencia, era una persona inquieta y en ocasiones muy impulsiva. Aquél adjetivo, impulsivo, sería el adecuado para el joven Wang en los tiempos en los que su respiración era genuina, ahora era un reflejo que ahora mantenía. Wang estaba respirando con más fuerza conforme pasaba el tiempo añadiéndose nuevos golpes, otra vez tres.  

- Hermana, su vida ya no está en nuestras manos, veamos qué sucede afuera. Seguro que tendrá familia, en Japón, cuando no algún hermano alistado también para la guerra. Si muere no podrán despedirse de él.

Wang, que se había sentado, se levantó, se sacudió la ropa y la alisó buscando imperfecciones que eliminar, no soportoba mostrarse descuidado. Hechó a caminar hacia la puerta decidido a saber más sobre lo que podía estar pasando, los golpes sonaban a llamada del destino, no a un suceso casual y el dragón era creyente en esas cuestiones pues aunque su Yang le llevaba hacia el desequilibrio carnal, su espíritu tenía algo a lo que aferrarse, la creencia en que habían fuerzas contrapuestas que necesitaban enfrentarse para dar sentido al mundo. Ese ancestral torbellino podía estar manifestándose ahora.

La noche parece arrastrarse con parsimonia, dejando a su paso un rastro tan pegajoso como el de un caracol.

La muerte se ha cobrado esta noche demasiadas vidas. El Reino Oscuro de Jade abrirà de par en par sus puertas, para que todas esas almas puedan entrar en el Reino del Emperador de Jade, aunque algunas jamas encontraràn su entrada, unas condenadas a vagar por el Reino Medio y otras se hundiràn en el dolor de los Mil Infiernos, sentenciadas a sufrir sin descanso a lo largo de las Edades.

Las dudas sobre la clase de persona que era el moribundo, su vida, sus alegrias y sus penas permanecen en el aire como una niebla espesa.

Un ruido os puso en alerta.

El rostro del japones parece contraerse levemente durante un brevisimo segundo, como si hubiese percibido el gèlido abrazo de la muerte en el tacto de la fria mano de Min y finalmente expira.

Al mismo tiempo, comienzan a escucharse voces airadas en el puerto. Un ràpido vistazo os permite ver como un grupo de unas doce personas armadas estàn sacando a los pescadores y marinos de sus embarcaciones, por los gritos y los gestos, es evidente que les estan amenazando. No os cuesta reconocer el modo de proceder de las Triadas. Seguro que estan buscando informaciòn sobre lo sucedido la otra noche.

Uno de los mafiosos alza un machete dejandolo caer con fuerza sobre el rostro de un hombre, que cae al suelo con la cabeza abierta convulsionandose. Una mujer se abalanza sobre el cuerpo llorando y gritando, para ser apartada con brusquedad por otro hombre que la aparta con violencia estirandole del cabello.

Apenas me alcanzó, lejana como la brisa de las montañas desde el valle, la voz siempre serena de Min Liu. Escasas fueron sus palabras, pero llegué a distinguir la palabra "familia", y el tono interrogante de su voz. Mi mente se sumió en recientes recuerdos, mientras mis ojos se elevaban hacia los cielos nocturnos, cuyas estrellas desvelaban dónde el humo se alzaba en altas columnas.

Deja atrás a una esposa joven y a un hijo de corta edad. -Compartí con fría serenidad, preguntándome cuán distinta sería ahora la vida de aquellos dos mortales, debido a la muerte del hombre que debía proveerles, protegerles, cuidarles. Un hombre que había deshonrado a su padre hasta llevarlo al suicidio, pero que había luchado por enderezar su vida con rectitud, la misma lucha que yo libraba cada noche. La misma lucha en que yo triunfaba en unas ocasiones, y sufría en otras dolorosas derrotas.

Los golpes despertaron el instinto de supervivencia de mis hermanos, alertando sus sentidos. Yuan se sitúa ante mí, en un gesto protector que me lleva a mirarle con curiosidad, para terminar por dedicarle una afable sonrisa.

Sosiega tu ánimo, hermano. El sonido que así ha atribulado tu alma no supone preocupación alguna para nosotros. -Le expliqué con calma, volviendo a alzar mi vista al cielo, aunque mi mano señaló en la dirección de aquel gato que aún portaba el cuerpo sin vida de la urraca entre sus dientes. Una voz me llegó nuevamente desde el interior, esta vez ligeramente más alta. La de Min, preocupada al parecer también por aquel, a mis ojos, inocente sonido- La vida y la muerte han librado su batalla, y ambas han vencido y caído derrotadas. La urraca ha perdido su vida, para que el gato pueda conservar la suya. El equilibrio se mantiene.

No obstante, cuando bajé mi vista del cielo estrellado fue para girarme y descubrir que voces lejanas desvelaban figuras recortadas en las luces del puerto. Mi gesto beatífico se tornó serio, al contemplar a aquellos hombres armados amenazando a gentes humildes a lo largo del muelle, sacándolos de sus embarcaciones entre duras amenazas. Un hombre moría violentamente, una mujer era maltratada ante su cuerpo sin vida. Las Tríadas, en medio de un mal tan desolador como los estragos del bombardeo, no cejaban en su empeño de hacer sucumbir la ciudad bajo su poder.

Eso, en cambio, carece de equilibrio alguno... de momento. -Indiqué con firmeza, encaminándome a la pasarela que me llevaría a tierra, a que mis pasos me guías en hacia aquella gente, mientras me ponía dorados anillos en mis dedos, a la espalda. Aún existía una mínima posibilidad de hablar, pero dudaba que aquellos mafiosos atendieran a más razones que las que ellos mismos enarbolaban: la violencia.

El joven había abandonado la sala, el último suspiro del muchacho no llegó hasta él, pendiente como estaba de los sonidos del exterior. La noche trajo consigo una nueva sorpresa en la forma del gato que había cumplido sus funciones como cazador. Wang se fijó en si era el felino que ya conocía*. Lo habría evaluado con más detenimiento pero los ruidos venían desde diferentes direcciones y en tierra firme unos gritos irrumpieron la corta calma que la había estado precediendo.

- Mucho tardaba la podredumbre en traer su olor.

Decía en referencia a las tríadas, que habían permanecido escondidas pero a la expectativa de revolverse contra los que debían ser sus cazadores. Deseaba que con el tiempo esa serpiente terminara descabezada.

- Vamos a por esos mafiosos, que sea su sangre la que riegue el suelo, mejor aún, nuestras gargantas.

Había dicho aquellas palabras para que también llegaran a Min y conociera de sus intenciones. Wang desabrochó los nunchakus, los mantuvo todavía cerrados, sujetos con la mano derecha. Hizo un gesto a Yuan para que fueran tras Huang.

Estoy pendiente del ruido y de las voces que se alzan entre la oscuridad de la noche. Los miembros de las triadas han hecho acto de presencia buscando explicaciones pero... ¿explicaciones de qué? Si está muy claro que ha sido un ataque.

Aunque su forma de actuar me convence de que están buscando muñecos con los que descargar su ira por, presuntamente, haber sufrido daños, como si el resto de habitantes de la ciudad hubieran salido impunes del ataque nipón.

Huang avanza hasta el muelle, bajando de la embarcación y Wang sale de mi refugio y llama al resto del Wu presente a unirnos a nuestro hermano.

Giré la cabeza para mirar en el interior y, si veo a Min, asiento y la invito con un gesto a salir. Entonces me dirijo tras mis dos hermanos y desciendo de la embarcación junto a ellos. Apoyo mi mano en el pomo de mi cimitarra, teniéndola cerca para desenvainar en cualquier momento.

- ¿Qué quieren estos ahora? - pregunto de forma retórica y con un tono en mi voz bastante airada.

Mientras el más inquieto de mis hermanos me animaba a olvidarme de aquel soldado al preguntar por la familia de este, el más sereno de ellos me ofrecía una escueta pero clara respuesta al respecto. Aquel hombre dejaría a una mujer y un hijo en el Reino Medio.

Un hijo de corta edad…

Pensar en ello me llevó a pensar en la vida que había dejado atrás, a cómo el sufrimiento de aquel doliente sería similar al de la única persona a la que probablemente le había importado yo de verdad. O le importaba. No lo sabía, ni sabía qué sería lo mejor para él.

Arranqué de mis entrañas aquellos sentimientos inútiles, aunque no sin cierta dificultad, y me centré nuevamente en el moribundo; así como involuntariamente en aquel sonido del exterior por el que terminé preguntando. Casi al mismo tiempo que notaba cómo el espíritu del japonés abandonaba definitivamente su cuerpo, Huang me informaba de lo que fuera había sucedido. Equilibrio. Tan necesario a veces. Otras, no tanto.

Me encontraba ya sola en el interior cuando aparté mi mano del cuello del soldado y la dirigí a su rostro, cerrando sus ojos sin vida con cuidado. Pronto, aquel cuerpo sería un frío cadáver del que tendríamos que deshacernos, pero mientras me ponía en pie con parsimonia, me di cuenta de que aquello se retrasaría quizás más de lo esperable.

Nuevos sonidos comenzaron a provenir del exterior, sonidos muy distintos y alarmantes que provocaron que mis hermanos pronto se pusieran en marcha, y es que tras alejarse Huang con una nueva mención al equilibrio; pronto le siguieron Wang y Yuan, dando claras muestras el primero de la gravedad de la situación y de a qué nos enfrentaríamos. Casi al mismo tiempo que Yuan asentía en mi dirección, comencé yo también a caminar hacia el exterior, pudiendo pronto observar parte de las tropelías que se estaban dando en el puerto.

Bajé de la embarcación, y avanzando unos pocos metros por detrás de mis hermanos, me armé con el par de feng huo lun que llevaba conmigo y que sostuve de manera discreta a ambos lados de mi cuerpo; pareciendo muy posible que terminara teniendo que necesitarlas.

Este gato es ligeramente mas grande que el que encontraste, además el otro tenia colores grisaceos mientras que este posee colores anarajados, el pelaje de ambos es atigrado.

Mis pasos por la pasarela, en dirección al muelle, comenzaron solitarios y silenciosos. Nunca fue pasar desapercibido lo que me caracterizó, ni en vida ni en la pequeña muerte, ni tampoco lo hacía mientras descendía de la embarcación que servía de refugio de mi hermano de wu. Ya con los anillos en mis dedos, uní mis manos a la espalda mientras mis pasos me llevaban firme por el suelo de piedra del puerto, sabiéndome ya acompañado. No dediqué mirada alguna a mis hermanos, pero sentía su presencia, cerca de mí, a mi lado, detrás mío. Éramos un torrente que avanzaba por el cauce inexorable hacia el mar.

Aquellos hombres abusaban de quienes en modo alguno podían defenderse. Mataban, herían, golpeaban, y en nada de aquello existía razón alguna, beneficio que pudieran obtener, que justificase sus actos. Si es que la obtención de un beneficio podía servir de excusa para su comportamiento. Rompían la armonía de aquel lugar, que se encontraba bajo nuestra protección al ser remanso de paz del refugio de nuestro hermano, y la de la ciudad que ya demasiado había sufrido por una sola noche.

Cuando nuestra presencia se hizo evidente, tres de aquellos mortales salió a nuestro encuentro entre amenazas y falta de etiqueta y buenas maneras. Mis ojos se posaron en el rostro de aquel que tomaba la palabra, aunque se desviaron expresivamente hasta la hoja de aquel machete con que nos apuntó de forma amenazante. Impasible, volví a mirar a aquel hombre directamente a los ojos, consciente de lo que acontecía por detrás de él, abusos a niñas pequeñas, así como a simples ancianas indefensas. Aquella gente no tenía límite moral alguno, motivo por el que invoqué el poder de la vida y la pasión y la filtré desde mi cuerpo inmortal hacia mis manos, atravesando el metal de mis anillos para hacerlos cumplir con su función.

Era inevitable.

Demasiada sangre se ha derramado en esta aciaga noche. -Indiqué con seriedad a aquellos hombres, sumido en una calma extrema, la de conocer el desenlace de lo que tenía por delante- Vertida o consumida por el fuego. La ciudad ya ha sufrido suficiente, sin vuestra ayuda. -Una de mis manos pareció de detrás de mi cuerpo, señalando a todos aquellos hombres en un barrido horizontal, señalándolos con el dedo índice acusatoriamente- Dejad a esta gente y permitid que un mínimo de paz sane las heridas del pueblo. Nada obtendréis de ellos, y sólo una cosa de nosotros...

Y esa cosa, lo único que podrían obtener de nosotros, era su muerte.

Los cuatro avanzamos por el pavimento del puerto dejando atrás mi refugio y al fallecido soldado nipón para enfrentar los miembros de la triadas que atemorizan, todavía más si cabe, a los ciudadanos que se refugian cada noche bajo el techo de sus embarcaciones.

Sin duda, el del grupo de la triada, es un acto vil para intentar buscar información una información que parecen no estar encontrando y que, a su paso, van dejando muerte y heridas irrecuperables.

Huang habla en nombre del Wu, con sensatez y dureza. Parece que nuestro hermano no piensa que la banda que atemoriza el puerto vaya a entrar en razón y olvidar lo sucedido. Agarro el mango de mi cimitarra y aprieto con fuerza entorno a el, preparando el momento en el que tire de ella y la desenvaine para enfrentar a aquellos machetes y el bichero.

Alzo el mentón para tomar una gran inspiración, como si mi cuerpo se pusiera alerta para lo que va a suceder. Las acciones que han estado obrando los miembros de las triadas durante este rato no deberían quedar impunes.

A pesar de mi posición, moviéndome cual sombra por detrás de mis hermanos, pude observar cómo los golpes hacia aquella mujer se sucedían. Aquel hecho significaba algo mucho más grande que una simple paliza, que el dolor de aquella mortal. Aquellos seres atentaban contra una de las cuestiones sagradas, y no podíamos permitir aquello.

Tres de estos se decidieron a acudir a nuestro encuentro mientras los abusos a la mujer continuaban, profiriéndonos en seguida uno de ellos advertencias que sin duda serían desoídas. Puede que aquel mortal fuera capaz de infundir temor en otros iguales a él, pero ese no era nuestro caso, raramente sería nuestro caso.

Mi mirada no tardó en desviarse hacia las mujeres que sufrían la violencia de aquellos individuos de un modo u otro, habiendo cesado el pateo a la primera. Curiosamente, los pescadores y marineros demostraban menos valor que aquella anciana, quien quizás se viera abocada al riesgo por sentimientos que resultaban inservibles en aquel momento, aunque puede que simplemente se trataba de la asunción por parte de aquella mujer de que no era mucho ya el tiempo que le quedaba en este Reino.

Fue Huang quien primero tomó la palabra tras escuchar aquellas que nos instaban a irnos, dirigiéndose con su habitual calma a quienes no la merecían. Mientras realizaba su exquisita exposición, me adelanté con tranquilidad para situarme junto a mis hermanos, quienes parecían listos para atacar de ser necesario; algo que parecía probable que terminara por suceder. En poco tiempo, aquellos mortales habían dado muestras más que suficientes de que el diálogo era algo a lo que no acostumbraban, lo cual me alegraba tras presenciar su inaceptable obra.

Había alcanzado pronto al grupo para quedar a tan solo cuatro metros de distancia de los salvajes que esparcían terror con la intención de soltar la lengua de quien hubiera visto algo relacionado con la paliza de ayer. La respuesta tenía que ser contundente, las fuerzas de la tríada podían ser desgastadas y aunque convenía hacerlo lejos de sus refugios la guerra se había trasladado al puerto. No podían hacer oídos sordos, este uso de la violencia para imponerse era lo que querían detener. Si acaso estaban ante la escoria que había que barrer y no había otra alternativa que plantarles cara. Aunque fueran doce si eran decisivos lograrían amedrentarles.

- La se derrumba y en lugar de mostrar respeto por las personas venís a empeorar nuestras vidas. Quizás lo que haya que hacer sea cortaros las manos, así no tendréis con qué abofetear a nadie.

Con eso mostró sus nunchakus y resolvió varios rápidos movimientos demostrando que sabía usarlos con pericia.

- Ven a por mí si puedes.

Dijo cuando con un rápido golpe buscó el arma de ese valiente golpeando con una vara del nunchaku con la intención de arrebatarla.