Partida Rol por web

Apenas termina Huang de hablar el individuo le vuelve a increpar - ¡¿Que coño dices?!, para dirigirse después a los dos que le acompañan - este imbecil se cree Confucio, quienes responden a su ocurrencia con risas. Luego vuelve a encararte - esta noche dormiras en la bahía con tus amigos, y vuestra puta terminara abierta de piernas en nuestros burdeles despuès de que nos hayamos divertido con ella. Antes de que alce el machete para atacarte, puedes ver como todo su cuerpo se prepara para el ataque, del mismo modo que puedes leer sin problemas un libro abierto.

Min y Yuan aguardan antes de realizar ningún movimiento, como la serpiente y el halcón, que esperan el movimiento de su presa antes del ataque

Wang, con el Yang crepitando en sus venas, responde con sus nunchakus. Apenas el cabecilla alza el machete para atacar, lo desarmas con un rápido movimiento. Durante un segundo duda, pero se recompone rápidamente, dando una voz al resto de sus compañeros - !EEEHHH¡

El resto del grupo se dirige corriendo hacia vosotros para atacaros, mientras los que se acercaron hacia vosotros retroceden un par de pasos aguardando a sus compañeros.

Podeís sentir el chi Yang vibrando alrededor, mientras el frio manto del Yin cubre la ciudad

La respuesta de aquellos malnacidos no se hizo esperar, y escasa era la esperanza de obtener otra diferente a lo que sobrevino, una más positiva. Su voz sonó ignorante, burda, carente de lógica y sentido común, pero también completamente alejada de la virtud que todo hombre debía cultivar. Era un insulto a la sabiduría, al camino virtuoso, a nuestra inmortalidad, y a la honra de nuestra hermana a la que en tan hediondos términos de atrevió a hablar en nuestra presencia.

Las cartas estaban echadas. Un rápido gesto de Wang dio inicio a las hostilidades, un duelo desigual en número y en capacidad, a buen seguro, aunque estaba por comprobarse hasta qué punto un valor y otro se equilibraban entre sí. Enclavé mis pies en el suelo, debidamente situados, con las piernas semiflexionadas; y extendí mis brazos ante mí, uno más estirado que el otro, aguardando a la llegada del primero de mis rivales, si no terminaba por arrojarme yo mismo hacia él. Mi mirada se volvió rígida, dura, propia de la seriedad que entrañaba todo enfrentamiento.

Apreté mis puños, sintiendo el chi fluir por los anillos que portaba entre mis dedos. Aquella noche iba a recibir más muertes aún, algo que debería haberse evitado.

Todos sabíamos, momentos antes, que la situación no iba a cambiar por mucho diálogo que quisiéramos ponerle. Aunque las palabras de nuestro hermano demostrasen que queríamos ser diplomáticos, en realidad me he quedado aliviado al pensar que esos matones encontrarán la justicia que merecen bajo el filo de mi cimitarra.

Tiro de la empuñadura y desenvaino mi arma, poniéndome en guardia mientras calculo nuestras posibilidades.

- Quien golpea primero, golpea dos veces - digo para mis hermanos esperando que los cuatro nos lancemos en tromba contra ellos antes de se puramente reactivos.

Había esperado que los mortales fueran más sensatos, una idea alocada si consideraba que le recordaban a él mismo en sus principios. No eran más que matones llevados por bajos instintos, era difícil para ellos pensar más allá de demostrar su poder sobre el territorio. Ahora era evidente que el abuso sobre estas personas inocentes iba a terminar en un baño de sangre.

- Si esto es lo que queréis, que así sea.

Dijo decepcionado, pensando en avanzar junto a Yuan para eliminar a alguno antes de que formaran un frente unido.

Si Huang estaba siendo como un arroyo en calma, que avanzaba aun así inexorablemente, siendo capaces sus aguas de arrastrar cuanto se encontraran a su paso en el momento preciso; Wang resultaba ser el fuego que nacía de manera sorpresiva, y con el que había que tener cuidado para que descontrolado, no prendiera todo el bosque.

Las palabras del Huang fueron respondidas mientras Wang comenzaba con la ofensiva, logrando desarmar a uno de aquellos malnacidos. Mi rictus se mantenía impasible, escuchando los improperios hacia mi hermano y hacia mí. Estos no significaban nada, sólo eran palabras, y las palabras no hacían daño; o de ello había tratado de convencerme durante los últimos años. Dejar estas a un lado, y arrebatar las ganas de vivir a quien las pronunciaba y quienes acompañaban a este, aquello era todo lo que debíamos hacer, pero intentarlo no fue todo lo que sucedió.

El aura de frialdad que me envolvía y que cada vez creía más recia, aún contaba con grietas mucho más profundas de lo que había pensado, aunque realmente no sabía hasta qué grado podía llegar a resultar impermeable a determinadas cuestiones. No podía ser ajena a aquel lado por entero, también era hija de la Reina Escarlata, y debía mantener un particular equilibrio como Flor de Hueso.

Fue la mención a cómo aquellos mortales se divertirían conmigo lo que hizo que mi semblante cambiara, que mostrara un horror que mis hermanos no habrían visto antes en mí. No duró demasiado, tan sólo un segundo o dos para ellos, pero en mi fuero interno aquello resultó una eternidad, un infierno. Las socarronas risas y los repugnantes jadeos retumbaban en mi mente, recordando el modo en el que mi cuerpo se veía manipulado y ultrajado una y otra vez, sin que mi dolor tuviera importancia, sin que mis sentimientos tuvieran importancia. Nunca había deseado tanto morir como aquella noche, aunque aquel no era un deseo nuevo, y por instantes creí ir a hacerlo, sucumbir ya sin fuerzas, sin dignidad, habiendo sido privada de mi humanidad para ser relegada a algo para la mera complacencia de los aberrantes deseos de monstruos.

Antes de darme cuenta, una lágrima caía por una de mis mejillas, aun con la seriedad ya presente en mi cara. Retiré aquella lágrima con desdén, empleando el reverso de mi mano, y me mostré dispuesta a combatir junto a mis hermanos. Aquellos mortales no habían tardado en tratar de aumentar su número, teníamos mucho que hacer.

El mafioso encarado frente a Huang, tras quedar desarmado por el ràpido movimiento de Wang, permanece desconcertado durante unos segundos, antes de dar dos pasos hacia atràs, sus compañeros, poco acostumbrados a que se enfrenten a ellos, se miran las caras sin saber bien que hacer, atacar, o aguardar al resto de sus hermanos.

Los demàs Tong van frenando su carrera segùn se aproximan a vosotros, con actitud amenazante. Comienzan algunos a remangarse decididos a masacraros, por la ofensa sufrida por su hermano, mientras preparan sus armas y pretenden intimidaros con sus gestos y su actitud, como han hecho con los demàs habitantes del puerto, convencidos sin duda, de que su superioridad nùmerica, les conducirà a la victoria. Uno de ellos, de bigotes afilados, aguarda unos metros por detràs esperando a ver como se desarrolla la pelea.

Antes de lanzarse hacia vosotros, se vuelven hacia el Tong que permamece en la retaguardia, quien tras miraros con cierto desprecio, asiente con la cabeza.

Alzan sus armas y se lanzan hacia vosotros gritando

La humedad en mi rostro sería ya prácticamente imperceptible, y yo ya no la sentía, cuando lista para defender lo que merecía ser defendido vi cómo los mortales se preparaban. Lo hicieron tras el desconcierto inicial de algunos, causado este por la forma en la que Wang había desarmado a uno de ellos. Quizás comenzaban a sospechar que no éramos como el resto de personas que se habían dedicado a agredir y amedrentar, aunque todos ellos parecieron continuar pensando que acabarían con nosotros sin mayores problemas.

Eran más que nosotros, aquello jugaba sin duda a su favor, o lo haría si nos encontráramos en iguales condiciones. Pero no, no era así, y se darían cuenta tarde de ello. Ante la orden de quien se quedó atrás, los mortales se lanzaron a por nosotros acompañándose de molestos gritos.

Con rapidez, y la gracilidad que me era propia, me dispuse a atacar a quien se dirigiera en mi dirección, haciendo uso de las Ruedas de Viento y Fuego que mis frías manos sujetaban; tan frías como aquel metal, pero no tanto como mi mirada.

Los matones hicieron el gesto para tomar sus armas, eso disparó la tensión en el cuerpo de Wang, su corazón reaccionó acelerándose, una acción del todo antinatural en alguien que debería de tener el órgano frío, inmóvil. No fue así, el kuei-jin sintió una excitación anticipando una lucha larga en la que esperaba tuviera delante a cachorros de la tríada, enviados solo como molestia, para tantear el terreno.

Tenían que ser conscientes de que con cada enfrentamiento directo aumentaba el riesgo de que los líderes ganaran nueva información sobre los pretendidos héroes. Si acaso, les habría venido bien evitar el combate, quedarse escondidos. Cuando se quiso dar cuenta, no reconoció sus propios pensamientos y no sabía si estaba despreciando a las vidas de aquellos humanos en peligro o si el P'O había logrado empujarlo un poco más hacia el precipicio. Wang hizo un esfuerzo para avanzar también en esa lucha espiritual contra uno mismo, todos sus combates se desarrollaban a la vez en el plano mental y en el físico.

Dando un paso quiso dar un primer golpe hacia el matón que ya tenía desarmado, podía ser el primero en caer. Sin arma, seguro que optaría por agacharse para recogerla y él plantaría la recia madera del nunchaku en el perverso rostro de ese hombre perdido por emociones nocivas.

Su expertía en el combate cuerpo a cuerpo le permitiría enfrentarse a más de uno de los rufianes, solo faltaba que su pretensión de conseguir la primera sangre no se volviera en su contra.

No había nada que decir, pues el tiempo de las palabras había pasado. Ya no era un tiempo de razón, pues la razón estaba reñida con la lucha. Durante el combate era prácticamente imposible pensar, pues el cuerpo no tenía tiempo para ello. Sólo se podía actuar, bien por instinto, bien por entrenamiento. En mi caso, lo segundo.

No obstante, del mismo modo que el hombre podía pensar antes de combatir, también podía detener su lucha y ser obligado a pensar. Como el yin y el yang, ambos mundos se rodeaban y complementaban constantemente. De modo que, tal vez, sólo tal vez, podíamos obligar a algunos de aquellos hombres a detenerse y pensar, si el sacrificio para ello era suficientemente importante.

Con esa idea en mente, aguardé. Mantuve mis manos en alto, en una guardia adecuada pero sosegada, sin prisa alguna. Alguno de ellos cometería el error de acudir a mí, y él sería el sacrificio a ofrecer para dar una esperanza a los demás de ser capaces de detenerse y reflexionar.

Min parece decidida a no quedarse atràs. Comienzas a danzar con las ruedas de viento como harìan las hojas mecidas por la brisa, pero te precipitas en tu primer ataque, golpeando el suelo con una de las ruedas, saltan las chispas del suelo acompañadas del caracteristico crujido del metal al romperse. Sin mirar la rueda sientes como se quiebra entre tus manos, dejandote el brazo dolorido, instintivamente sueltas la segunda de tus armas para agarrarte la mano, una pequeña esquirla del mango se ha incrustado en tu palma. Uno de los matones te ataca al ver una oportunidad, alza el bichero tratando de golpearte.

Wang tras desarmar al matòn, aguarda que este se agache para golpearle, pero el mafioso permanece quieto, sin saber de que modo reaccionar, si retroceder o agacharse a recuperar el arma. Hace un amago para recuperar el arma, pero justo antes de agacharse, retrocede dejando el arma en el suelo. Mueves los nunchakus tratando de golpearle en la nuca, pero demasiado tarde descubres que el miedo, le hace recular antes de intentar cualquier otro movimiento, demasiado tarde tratas de girar el nunchaku y terminas golpeàndote la rodilla. Te desequilibras un poco, momento que aprovecha uno de los mafiosos para intentar golpearte

Huang observa aguardando, como la grulla espera que las presas se acerquen a ella. Ves los fallidos intentos de tus hermanos, ellos se han dejado llevar, sin esperar el momento oportuno, aquel en que el enemigo baja la guardia justo antes de atacar, o quizàs han ofendido a Hsuan-wu* de algùn modo. Un mafioso con un machete lo blande hacia ti, sin dudar, confundiendo sin duda tu quietud, con miedo, apenas se acerca le golpeas con tus puños repetidas veces, con el primero de tus golpes suelta el arma y tras recibir los otros cae al suelo

Yuan sufre tambièn el ataque de uno de los hombres, que armado con un bichero, trata de golpearle.

El resto de los matones, a pesar de las indicaciones de su cabecilla, no parece tener muy claro como actuar, poco acostumbrados a que les hagan frente, y al ver como su mayor numero no os amedrenta, dudan.

No me quedo parado esperando a que ese bichero me alcance e intento apartarme antes de realizar mi propio ataque contra el malnacido que se ha atrevido a enfrentarse a mi.

- ¡Te arrepentirás! - le grité a la vez que la hoja de mi cimitarra creaba un arco en el aire en dirección a su cuerpo.