Partida Rol por web

John dejó las monedas sobre el mostrador.

- No es necesario, ya nos ha ayudado.

John sonrió a la camarera y se dirigió a la puerta del reservado, donde dió un par de golpes.

- ¿Señor Simpson?

Gracias a sus años en el ejército y en la brigada antiterrorista, lejos de asustarse o paralizarse, el agente Johnson reacciona instintivamente para recibir a aquella masa negra y contraatacar. Sus dos compañeros están muy lejos para ayudar y todo depende de su habilidad. Sin embargo, cuando se ha preparado para recibir el ataque este no llega y la masa negra se detiene a escasos centímetros de él.

Un enorme Rottweiler intenta hincarle el diente y tan solo una enorme cadena de hierro atada a su collar se lo impide. Vuestros oídos se inundan con los sonoros ladridos del perro que a pesar de no poder, no cesa en intentar lanzarse sobre vosotros. Enormes goterones de baba le saltan de su boca empapando el suelo.
 

A unos pasos, la sheriff suspira aliviada mientras se le escapa una leve sonrisa nerviosa.

-Perdonen agentes, debí advertirles del perro del viejo Hill, aunque no esperaba que lo tuviera ahí atado.-

Cuando su voz se ha relajado un poco, recorre los pocos metros que la separan de la entrada y tras subir los dos escalones del porche, se aproxima a la puerta y llama golpeando con los nudillos. Tras esperar unos segundos, vuelve a llamar, pero con más insistencia y llamando a Hill a gritos. A pesar de todo, nadie contesta. Finalmente, la agente se gira hacia vosotros.

-Maldito viejo, seguro que está pasando de mi. ¿Les importaría mirar por el otro lado de la casa? A ver si pueden verlo, porque no sería la primera vez que se hace el sordo y resulta estar sentado en su sillón.-

Entonces vuelve a la puerta y sigue llamando.

Al ver como John se encamina rápidamente hacia la puerta con el cartel de “privado”, Taddy se lanza sobre él e intenta sujetarlo por el brazo.

-Perdón agente, pero el señor Simpson  me ha pedido que nadie le molestara. Hagan el favor de volver más tarde y…-

Pero el agente John no escucha a la mujer y tras plantarse frente a la puerta llama enérgicamente. En ese momento, Taddy se queda inmóvil y sentís que alguien al otro lado se queda inmóvil, pues hasta hace unos instantes un leve murmullo de movimiento llegaba a través de la puerta.

Tras unos segundos de silencio, unos pasos se aproximan a la puerta. Al abrirse un enorme hombre de metro noventa con un poblado bigote y cuerpo corpulento a pesar de su avanzada edad aparece en el umbral.

-Estoy algo ocupado. ¿Necesitaban algo?-

Podéis notar que respira agitadamente, y pequeñas gotas de sudor resbalan por su frente.

- Jodido perro... - sentencia con gesto sorprendido aun - Casi me da un infarto. - añade empezando a caminar tras la sheriff, su mano derecha había caído sobre la funda de la pistola y seguía allí mientras de vez en cuando miraba hacia atrás observando al animal. Asiente a la petición de la mujer y empieza a rodear la casa, su diestra continua en todo momento sobre el arma, mientras camina utiliza su dedo pulgar para quitar el anclaje de seguridad y se asoma con precaución a una de las ventanas antes de llegar a la parte trasera.

Sullivan arrugó la nariz ante el monstruoso perro. Le había pillado completamente de sorpresa, y la verdad tenían que dar gracias a los reflejos de Jonhson: cualquier otro hubiera acabado muy mal parado ante semejante conglomerado de babas, pelo e ira. 

Con algo de esfuerzo se contuvo de hacer un comentario a la sheriff sobre su "pequeño despiste". No es que tuviera especial cariño por Jonhson, pero los cadáveres destruidos por animales solían ser poco interesantes y arduos de montar, como un puzzle con la imagen más aburrida del mundo.

Viendo que Jonhson sacaba el arma, Jules hizo lo mismo, antes de comenzar a examinar el hogar en busca de algo que dijese si su dueño estaba o no en el interior.

- Buenos días, señor Simpson. Somos los agentes Dwight y Sparks, del FBI. Nos gustaría que nos dedicara unos momentos para responder a unas preguntas.

John fue serio al pronunciar la frase, y miró un momento alrededor.

- A ser posible en privado.

Con el corazón latiéndote con fuerza por el sobresalto provocado por el perro, avanzas rodeando el edificio mientras intentas mirar a través de las ventanas. Dentro, la casa esta en penumbra y las feas cortinas y la mugre acumulada en los cristales te dificultan ver lo que hay en el interior. Tan solo puedes adivinar algunos muebles, tales como una alacena, una estantería con algún adorno amorfo que no consigues vislumbrar y un sillón antiguo en medio de la habitación.

Por la siguiente ventana apenas ves varios armaritos y una pared con pequeños utensilios colgados, por lo que intuyes que es la cocina. Al girar la segunda esquina, te encuentras con una entrada trasera a la vivienda.

Siguiendo de cerca a Johnson, recorres el mismo camino y observas por las mismas ventanas que él, no por desconfianza, sino con el convencimiento de que cuatro ojos ven mejor que dos.

En cuanto tu compañero termina de mirar por la ventana más cercana a vosotros, te dispones tú a mirar por ella. Tardas unos segundos en ver el interior pues la suciedad del cristal, unida a la penumbra que reina en el interior, te impide ver con claridad la habitación. Al final, aunque captas algo, tienes que ahcer grandes esfuerzos para ver que es. Lo primero que capta tu visión es una estantería con un pequeño péndulo de piano y una foto descolorida, así como una pequeña mesa de madera con un mantel estampado de flores. No tardas en deducir que lo que estás viendo sea seguramente el salón o la sala de estar. Al fondo puedes ver una chimenea  con varias fotos antiguas en su repisa y una mecedora encarándola.

A tu lado Johnson ha terminado de  inspeccionar por la segunda ventana y al no ver nada interesante te dispones a seguirle cuando tu vista se detiene en un enorme sillón que te da la espalda desde donde estás. Es el típico sillón individual que solían usar antiguamente los padres de familia por su amplitud y comodidad. Pero no es eso lo que te ha llamado la atención. A pesar de su tamaño, puedes adivinar como por uno de los lados sobresale lo que parece una cabeza. Al fijarte bien, también descubres que tiene los brazos apoyados en los posa-brazos, quedando el resto del cuerpo oculto tras el mueble.

Lo primero que piensas es que el viejo ese al que habéis venido a ver esta sentado en el sillón ignorando vuestros gritos y los insistentes golpes de la sheriff en la puerta, sin embargo, tu amplia experiencia en medicina y tu vasto conocimiento del cuerpo humano dan la voz de alarma. Por la posición de la cabeza con respecto a los brazos, tu mente dibuja el resto del cuerpo según la anatomía humana. El dibujo que te muestra es la de un cuerpo con una posición forzada, casi dolorosa para cualquier ser humano. Así mismo, los brazos están demasiado tiesos como para que una persona los mantenga sí sin moverlos o cambiar de postura. Ninguna persona podría aguantar en esa posición más de unos segundos, al menos no una persona viva.

De repente unos gritos os hacen volveros de golpe. De entre el maizal, veis aparecer a un hombre de avanzada edad, demasiado delgado y de aspecto decrépito con el rostro desencajado por la ira. En su mano derecha porta un apero de labranza, una guadaña reconocéis, que alza amenazadoramente.

-¡Me cago en la puta! ¿¡Que coñio aceis en mis tierras!? Esto es propiedad pribada ladrones malnacíos.-

El hombre avanza hacia vosotros sin un atisbo de temor.

- Agentes federales. - responde sacando su cartera con la izquierda y mostrando la identificación - Hemos venido acompañando a la sheriff, baje eso, señor. - le ordena manteniendo aún la diestra sobre el arma que permanece en su funda, pero que no dudará en extraer de la misma si se vé en peligro.

Cuerpo muerto en el sofá con orejeras. Guadaña en mano. Si no fuese porque aquel hombre parecía demasiado paleto para haber visto una cámara de fotos en toda su vida, Jules diría que ya tenían el asesino. Por supuesto, y eso lo sabía hasta él, avisar a su compañero del cadáver en el interior del edificio frente a aquel viejo no sería muy producente. Desde luego el hombre parecía sufrir un importante trastorno.

- La señorita Baker tiene que hablar con usted.- comentó el forense mirando a la mujer con soslayo. Y yo quiero hablar con aquel sentado en su sofá.

Respaldo las palabras de mi compañero y me coloco junto a él cuando solicita la reunión en privado.

- Seremos breves añado a lo dicho por mi compañero para facilitar la comodida de Tom Simpson.

Me mantengo atenta a todo lo que vaya a suceder. Tal vez no hayan sido las mejores formas para iniciar una conversación... habría  que estar preparado para todo.

Apareciendo exhausta por la carrera, joane Baker se sitúa a vuestro lado claramente nerviosa.

-Señor Hill, disculpe que le moleste, pero necesitaríamos hablar un momento con usted. Si pudiera concedernos un par de minutos y...-

El viejo Hill sin embargo, que no tiene ninguna gana de escuchar lo que la mujer tenga que decir, la interrumpe mientras habla.

-Me himporta una mierda lo que neseciten zorra. Ya le dije que la keria fuera de mis tierras. No tengo na que dicir ni ustedes na que ber. Así que más bale que salgan cagando leches de aquí antes de que les denuncie.-

Mientras habla, lejos de relajarse o amedrentarse, el viejo avanza sin dejar de amenazar con la guadaña.

Tom parece dudar un momento y notáis que su mirada se desvía varias veces hacia el interior de su despacho. Tras unos segundos de silencio, se hace a un lado y abre la puerta.

-Claro agentes, si solo es un momento-

Penetrais en una habitación que sirve de despacho al dueño del local. Os sorprende ver que es más grande de lo que habíais supuesto, con dos mesas y un par de estanterías cubriendo las paredes. Al fondo, una enorme ventana con las cortinas beige corridas deja pasar la luz iluminando toda la estancia. A vuestra izquierda, podeis ver un par de fotos enmarcadas de pequeño tamaño en blanco y negro, en las que se muestra en una a Tom pero con algunos años menos y en otra a una mujer sonriente. Ambas fotos, por forma y tamaño, bien podrían haber sido tomadas con una polaroid.

Una de las mesas se encuentra impoluta, con una carpeta azul de goma en el centro y una pequeña lámpara a la izquierda. La otra, sin embargo, está empantanada de papeles y objetos, los cajones están abiertos y en el centro hay una pequeña maleta donde el dueño parece estar guardándolo todo.

Plantándose entre los agentes y la mesa, Tom esboza una tímida sonrisa.

-Ustedes dirán agentes.-

Observo la habitación con atención, no se me escapa cada detalle.. y el contraste que hay dentro de la sala. Estanterías y ventanas enormes, no es que sea oscura.

Miro al Señor Simpson.

- Curiosa... antítesis digo arrastrando un poco las palabras mientras señalo las dos mesas

Paseo por la sala, sin tocar nada ni acercarme a nada en particular, observando. Miro al agente Dwight esperando que comience él a su modo las preguntas, después del casi encontronazo con el joven fotógrafo.. prefería no comenzar.

Desenfunda el arma y apunta al anciano - No se lo repetiré otra vez, señor. - sentencia con un tono alto y firme pero sin llegar a gritar, el mismo que utilizaba en la guerra y que le había quedado claro por experiencia que solía funcionar con aquella gente - Deje esa herramienta en el suelo, ¡ya!

- Somos agentes federales, Sr. Hill. No se si es consciente de lo que eso implica...

"Por supuesto que lo es. Tiene un buen motivo para no dejarte entrar..."