Partida Rol por web

La iglesia es, con diferencia, el edificio más suntuoso de Ashville. Refleja la época en la que fue construida, a finales del XIX, y el interior está decorado con varias imágenes retratadas de gran tamaño de escenas bíblicas, como la Última Cena o la Crucifixión. El edificio en sí es pequeño, suficiente para acoger a los feligreses de Ashville.

En el exterior, adyacente a la propia iglesia, se encuentra el cementerio. Algunas tumbas tienen más de cien años, pero el estado general del mismo es de un buen cuidado.

En la puerta de entrada, alrededor del coche de la Sheriff Baker, se agolpa una multitud cuchicheante. Parece, en general, más intrigada por saber lo que ocurre que airados por haber sido interrumpidos en el sermón del párroco. La llegada de los agentes atrae las miradas de todos los allí presentes, haciéndoos sentir escudriñados y, probablemente, protagonistas de las más descerebradas teorías pueblerinas. El ayudante Fred está en la puerta bebiendo de una botella de agua e intentando calmar los ánimos de la gente, la cual no lo necesita pues está bastante entretenida enarbolando rumores entre ellos.

Tras un rápido saludo a Fred, pasáis. Dentro, la sheriff charla con el párroco. Es un tipo joven, que no alcanza ni por asomo los treinta años. A su lado, con cara de ira, una mujer de entre cincuenta y sesenta años, de gran masa corporal. Un gesto de alivio se dibuja en el rostro del Joanna Baker al ver a los agentes cruzar la puerta y hacer una rápida ronda de presentaciones. El joven párroco es Julian Barrows, originario de San Diego. Ha llegado recientemente a Ashville a sustituir al antiguo párroco, que murió hace tres días de un ataque al corazón. La señora es Mary Benson, la viuda del párroco. Evidencia sin tapujos su ortodoxia religiosa, y fuerte carácter. Intenta contestar a todo, incluso cuando se habla con el joven párroco Barrows. Manifiesta claramente su carácter de líder y su omnipotencia en todos los asuntos religiosos de la iglesia con la excusa de que ella sabe cómo se hacen, como si de alguna manera le permitiera estar así cerca de su difunto marido. El joven Julian Barrows, que es más callado y sosegado, la deja hacer con infinita paciencia.

- ¡Joanna, dile a tus amiguitos que nadie me puede sacar de mi iglesia! - Exclama Mary, con un dedo amenazante en alto y hablando fuerte para asegurarse que la escuchen fuera. - Yo sé quién entra o sale de esta iglesia, y nadie ha puesto una bomba aquí. ¿Una bomba? ¿Estás loca, Joanna? - Acaba con un bufido de hartazgo y da la espalda a la sheriff.

- Señores agentes - entra en escena el joven párroco -, me gustaría ofrecerles un poco de calma. Sé que lo que hacen es por el bien común, pero todos nuestros fieles son conocidos. No tienen de qué preocuparse. Pueden echar un vistazo si quieren y dejar que continuemos con nuestro servicio.

- ¡Oh, sí, claro! - Grita Mary Benson, de brazos cruzados como si fuera un muro impenetrable. - Ahora el FBI va a corretear por la iglesia. ¡Menudo escándalo!

La iglesia no quedaba lejos de la casa de huéspedes, apenas cinco minutos a pie. No fue difícil ubicarla, ya que la algarabía se escuchaba desde un par de calles a distancia. Tal y como se temía Dwight, su soñada discreta evacuación se había convertido en todo un circo. La gente se agolpaba al borde del cordón policial, cuchicheando de manera excitada. Su presencia no atrajo mas que un incremento en el bullicio general. El tono de los murmullos aumentó. 

Los cuatro agentes se abrieron paso entre el gentío, que les cedía a regañadientes y entre miradas de curiosidad y desconfianza a partes iguales. Fred esperaba a la salida de la Iglesia, bebiendo agua de una botella. La sheriff tenía que estar dentro. 

Efectivamente, dentro del templo intentaba, junto al joven reverendo, hacer entrar en razón a esa tal Mary Benson. La obstinada mujer no iba a ceder su asiento fácilmente. Y no le resultó al veterano agente el averiguar por qué. La anciana, todavía de luto por la muerte de su esposo, veía con horror cómo se profanaba el lugar que tanto había significado para su matrimonio, en el que se sentía segura, con poder y autoridad. John le dio las gracias a la sheriff por su labor y se acercó a la señora Benson. Se sentó a su lado, con las manos cruzadas entre sí y apoyadas en la traviesa del banco de enfrente. Por su postura casi se podría decir que estaba rezando. 

-Señora, permítame presentarme. Mi nombre es John Dwight. Sé que no le gusta que hayamos interrumpido el servicio y entrado así en un lugar tan preciado para usted. Le aseguro que no es por gusto propio. Pero le pido comprensión y colaboración. -Por un momento la voz de Dwight se dulcificó. Todo rastro de aquel ser de corazón helado y hierática expresión había desaparecido en un instante. En su lugar, cualquiera que hubiera escuchado el tono del agente especial hubiera asegurado que se trataba de un hombre de lo más encantador, comprensivo y sensible. No es nuestra intención incomodarles, sino protegerles, proteger este templo que tanto ha significado para su marido. No lo haga por nosotros. Hágalo por la memoria de su marido. Sólo serán cinco minutos, y lo más probable es que suceda nada, que simplemente sea una falsa alarma. Pero creo que coincidirá conmigo en que jamás podría perdonarse que por su culpa le ocurriera algo a esta iglesia...

Tras otro interminable paseo de cinco minutos sin cruzar ni una palabra llegaron a la iglesia.

Las miradas de los feligreses y demás observadores se clavaron sobre ellos haciéndole sentir un tanto incómodo, pero no frenó su marcha. Pasó junto al ayudante de la sheriff saludando con un gesto de la mano si pararse, y se internó en el templo junto a sus compañeros.

La actitud de la esposa del pastor era intransigente, pero a la vez comprensible. El clima general era un tanto asfixiante y el duelo por una muerte tan reciente requeriría de un tiempo para empezar a dar paso a ese vacío, oscuro y frío en el que se ahogaba el sufrimiento dejando una suave melancolía flotando en su superficie.

Se descubrió a sí mismo pensando en Sandy y por extensión en Lewis y un escalofrío que recorrió su espalda le devolvió a la realidad.

Dejó a Dwight hablar con la viuda con ese tono que él debía pensar que era conciliador o algo así, pero que se notaba forzado al menos para él y se dedicó a dar una vuelta por el perímetro del recinto en busca de algo fuera de lugar mientras con un gesto llamaba al párroco.

Decides dejar hacer al Agente Dwight con esa complicada mujer y dar una vuelta por los alrededores. No sueles acudir demasiado a la iglesia, así que presupones que todo está como debe estar. ¿Qué esperas encontrar? ¿Sangre? ¿Una bomba con cables de colores y un display con una cuenta regresiva?

El sonido de los pasos rebotan en la cúpula del techo y lo devuelve amplificado, pero no tiene nada que hacer frente a los gritos de la la Sra. Benson. El párroco, abrumado por la situación, accede a tu llamada y se acerca a ti, que estás cerca del portón de entrada. Aún tienes la mano levantada para llamar al párroco Barrows cuando ves una foto pegada en la pared, sobre la zona del cepillo. En ella aparece un tipo maduro, de pelo gris y fino bigote barriendo la entrada de la iglesia. A juzgar por cómo va vestido, dirías que es el difunto párroco Arthur Benson. El marido de Mary Benson. Lo que más te llama la atención es el hecho de que sea un foto Polaroid. La foto parece estar tomada a cierta distancia, de manera furtiva.

- ¿Sí, agente? ¿Qué desea? - Pregunta el párroco Barrows, que ya ha llegado a tu lado.

-¿Es que esa mujer va a estar dando gritos todo el maldito día?- pensaba Johnson mientras paseaba en busca de algo, lo que fuera, que le indicase que iba a pasar a continuación. La sensación constante de ir uno o dos o quien sabe cuantos pasos por detrás de Lewis le frustraba enormemente. ¿Era eso lo que sentía Dwight?

El párroco acudió a su llamada, lentamente, como mandaba su posición de eclesiástico mientras sus ojos se posaron en la foto y su sangre se cristalizó al instante en sus venas.

¿Realmente estaba preparado para aquello? La foto se veía borrosa en sus temblorosos dedos.

La voz del párroco le sacó de aquel trance, cosa que agradeció profundamente. Su formación militar le permitió recomponerse casi al instante, volviendo a su actitud recta y formal que le caracterizaba.

-Padre- saludó -Muchas gracias por atenderme. Comprendo que en ésta situación- dijo con un ademán hacia la viuda -no tenga demasiado ánimo para testificar, pero me gustaría hacerle unas preguntas, si no es mucha molestia-.

- En absoluto - contesta el párroco -. Dígame, ¿qué quiere saber?

Mientras Mary Benson calienta el ambiente, el párroco se aleja para atender a la llamada del agente Johnson, que está merodeando por la iglesia. Comienzan a hablar.

-Sé que lleva poco tiempo oficiando en la parroquia- era una obviedad, pero valdría para romper el hielo. -Pero no sé cuánto tiempo lleva en el pueblo. ¿Es usted de por aquí? Esto es importante por el hecho de que haya podido ver alguna cara desconocida o poco familiar entre los parroquianos...¿Algún extraño o alguien que habitualmente no acuda a los oficios?- sus dedos rozaron el borde afilado de la polaroid que se había guardado en el bolsillo de la chaqueta.

-¿Alguien con una cámara de fotos tal vez?-

- En efecto - dice el párroco Barrows con una voz sedosa y más relajada -, llevo muy poco tiempo aquí. El pobre Padre Benson falleció hace tres días. Cuando nos comunicaron la noticia, me destinaron al momento aquí a Ashville desde San Diego, donde yo provengo. Tan pronto llegué, comencé a oficiar misas por su alma. Todavía soy un forastero aquí, ¿sabe?, pero son buenas personas. Lo sé. Creo que pronto seremos una gran comunidad y superaremos lo sucedido.

El Padre Barrows camina en silencio con las manos unidas en su espalda, al lado del Agente Johnson, durante unos pocos segundos antes de continuar.

- Sobre los parroquianos, todavía no puedo confesarle gran cosa. Como le digo, llevo apenas dos o tres días y a muchos de los vecinos todavía no los conozco, pero no he visto nada extraño, por supuesto. ¿Y cámaras de fotos? No, desde luego que no. Cuando entran en la iglesia vienen a orar y escuchar el sermón del día. ¿Qué busca en concreto, agente?

-Oh, nada en concreto. Solamente contextualizar la situación- respondió con tono amistoso -Me gustaría entender como puede llegarse a éste punto en una población tan tranquila como Ashville. ¿O es qué ya está acostumbrado a que desalojen las iglesias en las que está dando misa?- bromeó, aunque observando cualquier reacción en el padre Barrows, ya que cómo él mismo había comentado, también era un forastero.

No ves ninguna intención ni mueca fingida en el Padre Barrows.

-En fin, no le robo más tiempo. Muchas gracias por atenderme. Le dejo mi tarjeta por si recordase algo más. Si no le importa seguiremos un poco más por aquí por si encontrásemos algo que se nos hubiera pasado- dijo estrechando la mano al párroco.

Seguiría dando una vuelta en busca de algún indicio o... o una bomba, ¿por qué no? Puede que aquello fuese una farsa para distraerlos, un juego de Lewis para despistarlos pero... ¿y si era verdad? Con aquel psicópata no se podía bajar la guardia ni un momento, ni descartar a nadie como sospechoso, pensó mirando de reojo al cura.

Distingues dos puertas, a pesar de que la iglesia no es muy grande: una puerta al lado de la zona del cepillo y otra en el otro extremo, a la derecha del altar central, que debe ser la sacristía.

Según se iban acercando, el bullicio del gentío congregado en las inmediaciones de la iglesia llegaba a sus oídos anunciándoles que aquello iba a ser de todo menos una situación sencilla de controlar. Decidida a obviar el evidente revuelo generado por los parroquianos, Selina prefería concentrar su atención una vez atravesaran las puertas del edificio. 

Dejó con prudencia que fuera Dwight quien iniciara la charla con la señora. A fin de cuentas el jefe había accedido sin estar completamente convencido de que debieran intervenir personalmente para solventar aquella situación. A pesar de que se notaba un esfuerzo en él por abordar a la empecinada mujer con sus mejores maneras, algo en su tono hacía que todo aquello sonara poco natural, con algo de tensión. Así que la agente Sparks pensó que tal vez escuchar a otra figura femenina pudiera ayudar a reforzar las palabras de su jefe.

-Buenos días señora Benson. Créame, el agente Dwight sabe de lo que habla. Aquí ninguno de los presentes quiere montar ningún escándalo, nadie quiere faltar al respeto en un lugar tan especial, tan sagrado como éste. Pero hay personas con el corazón y el alma muy oscuros, convencidas de que pueden hacer el mal y traer el sufrimiento a personas inocentes, como la gente de este pueblo. Solo permítanos asegurarnos que nadie puede sufrir ningún riesgo. Cuanto antes nos pongamos manos a la obra, antes dejaremos este lugar y a sus parroquianos tranquilos.

Selina pensaba que tal vez trayendo a su discurso conceptos religiosos como aquellos podría entrar con buen pie para convencer a aquella señora a la que, a todas luces, las circunstancias personales la tenían en un estado anímico muy frágil.

El timbre de voz de la Agente Sparks, más sedoso, consigue que la fiera interior de Mary Benson se calme. Su mirada emite un gesto de sospecha y furia perpetuo, pero al menos, accede a hablar con cierta voluntad.

- Está bien, está bien... Acabemos con esto cuanto antes. - Dice, observando por encima del hombro que el Agente Johnson, que se ha alejado para hablar con el párroco, no toquetee demasiado. - Echen un vistazo, pero en cuanto comprueben que no hay ninguna absurda bomba aquí escondida, se marcharán, ¿de acuerdo?

Escuchar a la señora Benson dar su brazo a torcer hizo que se relajase un poco. Al menos no habría civiles en la zona si la cosa se descontrolaba.

Se aproximó a la puerta que tenía más cerca* en su búsqueda y girando el picaporte la empujó con suavidad.

-Voy a echar un vistazo- dijo en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que su voz llegase al grupo formado por sus compañeros.

La suavidad del Agente Johnson no evita que la puerta produzca un sonoro golpe al hacer tope con algún cerrojo y no poder abrirse. Las palabras del agente, junto con el ruido, atraen la atención del resto del grupo. La primera en reaccionar es Mary Benson, que acude hacia allí a toda velocidad. Sus pasos retumban en la bóveda superior como si una furiosa manda se dispusiera a embestir.

- ¿Qué va a hacer? - Dice, pasando de largo y poniéndose a un lado.

- Es un cuarto donde guardo algunas cosas. Una especie de almacén. - Responde el párroco con cortesía. - Si lo desea, puedo abrir para que eche un vistazo.

De repente, Mary Benson se agita como si un rayo la atravesara de arriba a abajo, sorprendida, y da unos pasos apresurados a la zona del cepillo, donde se pone a husmear por todos los rincones.

- ¿Ocurre algo? - Dice la Sheriff Baker, sin obtener respuesta por parte de la mujer. - ¿Mary?

La reacción de la señora Benson le llamó la atención. Comprendía que estuviese más a la defensiva de lo habitual, pero le pareció un tanto excesiva.

No obstante mantuvo la calma en todo momento.

-Señora Benson. Comprenderá que ante la posibilidad de que haya algo peligroso para los aquí presentes y para la propia iglesia debemos asegurar el lugar- dijo poniendo especial énfasis en que la bomba, en el caso de haberla, lo primero que destruiría sería su iglesia.

-No tardaremos más que unos pocos minutos, se lo prometo. Por favor padre, ¿sería tan amable?- preguntó señalando la cerradura -Y ya que estamos si pudiese permitirnos el acceso a la sacristía...-

Dwigth agradeció el apoyo de las palabras de Selina. Parecía que de sus tres subordinados ella era la única con una actitud real de cooperación. La señorona pareció calmarse por un momento y hasta le pareció a John que conseguirían librarse de ella, aunque fuera tan solo por unos minutos. Sin embargo, en cuanto Peter intentó abrir la puerta del fondo, aquella que daría acceso a la sacristía o alguna otra sala contiguo, la señora Benson poco menos que saltó de su bancada para abalanzarse sobre él. 

Algo se les estaba pasando por alto, la aparente inofensiva calma de la iglesia le ponía los pelos de punta. Aquello olía a Lewis por todas las esquinas. Se levantó, él también, de golpe. ¿Qué es lo que había visto ella? Dwigth se encaminó a la puerta principal de la Iglesia. Para bien o para mal, de allí ni iba a salir ni a entrar nadie.