Partida Rol por web

Chambers atendió a la pregunta del señor Monroe esperando intrigado la respuesta de aquel misterioso caballero recién aparecido. Pero intuía que le saldría por la tangente y que iban a averiguar lo mismo que sabían al principio: prácticamente nada.

Pero estaba maquinando una idea y así trató de hacérselo ver a sus compañeros de la manera más disimulada posible.

Parecían servir de poco los interrogatorios a aquellas personas. No contaban mucho, y lo que contaban era sesgado. Quizás no hacían las preguntas adecuadas pecando de prudentes, pero ya que habían llegado tan lejos, cualquier paso en falso podía significar un enorme retroceso.

Smith esperó a la respuesta del hombre, que también le intrigaba.

-Creo que no me está gustando su actitud. -Dijo en un tono claramente hostil-. De hecho no me está gustando un pelo... Siempre hemos "vivío" aquí, no somos más que gente del campo y no por ello nos "tenés" que tomar por paletos o ignorantes de campo. 

-Marchaos "o os echaremos". Sólo queremos vivir aquí en paz.

La situación se volvió más tensa. Chambers decidió retomar el tema de su nueva amiga Miranda para tratar de suavizar el momento.

—Nuestras disculpas, señor Marston. No pretendíamos ser descorteses ni meternos donde no nos llaman. Solo vinimos aquí preocupados por nuestra amiga.

Chambers echó mano al paquete de tabaco que tenía en el bolsillo y se encendió un cigarro, ofreciendo uno al barbudo interlocutor.

—De nuevo, nuestras disculpas y gracias por su colaboración —Chambers hizo ademán de volverse para marcharse con sus compañeros.

Smith decidió distender un poco el ambiente, si era posible. No estaba muy por la labor de dejar las cosas en malos términos por si tenían que volver por allí, y procuró suavizar las cosas con el señor Marston.

-Cierto, hemos sido descorteses en exceso. Usted ya sabe cómo somos los de ciudad, que no comprendemos estas cosas. Lamentamos haberles ofendido, como dijo mi amigo. No era nuestra intención.. Ya que ha mencionado Greenwood, ¿podría indicarnos cómo se va allí? y por cierto.. ¿ésto que veo aquí -dijo, señalando con su bastón a una especie de terreno de cultivo que se veía cerca- es una huerta? Quizás podría llevarme unas lechugas. ¿Tienen?

Estaba decidido a ganarse la confianza del lugareño, hasta que por las buenas le sonsacasen algo útil. Si acababa comprando lechugas quizás sirviesen para ensalada en la pensión, o para los pájaros del camino.

-¿No venís de Greenwood?- Preguntó. -De ir allí tienen que "volvé" por donde habéis venido hasta la carretera, al llegar allí tirad a la izquierda, es el primer pueblo, imagino que venís de arriba. -Conjeturó al tiempo que se atusaba la cabeza. Siguiendo así los pasos del señor Smith quien había decidido admirar uno de los productos con los que la tierra les bendecía.

La puerta quedaba así desprotegida.

-Estas lechugas no las verés en vuestras ciudades. Allí les echan cosas malas para la comida. Nosotros con el favor de los dioses... -Dijo al tiempo que señalaba al cielo a su manera extasiado, entonces pareció recordar algo y volvió a la conversación- Conseguimos que salgan adelante sin usar ese veneno. Toma... Toma una pero ninguna más... Las necesitamos las demás.

-Claro, claro -el periodista alzó la lechuga que le daba el paisano como si de la mismísima calavera de Hamlet en pleno soliloquio se tratase- , es magnífica. Me la llevaré con mucho gusto, no sabe lo agradecido que estoy.

Con la mano que tenía escondida, hizo gesto a sus amigos para que mirasen dentro de la casa lo que pudiesen, ahora que la puerta estaba libre. Contaba con su discrección ahora que tenía a Marston distraído.

-Parece mentira lo que crecen. En mi casa no se dan así de bien.. Deben de tener una huerta magnífica para alimentarles a todos. ¿Son muchos a comer? -a ver si al menos se enteraban de alguna cosa útil, como la cantidad de gente que había normalmente en el lugar.

-Preguntas preguntas... Preguntáis mucho, ya lo veis somos más de treinta, menos de cuarenta... ¿A quién le importa eso?- Subrayó la pregunta retórica con un gesto en los brazos al tiempo que volvía a recuperar su posición alerta junto a la puerta.

Aquel tipo empezaba a impacientarse. Estaba claro que no tenían muchas visitas, mucho menos de extraños a los que no conocían. Por un lado, podía ser que no tuvieran nada que ver con los asuntos del manicomio, pero por otro lado, había algo en aquella gente que denotaba lo contrario. Debían seguir indagando.

Así, Alan trató de ganar tiempo y disimular, hablando sobre su otra afición, la fotografía. Sacó su cámara y la mostró al señor Marston.

- A decir verdad, ya que habíamos venido hasta aquí, traje mi cámara. Verá, señor Marston. Uno de mis hobbys es la fotografía y me encanta hacer fotos en la naturaleza. Seguiremos más adelante, fotografiando el bosque, antes de marcharnos. ¿Le importaría que tomase alguna fotografía al lugar? Solo si le parece bien, por su puesto... - Comentó el historiador, esperando cambiar de tema y no molestar demasiado al tipo.

-Saben ustés, la luna ta noche tá occura como aquélla vé que Chu Nigurá fue a rompé la lente... -Respondió aquella extraña letanía como si de un rezo se tratase, tras unos segundos más finalmente pronunció una respuesta más coherente:

-Haga lo que quiera. No molesten a mi guente.

Y se volvió a al interior de la iglesia.

Smith esperó a que Marston se fuese, tras despedirlo de nuevo con un gesto cortés. Había esperado más oposición, aunque la que encontraron no fue fácil de vencer.

-Amigos, gracias a la oportuna treta de Alan parece que tenemos algo de margen para poder rondar un poco más por aquí con libertad. Quizás podamos ver mejor los entresijos del poblado, con la excusa de las fotos, y quizás hablar con algún aldeano más. Pero.. ¿Qué es eso que dijo al final Marston? ¿Chu Nigurá? ¿Alguien sabe qué puede ser eso?

El silencio fue toda la respuesta que recibió el periodista. Sus compañeros parecían haber olvidado aquellas palabras, tal vez considerándolas un delirio del tuerto en el país de los ciegos que residía en aquella tierra alejada de la mano de dios.

Las pesquisas no fueron mucho mejor de lo que habían ido hasta el momento. Los habitantes de aquella colina no eran especialmente habladores, y los pocos que hablaban balbuceaban palabras incongruentes o incluso toscas a oídos de personas letradas como era el trío.

Decidieron tras hacerse algunas señas alejarse de aquel lugar a ver si descubrían así la otra cara del pueblo. Aquella cara desconocida en lugar de aquella aparente obra teatral a la que estaban asistiendo. Agazapados como estaban entre la maleza, sus ropas empezaban a lamentar aquella decisión tomada. Sin embargo cuando la desesperación se adueña de buenos hombres que intentan librar a una compañera para unos, una persona para el tercero, les hace ponerse creativos en sus decisiones.

Afortunadamente no tardaron mucho en ver algo extraño, uno de los que se encargaban de hacer rodar barriles de un lado a otro, abrió la puerta de la iglesia desvelando nuevamente su interior. El mismo estaba vacío. Aún así sin un atisbo de duda empezó a caminar, nada vacilante en dirección a la pared opuesta.

La puerta se cerró antes de que el trío pudiese alcanzar a ver el golpe anunciado... Pasaron unos segundos que no tardaron en convertirse en minutos. Varios minutos después, la puerta volvió a abrirse y volvió a salir el mismo paleto de la misma iglesia vacía, esta vez sin barril.

-¿Lo habéis visto como yo? ¡No me extraña que Marston no quisiese que husmeásemos! ¿Será ahí la destilería ilegal? Puagggghh.. No seré yo el que se tome voluntariamente un trago de algo fabricado aquí.. -estaba claro que algo tramaban, y ahora todo empezaba a cobrar forma.

Posiblemente los hombres del pueblo que faltaban se encontrasen fabricando whisky o lo que sea, en el sótano de la iglesia. Eso, contando con que sea su único menester.

-Deberíamos intentar averiguar más sobre ese lugar y sus actividades extra. Pero está fuertemente vigilado, está claro. Quizás haya alguna rendija o modo de colarnos.. pero mejor que no nos pillen haciéndolo.

El periodista seguía armado y no dudaría un instante en responder, pero prefería no recurrir a la violencia siendo eso posible.

Sin pensárselo, Alan sacó de entre sus cosas su cámara. Con el permiso del encargado del lugar, comenzó a revisar el lugar, haciendo extrañas poses con las manos, dibujando cuadrados con sus dedos y enfocando con un solo ojos. Luego volvía a recoger su cámara y comenzó a disimular, haciendo varias fotos al lugar, mientras estaba con sus compañeros.

- ¿Por qué no os ponéis todos ahí? Haré una en grupo de recuerdo. - Decía mientras guiñaba uno ojo al resto.

- Sin duda debe de haber alguna trampilla o puerta oculta dentro de la iglesia. Pensadlo un momento. Si yo fuera policía, el último lugar donde se me ocurriría buscar es en la iglesia. Siempre podrían aludir a su fe para que no entrasen a rebuscar en la misma y perturbar a su "dios". - El dios lo dijo un tanto extrañado, pues aunque Alan era cristinao, sus creencias escapaban del credo de Jesús y más bien era un agnóstico.

- ¿Cómo podríamos entrar en esa iglesia y echar un vistazo? ¿Alguna idea, compañeros? - Preguntó al resto.

—Deben tenerlo todo en el sótano. Parece un lugar muy pequeño pero quién sabe qué hay debajo de nuestros pies. Si pudiésemos entrar a husmear... Pero lo único que se me ocurre es esperar al anochecer, ver qué pasa e intentar colarnos entonces.

Chambers meditó la idea después.

—Puede ser bastante peligroso, señores —añadió mirando a los ojos a sus compañeros con semblante serio.