Partida Rol por web

Mike asintió ante las palabras de la atleta. En la situación donde se encontraban, era lo más lógico.

-Entonces primero bajara usted Stewart. Luego ira James, si le parece bien-Dijo mirando al escritor- El tercero en bajar seré yo y usted cerrara la marcha señorita Adler.

Dijo mientras anudaba la sabana al cabezal de la cama. Igualmente Mike agarró la sabana por si el invento no funcionaba del todo, mientras esperaba al actor que se adelantase.

Stewart sonrió. Estaba claro que un caballero de Nueva Inglaterra habría sido intransigente ante la propuesta de la señorita Adler, pero él no lo era, con lo que se colgó la escopeta a la espalda y se preparó para descender.

Aquellas palabras, podían ser tomadas como una ofensa a la hombría de los que se hallaban allí reunidos, aunque para ser exactos, lo pensaba más por Mike que por el pusilánime de James, cuya virilidad hacía mucho tiempo que había sido borrada del mapa.

A veces, le daban ganas de romperle la cara a esa snob deslenguada con la culata de la escopeta. Seguramente, con un golpe seco le rompería la nariz y los dientes, y así sus aires de superioridad se desvanecerían de forma fulminante, pero como nadie reaccionaba, como nadie decía nada -ni siquiera el irlandés- él no se iba a meterse en un brete... pero ganas tenía...  

Comenzó el descenso. La pierna le dolía. La humedad había sido muy elevada durante las jornadas que llevaban en aquella mansión, y lo único que deseaba el actor era:

1. Desaparecer de allí.

2. Que Robyn se partiera la crisma descendiendo por la hiedra con todas sus atléticas facultades.

Hubo cierta crisis en un momento del descenso. La enredadera estaba resbaladiza y a punto estuvo de precipitarse, pero a pesar de su edad, Sebastian era más fuerte de lo que aparentaba a simple vista, y con una demostración de poderío físico, consiguió llegar hasta abajo.

- ¡Ya estoy abajo!... ¡¡Bajen con cuidado!!...- aconsejó Stewart mientras oteaba a un lado y a otro con la escopeta preparada...

- De acuerdo, no tengo inconveniente - dijo ante la sugerencia de Mike.
El actor bajó primero, y cuando llegó abajo, les hizo una señal para que bajase el siguiente. Y el siguiente era Hess.
James se apoyó en la ventana y, sujetando bien la improvisada soga, se deslizó hasta caer sin mayor problema junto a Sebastian.

- ¡Vale! ¡Estoy abajo!
El hombre se quedó esperando, deseando que el siguiente bajase cuanto antes. La tensión con el compañero era palpable y no sabía dónde fijar la mirada.
- Parece que comienza a amainar, ¿No le parece? - el escritor no le miraba directamente y, sin saber qué más decir, sacó el revólver por si se veían sorprendidos y aguardó en un incómodo silencio.

Sus dos compañeros bajaron sin mayores problemas, parecía que el plan iba viento en popa. El detective se giró hacia la Atleta. Iba a decirle que no tuviera miedo, que en nada se encontrarían abajo, pero conociendo el carácter de esta, tan varonil, el detective se decidió por un simple.

-Nos vemos abajo.

Y sin más empezó el descenso. Al principio pareció que el pie le resbalaba un poco, pero rápidamente encarrilo la bajada sin problemas. Una vez abajo, imitó a sus compañeros sacando el arma como si de un grupo de asalta casas se tratase, esperando a la señorita.

Robyn tragó saliva y miró por la ventana de nuevo. La enredadera, la sábana atada a la cama...antes habían sujetado la cuerda a los demás pero ahora...No era hora de pensar en ello. Estaba sola en la casa.

La pequeña mujer dio un tirón para comprobar que todo fuese bien y, lo más rápido que pudo, pues estaba realmente asustada, se encaramó a la ventana. Justo antes de comenzaar el descensó, Robyn apoyó la mano en el marco de la ventana controló el entorno. Si la sábana se rasgaba haría un salto a ciegas hasta el árbol más próximo, impulsándose con la pared.

Con la agilidad de un simio, la mujer comenzó su descenso.

Para suerte de todos, el descenso desde el dormitorio a la parte posterior del jardín se produjo sin problemas y todos llegaron sanos y salvo a tierra. Todos se sintieron de pronto en una situación de cierta claustrofobia a pesar de estar en el exterior, no había que ser biólogo para darse cuenta que aquel jardín parecía haberse convertido en una auténtico pedazo del amazonas pues la vegetación, además de extraña, era abundante. En el suelo apenas pisaron la tierra y el barro producido por la lluvía pues un extraño moho mezclado con hiedra lo había cubierto por completo de forma que caminar por allí era bastante dificultoso. 

En la parte de la fachada dónde se encontraban ahora observaron que había una leñera que seguramente comunicaría con el sotano de la mansión. Tenían la opción de intentar bajar ahí, o también podrían dar un rodeo entre la vegetación para volver a entrar por la puerta principal. La última de las opciones era aprovechar el exterior para huir de la mansión a través del jardín... ¿Qué harían? ¿Seguirian el plan de Adler de cargar la escopeta con munición de sal o alguno de los integrantes del grupo elegiría su propio camino?

Finalmente la menuda Robyn se posó sobre el suelo. Todos habían descendido sin problemas. Era hora de decidir que hacer.

El detective se quedo unos segundos mirando alrededor, luego se caló bien el gorro y se dirigió a sus compañeros.

-Bien amigos, hemos de decidir que hacer. Mi propuesta es largarnos. Como dije esto supera nuestras posibilidades. Parece que la tormenta ha amainado, podemos intentar llegar a la casa del doctor. El plan de la pólvora no funcionó señorita Adler...quizá tenga razón con lo de la sal, no lo sé. Pero ¿y si no es así? Además, tal y como están las cosas en esta casa, quien le dice que la sal estará en condiciones? ¿O si habrá suficiente? A lo mejor ni siquiera hay sal ya entre tanto moho y madera podrida...

Estando en el interior de la casa, cualquier idea hubiese sido de su agrado, pero ahora que se hallaban a cielo descubierto, los pies se le movían solos hacia la salida. Haciendo un esfuerzo, logró calmar las ansias que sentía por echar a correr.

- Lo que está claro es que esa cosa fue capaz de seguir a Arthur hasta aquí. Podría hacer lo mismo con nosotros... - Hess se quedó un rato pensativo, con la mirada perdida - ...o no. Está claro que sea lo que sea esa cosa, posee algún tipo de inteligencia, de lo contrario nos habría atacado abiertamente. Lo que quiero decir, es que quizá Cornthwaite hizo algo para "cabrear" a la criatura y por eso acudió a este lugar. Si nos marchamos, puede que nos deje en paz.
Parecía que al salir por fin al exterior, la cabeza se le había aclarado un poco.

- O también podemos pegarle fuego al edificio entero. Claro que con esta humedad...

En cierto modo, a Robyn le daba igual una solución que otra. En cuanto llegase a un sitio civilizado, se haría con toda la sal que pudiese. No iba a dejarse atrapar tan fácilmente por loque quiera que hubiese en esa casa.

-Si encendemos un fuego, no sabemos como reaccionarán las autoridades. Y vistas como están las cosas, pueden intentar atribuirnos las muertes de Virelli...–señaló. Los que más tenían que perder con ese plan eran los hombres del grupo, pues las acusaciones de asesinato, destrucción de bienes y conspiración no eran acusaciones leves...y ¿quién sabía si aquello no acababa con ellos en el corredor de la muerte?

Sea lo que sea, hagamoslo rápido–dijo mirando al musgo y el moho– No me gusta nada este suelo

- Bajar al sótano o adentrarnos en esta maleza infernal...- es era la disyuntiva a la que parecía que nadie quería arriesgarse. El hombre lo tenía bastante claro. Prefería rodear el edificio cruzando aquel jardín tropical antes de adentrarse en las profundidades de aquella maldita mansión. 

Cuando Hess propuso la posibilidad de quemar todo hasta los cimientos, el actor estuvo a punto de secundarlo, pero no hubiera sido una buena idea, pues con toda aquella vegetación, un hipotético fuego se habría extendido rápido y aquello se habría convertido en una trampa tan fatal como letal...

- Voto por ir todos juntitos hasta la entrada de la mansión. Allí cogemos a Lucille y nos marchamos...- afirmó, mientras seguía manteniendo aferrada la escopeta. Parecía como si aquel instrumento fuera un abalorio que le permitiría escapar de allí, indemne...

-Yo no creo que lo siguiera- dijo el detective a Hess- Más bien creo que se lo trajo él de esa expedición. No veo lógica a que una especie de...hongo mutante? Nos siga a ningún lado. Aunque es cierto que la lógica a pasado a un segundo plano viendo los acontecimientos recientes.

El detecte empezó a abrocharse todos los botones de la gabardina.

-¿De que nos van a acusar? ¿De comernos a una persona hasta los huesos? Igualmente si alguien quiere descubrir los cadáveres primero tiene que venir aquí...y bueno, creo que tendrá problemas más importantes que intentar endiñarnos el muerto...-dijo mirando hacia la tétrica mansión. Así vista, desde abajo, parecían unas fauces diabólicas a punto de tragárselos a todos.

Con la gabardina abrochada hasta arriba y el revolver en la mano, se acercó al actor.

-Estoy de acuerdo con la señorita, vayamos con cuatro ojos, no me gusta nada este suelo- Dijo mirando a la maleza- Bueno, aconsejo a todos abandonar el lugar, aunque no puedo obligar a nadie. Así que, vienen?

Ellos no verán los cadaveres como nosotros...verán los cuerpos carbonizados-recordó la atleta

- Cuerpos carbonizados...- repitió el actor las palabras de Adler - ¡¿Quién puede negar que el incendio fuera un terrible accidente?- dijo Sebastian, que llevaba varias horas jugando a las adivinanzas con la atleta - Ningún forense podrá justificar que esos cuerpos murieran por causas violentas... Encontrarán unos huesos carbonizados únicamente. Nadie ha disparado armas... No hay casquillos...- argumentó Stewart, muy versado en una serie de temas que destapaban un aspecto un tanto sombrío...

¡¡La casa se quemó!!... Eso es lo que tenemos que decir...- aquella mujer, se había propuesto en acongojar a todos los hombres de aquel lugar con sus teorías increíbles de policías y ladrones... 

Ya en el exterior de la escalofriante mansión Fitzgerald y rodeados de aquella naturaleza abundante y  siniestra, el grupo optó por esquivar el acceso a la leñera que a todas luces debía comunicar con algún sotano de la mansión y inició el paso para rodear la casa con el objetivo de llegar hasta el porche de la casa frente al cual Sebastian había dejado aparcado a su querido automóvil. El grupo tuvo que desplazarse en fila india por la fachada de la mansión sorteando toda clase de enredaderas y plantas exóticas. Cuando giraron la esquina que comunicaba con la entrada principal atisbaron el vehículo de Sebastian estacionado junto delante, aparentemente intacto. 

Fue entonces cuando percibieron un horrible sonido gutural y burbujeante,  acto seguido contemplaron horrorizados como una masa insana, gelatinosa y blanquecina emergía a su alrededor. Entre la masa surgieron unas terribles bocas rosas y órganos similares a unos ojos negros. Aquel ser indescriptible y horrible supuso un duro golpe a la salud mental de los presentes....

–Usted ha disparado–recordó la mujer con toda la paciencia que fue capaz de reunir–Y esto no es una ciudad. Si el sheriff quiere colgarnos el muerto, o hará. Que vengan ellos y lo vean con sus propios ojos. Al menos sabrán lo que hay...si no lo saben ya, claro.

Aquella última frase remarcaba las sospechas que habían tenido todos desde el principio: que era harto improbable que nadie del pueblo se hubiese enterado de nada, o que los abogados que habían movido y cubierto muebles desconociesen lo que allí había ocurrido

Ya en el exterior de la escalofriante mansión Fitzgerald y rodeados de aquella naturaleza abundante y  siniestra, el grupo optó por esquivar el acceso a la leñera que a todas luces debía comunicar con algún sotano de la mansión y inició el paso para rodear la casa con el objetivo de llegar hasta el porche de la casa frente al cual Sebastian había dejado aparcado a su querido automóvil. El grupo tuvo que desplazarse en fila india por la fachada de la mansión sorteando toda clase de enredaderas y plantas exóticas. Cuando giraron la esquina que comunicaba con la entrada principal atisbaron el vehículo de Sebastian estacionado junto delante, aparentemente intacto. 

Fue entonces cuando percibieron un horrible sonido gutural y burbujeante,  acto seguido contemplaron horrorizados como una masa insana, gelatinosa y blanquecina emergía a su alrededor, y de la misma masa empezaron a surgir innumerables seudópodos gelatinosos que se contorneaban sin cesar. Entre la masa surgieron unas terribles bocas rosas y órganos similares a unos ojos negros. Aquel ser indescriptible y horrible supuso un duro golpe a la salud mental de los presentes quienes no daban crédito a lo que observaban sus ojos mortales. Aquella criatura escapaba a la lógica, era un horror nacido de sus peores pesadillas. 

Sin embargo sus mentes luchaban contra aquella visión, luchaban por no perder la cordura y desmayarse del impacto emocional. Su instinto de supervivencia debía actuar rápido, pues un escalofrío y una sensación de maldad intensa les heló la sangre de las venas como si de repente hubieran caído al mismismo infierno y estuvieran condenados a la mayor de las crueldades posibles a manos de aquella criatura que no cesaba de abrir y cerrar las horribles bocas y de observarlos con los horribles ojos de azabache que transmitían no solo crueldad, sino una inteligencia superior a la del ser humano. 

Habían encontrado al asesino de Arthur Cornthwaite del que tantas preguntas se habían hecho y ahora debían sobrevivir para no compartir su mismo final....

Mientras intentaban sortear la maleza de la mejor forma posible, Robyn Adler se encargaba de recordarle que él había disparado en el interior de la mansión... ¡¡Acaso no existiría medio alguno para que aquella mujer cerrara el pico!!... Era peor que un dolor de muelas...

La verdad es que Sebastian estaba atento a cada uno de los pasos que llevaba a cabo, sin prestar demasiada atención a la atleta y su voz irritante e inquisitiva. Entre la maleza pudo contemplar su bello automóvil, a simple vista incólume, tras la exagerada tormenta que lo había asolado todo, pero entonces ocurrió.

Tras girar la esquina vieron una criatura traída de los albores de los peores maleficios que podían atormentar a un ser humano. Durante una mínima fracción de segundo, Stewart quiso pensar que lo que tenía delante era algún tipo de árbol tropical, pero tras un leve impás, su consciencia se vio obligada a sacarle esa estúpida idea de la cabeza. Aquella criatura gorgoteaba, caminaba, movía cientos de terroríficos apéndices y parecía estar esperándolos.

Quiso gritar... ¡¡Quiso gritar mucho!!... Pero no podía.

Tampoco podía oír nada a su alrededor, sintiéndose solo y desamparado en aquel lugar, frente aquella monstruosa pesadilla...

- ¡¡¡CORREEEEEEEEEEEEEED!!!- surgió su voz alzada, tan desesperada como primitiva. 

No lo cogerían...

Ya vislumbraban el auto de Sebastian; un poco más y dejarían atrás aquella horrible experiencia.
De pronto, entre la maleza, apareció un grotesco cúmulo viscoso con multitud de apéndices que flagelaban el aire.

Semejante criatura estaba lejos de cualquier lógica o razonamiento; su existencia era simplemente imposible.
Hess se quedó sin aliento y comenzó a marearse: sin ser consciente de ello, había estado aguantando la respiración y a punto estuvo de asfixiarse.
Mas, haciendo un sobrehumano esfuerzo, logró dominar el pánico y trató de calmarse. ¡¡¡Calmarse!!! ¡¿Ante semejante monstruosidad?!

Pudo escuchar cómo Sebastian echaba a correr mientras vociferaba.
- ¡Vamos, no se queden ahí! - gritó a su vez a Robyn y Mike. Les cogió a cada uno por un brazo e intentó tirar de ellos.

Robyn miró al frente y se encontró con aquellos ojos, negros como la pez. Dicen que cuando está cerca de la muerte, uno ve pasar su vida por delante de sus ojos. No era el caso de la atleta. Ella vio pasar su futuro: Aquel brazo viscoso agarrándola, su piel deshaciéndose al contacto mientras gritaba de puro terror. La húmeda boca superior devorando sus ojos mientras que con las inferiores daría cuenta de sus extremidades. Su piel deshaciéndose, ella sin poder moverse por el dolor, sin poder gritar...y sin poder ni siquiera desmayarse para evitar el sufrimiento. No, aquello era demasiado bueno. Sabía que no se demayaría, que sentiría  como la devoraban hasta que no quedase nada. Y todo empezaría con un humedo contacto, con una gelatinosa extremidad posándose encima suyo. Ese iba a ser su destino.

Y entonces pasó: una mano húmeda toco su brazo. La atleta no reconoció la sudorosa mano de James. Aquella mano era la mano de aquel ser que, ahora comprendía, no podía ser natural. Era imposible. Ya estaba atrapada, aquella cosa tocándola marcaba que empezaría el infinito sufrimiento, el final. Con un chillido que resonó en la noche la joven se llevó la mano al cuchillo y, aunque en aquellos momentos su cuerpo funcionaba, su mente no era consciente de lo que hacía: no sabía si huía, atacaba, si perseguía algo, si había soltado el arma o, en un desesperado intento de alejarse de aquellos ojos, había decidido usarlo contra ella misma.

El grupo decidió que la idea de marchar era lo mejor que se podía hacer, así que con cuidado, entre la maleza que parecía una selva tropical, volvieron hacia el coche del actor.

Pero lo que les esperaba allí era lo ultimo que el detective se habría esperado.

Un ser informe, viscoso y lleno de tentáculos les esperaba al girar la esquina. Mike está a punto de cagarse en los pantalones, literalmente. Durante un segundo parece que la cabeza le va a estallar, pero finalmente la cordura se impone.

Vamos Mike aguanta! Has de sacar a esos civiles de allí!

El detective mira a su pistola y luego a la criatura... dudo que eso le haga nada. Entonces le estiran del brazo y se pone a correr.

-Hacia la casa no!! Es una trampa sin salida!! Hacia la valla!! Salgamos de aquí!