Partida Rol por web

Preludio

HANS

2031

12 de Junio.

Las tormentas llevaban días azotando la región en la que te encontrabas. Si tenía nombre poco importaba ya, sin un mapa en el que orientarse o a quien preguntar.

  El cielo era un permanente borrón gris amenazando con más agua, el suelo un barrizal impracticable. Agotado y empapado encontraste un pueblo en el horizonte de tu camino. Normalmente Hans sabía que era mala idea explorar edificios pero vio algunos indicios que le animaron a ello.

El mejor de todos fue encontrar uno de esos carteles que colgaban los militares antes de llevarse a los residentes a otra parte, quisieran o no.

 El que usara el termino "Zombie" indicaba que la evacuación tuvo lugar en un momento en el cual la infección se encontraba menos extendida. Paradojicamente, la mayoría de los evacuados terminaban infectados en los centros, pero eso era otra historia.

Lo importante era la posibilidad de encontrar infectados en un pueblo por el cual habían pasado los militares era muy pequeña. Es más, por la celeridad de las evacuaciones era mas que posible que quedara alguna lata de comida, mantas...alcohol...

La puerta del bar del pueblo se abrió de un pequeño empujón. Alguien había pasado por allí después de que evacuaran, posiblemente saqueadores, pero el polvo del suelo indicaba que por allí no había pasado nadie en años.

Al menos todas las ventanas estaban intactas y el agua no entraba allí. Una rápida inspección te aseguro tu soledad y lo que era más importante. Un par de cajas llenas de botellas de alcohol aguardaban en el almacén. 

Tus energías dieron el resto en asegurar las puertas. Después de todo, no habías tenido tan mala suerte de llegar allí.... ¿O si?

El primer impulso fue alejarme de aquel lugar -en serio-. Ese pueblo era como un faro en un mar en tempestad. Pese al peligro no podía dejar de acercarme extremando la cautela.

-El sonido de la lluvia amortigua mis pasos, así como los del resto.- Me deslicé de escondrijo en escondrijo, tiempo es lo que me sobra así que abusé de él hasta asegurar la llegada al bar sin contratiempos...

...pero ya estoy aquí. Es increíble lo reconfortante que resulta la capa de polvo sobre los muebles, el suelo. -Hoy es tu día de suerte- susurro con ironía. A veces hago comentarios en soledad por el simple placer de escuchar mi voz. Permanezco como un gilipollas ahí, mirando el camino a tomar para dejar las menores marcas. Decido por pegarme a la pared más cercana y voy al almacén desviándome para coger el palo de billar más cercano.

Lo primero es la seguridad. Dejo unas botellas tras la puerta de atrás de forma que si alguien entra hagan ruido y, ahora sí, busco encontrando las dos cajas de alcohol. Sonrío (si es que eso puede ser una sonrisa).

Me preparo para disfrutar el momento. Llevo las cajas tras la barra de forma que pueda sentarme en el suelo tras ella a descansar, hacer recuento de mi escaso inventario y beber. Sí, disfrutar de aquel néctar divino. Saco el paquete de tabaco que mantenía seco, envuelto en plástico, en el bolsillo interior de la chaqueta. -Tres cigarros. Tsk- desisto aguantando las ganas de fumar y sigo con lo que tengo¹. -Dos cajas de ron intactas- saco una botella y la acaricio antes de dejarla en su lugar. Acerco el palo de billar que cogí previamente. También buscaré cuchillos, cerillas, más cigarros, un vaso limpio (quiero beber bien después de tantos años), trapos, cubos o recipientes de agua en los que poder recoger algo de lluvia y quitarme la mugre (y la sangre de los últimos desdichados que encontré hace días). Me excitaba todo lo que podría encontrar en aquel lugar pero lo primero era lo primero. -¡Qué demonios!- beberé y fumaré. Ya no recuerdo la última vez que disfruté de estos dos placeres y el tiempo que pasará antes de volver a hacerlo.

Todo ello oculto tras la barra. En silencio y con una oreja puesta en el entorno.

Fue sin duda la mejor noche que pasaste en mucho tiempo. Nadie te molesto, sin ruidos que te pusieran en guardia, ni gritos, ni tener que salir corriendo...¡y bebiendo en un vaso mas o menos limpio!. El alcohol ayudo a que tu sueño fuera profundo y tu descanso placido, aun sobre el polvoriento suelo de madera.

Los primeros rayos del sol te dieron en la cara acompañados del cantar de los pajaritos, que ya podían haberse ido a otra parte.

Tal vez bebiste demasiado, o hacia demasiado tiempo que no tenías tanto alcohol y de tan buena calidad para ti solo. 

Mientras recuperabas la conciencia de lo que te rodeaba notaste el olor a la tierra mojada llegar hasta ti y el suave tacto de una almohada bajo tu cabeza, casi tan suave como la manta que te arropaba......que no era la tuya.

Estabas completamente seguro de no haber encontrado esas cosas en el bar, además estaban limpias y sin rastro de polvo.

Te encontrabas tan solo como cuando llegaste, ni rastro de pisadas salvo las tuyas y la botella puesta como alarma se mantenía tan firme como el cierre de la puerta principal.

Tus dotes de observación dieron con una ventana que estabas seguro de haber visto cerrada cuando llegaste, ahora estaba entreabierta. No era una paranoia tuya, había alguien mas en ese pueblo.

Revisaste tus cosas por si algo faltaba pero estaba todo y no tenías marcas que indicaran un ataque de ningún tipo.

Qué buen despertar. La conciencia volvía abruptamente con el canto de los pájaros. Deslicé las manos y percibí el tacto de la manta, así como la comodidad de la almohada. Tanto la resaca como la ensoñación desaparecieron de un plumazo. Me levanté completamente alerta y deslicé la mirada por los puntos de acceso principales -nada-.

Analicé los restos de polvo que delatarían al intruso -nada-.

Palpé mi cuerpo en busca de heridas, principiante el torso y la cabeza -nada-.

Y, finalmente, analicé mis cosas aún ordenadas cerca de donde dormí sin que falte nada.

-Esto es incompriensible- el dolor de cabeza por la resaca llega recordándome la buena noche. La razón contradecía las pruebas. Jamás la bebida me ha hecho perder la memoria, quizá la compostura pero no la memoria. Estoy seguro de no haber hallado ni mantas ni almohadas ayer y, sin embargo, aquí están. La lógica me dice que no tengo pruebas como para pensar que alguien entró, no tiene coherencia que alguien viniera a arroparme en la noche sin dejar pruebas.

Dispuesto a agacharme para recoger mis cosas siento la leve brisa y veo la ventana. Otros pensarían que estoy loco, pero yo sé que eso no estaba así ayer.

Guardo cuidadosamente mis cosas, me lamento por sólo tener dos cigarros en el arrugado paquete y los meto en el bolsillo interior. La 9mm detrás en los pantalones. Escondo las cajas con las botellas restantes pero meto un par en la mochila (si había alguien mejor sacar las botellas para, quizá hacer un trueque). Bebo un buen trago de agua para contrarrestar la deshidratación del alcohol y me dirijo a la ventana con la intención de mirar por ella (en primer lugar si sigue lloviendo, el agua del cielo es un regalo) en segundo lugar pero más importante, analizo la ventana, el suelo, las cercanías y los edificios en la distancia.

El cielo estaba despejado, con alguna nube reticente a marcharse sin significar peligro de nuevas lluvias por el momento. En la ventana viste huellas de una mano. Tu capacidad de observación te permitió ver que el seguro de aquella ventana estaba roto y cualquiera que lo supiera podría haber entrado con solo empujar desde fuera.

Claro que eso habría que saberlo.

La calle se mostraba despejada. Locales abandonados, con algunos cristales rotos, asfalto agrietado por el paso del tiempo.

Cualquier otro habría pasado por alto el movimiento de la cortina de una ventana. Justo en frente del bar. En el edificio hondeaba una bandera americana, bastante limpia para tener en cuenta que los pájaros la sobrevolaron durante diez años.

La ventana justo arriba, en el centro, entre las puertas azules. Las ventanas no estaban rotas, el aire era una suave brisa que no justificaba un movimiento brusco.

Alguien estaba allí. Alguien que te vio entrar en el bar y por alguna causa que escapaba a tu entendimiento te había llevado una manta.

Con un poco de paciencia, una silueta menuda, posiblemente una mujer, se movió por detrás de los visillos nuevamente.

-¿Será verdad?¿Alguien ha conservado su humanidad estos 10 años?- Una extraña calidez me besó el corazón acompañada de frío inquieto. Esperanza y miedo. Por vez primera en mucho tiempo, un miedo que no tiene que ver conmigo.

Regresé a mi improvisada cama. Limpié la zona, recogí mantas y almohadas, con un trapo (algo deshecho) limpié una balda tras la barra, guardé mi “cama" y fui a los aseos con intención de ver mi aspecto y arreglarlo, en la medida de mis posibilidades.

Abrí los grifos con la sensación vacía de que corriera el agua. Sólo hubo sonidos, las quejas regurgitadas de una cañería en desuso. Salí buscando agua para asearme y refrescarme. La lluvia había dejado pequeños charcos aquí y allá. Nada sería potable, desde luego, pero logré hacerme de la cantidad adecuada para quitar algo de mugre de la cara, el cuello y las axilas.

Volví a vestirme y cogí la mochila y, aquí estoy, frente a la puerta sin saber cómo reaccionar si veo a alguien. Finalmente decidí, por esta vez, no pensar e ir actuando a medida que se desarrollen los acontecimientos. Salgo. Hace un día precioso, la lluvia de ayer aumenta los tonos del paisaje haciendo los verdes del fondo más intensos, el gris oscuro del hormigón rajado más profundo. Me siento de buen humor, contagiado de la falsa ilusión de que será un buen día. Veremos.

Camino hasta la calle con las armas bien ocultas pero accesibles. Mi actitud relajada (aparentemente). Voy a paso lento, como el que pases despreocupadamente, hasta el edificio de la ventana objeto de mis ilusiones y fantasías de moral restablecida... Y me quedo ahí sin saber muy bien si silbar o llamar a la puerta.

Mejor quedarme a la vista. -Debo parecer un idiota-susurro para mí -¡Alguien ha puesto una almohada bajo mi cabeza y una manta sobre mi cuerpo!- alzo la voz, dirigiéndome a la ventana desde la calle. -Si ha sido usted... Gracias- mi tono es algo seco y brusco tras tantos días sin mostrar modales, pero lo había dicho. Me había arriesgado por ser agradecido en un mundo destrozado y mezquino. Sólo el tiempo determinará la gravedad de mis actos.

Giro con la intención de volver al bar. Necesito un cigarro antes de buscar el desayuno.

El sonido de la ventana al abrirse dejo un ligero chirrido. Quien hubiera detrás titubeo antes de decidir si respondía o no. Finalmente escuchaste una tímida voz.

- He sido yo...Didy... y.. ¿Tu como te llamas?.

Su forma de expresarse era muy infantil, todo lo contrario que su aspecto. Era una joven morena, con los ojos claros, estatura media que parecía muy asna pese a que trataba de medio-esconderse jugando con el visillo.

Sostuve la mirada de la chica sin encajar su actitud en mi versión del mundo. -Didi, gracias por el gesto de anoche. Mi nombre es Hans- le digo alzando la voz lo suficiente para que pueda oírme. -¿Vives sola en este lugar tan agradable?- le pregunto esbozando una sonrisa. Es agradable poder hablar con alguien no hostil, después de tanto tiempo. -Me gustaría pasar otra noche en el bar-​​ hago el comentario despreocupadamente, por si ella tuviera algo más que añadir en referencia a mas habitantes o si, no lo creo, el bar estuviera "reclamado" aunque no ocupado.

- Sola del todo no... hay muchos gatitos en el pueblo.- dijo dejando entender la evidencia de su deficiencia mental.- Pero no hay mas personas. Se los llevaron los señores militares malos hace muuuuuchooooo tiempo, cuando Didi era pequeña.

La idea de que te quisieras quedar la animo, de esa forma en la que solo se ilusionan los niños.- ¡Guay! Te puedes quedar todo lo que quieras, Hans. Todas las casa están vacías, la gente no cerro con llave casi ninguna... todas menos esa de la esquina, que era de la abuela de Didi ¿Vale?.- Te pregunto esperando que aceptaras el trato.

Dio una palmadita y un saltito.- ¿Tienes hambre? Didi tiene cosas para comer. Si Hans pone la mesa Didi baja la comida ¿Quieres?

Sola durante diez años. Me compadecí de ella.

Miré hacia la casa de la esquina y asentí. En realidad, con cualquier rincón cómodo y seco me confirmaba. -Si puedo elegir, un edificio alto desde el que se vea todo el pueblo y el paisaje que lo rodea... Eso sería perfecto.- Podría ver si alguien se acerca, aunque aún no tenía decidido si me quedaría mucho tiempo.

El lugar es realmente agradable y tranquilo.

Entonces Didi menciona la comida y mis ojos se abren como platos. Otra sorpresa. -Claro, pero tendrás que decirme dónde está el mantel y los cubiertos- digo medio en serio y medio en broma. ¿Tendrá cubiertos, manteles? Hacía tantos años que no ponía una mesa que se formó un nudo en mi estómago por los recuerdos que podría evocar.

No tardo en diez minutos en bajar.

Una mujer de pelo largo vestida como una niña. Llevaba unos vaqueros pintados con rotuladores de colores, con florecitas y mariposas. La camiseta de algodón blanco con un osito en el centro era algo pequeña para su edad y sus senos se marcaban apretados, por supuesto, sin sostén. 

Llevaba una cesta de mimbre, la cual parecía bastante pesada y cuyo contenido iba cubierto por un mantel de cuadros rojos que puso encima. En la otra mano portaba un gato naranja.

-¡Hola Hans!.- te saludo como si te conociera de toda la vida. Un ser tan infantil no sobreviviría mucho en el mundo exterior y aun no te explicabas como podía haber sobrevivido sola.

- Te he traído a Yonshi, es un gatito muy bueno, lo vas a necesitar si quieres que los ratones no se metan en tu casa. Le gusta que le rasquen la tripita y hace ruiditos muy monos.

La chica te dio al gato y el mantel. Saco un un kit de cubiertos de picnic  para que los pusieras en una mesa del bar.

 Viste que el interior de la cesta estaba lleno de botes de conservas.

- Te he traido comida para unos días, hasta que aprendas a conseguirla tú solo te sera util. No te preocupes, Didi te va a ayudar a instalarte, luego si quieres buscamos una casa que te guste.

Didi. Era un problema. Por ahora, el rechazo era más fuerte que la empatía. No conseguía entender su existencia en un mundo como este y eso me inquietaban.

Cogí al gato y la cesta, fijándome más en el animal. -La única diferencia entre un gato y un conejo es la cabeza y una costilla de más- recordé el refrán de dar "gato por liebre" y aquellos, domesticados, se dejaban coger. Tendría que encerrarlos todos antes de matar al primero.

Mientras caminábamos hacia el local miraba a Didi. La cesta pesaba más de lo esperado. ¿Qué cantidad de comida tendría? ¿Y en las casas?

Aquel ser, rebosante de inocencia, era una mancha en mi entendimiento. Podría matarla sin que se diera cuenta, moriría inocente antes de ver el horror del mundo y yo garantizaría un periodo estable de tranquilidad.

Cómo he cambiado... Soy un monstruo y mis tentaciones a menudo se me antojan extremas pero necesarias. Me detuve antes de llegar al bar.

Miré a la chica con dureza. Es imposible que haya sobrevivido sin ayuda. Diez años.

-Diez años luchando por comer, matando por un sitio caliente...-Todos mis sentidos gritaban ¡ALARMA!

Entró sin dejar huellas en el polvo. Eso no es de ser inocentes, eso es de mentes despiertas que se mueven con una intención. Además, uno de los síntomas de ingerir carne humana son las paranoias de este tipo, aunque van acompañadas de temblores y ella no parece temblar.

Entro en el bar. Dejo al gato (que salvó la cabeza y una costilla es un conejo, comestible) y cojo algo para limpiar la mesa. El estómago me ruge. -Una mesa digna de una primcesa necesita...- mientras voy colocando las cosas enumero: platos, cubiertos... -Y flores, hacen falta algunas flores para decorar la mesa. Un momento y, no empieces sin mí.-

Cojo margaritas y bastante hierba (me gusta el contraste con el verde) vuelvo al bar y las coloco en una jarra. La llevo al centro de la mesa y me siento frente a ella con semblante serio. -Perdona, llevo tanto tiempo sin hacer esto que he perdido la práctica- esperaría al momento más oportuno y mientras intentaré sonsacar algo más de información de ella.

La chica se mostraba entusiasmada con las flores. Viste que sobre la mesa había dejado varios botes de conservas de frutas.

 Eran conservas caseras y tenían una pinta estupenda. También había una especie de termo del que estaba sirviendo leche en los vasos.

- ¡Son preciosas, Hans!.- dijo al ver como dejaste el centro de mesa.

- Yo también hace mucho que como sola. Antes estaba con mi yaya, pero mi yaya se fue al cielo....Cuando empezó a ponerse malita me hizo muchos botes con comida, con toda la fruta que encontró....- Como empezaba a sentirse un poco triste pensando en su abuela, trato de animarse cambiando de tema.

- ¿Sabes que mi mamá trabajaba en este sitio?.- te pregunto antes de dar un sorbo a su leche. La marcha blanca sobre el labio que te indicaba que era fresca y con toda la nata, como sacada de la teta de la vaca.- Era camarera cuando yo era pequeñita.

Te dio uno de los botes con cara de "¿Me lo abres?"

Poco a poco las piezas encajaban y mi rechazo se tronaba en... ¿cariño?¿empatía?

-Te voy a enseñar tres trucos- le dije cogiendo el bote -Cuando una tapa se te resista, prueba a darle unos golpes con la palma en la parte de abajo, así- giré el bote y golpeé -Si aun así no puedes...- cogí una cuchara y la usé a modo de martillo -...golpeas la tapa así, en el sentido de la rosca para que los golpes liberen el aire y te sea más fácil abrirla.- Tras ello cogí el bote y lié un trozo de tela -Y si con todo esto no estás segura de que se haya abierto y temes hacerte daño en las manos, hazlo así- una vez envuelto con el paño y con toda la ceremonia realizada en las explicaciones, intenté abrir el bote sin éxito -¡Vaya! Sí que está duro. Volvamos a intentarlo- repetí los golpes en la base del tarro con la palma y la cuchara como martillo y lo volví a intentar. -¡Plop!- El aire del interior se liberó, desenrosqué la tapa y llegó hasta mí el dulce olor de la fruta en conserva -Huele muy bien- no distinguía si era compota de frutas o mermelada pero no importaba. El primer impulso fue llevarmelo a la boca y tragar todo su contenido pero me controlé. Le devolví el bote abierto.

-Me gusta este sitio. Puedo imaginar a tu madre trabajando aquí.- Le sonreí. Podría limpiarlo y prepararlo para servir algo de las botellas que quedan en las cajas a cambio de algún trueque. Incluso podríamos ofrecer las casas para no estar solos... pero eso implicaba un riesgo enorme pero... claro, las inversiones con mayor riesgo son también las que dan mejores beneficios.

-Podríamos limpiar este sitio y dejarlo presentable. Levantar vayas para que los malos no puedan acceder y hacerlo más seguro- estoy soñando despierto, pero a veces es agradable soñar. -Eso... ¿te gustaría?- mantenerme distraído de las tragedias del pasado con actividad en el presente. Espero que me sirva mi ración del desayuno antes de seguir.

-En diez años no seré el primero que ha pasado por aquí. ¿A todos les has dado mantas y una almohada?¿Les has invitado a desayunar? ¿O es que tienes un don para distinguir a la gente buena de la gente mala?-

Didy parecía fascinada por tus trucos, te miraba como si fueras un mago y hasta te aplaudió cuando lograste abrirlo.

- Si, yo también me la imagino muchas veces. Era muy guapa y cocinaba muy bien, tengo una foto en casa, otro día si quieres te la enseño.- dijo la chica poniendo un poco del contenido del bote en su plato.

Al hablar de arreglar el sitió Didi dudo.- Me gustaría mucho arreglar esto pero cuando vienen señores malos, si ven que cosas limpias se ponen a buscar a quien las limpio... y eso no es bueno....Pero si hacemos vallas altas y no pueden entrar los malos seria genial.-aseguro aplaudiendo tu idea.

- Al principio vinieron los militares, que eran muy malos.- dijo con tono de enfado.- Después venia gente que necesitaba cosas y se las llevaba, y Didi se escondía con su yaya. Se iban pronto, aveces rompían alguna cosa pero no eran malos. Otros vinieron luego y si eran malos, tenían armas y cuchillos y tenían cara de malos... Luego vino Duncan, que es bueno y ayuda a la gente a sobrevivir.- te explico.- Duncan es amigo de Didi, pero hace mucho mucho mucho que no viene. Nos cambiamos cosas...¡Una vez me trajo una muñeca así de grande!.- dijo abriendo un montón los brazos, sin duda exagerando.- Didi se la cambio por una caja de herramientas que no usaba. Total, tengo muchas cajas de esas...

-Didi a aprendido a saber quien es bueno y quien malo, por ejemplo Hans es bueno... pero él cree que es un poco malo... ¿A que si?.- te pregunto sonriendo. - Igual es un Don y Didi es un poco brujita.- comento y para luego reirse de su propia broma.

-Hans... Intenta hacer lo correcto pero los malos a veces te obligan a hacer cosas malas y otras veces el mundo lo confunde y no llega a saber qué se considera bueno o malo. Pero tengo claro que Didi es buena.-

Y quizá pueda ayudar a Hans a hacer cosas buenas. Alenos ya me había hecho una idea de cómo está esta mujer había sobrevivido.

Cojo el bote y me sirvo.

-¿Qué te parece si después de desayunar me enseñas este sitio? Así, veo el pueblo. Me cuentas más cosas de ti, yo te cuento cosas de mí y buscamos si hay objetos suficientes para levantar una vaya y evitar que los hombres malos entren.-

Después de las cosas horribles que había comido esto era un manjar. Al mirar a la mujer (que necesita un cambio de ropa urgente) supe que no podría matarla. Era la primera persona inocente que había encontrado en muchos años. Sentía el impulso de protegerla y, al fin y al cabo, no tenía nada mejor que hacer ni un sitio donde volver.

Por primera vez en mucho tiempo notaste un abrazo. Didy se abalanzo sobre ti y te rodeo con su brazos. No supiste que era exactamente lo que desencadeno aquello. ¿Que quisieras quedarte?¿Que dijeras que era buena?...

Fue un abrazo largo, sincero e inocente, o lo hubiera sido de no sentir contra ti aquellos pechos que se intuían bajo la fina camiseta de algodón y te hacían recordar que por retrasada que fuera su cuerpo era el de una mujer muy hermosa.

Durante la comida Didy te contó lo que recordaba de los tiempos "de antes", que su padre era un camionero que pasaba mucho tiempo fuera y cuando cortaron las carreteras se quedo atrapado en alguna parte y nunca regreso. Te explico que su madre y su abuela se habían negado a ir con los militares y estos entraron por la fuerza en su casa para evacuarlas si o si.

- Uno de los militares se puso sobre mi mamá y le hacia daño, yo quise ayudarle y le peque fuerte pero solo se enfado... y no me acuerdo de mas. Mi yaya dice que empujo muy fuerte y me tiro por la ventana del segundo piso... y Didy se hizo mucho mucho daño en la cabeza.- Te explico y se giro intentando enseñarte la enorme cicatriz que su pelo ocultaba. Sin duda el resultado de su retraso mental.- Cuando Didy se despertó estaba solo la yaya y mi mamá se había ido al cielo.- te explico.

Didy dejo que comieras todo lo que quisieras y cuando ya no podías dar un bocado, ella empezó a recoger la mesa muy animada.- Aquí no hay agua pero en casa los puedo lavar.- aseguro, aunque no tenía ninguna intención de hacerlo en ese momento.- ¿Que quieres ver primero del pueblo?.- te pregunto alegre.

Hacía años que no comía también y, de pronto, me abrazó. Sentí su cuerpo contra el mío y recordé el afecto. Recordé a mis hijos y mi mujer y el cariño que les tenía apartando pensamientos lascivos que me pudiera provocar. En su mente era una niña y así debía verla.

Con gusto, la ayudé a recoger. -Demos un paseo hasta tu casa para dejar esto y me vas contando lugares de interés que tenga el pueblo. Sitios que te gusten. Luego decidimos dónde ir primero ¿Te parece?- 

Su historia me conmovió y enfureció a partes iguales. Si tuviera delante a ese militar que la empujó dejaría que la rabia palpita en mis dientes y liberaría el animal que, en estos años, descubrí que llevaba dentro. Le aplastaría el cráneo a golpes. Aunque no delante de ella.

Didy ayudo a recoger las cosas. Se la veía feliz, sonreía todo el tiempo.

Te llevo hasta su casa, al otro lado de la calle. La planta baja era una tienda con las persianas bajadas, el piso superior estaba cerrado con llave. Didy saco la lleve de la trasera del pantalón y te dejo entrar.

La casa estaba limpia, no para hacerle un monumento a la higiene pero si lo suficiente para resultar agradable. Didy entro en una de las habitaciones del fondo y te llamo.

- Mira Hans, la habitación de Didy.- te llamo.

 En una de las paredes había una estantería llena de muñecas y un baúl lleno de juguetes. Destacaba sobre todas una muñeca de casi metro y medio de alto a la que había vestido con ropa infantil.

- Esta es la muñeca de la que te hable y desde esa ventana se ve el bar.- dijo señalando.

- Se me ocurre que te puedes quedar aquí, hay otra habitación en esta casa que no uso, hasta que tengas tu casa y te instales ¿Que te parece?

- Umm.. hay una estación de bomberos, que es divertida porque puedes tirarte por el palo de metal... y también esta la escuela, que tiene columpios... ¡o podemos ir a ver si hay ropa para ti en la tienda de ropa para señores!.- dijo esperando que tu decidieras el proximo lugar a visitar.