Partida Rol por web

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Tras acordar los detalles, recabar la máxima información y ver el intento infructuoso de ligar de Stan, el grupo se prepara en un pequeño pero discreto garaje de la ciudad que pertenece a Kamar. Preparáis el coche y las armas con algo de música de ambiente.

Cierta tensión se nota en el ambiente, pero eso os permite a todos concentrados en la misión.

Arrancáis el vehículo y salís por las calles de Capua en dirección a la autopista. El sol comienza a bajar, por lo que calculáis que llevaréis más de una hora de ventaja del convoy a asaltar, lo suficiente para planear la emboscada.

Tras las duras negociaciones que parecieron sacadas e los típicos realyties de televisión en casas de empeño Kamar nos dio todos los detalles necesarios. La nave industrial donde tenía montada su pequeña base de operaciones era lo suficientemente grande como para garantizarnos un pequeño espacio acogedor donde hacer nuestros planes. Sentados alrededor de una mesa redonda eramos un grupo de tíos duros, junto a una mujer más dura que todos nosotros juntos, que debatían el modus operandi que utilizaríamos. 

Como de costumbre nuestro brillante líder Derek elaboró en pocos segundos un plan al que yo no opuse ninguna objeción. En ocasiones me imaginaba la mente de Derek como un panal de abejas, zumbando y trabajando productivamente a todas horas. Tan solo añadí un par de sugerencias como estableces un espía así como mostré mi preocupación sobre la reducción de la potencia de fuego si ese informador fuera uno del grupo. Todo plan tiene sus cabos sueltos por los que puede romperse, pero a veces hay cosas sobre las que solo puedes tener esperanza. 

Tras un largo debate que debió llevarnos unos 30 minutos lo dimos por zanjado y nos pusimos en marcha. En esta ocasión tendríamos que actuar con rapidez y la coordinación era fundamental. Sugerí al resto cambiar la frecuencia de nuestras radios a una más segura y mientras Derek conducía como de costumbre, yo me acomodé en la parte de atrás. Preparé mi equipo con todo lo esencial, pues al quedarme aislado no podía dejar nada al azar. El poncho de camuflaje sería mi vida junto a un par de raciones y no mucho más peso, para poder desplazarme con rapidez en caso de urgencia.

Tras dejar la autopista atrás, os acercáis a la carretera que rodea el pueblo de Maine. Es una carretera estrecha de dos sentidos de circulación. A la izquierda existe un bosque que acompaña durante todo el camino, mientras que a la derecha hay más terreno despejado, con alguna zonas de labranza o vegetación baja.

Observais varios puntos posibles. Una gran recta primero, después existe una gasolinera con un restaurante de carretera a la derecha. Un par de kilómetros después existe un par de curvas cerradas y tras otra gran distancia, unas curvas ligeras con bosque a ambos lados.

El grupo se para en la primera recta despejada de la carretera. En el lado Oeste está completo por un bosque de recios arboles, mientras que el lado Este está más despejado, aunque existe vegetación cerca de la carretera.

Paráis el vehículo en el lado derecho, oculto a la vista para preparar en abordaje.

Llegamos pronto, con tiempo más que suficiente para preparar la maniobra. Nuestra "niña mecánica" detiene sus neumáticos y con una coordinación casi perfecta vamos descendiendo uno a uno. No cruzamos muchas palabras, en especial yo, ya que todo está preparado de antemano y cada uno sabemos perfectamente lo que tenemos que hacer. De la parte de atrás cogo todo lo que me va a hacer falta para mi tarea (y también mi recompensa para después) y me dispongo a cruzar la explanada dejando a mis chicos atrás, no sin antes dedicar unos minutos a preparar las radios de todos en una frecuencia segura. Paso a paso me distancio de ellos, dejando atrás un grupo de mercenarios que poco a poco se va encogiendo a la distancia. 

Estoy solo. Hacía mucho que no me encontraba conmigo mismo y comencé a pensar en cómo había llegado hasta aquí. EL tiempo, los trabajos y las aventuras vivimos juntos. Hasta que llegué a lo que parecía un pequeño risco ligeramente elevado. El lugar idoneo que me proporcionaba un buen punto de apoyo y algo de altura. Como el camuflaje iba a resultar escaso una vez escogido el punto, me dediqué a recolectar ramas secas, piedras y todo tipo de objetos del entorno con los que disimular mi posición y mejorar la cobertura del poncho de camuflaje. 

Fue un ritual que llevó su tiempo, pero estaba acostumbrado a hacer y cuando por fin me di por satisfecho tomé postura. Me tumbé, preparé el rifle y mirando a través de la mirilla, esperé. Estaba entrenado para hacerlo durante horas sin moverme del sitio. El tráfico era nulo y la visibilidad excelente, un buen sitio para disparar.

Bajé del carro y enseguida nuestro tirador se puso con su faena. Profesional.

Me quedé observando cómo el solitario mercenario avanzaba, esperando algún comentario jocoso de Derek o que LIan, que estaba bastante callada, dijese al fin algo. ¿Tan mal le habían sentado mis intentos de ligoteo? ¡Un buen polvo es lo que le hacía falta, para quitarle tanta tontería!

Y allí nos quedamos los cuatro, esperando a ver si el plan que habíamos trazado iba a buen puerto. Era cuestión de tiempo...

Lian saca una cadena de pinchos del maletero del vehículo.

- Necesitaremos esto ¿no?- Pregunta.- Y deberíamos ponernos un par a cada lado de la carretera para llenarles de plomo...

Perdobame tio. Lo olvide completamente. Es posible que fuese pirque como ha bajado un poco la participación he dejado la historia principal a un lado y estaba mas atento a mi escena personal.

Observas a través de la mirilla de tu rifle cómo la furgoneta se acerca por la carretera.

Una media sonrisa parece dibujarse en mi rostro, peto se esfuma rapidamente. Me limito a abrir la comunicación por radio e informar a mis compañeros. Después vuelvo a situar el ojo en la mirilla y sigo la trayectoria.
-Se acercan. Una furgoneta. Sola-

Segundos después todos observáis a la furgoneta que avanza hacia vosotros; va seguida del coche con los guardaespaldas.

El plan iba sobre ruedas... Con el dorso de la mano me sequé el sudor de la frente mientras contenía la respiración. En breves instantes la furgoneta estaría en su sitio. Nuestras esperanzas estaban puestas en aquel pinchazo y en la puntería de Smith... Esperaba que aquel cabrón no nos fallara.

La furgoneta no se da cuenta de la trampa y sus ruedas pasan por encima de los pinchos, provocando un frenazo y un volantazo. El vehículo gira y se queda ligeramente sobre la cuneta; mientras que los guardaespaldas paran en seco y se bajan echando manos a sus pistolas.

Veo como se desarrollan todos los hechos. El furgón en el arcén y los pasajeros se preparan para la emboscada. Centran toda su atención en mis compañeros como habíamos previsto y eso me gusta. Los guardaespaldas, bien entrenados o con más experiencia que los demás son claramente distingibles con sus movimientos y su búsqueda de cobertura. Esos son mis objetivos. Fijo mi mira en uno de ellos, el que menos amenazado se encuentra y aguardo un instante antes de disparar, para asegurar el tiro.

Un escalofrío de miedo a fallar recorre mi cuerpo antes de disparar.

Armado con mi escopeta, me dirigí al conductor más cercano para volarle los sesos sobre el asfalto, sin perder de vista a los dos hombres armados.

Sin dudar, mientras nuestro tirador se preparaba, disparé contra el hombre más cerca de mi posición.