Partida Rol por web

El mendigo miraba a unos y a otros, interesado, se le escapó una afilada sonrisa cuando la bárbara le miró, como desconfiada.

El mendigo apartó la mirada de ellos y miró en dirección a donde estaba Ardas y luego introdujo el dedo en la olla, sin poder evitarlo, para luego chuparlo.

-Mmm..caldo de pescado, está bastante bueno.

Avisó.

Al cabo de unos minutos, Ardas regresó, serio, como siempre, cargando con unos objetos. El pescador se sentó junto a los heroes y cogió un objeto de su colección para clavarlo, literalmente, en el suelo, ante la vista de todos.

Era una espada, algo más larga que las falcatas, pero poco más, de manufactura muy bella pero desgastada.

-Vais a necesitar algo como eso.

Explicó.

Luego enseñó su armadura, compuesta por yelmo sin crin, coraza, muñequeras y espinilleras. A penas pesaban para su grosor.

-Son armas y armaduras hechas por dioses. Esto si los matará. Los robé yo mismo de su arsenal y esa espada cortó el tendón de Efesto.

Ardas miró con sus ojos glaucos a todos los presentes.

-Yo sé donde encontrar el arsenal de nuevo.

Mira la espada y la armadura... sí... irradian algo de esa energía extraña que tienen los dioses.

-En mi opinión solo necesitamos esa espada y esa armadura...

No piensa dar más pistas sobre lo que piensa ya que si lo dice en voz alta seguramente los dioses irán a por ellos o simplemente se esconderán.

Cuando comenzaron a decir que lo importante era la destreza y no la fuerza, la sajona puso cara seria y miró hacia otro lado, ellos no la entendían, no entendían como era su mundo. Su actitud volvía a ser algo prepotente, no es que lo hiciera a posta, ella era asi, era su caracter.

Apareció Ardas con un arma y con una armadura, a cada palabra que decía, más se le abrían los ojos, estaba maravillada con esas armas.

- Y eso matarr dioses??? Querrerr uno.. mejorr dos.. - había captado totalmente la atención de la chica.

Efreno observó los objetos que Ardas traía. Especialmente se interesó por la espada. Poco tiempo le faltó para agarrarla y sopesarla, observando hasta el más mínimo detalle, dando algunas estocadas al aire para comprobar su manejo, y efectivamente descubrió lo que sospechaba: aquella era un arma perfecta en todos los aspectos. O quizás en todos salvo en uno: era obra de los dioses.

-Así que para matar dioses necesitaremos las armas que ellos mismos forjaron para defenderse-dijo con una sonrisa sarcástica-. Que así sea. ¡Me gusta este irónico giro del destino!

Volvió a clavar la espada en el suelo con fuerza y se dirigió a Ardas una vez más con los ojos relampagueantes por la emoción y la impaciencia, agarrándole incluso del hombro con complicidad.

-¡Llévanos hasta el arsenal de los dioses y juro por mi vida que quienes forjaron estos artefactos verán su esfuerzo recompensado!-exclamó en tono mordaz.

 - Será complicado, Efreno... debemos refrenar nuestras iras e impetus... - Sopesó Bolverk meditabundo, que había estado en silencio durante todo ese tiempo. De pie, apoyado en la pared y con los brazos cruzados al pecho. HAbia decidido no sentarse, para dejar sitio a quien en verdad estuviera cansado. - Pero... dinos dónde podemos encontrar ese arsenal y... lo que es MÁS importante. - Recalcó ese más. - Dinos de que defensas cuenta. Si alguien lo guarda... tened encuenta una cosa, compañeros. Si los dioses descuidaron sus tesoros una vez, no lo harán dos veces. Con lo que... las defensas que tuviera su arsenal cuando Ardas se hizo con la espada y la armadura... ahora se habrán duplicado... o triplicado. Deberiamos trazar un plan muy minucioso.

-O podemos ir a por el arsenal... seguramente mucho más protegido ahora que saben que vamos a por él... o podemos hacer otra cosa... de la que no voy a hablar a no ser que sea un sitio seguro donde ningún dios pueda escuchar...

La idea de asaltar el arsenal divino es mucho más que suicida...

-¡¿Ir al arsenal a asaltarlo y llevarnos sus equipos?!- exclamó -¡Es una locura, los dioses nos tienen puesto el ojo encima!- después mira a Adara -Si tienes algún plan mejor, será mejor que vayamos a otro lugar más seguro para poderlo discutir mejor-.

Después recapacita y piensa -Espera... quizá pueda hacer algún conjuro de protección, un escudo quizá, que dure lo suficiente para que nuestras palabras no lleguen a los oídos de los dioses...-. Se mira el péndulo que cuelga de su cuello y espera a que los demás opinen.

-¡Un momento!- exclama Arkhania -Sé como evitar que los dioses se entrometan en nuestro plan- mira uno a uno a los presentes. -Sé de un hechizo que podrá sernos de gran utilidad; se trata de un conjuro antiquísimo pagano utilizado por los más viejos ancestros que caminaban por la Tierra cuando este mundo fue creado- vuelve a mirarse el péndulo y después esboza una sonrisa mirando hacia arriba.

-Mi madre me lo enseñó, ella lo heredó de su madre, al igual que mi abuela lo heredó de la suya. Ahora yo soy su sucesora y única actualmente conocedora de este hechizo pagano- explica -Cuando era pequeña mi madre me contó que este hechizo lo creó una mujer semidiosa, una sacerdotisa que fue rechazada por su madre, Atenea, conocida en otros lugares como Minerva; la hija que tuvo fue dotada de una gran inteligencia y su madre temía que pudiera reemplazarla en el Olimpo por lo que la desterró condenándola a la mortalidad en nuestra tierra- da unos cuantos pasos sin dejar de tocar su péndulo -Ese conjuro fue utilizado para combatir en la guerra, para que los dioses no oyeran las estrategias de sus enemigos, y aquella sacerdotisa lo utilizó. Ares y los demás dioses no supieron de su plan, pues era imposible oirla bajo la protección de ese hechizo, un escudo creado exclusivamente para eso. Sin embargo, ella no era más que una simple mortal y como mortal tuvo su fin, los dioses arrancaron la vida a esa gran sacerdotisa, pero lo que nunca supieron fue que ella dejó su legado, su gran y valioso hechizo a una hija que tuvo con otro mortal, y desde entonces, generación a generación, este hechizo extraordinario ha logrado persistir hasta el día de hoy-.

Deja de tocar su péndulo y echa un vistazo a sus compañeros, a Ardas y al mendigo que les acompañaba. -Si os parece bien, podría realizar el hechizo para evitar que los dioses nos escuchen y así poder discutir nuestra estrategia-.

Ardas cogió la espada y la armadura.

-No pienso dejaros estas.

Su mano descansó unos segundos sobre la de Efreno y le miró a los ojos.

-Eres bravo.

Luego observó a Arkhania.

-Y tú de buen corazón. No hablan de esos dioses, creo que se refieren a sus espias aqui.

Escupió, cínico, devolviendo las miradas de desconfianza que le daban algunos miembros.

-No tengo motivos para mentir. Hay muchas islas que no son visibles para los hombres en la tierra, salvo para aquellos que la encuentran, yo fui uno de ellos. Encontré esa isla sin quererlo, me alimenté de sus frutos y bebí de sus pozos, y luego encontré ese lugar. Era un sitio extraño, con una puerta de marmol entreabierta, al pasar, escuché rugidos y vi en la entrada estos objetos abandonados, los cogí y salí. Quizá los dioses no quisieron estas armas por viejas y por eso las abandonaron. Pero yo no pondría un guardián en un sitio donde no hay nada. Allí estan sus armas, lo sé.

Ardas se encogió de hombros.

-Podría magnificar el hecho, decir que maté a un titán para coger estas armas, pero mentiría.

El griego escuchó a Bolverk y luego habló.

-Desconozco sus defensas, quizá ni se han dado cuenta. No lo sabremos hasta llegar allí, pero si de verdad pensais matar a los dioses, a llegar hasta el final, hasta la mismísima puerta de Zeus, unos guardias no os serán un problema. Además, pienso ir con vosotros.

 Bolverk sonrió, contento por como se estaban desarrollando los acontecimientos. El hechizo de Arkhania, la presencia de Ardas... Todo marchaba por buena senda. Pero aún así, no debían confiarse. Ya habían perdido a un compañero, y muchos más podrían ser los que perecieran en esta aventura. No luchan contra humanos, no contra seres de carne y hueso. Sino contra dioses. Seres ultraterrenos, divinos e inmortales. Como bien dice Ardas, habrá que cortarles con sus propios filos... y habrá que tener cuidado.

 - Arkhania, por mi no hay inconveniente alguno en que realices el hechizo... - Murmuró Bolverk, quien estaba aprendiendo una valiosa lección sobre la magia. No toda magia es maligna y dañina, y no se debe tener un miedo ciego, sino respeto. Quien comenzó el viaje a tierras helenas convertido en un bárbaro escéptico que sabía cuatro palabras de griego, estaba convirtiendose en alguien tolerante para con la magia. - Nos vendrá bien tu presencia, Ardas. Ya sufrimos bajas en nuestro viaje hacia Rodas, te agradezco la ayuda en una misión en la que... toda ayuda es poca.

- Perro serr diferrente una perrsona, que.. 6. Aunque si serr como dices, quizás tenerr suerrte y pasarr desaperrcibidos - comentaba sobre como entrar en el olimpo o donde tuvieran las armas.

Escuchaba a los demás compañeros mientras miraba de reojo a Ardas, no podía evitar sentir una gran curiosidad sobre ese hombre, como con su apariencia, consiguió lo que consiguió. Aunque se comportara como si sintiera desprecio hacia él, lo que en realidad sentía era curiosidad y admiración.

Se incorporó en su asiento, quejandose de la herida, frunció un poco el ceño y despues levantó la mirada hacia los demás, su gesto era más relajado y menos alerta que anteriormente.

-¡Ah, Ardas, me has dado una alegría!-exclamó el cretense sin ser capaz de reprimir sus emociones-. Sabiéndo lo que ahora sabemos gracias a tu información me siento capaz de sesgar la vida de toda la guardia del Olimpo. Escuchemos tu plan alternativo, Adara. Realiza ese sortilegio de protección si te sientes con fuerzas, sacerdotisa. Así podremos planearlo todo sin que esos arrogantes y mezquinos dioses puedan oír una palabra de lo que les aguarde cuando les ponga las manos encima.

Había combatido en cientos de batallas a lo largo de su vida, pero para Efreno aquella era la más importante de todas, la que más sentido albergaba para sí. Toda su vida la había pasado esperando encontrar un reto lo suficientemente grande como para hacerle sentir vivo y realizado, y por fin había llegado el momento. La lucha contra los dioses era lo que había aguardado durante tanto tiempo, y doblemente importante era para él, pues no sólo simbolizaba la plenitud de su existencia, sino la venganza que tanto ansiaba, el ajuste de cuentas que los Olímpicos se merecían. Y por encima de todo era la única forma de devolverle el favor a su amada esposa por todo lo que ella le había dado... y por todo lo que su arrogancia le había quitado.

Efreno, instintivamente, aferró el colgante con la alondra que llevaba al cuello.

Espera a que Arkathia haga su hechizo para impedir que nadie les escuche. Cuando cree que ya puede hablar mira a los demás...

-Quizá nos sea difícil llegar hasta allí... o quizá ya hayan mandado vigilantes a ese arsenal para que no podamos llevar a cabo nuestros planes de apoderarnos de las armas hechas por los dioses... pero aquí tenemos una espada hecha por ellos, que puede matarlos... propongo que usemos esa espada para tener una trampa a los dioses y dejarlos fuera de combate con ella y apoderarnos de sus armas...

Se detiene un momento mirando a los demás.

-Atacando a los dioses uno a uno, pensando que estamos indefensos... pero deberíamos evitar tener contacto con Zeus, Hades o Poseidon... sin duda ellos son los mas poderosos... hijos de Saturno... los primeros...

-Tu plan es arriesgado, amazona-le dijo Efreno tras escucharla atentamente-. Pues mientras uno de nosotros le apuñale con esta espada, ¿qué haremos el resto? Grande y astuta debería ser la trampa que les tendiésemos para que cayesen en ella. No, compañeros: yo propongo regresar a su arsenal secreto, cercenar las cabezas de todos y cada uno de los guardias que allí pueda haber si es que los hay, y luego, bien provistos y armados, cargar con toda la furia y la fuerza de nuestros músculos contra los dioses del Olimpo y asestarles un golpe rotundo y definitivo que no les permita reagruparse ni trazar estrategias de defensa. ¡Acabar con todos ellos de una sola estocada!

A medida que iba hablando el tono de su voz fue creciendo hasta alcanzar al final una temeridad y una osadía propias del cretense. Desde luego a él le parecía el mejor plan, aunque lo cierto era que cualquier plan que consistiese en cargar con intrepida furia contra el enemigo le parecía atractivo...

Ardas asintió y tomó su espada mirando a la amazona.

-Y tienes que saber otra cosa: No voy a daros mis armas. Yo me las gané en la guerra, ganaros vosotros las vuestras, como dicen los espartanos. Aunque me ha gustado eso de ir a por los débiles pero ¿cambiaría algo? ¡Hay que aniquilar a los comandantes de Zeus!

En el tono de voz del pescador había algo de ofensa.

-Yo estoy con el guerrero Titán.

Expresó, colocando una mano en el hombro de Efreno.

-¡Hagamos caer sobre ellos la furia de Grecia!

Luego desvió sus ojos glaucos hacia Nanna y Bolverk.

-...y de más allá de ella.

-Creo que no me he explicado bien... 

No es muy dada a la palabra así que quizá no puede expresar sus ideas con claridad...

-No digo que no vayamos a por Zeus, digo que antes debemos apoderarnos de sus armas... si el arsenal está demasiado bien protegido, estaremos en las mismas con nuestras armas humanas, pero haciendo uso de esa arma que tu tienes, ya que has dicho que nos acompañarás, podríamos atacar a aquellos dioses menos poderosos y arrebatarles sus armas divinas... como es lógico, con la colaboración de todos...