Partida Rol por web

    Los días transcurren lentamente, Maverick se encarga de dirigir al grupo con sumo cuidado, realizando guardias dobles por las noches y evitando que el grupo quede dividido durante los tramos de viaje del día. El ataque del Phaerimm lo puso en alerta y no quiere que algo así vuelva a poner en juego la vida de uno de sus hombres.

    Afortunadamente, sus medidas surten efecto, ninguna fiera salvaje ni ningún otro tipo de amenaza se atreve a cruzarse en vuestro camino y gracias a ello no tardáis demasiado en comenzar a divisar vuestro objetivo coronando la cima de una de las colinas más cercanas, la Torre de Hron, aunque quizás "torre" era un término demasiado generoso para aquel edificio. Se trataba de una construcción de tres pisos y planta octogonal, aunque la última de ellas se encontraba derruida parcialmente, dando a entender que en el pasado seguramente la altura podría haber sido mucho mayor, algo bastante fácil de suponer observando la gran cantidad de cascotes que la rodeaban. Desde la distancia Serge estimó que cada una de las paredes debía de medir no menos de doce metros y la altura que separaba cada uno de los pisos no muy inferior a los cuatro.  

     Mientras el pícaro contemplaba a su objetivo, Maverick azuzó a su montura, anticipándose al resto para poder dar las instrucciones que deberían seguir en aquel lugar.

    -Prestadme atención un momento camaradas.- El caballero alzó su mano para atraer la atención de todos y acallar las voces de júbilo por haber logrado llegar de una pieza a su objetivo, ahora ya solo quedaba la parte sencilla antes de regresar con Malk'Evar y cobrarse la recompensa. -Ante todo, permitidme que me tome un momento para felicitaros a todos por haber mostrado el ser capaces de estar a la altura de la situación y haber cumplido con mis órdenes sin replicar. Lo que se nos viene encima es posiblemente la parte más complicada de nuestra empresa, así que creo que lo mejor será extremar las precauciones. Me gustaría que Candance y Serge nos sirvan de avanzadilla para reconocer el terreno antes de que caiga la noche, son los mejor capacitados para ello, que tras ello regresen y nos informen de lo que encuentren y mañana, con la primera luz del día, todos nos dirijamos a la torre y que cada uno cumpla con su parte de la misión.- Aunque siempre tomaba el mando del equipo, una vez más, el paladin no pudo evitar hacer una nueva pausa por si alguno de sus compañeros se decidese a alzar la voz con alguna réplica u observación al respecto. -Bien, dicho esto, Candance, Serge, quiero que os aproximéis con cautela, desde el encuentro con el phaerimm no hemos tenido más problemas, pero todos hemos podido oír a los aulladores en la lejanía durante la noche, no arriesguéis más de la cuenta. Tampoco quiero que os adentréis en la torre, solo que exploréis los alrededores, pese a que no dudo de las capacidades de nuestro pícaro, es muy probable que dada la naturaleza del anterior habitante del lugar hayan contramedidas mágicas y ninguno de los dos soy hechiceros, bien ¿Queréis añadir alguna cosa más?-

Efectivamente el bardo gnomo se había enfadado tras haberle apartado de la voluptuosa e inocente semiorca. ¡Mala suerte! Que no hubiera sido lascivo con una chica que le caía tan bien.

Por lo demás, el viaje transcurrió sin mayores problemas. Maverick había redoblado la vigilancia después del incidente con aquel monstruo, cosa que era de agradecer pero que no fue del todo necesaria. Olidammara debía de haberse puesto de buen humor, ya que no volvieron a encontrarse nada que no fuera más grande que una vulgar alimaña.

Y finalmente llegaron a su destino: La torre del hechicero Hron. Bueno, ahora sólo se trataba de entrar, saquear y marcharse, lo cual era justo su especialidad. ¿Qué peligro podría haber en aquel abandonado edificio? Aparte del hecho de que estaba abandonado, con sus caídas de escombros sobre la cabeza, los agujeros del suelo y los asentamientos de musgo resbaladizo brotando por doquier. Pero eran males menores comparados con un ejército de guardias vivitos y coleando dispuestos a meterlo a uno entre rejas.

Sin emabrgo, Maverick no iba a dejarles entrar así como así en la vieja torre. Antes de que se les ocurriera poner un pie dentro, reunió al grupo para felicitarles por el viaje y por ser tan buenos perritos obedientes y les ordenó a Candance y a él mismo que fueran a reconocer el terreno que rodeaba la torre. Lo de las trampas mágicas no lo había pensado, no era tan mala idea tomarse un poco de tiempo para reconocer el terreno antes de aventurarse a robar nada.

Sin preguntas por hacer, el ladrón fue junto a la pelirroja guerrera para hacer el reconocimiento. Mientras exploraban, Serge no pudo evitar iniciar una pequeña conversación en voz baja.

 -¿Crees que los temores du Maverick son fundados? ¿Qué los aulladores nous van a atacar?

    Cuando se alejaron unos pasos y Serge comenzó a hablarle Candance no tardó en alzar su mano para hacerlo callar y volver una mirada bastante complicada de interpretar. Se quedó en silencio por unos momentos y el pícaro pudo darse cuenta de que aquella mujer lo estaba analizando con la mirada, aunque de un modo que no le hizo sentir muy cómodo o halagado. Finalmente la pelirroja se decidió a hablar.

    -Maverick es inteligente, todos hemos oído los aullidos de esas bestias en la lejanía y no sería de extrañar que tuvieran por aquí su nido.- Soltó con un tono totalmente neutro como si estuviese resaltando una obviedad que la molestase repetir. -De todos modos... mmm- Candance se tomó su tiempo, estaba claro que quería decirle algo más y que había esperado a encontrarse a una distancia en la que el resto del grupo no pudiera ser testigo de su confidencia. -No me gustas, Serge, los de tu tipo acostumbran a ser cobardes y oportunistas que se esconden en el hurto para robar a otros lo que no tienen valor de conseguir por si mismos... Sin embargo...- Las palabras se le estaban atragantando un poco, lo que seguía se le hacía difícil expresarlo en voz alto. -El otro día fuiste capaz de abatir a esa bestia, salvaste al gnomo donde otros habrían huido por temor a ser devorados, lograste lo que yo no pude, por ello quiero que tengas esto.- Candance llevó su mano a la cintura y extrajo algo de una bolsa que colgaba de su cinto. -Es el aguijón del phaerimm, un trofeo apropiado para quien terminó con la vida del monstruo. En mi tribu es tradición que el cazador se quede con ello. Ahora es tarde para extraerle el veneno, pero al ser una criatura mágica aún conserva parte de la esencia, si se lo clavas a alguien es posible que siga surtiendo efecto.- La situación era extraña, pero Serge de pronto se encontró con sus manos llenas con un aguijón curvo de unos diez centímetros. La punta todavía permanecí afilada y había sido sujeto por la base a un cordel para poder ser usado de colgante.

    -En fin, es adecuado que seas tú quien lo conserve, ahora pongámonos con lo que nos queda por delante.-

    Rápidamente los dos salieron hacia el frente, Serge quedó sorprendido con la habilidad de la "salvaje" para moverse sigilosamente. Definitivamente carecía de la elegancia que el había desarrollado a lo largo de tantos años pero verla era como contemplar a un depredador a la búsqueda de presas y, de no haberse separado del grupo juntos, seguramente la hubiera perdido de vista a los pocos minutos.

    Pero no habían sido enviados hasta allí para andar demostrar lo bien que se les daba pasar inadvertidos, su tarea era otra bien distinta, reconocer el terreno y dar con el mejor camino para llegar hasta la torre. Habían dejado atrás el bosque y ahora corrían por una pradera en la que el follaje los llegaba por encima de la cintura, resultaba complicado ver donde se apoyaban los pies. De pronto, un brillo anómalo captó la atención del dúo de exploradores. Serge se detuvo de inmediato para analizar de que se trataba. Aquello era extraño, parecía una especie de jirón de piel reseca de algún animal, sin embargo, lo que lo había hecho detenerse eran las tonalidades del mismo pues cuando la luz incidía en él despedía brillos tornasolados y eso no era todo, parte de él estaba cubierto por pelaje, otra por escama y una más parecía una sustancia viscosa demasiado parecida a tocar una babosa. Daba la sensación de que varias bestias se hubiera fusionado para crear aquella aberración, que no dejaba de ser un trozo de piel de algo de mayor tamaño, aunque allí no se encontraba cuerpo alguno ni rastro a la vista. Era como si el reptil más extraño del mundo hubiera mudado su piel allí para esfumarse después.

   -Cuidado, no hables.- Candance detuvo de inmediato cualquier posible intento del pícaro por pronunciarse por lo que acababan de encontrar. Seguidamente la mujer señaló algo en el suelo y Le Blanc observó en su dirección, huellas, parecidas a las de un perro, bueno, si los perros anduviesen a dos patas y tuvieran el tamaño de personas. Parecía que esas pisadas pertenecían al dueño del trozo de piel que estaba analizando y estas se alejaban en dirección a la torre. Ahora estaban a medio camino, tenían a la misma distancia a su objetivo y al grupo siendo muy posible que no se encontraran solos.

El gesto de la bárbara casi emocionó al ladrón. Sonrió y guardó el aguijón en su cinto mientras decía:

 -Merci beaucoup Candance. Es un detalle por tu parte.

Aunque más que el aguijón, el detalle era que hubiera reconocido su valor al haberse enfrentado a aquel monstruo. Que si lo pensaba en frío, había sido muy, pero que muy estúpido enfrentarse a esa cosa tal y como lo había hecho. De haber tenido un minuto para pensar con calma, probablemente habría salido por piernas de allí. Pero no era ese el tema ahora, sino que había sido valiente y había tenido suerte de que el monstruo aquel estuviera medio muerto por el hambre.

Tras aquel enternecedor momento, Candance y Serge empezaron su labor de reconocimiento en silencio, moviéndose ella como una pantera y él como un gato a través del terreno. No tardaron demasiado en encontrar algo que llamó su atención. Era un trozo de piel. No, era más bien un pelaje… No, en realidad era una mezcla de varias cosas amalgamadas en un único jirón. ¿Qué criatura podría tener un aspecto tan extraño? Entonces el ladrón se acordó de lo que se había hablado cuando aquel monstruo atacó, que un mago podía haberlo retenido como mascota. ¿Y si aquella cosa era también una mascota de un mago?

Antes de que Serge pudiera expresar estos pensamientos en voz alta, la bárbara le dijo que se callara y le señaló un rastro de huellas. Se dirigían hacia la torre y era bastante probable que pertenecieran al dueño de aquel jirón de pellejo. El replicante se acercó a la pelirroja para susurrar con un hilo de voz:

 -Deberíamos volver y prévenir a los demás. Esto me da mala espina.

    Candance devolvió una mirada acerada al pícaro. Sus palabras parecían haberla molestado de algún modo, pero aún así hizo un esfuerzo por contener su rabia, quizás provocado por el recuerdo vivido escasos momentos atrás.

    -Creo comprender tu preocupación...- Comenzó a decir cuidando que su tono de voz no se alzara en exceso sin terminar de incorporarse del todo. -Pero ahora nos encontramos a mitad de camino, si regresamos ahora será imposible venir aquí con todo el grupo antes de mañana y estaremos toda una noche potencialmente expuestos a lo que quiera que sea esta cosa. Si solo estuviéramos el paladín y nosotros dos no tendría problemas, pero ya viste lo bien que reaccionan la pareja restante a los ataques sorpresa.- Se esforzaba por tratar de ser clara, esa mueca de acritud había regresado a su rostro y estaba claro que su deseo era el de seguir. -Ahora tenemos ventaja para tomar la iniciativa, si seguimos el rastro podremos rastrear el cubil de lo que quiera que sea esta cosa y hacernos a la idea de a qué nos enfrentamos, si te da miedo ir al frente, iré yo y así podrás aprovechar para atacar desprevenido al enemigo o regresar corriendo para advertir al resto si es que tanto temor te genera la situación.- Finalmente soltó un esputo de tamaño considerable a un lado y usó el filo de su cuchillo de caza para examinar el jirón de piel en busca de pistas mientras esperaba una respuesta.

El ladrón no tuvo más remedio que darle la razón a la bárbara. Ciertamente, de ser sólo ellos con Maverick, avisar sería lo mejor. Pero si Engra y Parsian volvían a ponerse en peligro… Cuerpo a cuerpo no podían hacer demasiado. ¡Y a lo peor él no volvía a tener esos arrebatos de valentía! Por mucho que le desagradara la idea, lo mejor era ser valiente ahora y seguir que tener que ser valiente luego al luchar contra a saber qué monstruo. Serge Leblanc asintió a las palabras de Candance y susurró con un hilo de voz:

 -Tienes razón. Sigamos. Averigüemos lo que podamos de lo que sea que hay ici mientras aún tengamos el elemento sorpresa a nuestro favor. Y pardonne mi actitud, es sólo que me pongo nervioso frente a lo desconocido. Lo mío es recorrer callejuelas, no patios de torres de magiciens abandonadas.

    Complacida con el cambio de parecer del pícaro, Candance, asintió en silencio y retomó la marcha siguiendo con cautela el rastro que habían descubierto. Serge sabía lo que tenía que hacer, siempre dos pasos por detrás de la salvaje, atento a cualquier señal de peligro para anticiparse a la amenaza. Como dos sombras fundidas con el follaje, avanzaron rápidamente hasta llegar a una depresión en el camino, eso sorprendió al pícaro, desde la lejanía no había percibido aquel amplio bajío, el sitio perfecto para que una bestia hiciera su guarida, guarida a la cual se estaban acercando haciendo oídos sordos a los instintos primarios de supervivencia del joven Le Blanc.

    Un charco de sangre, luego otro más y finalmente... un cadáver, pero no uno cualquiera, aquel cuerpo destrozado no pertenecía a persona o animal que hubiera visto antes. Por lo que aún se podía distinguir del amasijo parecía una figura vagamente antropomórfica, cubierta de un "pelaje" muy similar al que habían encontrado atrás y rasgos lobunos ¿Sería aquello un aullador? O al menos lo que quedaba de uno, su pecho se encontraba hundido por completo, como si una roca lo hubiese aplastado y faltaba parte del cráneo y una de las aptas había sido arrancada de cuajo ¿Qué podría haber causado...

    -¡SERGE ALERTA!- El grito de la mujer lo puso en alerta al momento, Candance había percibido algo que el había pasado por alto mientras quedaba fascinado por el cadáver, al parecer un segundo de esos engendros se había quedado por la zona y los quería convertir en su cena, por fortuna la barbara lo había detectado a tiempo y ahora cargaba hacia la aberración, hacha en mano, dando la voz de alarma.

    Si había dudas sobre cómo debía de lucir el cuerpo en vida de lo que se había encontrado la pareja, ahora Serge tenía el desagradable privilegio de despejarlas. La monstruosidad no debía de diferenciarse mucho de los mitos de los hombres-lobo tan extendidos por otras regiones, pero estaba claro que esto era distinto, su cuerpo estaba hinchado, sus venas marcadas irradiaban una luz violácea, bajo su piel parecían arrastrarse una miríada de seres vermiformes que ocasionalmente rasgaban su piel para formar zarcillos que no paraban de alargarse y contraerse. Solo un vistazo fue suficiente para estremecer al pícaro que de inmediato comprendió la rabia demente que hervía en el interior de esa criatura, un odio irracional contra todo lo vivo y ahora solo el hacha de su compañera lo separaba de caer víctima del mismo.

A medida que avanzaban en la exploración de aquel misterioso terreno, el ladrón se arrepentía más y más de haberse hecho el valiente sólo para no defraudar a la bárbara. ¿Cuándo aprendería que su seguridad iba siempre por delante del impresionar a las damas? Hoy no, estaba claro.

Con el cuerpo tenso, Serge avanzaba justo detrás de Candance. Los rastros de sangre le ponían nervioso. Demasiado nervioso para su propio bien. Algo malo rondaba por ahí y no le iba a hacer ninguna gracia el quedarse a descubrir qué era. Finalmente encontraron algo, un cadáver para alivio del ladrón. Al menos ese amasijo de carne y pelaje no les atacaría. Pero, ¿qué era lo que había matado a esa criatura en primer lugar? Sus instintos empezaron a chillarle que se largara a todo correr de allí, pero sólo pudo quedarse quieto, mirando a aquel animal muerto. Y entonces, de repente, la bárbara gritó, haciéndole atender a la nueva amenaza que había aparecido ante ellos.

Era… Pesadilla fue la primera palabra que pasó por la mente del pícaro. Tenía aspecto de hombre lobo, pero… No, definitivamente aquella cosa fuera lo que fuese era más poderosa que un licántropo normal y corriente. Y eso le puso un nudo en la garganta al ladrón tan grande que no podía ni tragar saliva.

Candance había sacado su hacha, dispuesta a acabar con aquella cosa a golpes. Serge se tomó unos instantes para analizar la situación. Si atacaba cuerpo a cuerpo, el monstruo lo atraparía y lo despedazaría sin lugar a dudas. Maldito fuera el arco que no tenía… Lo único que podía hacer sin que aquella cosa se lo merendara era lanzar su daga derecha hacia él. Con un poco de suerte le daría en un punto sensible y Candance acabaría el trabajo. Con un poco de suerte.

    Sin dudarlo dos veces, Candance cargó lanzando un feroz gritó de batalla interceptando a su rival para iniciar el cruento combate. Mientras tanto Serge, temeroso de poder pecar de osado si entraba en combate, prefirió mantener la distancia y apoyar a su compañera con sus dotes de lanzador de cuchillos. 

    En plena liza, la salvaje y la bestia lanzaban brutales envites que eran evitados al momento solo para lanzar un nuevo ataque, los golpes cortaban el aire, parecía que la lucha se volvería eterna. En ese momento, el pícaro supo que había llegado su momento de brillar, aprovechando que ninguno de los contendientes atendía a su presencia, la daga abandonó sus manos silbante en pos de su rival. Sin embargo, el lanzamiento había sido precipitado y solo logró rozar al monstruo sin causar daño aparente, no obstante, su ataque no fue en vano, la apertura generada fue aprovechada rápidamente por Candance que de inmediato realizó un tajo fatal que abrió un amplio corte en el vientre de la bestia donde comenzó a brotar un repulsivo moco purpúreo. Llena de ira homicida, la bestia no se quedó atrás, y su dolor solo sirvió para espolearla a seguir luchando por su vida dando un zarpazo en el hombro de la bárbara, la herida no tenía buen aspecto, pero Serge pudo caer en la cuenta de que Candance ahora se encontraba dominada por el trance de guerra de los suyos y el dolor había dejado de tener sentido para ella.

Maldita fuera esa bestia una y mil veces. No sólo había evitado su daga, sino que además había conseguido herir a Candance. Y aunque el ladrón la conocía desde hacía poco, no tenía intención alguna de dejarla tirada para que muriera a manos de aquel monstruo. Y mucho menos de quedarse ahí quieto papando moscas, que las garras de aquel bicho lobiforme tenían pinta de hacer mucho, pero que mucho daño.

Mientras la bárbara se enzarzaba con el monstruo, entreteniéndolo, Serge vio su oportunidad. Corrió para rodear a ambos combatientes y lanzó otro de sus cuchillos, directo al flanco de la bestia. El ladrón sonrió al ver cómo su cuchillo mordía la carne de aquel extraño licántropo, hiriéndole y haciéndole sangrar como él había hecho sangrar a su compañera. Podían con él. Matarían a esa cosa, fuera lo que fuese.

    La bestia comenzaba a flaquear, el ataque de Serge logró impactar muy cerca de la nuca, haciendo que esta rugiera nuevamente por el dolor y perdiese la concentración y volviera la mirada en busca de el nuevo atacante al que fulminó con una mirada cargada de odio. Pero eso lo hizo bajar la guardia, un error fatal que Candance aprovechó para lanzar un tajo brutal que casi logró cercenar una de las extremidades de aquella rabiosa abominación hasta hundirse en sus costillas.

    Su vida comenzaba a extinguirse, más sangre salía a borbotones por las heridas recientes, pero no caería tan fácilmente. En un ataque desesperado atacó con ambas zarpas a la bárbara, esta logró desviar el primero de sus ataques con la empuñadura de su arma al tiempo que arrancaba la cabeza del cuerpo de su adversario, pero el segundo logró abrir una nueva herida en su costado, por suerte, una herida superficial. 

A pesar de lo increíblemente fuerte que era Candance, aquel monstruo se negaba a morir. Ya había vuelto a herir a su compañera otra vez y mantenía toda su atención sobre ella, lo cual le daba la oportunidad que necesitaba.

Rápidamente el ladrón se acercó por el costado de la criatura, pillándola por sorpresa y hundiendo su espada corta en el pecho del monstruo. Pagaría con litros de su hediondo icor la sangre de Candance que había vertido.

 -¡Lo tenemos cherie!