Partida Rol por web

1 Enero 1700 T.E. 03:00. Dol Guldur (La montaña Pelada) Tu celda personal. No sabes que tiempo hace fuera, pero como siempre, estará nublado, y lloviznará.

Descansas en tu celda, cuando un Uruk de servicio se acerca y toca la puerta. - Laugashîo, precisan que se acerque a las celdas. Las patrullas han traído a una beijabar. La voz ronca del medio-orco, estaba suavizada por hablar en un tono suave, ya que así se le había instruido y por tanto estaba en este servicio. De todas maneras no terminaba de pronunciar en Lengua Negra bien tu puesto. Te daba igual, pero había que mantener la disciplina de alguna manera. Sabías que ahora tocaba sacarle partido a este nuevo prisionero. Pero era extraño. Dijo "una". Es raro tomar una mujer beornida, pero esa raza de hombres eran tozudos y muchas veces preferían dejarse matar antes de mediar palabra. Torturarla podría valer, pero sabías que de bastante poco, aunque podría ser divertido.

- Que raro que traigan algo así. Pensabas para ti. Por un lado, a las hembras las solían violar tras raptarlas y asesinarlas posteriormente. Esta ha de ser una mujer muy dura y no se habrá "dejado". Te llamaba la atención y sabías que podrías obtener algo de ella. Tal vez no información, pero si otros servicios ... y si no ... para comer la araña.

Me incorporo de la dura cama mientras escucho el reporte del orco. Con cara de estar aburrido de todo lo despacho con la mano haciendo un gesto como quien aparta una mosca, sin embargo, por dentro, mi corazón late con fuerza ante tal prisionero. Es un espécimen valioso, un juguetito que no se rompe con facilidad.

Me relamo con mi larga lengua los labios mientras con una mano me la acerco a la cara. Tiembla con expectación de ponerse a trabajar. Cierro el puño con fuerza para controlarla. El tiempo pasa tan despacio aquí abajo, mi mente no hace sino tener un sueño recurrente de conquista y resurrección de las fuerzas del Ojo, incluso con el poderoso Kujanish al mando… con un respingo abandono esa línea de pensamientos, no soy ajeno al miedo, el miedo de que mi señor me encuentre demasiado prescindible o demasiado imprescindible. Debo mantenerme en calma y haciendo mí parte del trabajo, sin tener pensamientos demasiados ambiciosos. Saboreo el miedo y lo retengo unos momentos más, esto es lo que tengo que hacer sentir en la Beornida.

Me cubro con mi manto más cómodo, de un reconfortante olor a sangre seca de mis… de las víctimas de mi señor, sudor, rasgaduras de súplicas y otros fluidos más indecorosos. Me apoyo en mi viejo bastón y voy murmurando algunas palabras en distintos idiomas para ir soltando la lengua mientras me dirijo a donde la tienen retenida.

Mientras te preparas con el mandilón de cuero acolchado que sueles usar te pasa el informe.

Lo firma un tal Rhukskâ. Un uruk, que saber veterano, Shirûk (como un sargento) de una Garra (Burka, unidad básica de orcos).

Sabes que es un tio capaz. Para ser un orco común, sabe escribir un poco, y tiene una caligrafía de niño, que te hace pensar que puede ser más inteligente de lo que muchos piensan. 

Género: Mujer
Creencia: Desconocida, pero viste y tiene los símbolos de una Sacerdotisa de Araw (Nombre de beijabar del Valar Oromë)
Resistencia física: Considerable
Resistencia mental: Desconocida, pero se le presupone al enteder su puesto en la sociedad beornida y la propia naturaleza de su cultura.
 

Capturada tras una patrulla, en la que los beornidas regresaban de una de sus fiestas anales cerca de la Carroca. Destrozó 4 orcos, uno de ellos vetarano. de la patrulla de 20 sobrevivieron 9. Parece responder al nombre de Artli, pero puede ser un título, puesto o procedencia.

Cada vez estás más sorprendido porque un orco sea capaz de hacer análisis tan profundos, no solo tácticamente, cosa que a muchos se les adiestra, sino además, socialmente o en composición de lugar. 

Mientras farfullas en los idiomas, cuando pasas por el típico del bosque, Nahaiduk, la tipa te contesta salvajemente: - No os pienso decir nada.

El viejo hechicero no deja que sus emociones se transmitan en sus palabras. Su tono es bajo y neutro como quien asegura que la sangre es roja. No hay discusión sobre lo que dice. Mira a la Beornida desde la profundidad de sus ojos negros y se relame por dentro, pero no hay prisa. No hay prisa.

-Mi nombre es Kujanish, soy el interrogador jefe- le dice mientras espera que las palabras lleguen hasta esa barrera que habrá formado a su alrededor- como puedes imaginar, esa frase la he oído mucho a traves de los siglos- dejo que la voz se mantenga como un susurro alto. Me gusta hablar bajo, son mis prisioneros los que gritan- Comprobarás que soy una persona razonable. Beijabar, ¿te llaman Artli?- empiezo con una pregunta sencilla, no hay prisa, ya habrá tiempo para los hierros y rebuscar en su mente. Lo primero son los nombres, es muy importante ahora y siempre.

Hablo con uno de los Uruk que tengo cerca y mando a llamar a Rhukskâ. Quiero verlo en persona.

Suena un zumbido de unos campanazos. No se llega a escuchar, pero lo notas. No solo en tu cuerpo, sino también en la esencia de las cosas. Sabes que es una llamada al rezo.

Algo que se realiza no solo de forma permanente por un grupo, para otorgar de energía al "nigromante", sino que cada cierto tiempo, o cuando el "maestro" os convoca, se realiza una oración conjunta.

Sabes donde ir, y no puedes demorarte. Además, eres uno de los "supervisores" de los rezos, para que ... lo hagan bien, sea por un lado, enseñanza, y por otro disciplina. Además de tener la potestad de enseñar, también tienes potestad disciplinaria sobre aquellos que se descantillan. A los del grupo permanente no hay que decirles nada nunca, pero puede pasar. En el resto de "convocados" puede pasar, pero ... no suele, ya que enseñar es normal, pero saben que los que rompen la disciplinan del canto y rezo, suelen pagar caro su "desliz".

No te puedes demorar ... si que hubiera consecuencias. No es que tengas el tiempo justo si sales corriendo, pero ... tampoco te puedes demorar.

Con un chasqueo de lengua de disgusto, la máxima expresión que verá su cautiva de él, el viejo Kujanish mira hacia arriba, como atravesando la pared con su mirada hacia un lugar en concreto, luego la baja de nuevo mientras se da la vuelta de camino a la puerta.

- Me vas a tener que disculpar, tengo otras cosas que atender, luego vendré y jugaremos-  le habla en Orco al Uruk de la puerta al pasar sin detenderse- *Que nadie la toque hasta que yo vuelva*- una mirada feroz le da a entender que su vida está en juego.

Me encamino hacia la cámara de los rezos, arrastrando mi túnica con la medida calma de los siglos, se el camino a la perfección, cuantas zancadas, cuantos latidos y cuantos minutos me tomará llegar. Llegaré en el momento preciso.

Los pasos son tranquilos y controlados. Sabes perfectamente, con la fuerza de la costumbre el trayecto a hacer, pero había algo raro. Habías notado como, si, durante un instante, algo observase la montaña pelada desde arriba. No tenías tiempo para entretenerte e investigar, pero era una novedad importante y te debatías entre informar a tu superior. - Al Lahugasî. ... aunque igual lo había notado por si mismo.

Ahora tocaba rendir en el Culto.

Más de 300 orcos, trolls y humanos se agolpaban en aquella sala redonda, para la oración. Era el momento en el que los Laugâhs tenían más poder. Era el momento en el que podían ejercer justicia por doquier, y además serían adorados por ellos. Odiados también, pero si no lo hacían, conseguirían perder el respeto y el temor que se les profesaba.

El murmullo del arrastrar de pies, la respiración de los presentes, que además elevaba la temperatura y creaba un ambiente sofocante y viciado, no era suficiente como para perturbar el tono inicial del Líder del Culto, el Laugashî y los 5 mayores. El resto, rondabais la grada, expectantes y vigilantes, entonando los rezos, como "los mayores", pero como parte de un rito para teneros entretenidos, y con la creencia de colaborar en que se generase el canal suficiente y terminase aquello de la manera mejor posible. Lo más gracioso es que sabías que en ocasiones, no es que se castigase a aquella chusma, es que la sangre vertida aumentaba el canal, y además, motivaba al resto a "rezar" con más "fuerza" y por tanto entregar más de su propia naturaleza. Más de su propia materia y energía. Más de sus buenos sentimientos. No es que la religión o el "Nigromante" corrompiese, es que el culto se nutría de aquello, y por tanto, los "fieles" entregan, "voluntariamente" aquello que les permitiría ser "buena gente".

A una señal de los brazos izados de aquellos 6, empezó el rezo. El rumor que creaban todos aquellos daba un resultado: la energía volando hacia el altar, y luego, por algo que no terminabas de entender, se metía aquella energía mágica o canal, hacia un lugar en concreto. Era como un rio...pero no con agua, sino con otra "cosa". Empezaba tu función. Motivar, castigar y como no, sobrevivir. Erais otros 6 rondando el graderío. Había más de los tuyos, pero estaba, o en misiones fuera ... o cumpliendo órdenes vete a saber donde.

Aquel canal te erizaba la nuca, pero quería saber donde corría todo aquel poder. Te lo imaginabas, pero querías saber qué hacia con aquello. Y sobre todo, cómo lo hacía y para qué.

En general se están portando bien, pero hay uno, en una gradería de los no-permanentes, hay uno muy nervioso. Se rasca. Se mueve, ...

No está molestando. Además, por lo que ves, es nuevo. Debe ser la primera vez que asiste. Además, has detectado algo que te incomoda. No es malo, pero para el individuo si. Es uno de los permanente. Es un Olog-Hai. Sabes que era un aspirante a sacerdote, pero su poder, no era equiparable a su poder. Tenía mucho poder, pero poca capacidad para recordar los procesos, los ritos y demás. Por eso fue destinado aquí. Para "sangrar" su poder.

El pobre desgraciado está sangrando por los oídos y moquea como si se hubiera resfriado. - Un olog no se resfría.

El nuevo que no está haciendo su parte, se está ganando una "caricia" de la garra de mi bastón para que se estuviera quieta y sin despistar al resto. Pero el otro era más peligroso y sospechoso. Con una mano me subo la túnica para ascender los peldaños hacia el aspirante a sacerdote, tiene problemas y eso me pone nervioso. Golpeo con el bastón en el pecho del desgraciado una vez estoy a su altura.

-¿Que haces maldito engendro de mierda de elfo?- le pregunto mientras le empujo con el bastón para que se siente y poder mirarlo desde arriba- ¿Te vas a desmayar mientras tus hermanos siguen rezando?- Le vuelvo a golpear en el pecho con la punta roma de madera con fuerza, mi razonamiento es que los demás lo vean como alguien débil- ¿Acaso un parásito como tú merece estar junto a los Olog-hai más fervientes? Yo creo que no- suena casi a sentencia.

Se intenta poner en pie ante tu "ataque" pero pronto se sienta, sin haber conseguido erguirse totalmente.

Se tambalea y los adoradores de la zona empiezan a apartarse desesperados por el miedo a que semejante mole les aplasta. Orcos de todo tipo, algunos humanos y poco más pueblan aquellas graderías, que en estos momentos empiezan a apartarse, por la interrupción que el olog "enfermito" está causando.

No me gustaba que hubiera tanto alboroto y además iba de mal en peor.

-¡Sacadlo de aquí inmediatamente!- le dice a otros que tengan su misma constitución o parecidas que puedan con él- ¡¡echadlo fuera y que se quede uno vigilándolo!!- apunto con el bastón a dos o tres de ellos que estén fuertes pasa cogerlo, y para que pueda continuar el ritual sin distracciones. Además quiero verlo después, a ver que le ha pasado.

Miro a otros que hacen mi misma función por si están dándose cuenta lo que pasa y detener la curiosidad del resto que pueden despistarse.

Dos olog negros se hacen cargo, y el más grande de ellos queda fuera.

El orden se retoma pronto, y no tardan en regresar a sus lugares, siendo el rezo como esperaba. El olog que regresa no quería irrumpir, y crear más alboroto, así que queda junto a la entrada, con sus rezos.

Aquellos seres, que considerabas un tanto estúpidos, era por individuos. Los había idiota rematados, los había crueles y taimados, los había sencillos bobalicones y los había, los menos, extrañamente inteligentes y perspicaces. El que regresaba, estaba demostrando una discreción inusitada para su raza. - Ese no es bobo.

Tras unas largas horas, el rezo termina. No había sido sólo un olog el "frito". Varios orcos habían perecido en el sitio, sin que nadie se diera cuenta, hasta la hora de marcharse. Un harad había perdido la cabeza, y loco, había empezado a correr, chillando, escapando en dirección al olog "perdido". Conforme había desaparecido de la vista si grito cesó súbitamente, y sin cuerpo, regresó. Su cabeza daba botes por las escalinatas, hasta llegar a la base, donde empezó a manar sangre, de la cual parecía surgir también poder que se unía al "torrente".

Un ptereg, 4 Uruk y dos humanos. No había estado mal. Más que otras veces, pero no había llegado al record. Rara es la ocasión en que sólo dos mueren. Jamás habían llegado a 20, pero en varios momentos, años atrás, habían estado cerca. Sobre todo al principio de estos retos.

Tras el rezo os reunís todo el cónclave. Tus ayudantes estaban excluidos de la reunión, y tú, no estabas fuera por poco, ya que no eras especialmente bien apreciado, pero tus habilidades y poder, los años que habías pasado allí, y por supuesto, el único elfo, te incluían. Era una comida, y mientras se degustaban las viandas, como celebración al haber terminado el rezo, se discutía. Bueno, el líder del cónclave exponía y el resto, con miedo, asentía y obedecía.

En un momento dado a este se le ponen los ojos azules. Un azul intenso. Eléctrico. Cambia su voz durante un segundo y este asiente bobalicón. - Si mi señor, si mi señor. No tarda en volver en si. Sabías que el propio nigromante le había hablado. Lo veías pocas veces, pero no era novedoso. Te mira. Sus ojos destilan miedo, odio y envidia. Todo a la vez. Se recompone y te ordena. - Nuestro señor quiere verte. Te espera.

Sabías como ir, pero jamás habías accedido a aquella estancia. Sabías lo que tenías que hacer, y no moverte.

Kujanish mira al Olog no sabe si matarlo porque puede ser un peligro o mantenerlo a su lado, lo que no puede hacer es ignorar a la inteligencia cuando la ve u otros similares al sacerdote, lo usarán para gloria de su señor y ser visibles a sus recompensas. Me informo de su nombre y puesto y que lo quiero ver por mis “dominios” en las siguientes horas.

Ha sido una sesión exitosa, con gran cantidad de muertes, lo que se traduce a que las energías están muy activas, el poder fluye con fuerza por el canal y eso satisface al interrogador jefe. Aquellos que mueren lo hacen por una buena causa. Peor sería que nadie se inmutara y aquello fuera una calma chicha.

Una vez más soy invitado a la reunión del cónclave, es todo un honor y me mantengo en un perfil bajo sin hacerme mucho notar, se cuál es mi lugar y así es como he sobrevivido todos estos siglos. Así, que cuando el líder se dirige a mí, no puedo evitar poner cara de extrañeza, incluso me permito mirar hacia los lados, ya que no me puedo creer que sea yo.

Sin embargo me recompongo rápido y me levanto con premura, hago un reverencia a nuestro líder, mi nuevo enemigo. Pero poco puedo hacer antes las órdenes de mi señor, no puedo ni siquiera disculparme pues sería como exponer mi yugular. Prefiero no hablar.

Me retiro sin prisas pero sin pausas, hacia la estancia donde nunca pensé que iría, o por lo menos, no tan pronto…

El templo del tercer estrato, con sus muertes al rezo, te parecen un paseo, con lo que se cuece en esta sala de comidas. Este Fhalaugash es un uruk, con cerca de 100 años, sacerdote como tú, y ha llegado al poder con diferentes y taimdas técnicas. Era un destacado miembro en los rezos. Como el olog que ahora estaba en la puerta. Tras varios asesinatos, intrigas y demás, adquirió el puesto de poder. Tú, como desprestigiado en la "orden", no eras un rival. Eso te tranquilizaba, ya que salías de los "objetivos a superar" para el ascenso. El comedor, es el de siempre, pero tras los rezos grandes, como el de hoy, siempre os reunís y coméis.

Te marchas discreto. "Escurriendo el bulto", y no te demoras en ello. Ese orco te mira mal, y mira que no eres un problema para su posición de poder. En el último paso te comenta en la distancia: - No olvides que: "El Señor de los Anillos es el Rey de la Tierra Media y el señor de mi destino". Te lo ha dicho en una lengua negra tan perfectamente pronunciada, que te cuesta creer que ese ser puede haber surgido de entre las piernas de una orco, y mamado de sus flácidas ubres.

Bajas por las escaleras de caracol, notando el calor que mana de lo más profundo del volcán, más aún cuando llegas al cuarto estrato, con su olor a azufre y su corrosiva sensación. 

Conoces las palabras, conoces la verdadera identidad, ya que tiempo atrás, lo leíste en la miriada de tomos que hay en este lugar, y llegaste aquí, mucho antes de su "regreso". Sabes quién es realmente. Por eso eres sacerdote. Profesas y difundes su religión. Sabes que es el señor del conocimiento y por eso le adoras. Eres un fiel seguidor y tu poder emana de él.

Das el paso en el abismo, y desciendes lentamente, antes incluso de los que esperabas. Desciendes, levitando, más de 100 metros y aterrizas en un pequeño islote, nada cómodo, y rodeado de un lodo bubujeante, que por su composición, resplandece levemente. El calor es sofocante, pero estás demasiado rígido como para siquiera secarte el sudor.

La advertencia absurda y totalmente obvia por parte del Ulug, le suena a Kujanish como un intento desesperado de tener la última palabra tras el anuncio que el gran señor quiere verle. Así que se gira con lentitud y sopesando sus palabras para que no suene a desafío pero que tampoco tenga un una inflexión vergonzosa le responde.

-No lo olvido- le respondo con total seriedad, mirando a sus ojos durante unos segundos, los aparto bajándolos con un levísimo movimiento de cabeza, asumiendo su posición por debajo de su interlocutor y casi agradeciéndole sus palabras,  haciendo que una advertencia amenazante se haya convertido en un consejo.

La vieja túnica se me pega a mi vieja piel mientras bajo por la escalera de caracol. Las gotas de líquido salado, unas gotas que creía olvidadas, salen de mi frente como el rocío de una larga noche, pues en mi memoria se perdió la última vez que sudé. Me digo que es por el calor tan agobiante, pero la verdad, en la oscuridad se abre camino, soy mortal y todavía hay que temer a algunas cosas.

No es un temor a la muerte, hace siglos que no me atormenta esa angustia, es un temor al fracaso, a la decepción y a caer en desgracia, pues mi fe es eterna y mi lealtad es inquebrantable.

Cuando mis pies no tocan el suelo y desciendo lentamente, me siento lleno de júbilo, desbordado de emociones, cuando toco el suelo, una isla en medio de la nada, hinco una rodilla apoyando una mano en mi bastón y otra en el suelo. Mi respiración, excitada, suena como un pergamino arrugado, pero con fuerza.

Expectante, no soy capaz de levantar la mirada del suelo, por mucho que las piedras se me claven en mi rodilla o la palma de mi mano.

Nada más tocar el suelo, el sudor nervioso pasa a sudor por estrés. Estrés de nervios, estrés térmico ...

Cuando ya se te ha dormido la pierna una voz se hace presente. No te habías movido un ápice, desde que te arrodillaste, y eso, fue la pruebas que tenías que pasar. Esa voz, sin que sepas de donde surgía, para ti, parece venir de todas las direcciones al mismo tiempo y de ninguna. - Ponte en pie y escucha. Tu cuerpo reaccionó de inmediato. Ni lo pensaste. Tus piernas ejecutaron solas la orden, y lo agradeciste.

- El mundo se está dando cuenta de mi presencia, y tenemos, a toda costa que evitarlo. Hace 700 años que un viejo mago intenta entrometerse en mis planes. Notabas que unos ojos se clavaban en ti. - Destruye a ese mago y a todos aquellos que osen ayudarle, entrometerse, o incluso entorpecer mis planes. Elige a un par de ayudantes, y para mañana a estas horas estarás ya en camino. Regresa una vez cada tres lunas e infórmame a mi, solo a mi y nada más que a mi. Ni espectros ni aspirantes a espectros entorpecerán ti camino. Y notabas como te ponían un dedo metálico en la nariz: - Tú limpia el mío. Parpadeaste. No había nada allí. Estabas solo en aquella isla.

Te empezaste a elevar.

Kujanish se siente invadido por la ambrosía del poder, estar delante de una fuente de energía tan potente te deja huella, como cuando sales de una piscina helada y el cuerpo se te entumece durante un rato, hasta que la sangre circula de nuevo.

Pone toda su atención en las palabras de su señor, usando todo su poder de voluntad para concentrarse en ellas y poder hacer caso omiso a las ondas que emanan de su dios.

"El mundo se está dando cuenta de mi presencia y tenemos a toda costa que evitarlo". Muy pronto, muy pronto, no es segura la victoria completa, es pronto. "Hace 700 años que un viejo mago intenta entrometerse en mis planes". El Maiar de ropas grises, siempre en medio. "Destruye a ese mago y a todos aquellos que osen ayudarle, entrometerse, o incluso entorpecer mis planes. Elige a un par de ayudantes, y para mañana a estas horas estarás ya en camino". Sí, sí, destruir al Istar gris, que misión más importante, que gloriosa intuición tiene mi señor Sauron al encomendarme a mí, un humilde interrogador tal honor. "Regresa una vez cada tres lunas e infórmame a mí, solo a mí y nada más que a mí". No pudo evitar sonreír, poder y orgullo son claros rasgos de todo servidor que se precie y Kujahish tiene mucho de ambos ahora mismo. "Ni espectros ni aspirantes a espectros entorpecerán ti camino. Tú limpia el mío"

Sin poder decir nada, pues esto no era una conversación, Sauron ha acumuluado cada pizca de poder durante estos siglos para cosas más importantes que ponerse a charlar conmigo, me comienzo a elevar y con mi voz rasposa, acostumbrada a susurrar amenazas y hablar sólo cuando es necesario, me dirigo a la inmensidad de la oscuridad del pozo, como recuerdo indeleble que soy parte de este lugar, soy el mensaje de mi señor Sauron.

-No le fallaré mi señor- digo con total convicción y confianza, mientras su mente práctica empieza a pensar en candidatos válidos para esta empresa, que le sean fiel y sean poderosos, pues el Istar de grises ropajes es, difícil de matar.

El "baño helado" que han sufrido tus nervios, aterrizas desde el mismo lugar que partiste.

Ahora tienes una misión. Un encargo de tu Dios y del culto que tú eres sacerdote. Lo más interesante es que tienes unas batallas inmensas ahora. Tendrás que salir del volcán. ¿Quiénes tomar como ayudantes? ¿Quiénes te acompañarán?

Empiezas a pensar en la sensación de poder de la que ahora eres partícipe. De todas maneras, tu misión es tuya. Tendrás que tomar gente de confianza ... o si acaso, encontrarlos más adelante. Será tu poder el que los domine, o que ellos te sigan a ti, por ti mismo, no porque el Tu Señor lo permita. Necesitas su confianza y su interés. Eres tú el que los tiene que dominarlos.

¿Con qué engatusarles? ¿Qué requisitos tendrán que cumplir?...