Me quedo mirando el lugar, realmente era hermoso y no me esperaba menos, pero era imponente.
Me sorprendí al ver a la muchacha corriendo, maldiciendo y finalmente subiendo las escaleras, era realmente extraño ver a alguien así, aunque la idea de que fuera una de los 12 santos no se me hacía del todo extraña, después de todo Sarelk estaba vestido de forma común cuándo lo encontramos.
Este salió a recibirnos y no hizo nada a la chica, por lo cual era obvio que la conocía.
Con expectativas de lo que pasaría comencé a subir las escaleras.
Motivo: Advertir
Tirada: 1d100
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Motivo: Pifia
Tirada: 1d100
Resultado: 38
Estaba acabando de hacer mis ejercicios de calentamiento despues de una carrera cuando no se como me encuentro delante del santuario. Miro hacia los lados un poco sorprendido y veo a mis compañeros de ayer y alguno más de la arena.
Una americana nos dice que vayamos pasando asi que me pongo en movimiento aun admirando la inmensidad del Santuario.
Motivo: Advertirº
Tirada: 1d100
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Opa, y para el resto, el que os dice de entrar es Sarelk, no la americana.
Cuando llegamos, ya están casi todos esperando. Por suerte, por el camino he convencido a Mïra de que nadie necesita ser salvado del ataque del secador. Parece que se convence cuando los ve a todos sanos y salvos, y yo suspiro aliviada. Empiezo a plantearme tener que darle clases de "rutina diaria". Si no, cuando conozca las aspiradoras espero no estar presente, ¡por mi propia integridad!
Cuando Sarelk sale y nos dice para pasar, siento cómo el corazón se me encoje en el pecho.
Es la hora de la verdad. Al fin, tras tantos años de entrenamiento. Al fin sabré si podré cumplir la promesa que me hice...
Despacio, me vuelvo hacia los demás y, después, echo a caminar escaleras arriba.
Puede ser la última vez que pelee con esta armadura de entrenamiento.
Motivo: Advertir
Tirada: 1d100
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-¡Hola chicos!- digo entusiasmada.
Están bien, menos mal. – Mïra echa un vistazo alrededor. - Uy, ¡¡¡aquí hay más gente!!!
-¡Hola resto de personas que no conozco! Y… ¡Hola Sarelk…! –Digo al ver aparecer al Caballero.
Ay Atenea vendita…
Motivo: Advertir
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Solo falta Alexander y seguimos.
Alexander no sabia que decir cuando la caballera que paso delante de ellos iba tal cual, no sabia quien era pero desde luego su carácter no parecía a lo que se pudieran considerar de un caballero dorado, pero se dirigía a las 12 templos.
Aunque no sabia que le depararía en el futuro sabia que ahora mismo debía seguir adelante con los obstáculo que se pusieran delante suya, era lo único que podía hacer de momento hasta el día en que se volviera realmente fuerte como para poder proteger a las gentes del mundo.
Solo pensaba en escuchar lo que el caballero de oro tendría que decirle ahora.
Pero la verdad esperaba saber que pasaría con la prueba de las armaduras.
- Buenos días a todos.-
Motivo: advertir
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Perdón por tardar.
Cuando Sarelk dice esto, todos los presentes empezáis a subir las escaleras hasta que entráis en el edificio.
Su interior tiene poca luz, de manera que vuestros ojos tardan unos segundos en acostumbrarse.
La sala es impresionante, pudiendo alcanzar unos cincuenta metros de largo, veinte de ancho y unos treinta de algo. Bordeándola hay una fila de columnas similares a las del exterior. Apenas media docena de "ventanales" iluminan la estancia, algunas enfocadas para iluminar una línea mientras que otras iluminan una especie de púlpito. En él, sentada en una silla de madera y custodiada por Sarelk y la mujer del pelo azul, se encuentra la Señorita Kido, la cual ha cambiado su uniforme de colegiala por un sencillo vestido de color blanco. En su mano derecha porta un cetro que está coronado con el símbolo de Atenea. A su espalda, entre las sombras, parece haber algo de grandes dimensiones.
El resto de compañeros que han ido se colocan en la línea iluminada y vosotros hacéis lo mismo, a la espera.
Todavía no posteeis que tengo que escribir más.
Justo al lado de la entrada, apoyado en la pared, hay un hombre: va vestido con unos vaqueros y una sudadera con la capucha puesta. Le reconocéis como el hombre que luchó contra vosotros en la arena. Está con los brazos cruzados, la cabeza agachada y tiene una pierna flexionada apoyada en la pared.
A parte del encapuchado, escondida detrás de una de las columnas, os parece ver a alguien... Creéis que se trata de una mujer, ya que lleva una máscara de amazona, sin embargo, la falta de luz y que parece llevar una capa negra, os impiden saber algo más sobre esta misteriosa figura.
- Bienvenidos. - Escucháis decir a la Señorita Kido. - Es un placer para mí estar hoy aquí. - Su tono de voz es suave, dulce y delicado. - Al igual que la Diosa Atenea se siente alagada al tener unos candidatos tan dispuestos a vestir su manto y defender sus ideales. Por esta razón, me ha pedido que os comunique que, todos los presentes, han superado la prueba. A partir de ahora todos sois caballeros de Atenea.
Y tras decir esto, da un pequeño golpe con el cetro contra el suelo. De él, empieza a salir un círculo dorado que empieza a extenderse por toda la sala...
A medida que avanza, la luz va inundando la estancia rapidamente y la oscuridad queda relevada. En apenas unos segundos, toda la estancia está perfectamente iluminada y podéis ver el esplendor del templo. Un suelo de mármol, liso y brillante... Grandes columnas que sujetan el alto techo, el cual está hermosamente pintado con ángeles y estrellas... En la parte superior, como si fuera una cinta que rodeara todo el lugar, se pueden ver el símbolo de todas las armaduras, tanto oro, plata y bronce. Algunas de ellas tienen su color correspondiente, mientras que otras parecen unicamente piedra. Y en el centro, liderando toda la estancia, la estatua de Atenea... Una gigantesca estatua casi tan alta como la propia estancia, compuesta de marmol y oro...
Justo a sus pies, se levanta un pequeño trono de piedra y oro y, delante de este, en una sencilla silla de madera, se encuentra la señorita Kido.
- Sin más demora, os asignaremos vuestras armaduras y el santo encargado de designar vuestras obligaciones.
Al decir esto, tanto Sarelk como la mujer se mueven y sacan de detrás de la silla una serie de cajas de pequeño tamaño.
- Santo de Plata de la Cruz, Eduard. Santo de Plata de la Flecha, Uriel. Santo de Bronce del Lince, Lidia. Santo de Bronce del Pez Volador, Patrick. Santo de Bronce de la Liebre, Leire. - Al decir esto hace un pequeño silencio y los cinco santos se acercan ante ella.
Al llegar a su altura, parece que la señorita Kido les empieza a decir algo mientras Sarelk y la mujer del pelo azul les empiezan a entregar una caja a cada. Tras esto, los cinco se arrodillan, bajan la cabeza, para a continuación, volver a ponerse en pie y volver a su sitio.
- Santo de Bronce de Casiopea, Yelena. Santo de Bronce del Lobo, Opa. Santo de Bronce del Zorro, Alexander. Santo de Bronce del Unicornio, Artemias. Santo de Bronce del Ave del Paraíso, Mïra.
Al escuchar vuestros nombres os acercáis y el procedimiento es el mismo: Sarelk y la mujer os entregan una caja a cada uno.
En la de Yelena hay un collar, una sencilla cadena de color rojizo del que cuelga una pequeña gema rectangular de color azul. Para Opa hay un brazalete de color grisáceo que tiene inscrito la cabeza de un Lobo. A Alexander le dan un anillo de color anaranjado que simula la boca de un zorro. Para Artemias hay un pendiente de aro del que cuelga un pequeño cuerno retorcido de color morado claro. Y para Mïra hay un par de pendientes que simulan dos pequeñas alas de color rosado.
- Vuestro mentor será el Santo de Plata de Hércules, Héctor. Mucha suerte.
Y tras esto, os hace una indicación para que volváis a vuestras posiciones.
- De nuevo, en nombre de Atenea, felicidades.
Y con un gesto de la cabeza, os indica que podéis marcharos.
Siento si la imagen es un poco... Clásica, pero era la que mejor se ajustaba a la realidad.
Al igual que hicieron los anteriores, hinco la rodilla en el suelo tras recibir mi caja. Trato de mantener la actitud solemne que la situación requiere. Sin embargo, en mi interior estoy saltando de jubilo. Quiero saltar, reir, llorar...
Lo hice, ¡lo logré! Alethia... al fin he cumplido mi promesa.
Me levanto, tengo una sonrisa en los labios que no se ve. Acto seguido, salgo del templo con unas ganas tremendas de rodar por la hierba de la colina del Santuario. Sin embargo, sé que eso va a tener que esperar. Nos queda conocer a nuestro mentor. Héctor de Hércules. ¿Sería él el encapuchado al que tuvimos que hacer frente en la primera prueba?
Una vez alineados y con el pendiente puesto, me hinco una rodilla en señal de saludo, llevando también la palma de mi mano derecha a mi hombro izquierdo y bajando la cabeza.
Lo logré...
Me levanté con una sonrisa de satisfacción en mi rostro y escuchando quien sería nuestro mentor.
La constelación de Hércules esta en Tauro sino me equivoco, quizás sea alguien como era Donovan, será entretenido entrenar con él, aunque...
Me adelanté un paso y bajé nuevamente la cabeza:
-Disculpe mi impertinencia señorita Kido y no es que esté desaprobando su elección de maestro, pero la señorita Shaina no esta disponible como mentor? Tenía la esperanza de poder entrenar bajo su guía, justamente por las cosas que se dicen de ella-
- ¿Shaina? - Pregunta la chica de pelo azul. - ¿Por las cosas que se dicen de ella? ¿Quieres terminar muerto? - Y se empieza a reír. - Esa sí que es una buena de empezar...
La muchacha da un par de golpes con el tacón en el suelo y sigue riéndose.
- Elena... - Dice la señorita Kido, tras lo cual la mujer deja de reírse y, lentamente, vuelve a la normalidad. - Siento decepcionarte Artemias. Shaina tiene otras obligaciones que atender en este momento y no se puede hacer cargo de vosotros. - Te lo dice con una ligera sonrisa en el rostro, aunque se ve que no está contenta de comunicarte esto. - Aunque estoy segura que aprenderás mucho con Héctor.
-Si el aprendiz no es lo suficientemente fuerte como para sobrevivir un entrenamiento, entonces no esta listo ni es digno de seguir- contesté a la chica de pelo azul.
Cuándo la señorita Kido mando a hacer silencio volví a bajar la cabeza, para luego mirarla y escucharla.
-Entiendo, así será entonces, con su permiso- dije haciendo una reverencia y comenzando a retirarme.
Antes de que la señorita Kido empiece a distribuir las armaduras santas me quedo durante un momento observando las sombras con curiosidad.
Miro orgulloso el brazalete y me lo ajusto a la muñeca fuertemente despues de tantos años entrenando lo habia conseguido. Así que el santo de la constelación de Heracles iba a ser nuestro maestro me pregunto que clase de hombre será.
Apreto el puño fuerte donde tengo el brazalete.
¡Vamos alla! exclamo orgulloso mientras me pongo en movimiento.
Madre mía… ¡vaya lugar! Esto sí que no se parece en nada a casa…
-Al oir las palabras de la señorita Kido Mïra empieza a hacer gestos de incontinencia y espasmos varios.-
-¡Guau! ¡Santísima madre atenea de todos los cielos!- Exclamo a viva voz. –¿¿¿¿Me estás diciendo que soy un caballero???? ¡¡¡¡Siiiii!!!!- La emoción recorre mi cuerpo. –AHHHHHHH.-
-¡Muchísimas gracias!-
Mïra… ¡que los demás también les han dado una! Armaduras…. Agggg… argh…. Argh…. Argh….
-A pesar de su entusiasmo repentino Mïra parece haber entrado en un estado de éxtasis incapacitándola para seguir coherentemente a sus compañeros.-
Motivo: Forja
Tirada: 1d100
Resultado: 4(+100)=104
Tiro forja para recabar información útil para mi personaje... aunque el dado me ha traicionado. Menos mal que estoy un poco empanada por la emoción.
Observando detenidamente tus pendientes, te das cuenta que es un trabajo practicamente perfecto... De echo, te cuesta pensar que alguien haya podido hacer algo así...
El detalle que tienen las plumas de las alas, la forma, el movimiento que parece tener y el acabado es impecable. Es la primera vez que ves algo así... Y luego está la gema... Es rara... Es como si en realidad el metal rosado del que están hechas las alas saliera de las gemas... Es algo verdaderamente sorprende. Podrías estar horas y horas observando el acabado.
No estás segura, puesto que por el momento no has podido ver tan de cerca las piezas del resto de tus compañeros, pero seguro que su acabo es similar.
En cuanto al cetro... Está hecho de un material raro... Su base es blanca y practicamente toda la pieza es de ese color pero, a medida que va ascendiendo, se va volviendo dorado hasta que parece completamente oro... Parecen claramente dos materiales aunque no ves ningún punto de unión entre ellos...
Inundados por la excitación, la alegría y la curiosidad, abandonáis el templo, descubriendo ante vuestros ojos un nuevo Santuario...
Parece que todo ha cambiado de lugar... O han aparecido edificios nuevos... Y calles... Es raro... Ya que no recordáis haber visto nada de eso el día anterior... De echo, ahora que lo pensáis, no recordáis el camino que habéis tomado para ir al templo...
Volviendo a la realidad, veis perfectamente dos zonas o discos diferenciados en "El Santurario". El más próximo a vosotros es donde veis la enfermería, un coliseo en un lateral, varias arenas de entrenamiento, un par de forjas y pequeñas casas, de no más de dos plantas. Todo esto con grandes calles uniendo los diferentes puntos, pavimentadas, con preciosos jardines repletos de árboles.
La segunda zona es más parecida a un pueblo pequeño: hay muchas más casas y edificios y todo está mucho más juntos. No hay zonas de entrenamiento ni nada parecido, sino que parece un pueblo normal y corriente.
A vuestra, si miráis hacia el templo del que habéis salido, contempláis que, a la espalda de este y esculpidos en la roca de la montaña, hay otros doce templos. Son todos practicamente iguales aunque algunos tienen pequeñas diferencias: la forma de las columnas o las esculturas que hay en la parte superior. También veis varias escaleras que comunican los diferentes templos entre sí. Y sobre todos ellos, un último templo, algo más grande que el resto y que se encuentra a los pies de una gigantesca estatua de Atenea.
De vuelta al presente, os fijáis que alguien parece esperaros...
Se trata de un hombre de unos dos metros y pico, practicamente igual de grande que Opa aunque mucho más musculoso. Viste unos sencillos vaqueros, camiseta blanca y cazadora de cuero. Tiene el pelo rapado pro los laterales y de punta en el centro.
- Vosotros debéis ser los nuevos. - Dice el hombre ofreciéndoos una sonrisa. No debe tener más de veinticinco años. - Yo soy Héctor, un placer.
Salí caminando aun pensando en el comentario de la chica de cabello azul, ya me enteraría quien era, de hecho sería una de las preguntas que le haría a mi nuevo maestro.
Caminé mirando todo el santuario y como el panorama se mostraba distinto de como lo habíamos visto en un principio aunque teniendo en cuenta que ahora ibamos a vivir allí supuse que era normal poder descubrir cosas que antes no, la zona residencial seguramente sería donde podríamos vivir o algo así, después de todo no solo los aspirantes vivían en el santuario, sino los santos ya consagrados, como éramos nosotros ahora, sino también el cuerpo médico, los guardias y seguramente mucha gente más.
Miré con anhelo las doce casas, desde la primera hasta la última, deteniéndome en la 8va.
Esa será mi casa algún día, no descansaré hasta que lo sea...
La voz de Héctor me sacó de mis pensamientos, hice una reverencia a modo de saludo.
-Es un placer conocerlo, mi nombre es Artemias, maestro...-