Partida Rol por web

James rodeó la iglesia para ver su parte posterior. Encontró en la pared trasera de la misma una trampilla —cerrada con una cadena y un gran candado— que parecía conducir a un sótano. Aparte de eso había una pequeña parcela de tierra que daba a la calle trasera. La verja que rodeaba la propiedad completaba el perímetro para mostrar una cancela a la otra calle y, tal como esperaban, en aquel lugar había varias lápidas que conformaban probablemente el cementerio del culto. Eran pocas, apenas una docena, lo cual reafirmaban la escasa antigüedad de aquel lugar de culto. El espacio era más bien pequeño por lo que no había posibilidad de construir ningún panteón, sólo había lápidas de marmol y granito.

El hombre sonrió, sin duda encantado de poder hacer un poco de proselitismo de su secta a alguien ajeno a la comunidad:

—Me alegra que pregunte, caballero. Nuestros fundadores tienen motivos para creer que el cristianismo no es sino una prolongación de una religión que existía mucho antes. Y no nos referimos a la judaica. La base de todas ellas viene de más atrás. De los Atlantes. De ahí nuestra referencia a 'las Profundidades'. Jesucristo tomó la imagen del pez que a su vez procede de las primeras inscripciones de tablillas antiguas que se conservan de unas islas que los griegos identificaban como la Atlántida. El tentáculo refleja las profundidades abisales, el abrazo del mar. De hecho una parte de nuestra congregación está plenamente convencida de que la estirpe del Salvador procedía de Egipto, que a su vez venían de los Atlantes. El éxodo de Moises fue reflejado de forma errónea: no eran esclavos sino los verdaderos descendientes de la antigua raza que abandonaron a los faraones cuando estos pervirtieron las creencias originales.

El hombre hablaba con pleno convencimiento, sin asomo de duda en sus afirmaciones.

James siguió esperando, disimulando. Tenía la tentación de husmear por los alrededores, pero no quería entorpecer la investigación de Greystone, esperando exponiéndose a que le descubriesen. Así que pensó que lo mejor era esperar y ver lo que sucedía. 

Con naturalidad Jeremy dio un pequeño rodeo por el atrio, hasta situar a Blech de espaldas a la puerta, y colocarse él mismo de cara a ella. Así vio que sus compañeros se escabullían hacia la parte lateral discretamente, intentando evitar al mismo tiempo que el sacerdote pudiera verles.

Hizo como si estuviera muy interesado por lo que el hombre le decía, y por lo que la Iglesia contenía.

-Oh, vaya, ciertamente he oído hablar de esas creencias ancestrales, sobre la Atlántida y los dioses primigenios, pero no sé demasiado de ellas. Y no tenía ni idea de que el culto se mantuviera hoy en día. Sé que existen libros al respecto, libros muy importantes, pero la verdad es que no he tenido oportunidad de estudiarlos, ni de adentrarme en la religión del modo en que apunta. Y, la verdad, es muy interesante...

—Los cultos verdaderos no desaparecen sino que evolucionan. A veces de tal manera que quedan irreconocibles pero normalmente guardan una verdad primgenia en su fondo. ¿Cómo si no podría explicarse que los habitantes de las Islas de Ponapé tuvieran rituales semejantes a los que los druidas celtas oficiaban en la costa de Cornualles? ¿Nunca ha pensado en lo extraño que resulta que la simbología cristiana adopte al pez, el Ichthus como referencia? Podemos entender la cruz del martirio pero ¿qué une a Cristo con el mar? Sus prédicas se realizaron mayormente en terrenos desérticos. Oh, sí, conozco la teoría del pez como símbolo de dos partes a completar como señal secreta para identificarse entre cristianos cuando eran perseguidos. Pero ¿no tiene más lógica ver la conexión con una religión más antigua, con una creencia basada en los fondos marinos donde ese animal tiene una simbología más clara?

Cuando Jeremy menciona los libros el hombre enarca una ceja:

—Nuestro culto es antiguo, pero por desgracia la mayor parte de su base es oral. Existen, por supuesto, estudios y teorías sobre la implicación de los Atlantes hasta nuestros tiempos. Yo mismo estoy redactando una obra al respecto a partir de los panfletos que ocasionalmente ofrecemos en el culto para fortalecer nuestro dogma.
 

James regresó con paso calmo, tratando de despertar el interés de algún posible curioso, tanto en el interior del edificio como en la calle.

Pero en vez de quedarse cerca de sus dos compañeros, optó por quedarse unos metros por detrás, tratando de no formar un grupo que pudiera llamar la atención. Ya esperaría a que el detective regresara para informarle de lo que había visto.

La joven al ver que James regresó hacia el sitio en donde se encuentran, tuvo la intención de acercarse pero al ver que éste no lo hacía, prefirió respetar aquello mientras Jeremy terminaba la conversación con aquel hombre. Si bien Elizabeth sintió que perdían el tiempo allí esperándolo, siguió sin decir nada sólo para aguardar paciente. Sólo esperaba que la información sea contundente ya que restaba ir a ver al tío de Isaac. 

Charles permaneció a la expectativa. Se había sentado en algún lugar; banco o piedra, desde el que simulaba que contemplaba el paisaje mientras esperaba alguna señal de greystone o cualquier otro incidente que le alertase sobre la necesidadad de hacer algo. Pero todo permanecía tranquilo y sin sobresaltos de ningún tipo.

Tras unos momentos de conversación interesándose por el culto, las analogías y diferencias entre la religión cristiana y la de las Profundidades, y en resumen una tapadera que propiciara la confianza del sacerdote, Jeremy trató de sacarle algo de información más precisa acerca del motivo por el que se habían desplazado hasta allí, esperando que tras el preámbulo no levantara sospechas.

-Pues si no le molesta, me gustaría que me mostrara el resto del recinto, Mr.Blech. Y que me diera alguno de sus panfletos, desde luego. He visto además que van a tener una ceremonia pronto, quizá quiera hablarme de sus feligreses, de su congregación. El edificio es bastante nuevo, supongo que no deben ser muchos los parroquianos. ¿Es frecuente la admisión de nuevos adeptos? 

El hombre asintió mientras se dirigía hacia la puerta que había en el lateral del altar.

—Sígame Jeremy. Perdone que le tuteé pero creo que no me ha dicho su nombre completo.

Mientras hablaban entraron en una estancia pequeña, con un par de ventanas cuyas contras estaban cerradas. Una de las paredes era ocupada por una gran estantería en cuyas baldas se apilaban desordenamente libros de todo tipo. El detective buscó alguno que tuviera las dimensiones del desaparecido Necronomicon pero no hubo suerte.

Sobre un enorme escritorio, alrededor del cual se repartían tres sillas, había más papeles y algunos panfletos.

—Este edificio es de construcción reciente, efectivamente. Lo levantó mi padre, Robert Blech, al regreso de uno de sus viajes a Indonesia, donde conoció al reverendo Lewis. Él fue quien me instruyó a mí.

Le mostró a Jeremy una foto que había en un marco sobre la mesa. En ella se veía a dos hombres de la edad aproximada que ahora tenía Efrain. Vestían uniforme de marina mercante. Uno de ellos, de pelo leonino blanco y prominente mostacho, sostenía su mano sobre los hombros de un muchacho de unos veinte años que era claramente el propio Efrain más jóven. El otro era un individuo delgado, calvo, de nariz aguileña y mirada penetrante. Tras ellos podía verse un acantilado desde el cual se veía el mar y la entrada de una bahía, sin duda la del propio Kingsport, con un islote al fondo.

Luego Blech cogió un par de panfletos tendiéndoselos a Jeremy.

—Estos panfletos hablan un poco de nuestra historia y nuestro culto. Espero que sean de su interés. Efectivamente esta misma noche tenemos una liturgia nocturna pero me temo que es privada ya que atañe a la familia de uno de nuestros miembros, quién ha partido hacia el abrazo de Nuestra Señora del Mar. Pero si sigue aquí unos días podría acudir al oficio del domingo, que es público. ¿Le ha traído algún negocio o está por placer en la ciudad?

Mientras los dos hombres charlaban en la sacristía en el exterior un Ford T se detuvo frente a la iglesia. Lo conducía un hombre delgado, de movimientos desgarbados. Aunque por su aspecto no debía tener más de veinte años tenía unas arrugas profundas y extrañas en su cuello que lo hacían parecer más viejo, aparte de unos enormes ojos acuosos que miraban de forma bovina hacia el frente. Junto a él una señora de unos cincuenta años, vestida de forma ostentosa —como el propio joven— le dijo unas palabras:

—Espera aquí querido. Yo hablaré con el señor Blech. No tardaré.

Le dio unas palmaditas en el hombro mientras bajaba del vehículo. El chico no reaccionó de manera alguna. Ni siquiera parecía parpadear. Permaneció allí, con la mirada al frente y la boca ligeramente abierta, mientras la señora entraba en el templo.

-Disculpe, Mr. Blech, menuda torpeza. Greystone, Jeremy Greystone. -Hizo un amago de inclinación de cabeza, como presentándose de nuevo.- Supongo que el estar en un lugar tan interesante me ha hecho olvidar los modales, no sería la primera vez, jeje. Efectivamente, estoy aquí por placer, aprovechando unos días de vacaciones que tenía pendientes. 

No quería ni de lejos revelar su condición de detective, era algo que ponía a sus interlocutores en alerta incluso cuando no tenían nada que ocultar y aún si lo decía estando de vacaciones y no como ahora, en plena actividad profesional. Pero mentir era pisar terreno pantanoso, y lo sabía. De modo que procuró cambiar de tema enseguida. No había rastro del Necronomicón a la vista, por lo que interesarse por las lecturas que dejaría atrás no tenía demasiado sentido. Ya se llevaría los panfletos, por lo que tampoco iba a poder tirar por ahí. Buscó otro punto débil.

-¿Ceremonia privada dice usted? Por como lo decía en el cartel de la entrada no lo deduje. ¿Se refiere a que murió, o a otro tipo de partida, quizá a alguna peregrinación preceptiva para los creyentes, como en el caso de los musulmanes? Disculpe mi curiosidad, pero me está usted haciendo todo esto más interesante a cada segundo.

Oficio privado nocturno. ¿Nocturno? Extraño. Y abierto el domingo. ¿Uno del culto, otro de tapadera...?

Luego de saborear una impaciencia que no era de su agrado, notó la presencia de aquel auto al llegar y el rostro de Elizabeth cambió por completo. No sólo la apariencia del joven ya era muy llamativa, sino la actitud de la mujer que bajó del vehículo era cuanto menos extraña.  

Por esa razón para no quedar como tonta allí parada, le dedicó una mirada a James mientras fue acortando las distancias con aquel muchacho al fingir un reencuentro con él. Una vez juntos susurró desde la cercanía.  — « Extraña apariencia. ¿Los has notado? » — preguntó un tanto perspicaz. 

—Es un rito de pasaje. Algo así como la Confirmación en el caso del Cristianismo puro. E igual que en ese caso hay una primera ceremonia pública en este templo pero luego el resto es algo privado, que atañe a las familias.

En ese momento alguien llamó a la puerta abierta de la sacristía. Una mujer de amplias caderas, de unos cincuenta años, vestida con un traje negro de cara factura estaba en el umbral. En su orondo rostro se mostraba la actitud de quien no está acostumbrada a esperar cuando otros están ocupados, y así parecía reflejarlo la reacción de Blech.

—Señora Ipswich, pase por favor...

Se giró hacia el detective.

—Lo siento señor Greystone pero había olvidado que la señora Ipswich tenía una cita esta mañana. Si me disculpa debo atenderla pero puede usted pasarse en otro momento si desea alguna información adicional sobre nuestra congregación.

El hombre acompañaba a Greystone hacia la entrada mientras la señora, sin decir palabra, se sentaba en una de las sillas de la sacristía.

James, preocupado como estaba por el señor Greystone, no había dado excesiva importancia al coche de una señorona que se dirigía al edificio, seguramente una de las feligresas como ocurría en Saint Patrick's, la iglesia de su barrio.

Pero cuando la señorita White se acercó a él para exponerle su desconfianza, decidió fijarse más en el vehículo, el tipo de modelo, si llevaba matrícula, si las ruedas estaban desgastadas... eran ese tipo de detalles los que podían darle información sin levantar las sospechas del conductor, el cual parecía un tanto ido.

- Parece drogado... - dijo en otro susurro a Elizabeth.

En el interior de la iglesia Greystone escuchaba a su interlocutor con interés. Asintió, dándole a entender que comprendía y que no haría más preguntas al respecto cuando hizo su llegada una mujer de armas tomar.

El sacerdote dio por terminada su charla de información deshaciéndose al instante. Jeremy no supo si su actitud hacia la oronda intrusa era por respeto, miedo, o algo distinto. Pero estaba claro que si había un escalafón, ella tenía el grado más alto.

- Desde luego, muy agradecido por su paciencia para con este turista ávido de cultura, Señor Blech. - Se inclinó cortés en una semireverencia en la que aprovechó para echar un vistazo discreto pero exhaustivo a la mujer. - Señora, mis disculpas...

Se colocó su elegante sombrero, y salió de la Sacristía con aire tranquilo, mirando a uno y otro lado, exactamente como si estuviera de vacaciones, explorando el terreno.

Greystone salió de la iglesia y cruzó la calle para ir a un callejón cercano. Sus compañeros esperaron un momento para ir junto a él, de forma que no se notase que estaban juntos. Desde aquel callejón podían ver la entrada del templo, donde seguía aparcado el coche, mientras hablaban.

Jeremy les puso al corriente de la conversación con el sacerdote, de la entrada de la mujer, y de lo poco que había visto en el interior de la iglesia que pudiera proporcionar alguna pista, casi nada que saliera de lo usual, a excepción de la trampilla hacia lo que podía ser un sótano.

-¿Alguna idea? Todo apunta a la Marina Mercante, como ese tío abuelo del muchacho, es extraño, pero así es. Ni rastro de él ni del Necronomicon, a la vista, me refiero. Sin duda el culto ése está relacionado con el mar, las Profundidades han de ser marinas. Lo que cuadra con esa deidad mencionada por Machen, Dagon. Habrá una ceremonia nocturna hoy, privada. Sin duda relacionada con todo esto. Si el libro y Bermont están aquí, me juego el sombrero a que estarán presentes...

Charles comenzaba a impacientarse viendo pasar el tiempo sin saber si el Greystone estaba bien o había sufrido algún percance en el interior. Por fortuna, acabó apareciendo sin mayor problema. No pudo contener una sonrisa de alivio. El detective les relató el contenido de su conversación con el sacerdote. Charles sacó su libreta y apuntó algunos datos, luego trazó un círculo sobre alguna de las palabras que había escrito. Asintió antes de contestar. 

-Bueno, si se trata de una deidad relacionada con el mar, que todo apunte a la Marina Mercante quizá no sea tan extraño-apuntó Charles-Especialemente, si damos algo de crédito al relato del sacerdote. Respecto a esa ceremonia, si le he entendido bien, parece que es un funeral. O al menos, lo que pueda equivaler a dicha ceremonia en este culto. Supongo que lo más razonable es en efecto, tirar de la pista de la marina mercante. No creo prudente ni factible intentar colarnos en la ceremonia. 

James siguió a la señorita Elizabeth y a Charles junto al señor Greystone sin poder evitar girarse de vez en cuando, tratando de descifrar qué es lo que le había llamado la atención a su acompañante.

- ¿Justo cuando llega el joven Bermont con el libro es cuando hacen una reunión privada? - preguntó un tanto receleso ante las explicaciones del detective. - Y sí que deben ser bien recelosos de su intimidad, a la vista del enorme candado con el que cierran la trampilla trasera.

Señaló hacia la parte de atrás del edificio, hacia donde se había aproximado unos instantes antes.

- Quizá con una guía de teléfonos podamos encontrar una dirección para Efrain Blech o la familia Bermont. - sugirió a sus compañeros de pesquisas.