Partida Rol por web

La bestia, sintiendo la flaqueza del caballero, parece atacar con nuevas energías, dispuesto a terminar de una vez con el sargento, que clama por un segundo de respiro para rehacerse y recuperar fuerzas.

Pero el lobo-troll no parece dispuesto a concedérselo. A pesar de sus heridas y a la pérdida de sangre, avanza como una estampida desbocada, lanzando otro zarpazo que tiene como objetivo el rostro del hombre.

Pero nunca llega a alcanzarlo. La zarpa del monstruo se retrae a causa de una flecha que aparece atravesada en ella. Un instante después, otro proyectil se entierra en su costado, causándole una súbita convulsión y una mezcla de rugido y grito acompañado de un chorro de sangre.

Orlant toma aire y tensa sus músculos. Sertois. Por fin.

No comete el error de antes. No mira hacia la Torre. En lugar de ello alza los brazos, levantando en el aire el espadón de acero empapado el los fluidos de su enemigo, y dispuesto a rematarlo con un golpe que lo envíe de vuelta a los infiernos...

Desde lo alto de la Torre, el explorador concentra su atención en el sargento Orlant.

Allá abajo, sobre la pasarela de la muralla, hombre y lobo-troll se enfrentan en un combate sin cuartel. Y a pesar de que la peligrosa bestia aparece herida y deja un reguero de sangre a su paso, es ella la que parece acosar al caballero y no al contrario. En un momento dado, un zarpazo del monstruo manda casi volando al sargento contra la muralla, donde choca con violencia, aunque es capaz de mantener su verticalidad y evitar caer.

Orlant retrocede lanzando mandobles para mantener a raya a su adversario, que, al ver flaquear a su enemigo, redobla sus esfuerzos, dispuesto a aniquilarlo con otro potente zarpazo.

Pero nunca llega a alcanzarlo. La zarpa del monstruo se retrae a causa de una flecha que aparece atravesada en ella, cortesía de Sertois. Un instante después, el explorador dispara otro proyectil que se entierra en el costado del lobo-troll, causándole una súbita convulsión y una mezcla de rugido y grito acompañado de un chorro de sangre...

La desbandada de los orkos ante el infierno desatado ante las puertas de la muralla viene acompañado de una lluvia de flechas que los dos caballeros disparan a sus enemigos para recordarles que si quieren tomar este lugar por la fuerza, van a tener que pagar por ello… en sangre…

Dos orkos más caen bajo los disparos de los Stoneheart, y algún otro se lleva un recuerdo en forma de herida punzante, antes de desaparecer en la oscuridad de la noche. Mientras, debajo suyo, el troll que permanecía ante las puertas deja de moverse y cae de rodillas, quedándose quieto en esa posición, como si se tratase de una pira funeraria, rodeada de cadáveres de sus compañeros orkos.

El otro troll, abajo, en el fondo del terraplén de tierra, sigue aullando mientras se retuerce en el suelo, envuelto en llamas, pero sus gritos se apagan poco a poco hasta por fin enmudecer.

Eufóricos, tío y sobrino se funden en un abrazo. Por un momento, el cansancio, las heridas sufridas y la desesperación de su precaria situación desaparecen como si nunca hubiesen existido.

Pero un rugido cercano les devuelve rápidamente a la realidad. El rugido de un lobo-troll. Y no proviene de fuera de la muralla, sino mucho más cercano, del lado norte de la misma.

Esa bestia está aquí dentro… Con ellos.

derlan abrió los ojos cuando escucho a la bestia. ¿Cómo había llegado?

-Ha sonado ahí mismo-le dijo a Petrer desenvainando la espada- Debemos acabar con ella antes de que se las ingenie para dejar entrar al resto de esas bestias.

Una marea de adrenalina, con la fuerza de un río desbocado, se esparce por el cuerpo del explorador cuando ve las dos saetas incrustarse entre las carnes de la bestia.

Esta herida y sorprendida, pero aun posee vitalidad y por ello, Sertois se obliga a si mismo a no gritar exultante.

Una vez mas Señor del Verde, se dice mientras dispara una nueva saeta, dame tu ayuda una vez más.

Yo me quedare aqui por si a alguno se le ocurre intentar volver a atacar..... Petrer se parapeta lo mejor que puede y comienza a organizar flechas lo mejor que puede para ser eficiente en la hipotetica defensa.

Por un momento pensó en que era un suicidio enfrentarse a una criatura así solo, aunque ya lo había hecho en mas de una ocasión, pero tentar a la suerte nunca había estado bien visto. Entonces se acordó de los muertos que caminaban.

-Iré a echar un vistazo tio. Te avisaré si veo algo-espada en mano se dirigió hacia donde había escuchado el rugido de la bestia.

El combate continuó mientras descargaba golpe tras golpe. Pero incluso ayudado por las flechas de Sertois el lobo-troll que tenía delante se negaba a morir y regresar al infierno del que nunca debía haber salido.

Lo peor de todo es que había visto venir dos de ellos y no tenía ni idea de donde estaba el segundo, así que como no acabara pronto con este la situación se complicaría por momentos.

Como si se tratase de un monstruo surgido de una pesadilla, el lobo-troll se resiste a morir a pesar de las tremendas heridas que ha sufrido.

Pero la bestia necesita el golpe definitivo, y Orlant, con los sentidos agudizados hasta el límite a causa de la adrenalina que corre por sus venas, bombeada por su corazón latiendo como un caballo desbocado, levanta el espadón hacia lo alto, buscando el hueco en las defensas del monstruo, esperando la oportunidad de darle muerte… Pero el veterano sargento no está tan sediento de sangre como para cometer el error de lanzarse al ataque sin más, es perro viejo y sabe que el lobo-troll sólo necesita un instante para terminar con él y con el combate.

Y entonces surge la oportunidad. En forma de una tercera flecha del explorador, que hace honor a su extraordinaria puntería, haciendo de nuevo blanco desde lo alto de la Torre. En esta ocasión el proyectil alcanza el cuello de la bestia, que alza su testa hacia lo alto, en un gesto de agonía, y que es precisamente lo que el caballero estaba esperando.

Haciendo girar la enorme hoja de la espada mandoble, Orlant aplica toda la fuerza de la que es capaz a su arma, ayudándose del impulso que imprime con sus piernas al avanzar dos pasos hacia adelante, hasta que el acero impacta contra la mandíbula del lobo-troll, destrozándola, haciéndola prácticamente desaparecer. La muralla es salpicada por un torrente de sangre, hueso y colmillos desparramados por doquier, y la bestia baja la cabeza, tambaleándose moribunda, con el hocico a pocos centímetros del rostro del caballero.

Es una visión repugnante. La estampa de la testa del monstruo, sin su mandíbula inferior. Puede verse claramente el agujero que es su garganta, borboteando sangre, y con la larga lengua colgando y bamboleándose a un lado y al otro. Los ojillos negros van perdiendo su brillo, cerrándose a medida que la consciencia se desvanece en la mente de la bestia.

Orlant levanta el espadón una última vez y lo descarga contra su enemigo. La hoja de acero hiende en dos su cabeza, y el lobo-troll se desploma sobre la pasarela, para no volver a moverse.

Algo aturdido, respirando pesadamente, el sargento se pasa la mano por el rostro y contempla la palma de su mano, empapada de sangre que no es la suya. Parpadea e intenta fijar la mirada más allá del cadáver de la bestia, en busca de un nuevo enemigo…

Y una vez más, el letal proyectil sale disparado desde el arco y surca el aire sobre el fuerte, para terminar hundiéndose en el cuello del lobo-troll, que alza su testa hacia lo alto, en un gesto de agonía, y que es precisamente lo que el sargento estaba esperando. Orlant levanta el espadón una última vez y lo descarga contra su enemigo. La hoja de acero hiende en dos su cabeza, y el lobo-troll se desploma sobre la pasarela, para no volver a moverse.

Por fin, el explorador se permite respirar profundamente, cerrar sus ojos y dar las gracias en silencio al Señor del Verde.

Pero sólo durante un segundo. Inmediatamente después, Sertois coloca una nueva flecha en el arco y comienza a buscar un nuevo enemigo…

Confiado en que Petrer será capaz de hacerse cargo de cualquier eventualidad, el joven teniente sale a la carrera por la pasarela de madera junto a la muralla, en dirección norte, mientras por su cabeza pasa a toda velocidad la idea de la estrategia de Drashin, que sabiendo de los pocos defensores con los que cuentan ellos, manda una primera fuerza de atacantes contra la entrada principal del fuerte mientras manda a sus hermanos de Manada para realizar una incursión desde el lado opuesto.

Al menos, su adversario no sabe nada todavía sobre los caballeros resucitados… Aunque pensar en ello vuelve a causar un dolor profundo en el alma del joven. Pero desecha estos sentimientos que no puede permitirse en este momento, mientras se prepara para un inminente enfrentamiento.

Y efectivamente, se encuentra con lo que esperaba, aunque no de la forma que esperaba.

Sobre la pasarela, delante suyo, el sargento Orlant mantiene una lucha encarnizada contra un lobo-troll. Al verlo, Derlan aprieta su carrera, dispuesto a ayudar a su compañero. Sin embargo, antes de llegar puede ver un proyectil que se hunde en el cuello del lobo-troll, que alza su testa hacia lo alto, en un gesto de agonía, y que es precisamente lo que el sargento estaba esperando. Orlant levanta el espadón una última vez y lo descarga contra su enemigo. La hoja de acero hiende en dos su cabeza, y el lobo-troll se desploma sobre la pasarela, para no volver a moverse…

Derlan parte por la pasarela en dirección norte, dejando a Petrer a cargo de la defensa de la entrada principal.

Pero por el momento, el excaballero no se preocupa por su sobrino. Aunque entra dentro de lo previsible que Drashin haya tratado de que sus lobos-troll realicen una incursión en el fuerte por el lado opuesto al que ha enviado su avanzadilla, Petrer sabe que Derlan no estará sólo. Por lo menos, la fuerza de los caballeros resurrectos estará a sus órdenes, y aunque el veterano caballero sienta un escalofrío al pensar en ellos, no duda de que serán efectivos durante la lucha.

No, no se preocupa por el joven teniente. Petrer está más preocupado por el siguiente movimiento de su verdadero adversario. Drashin. Hasta ahora ha estado jugando con ellos, y lo único que ha hecho ha sido tantear sus fuerzas, ponerlos a prueba.

Y no duda que lo sucedido con sus trolls y sus orkos ante las puertas de entrada cause que su enemigo decida dejarse de juegos y poner en movimiento todas sus fuerzas…

Me alegraba de haber acabado con el lobo-troll, pero no había momento para festejarlo. Había un segundo monstruo son el que acabar, esperaba encontrármelo a escasos centímetros de mi cara, dispuesto a darme una destellada que acabara con mi vida pero no estaba allí. Lo había visto acercarse a la muralla pero al menos me había dejado un segundo de respiro.

Miré el resto del castillo, para hacerme una idea de cómo iba la defensa en el resto de la torre, pues el único segundo en el que me había despistado la bestia me había lanzado por la muralla.

La hoja de acero del espadón de Orlant rezuma sangre mientras lo deja apoyado con su punta sobre el suelo.

Delante suyo el lobo-troll yace con su cuerpo desparramado, quieto, cubierto de heridas y con la testa hendida en dos. La bestia se infiltró por el lado norte de la muralla, en un intento de tomarles por sorpresa mientras el ataque principal se producía en el lado sur, junto a las puertas de entrada, pero aquí se encontró con el sargento y con las flechas del explorador. Entre ambos consiguieron acabar con él.

Pero no era el único, el sargento había visto a un segundo lobo-troll encaramándose a las murallas, y es al que ahora busca desesperadamente con su mirada, que recorre todo el fuerte hasta dar con él.

O al menos lo que queda de él. El cuerpo de la bestia yace en el patio interior, despedazado y sobre un charco formado por su propia sangre. A su alrededor, permanecen en formación los caballeros resucitados, entre los cuales tuvo la mala fortuna la bestia de caer.

Orlant deja escapar un suspiro de alivio y se permite dejar de estar en tensión, mientras apoya su mano contra la madera de la muralla. Así es cómo recibe al teniente Derlan, que se aproxima por la pasarela con su acero desenvainado…

La carrera del teniente se detiene junto al agotado sargento, cuyo arrojo a la hora de enfrentarse al lobo-troll ha impedido que el monstruo hubiese podido tomarles a él y a Petrer por sorpresa mientras hacían frente al ataque en la entrada sur.

El sargento, a pesar de tener el rostro teñido de escarlata por la sangre del lobo-troll, hace un gesto a Derlan para indicarle que se encuentra bien, y cuando le pregunta sobre la situación a las puertas, el teniente le explica que han rechazado al enemigo.

Petrer y él utilizaron vasijas con aceite de la almenara para convertir a los dos trolls que golpeaban su entrada en dos piras ardientes. Orlant asiente, ahora que se da cuenta, puede ver el humo ascendiendo hacia lo alto más allá de la muralla, y hasta aquí le llega el olor a grasa quemada. En cuanto a los orkos que escoltaban a las dos enormes bestias, huyeron presa del pánico en cuanto la entrada al fuerte se convirtió en un infierno.

Pero no todos lo consiguieron. Algunos orkos fueron aplastados por los mismos trolls en su agonía, mientras que otros fueron abatidos por las flechas de los dos caballeros.

El teniente le da a Orlant unas palmadas de ánimo. De momento han conseguido rechazar el primer ataque, y todos ellos se encuentran bien.

Sobre las puertas del lado sur, Petrer mantiene su guardia, vigilando la oscuridad.

Los trolls que les han atacado han muerto. Sus cuerpos carbonizados son una prueba de que los caballeros de Stumlad no se rinden, de que si quieren tomar este fuerte, sangre orka va a derramarse a mares.

El cocinero y antiguo caballero entrecierra los ojos, intentando divisar algo, esperando que las nubes se despejen lo suficiente como para que la luz de la luna le permita vislumbrar cuál será la reacción de sus enemigos, porque él bien sabe que ahora es el turno de Drashin para mover sus piezas sobre este tablero. Y Petrer recuerda bien los ojos de ese monstruo. Cuando los vio supo que Drashin no es un comandante, no es un estratega, es más un ser salvaje que uno civilizado. Petrer no tiene ninguna duda de que a su adversario no le importa lo más mínimo sacrificar a todos sus hombres para conseguir su objetivo: su hermano Girshael.

Y en el proceso matarlos a todos ellos.

Entonces lo ve. No se sorprende, porque lo estaba esperando con funesta tranquilidad. A lo lejos, una llama en la oscuridad, que sale disparada hacia lo alto, al cielo.

Una flecha en llamas. Una señal que pueda ser vista por todas las escuadras orkas que rodean el fuerte.

Una señal de ataque.

Desde su privilegiada posición en lo alto de la Torre, Sertois observa la flecha en llamas que asciende en el cielo nocturno hasta que por fin se detiene en lo alto para después volver a caer.

Y sintiendo las zarpas del miedo apretándole las tripas, se mueve de un lado a otro de la cima, para ver cómo en respuesta a la señal de Drashin, las diferentes escuadras orkas que rodean el fuerte se ponen en marcha, lanzándose a la carrera y sin orden aparente, en dirección a las murallas, rugiendo odio hacia la raza de los humanos, relamiéndose ante la próxima matanza que va a tener lugar. Una marea de orkos se abate contra ellos, y en este momento las murallas de madera no parecen ser lo suficientemente altas como para detenerlos…

El explorador hace un rápido cálculo: Menos de un centenar, pero sin duda más de cincuenta orkos se disponen a intentar penetrar en sus defensas. Todos ellos a la vez. Esta vez, Drashin ha decidido dejarse de juegos y echar toda la carne en el asador.

Espera un momento. ¿Todos? ¡Todos no! Sertois se fija entonces en la escuadra situada más al norte. Esa escuadra, formada por una veintena de orkos, permanece en su posición, sin atacar. Esto hace que el explorador maldiga, aunque su juramento se lo lleve el fuerte viento.

Ese monstruo de ojos verdes no es ningún idiota. Sin duda sospecha que en el fragor de la batalla podrían intentar escapar hacia el único lugar donde podrían tener una posibilidad de despistarlos, las montañas la norte, y ha dejado a esa escuadra allí, para evitar que eso suceda.

Si ahora intentan huir por el túnel secreto, la salida les dejará probablemente muy cerca de donde esos orkos están… En definitiva, ahora mismo, su única vía de escape, su única esperanza de supervivencia, les conduce directamente a la boca del lobo…

¡¡¡VIGIA ¿CUAL ES LA SITUACIÓN? HERMANOS DE STUMLAD EL MOMENTO HA LLEGADO, NO HAY CUERNOS, NO HAY TROMPETAS, SOLO LAS GARGANTAS INFECTAS QUE INTENTAN ACABAR CON TODO LO BUENO QUE HAY EN EL MUNDO Y ESA FLECHA, LA SEÑAL DE QUE LA BATALLA FINAL ACABA DE COMENZAR....DEMOS ESCARMIENTO A ESAS BESTIAS. HERMANOS DE STUMLAD MUERTE AL INVASORRRRRR!!!! 

La voz de Petrer resuena en el interior de la fortaleza como si proviniera del mismisimo infierno. El antiguo caballero tiene los ojos inyectados en sangre y su arco preparado con una flecha para empezar a abatir enemigos en cuanto la situación y la distancia lo permitan.

Son demasiados orkos para rechazarlos, lo sé en el mismo momento en el que les veo correr. La empalizada de madera no podrá pararlos, pero a lo mejor los caballeros muertos que el elfo alzó de su descanso si que pueden.

¡Hemos de volver a la torre teniente!- Le digo mientras ya corro en esa dirección, teniéndome que cruzar en mi carrera con los resucitados. Ruego a Korth por su alma y deseo que no les tenga estos últimos minutos de vida animada por las artes nigrománticas.