No lo creo. Interviene el espía. Ese mago es un escurridizo, de hecho me ha extrañado que estuviera aquí, segur que habéis alterado sus planes, lo que no está mal. ¿qué vais a hacer conmigo?
Lo que me extraña es que no usara su poder cuando tuvo ocasion, durante la batalla.
Sin guardar mi espada acerco el caballo hasta mis objetos que cargo a sus lomos antes de subir a el.
- No es tan extraño: ahora sabe quienes somos y que Morz no sigue con él -contesta a Anioz. En cuanto a Tilan, debería esperar a que Laern le comunicara su destino, pues Elladan tampoco lo sabía.
Ireth aceptó las órdenes de su superior y ayudó a terminar de desmontar el campamento antes de continuar. El enano se estaba asegurando de que los prisioneros no pudieran escapar así que se ocupó de acomodar sus cosas para montar y seguir camino.
A pesar de no decir palabra, lo que dijo Anioz quedó resonando en su pensamiento... ¿Por qué el mago no se había defendido antes para evitar ser capturado?
Todos empezaron a recoger sus cosas y a preparar a los presos para un viaje de vuelta un poco largo.
El espía tras un rato sin ser respondido volvió a insistir.
¿Cuál es mi situación?
Esta vez buscaba al ofuscado mariscal.
Morz se unió al espía.
¿Qué va a pasar conmigo?
Pero él no buscaba a Laern con la mirada sino al elfo, el cual había sido más amable con él.
- Tu situación no es buena, Morz -dice esquivando la mirada del hobbit (o humano encogido mágicamente según él)-. Pero ahora que el falso dios ha escapado, quizá aún puedas redimirte a ojos de los demás si tienes alguna idea del verdadero aspecto del que fuera tu amo.
Sin embargo, la situación había cambiado. No tenía interés en hacerle daño a Morz, pero ya se había ido para no tener que protegerle cuando Laern y Zarek empezaron a torturar a los presos; así que su caso no depende de él, sino de lo agresivo que se muestre el resto del grupo...
Una vez asegurados los prisioneros para que no escapen acomodo mis cosas sobre la montura y ato la cuerda que une a los presos al pomo de mi silla. No quiero perderlos de vista y a partir de ahora los tendré muy vigilados.
Antes de subir me acerco Zarek para "susurrarle" una pregunta. Uno de esos susurros estruendosos que me son tan propios.
Oye mago, yo no sé nada de magias pero tú sí. ¿Ese hechicero podría lanzar un hechizo como ese de desaparecer o cambiarse de tamaño sobre otro además de sobre sí mismo? No me gustaría despertar una mañana siendo un grillo. ¿Cómo se puede evitar eso? ¿Hay algún amuleto, objeto, palabra, protección? ¿Se evita si se les tapa la boca a todos para que no hablen o si se les tapa los ojos para que no te vean?
Parezco sinceramente preocupado al preguntarlo.
Ya me han preguntado algo parecido -le dije al enano-. No puedo afirmar nada ¿acaso sabes quién ese este tipo? -dije señalando a Morz-, ¿acaso sabemos cuando vamos a ser asaltados por más espías, o guerreros? No, en absoluto, no puedo responderte con claridad a eso. Soy experto en fuego, no en polimorfismo...
Luego pensé, y volví a hablar.
¿Taparle los ojos?¿y la boca? No, no, no... todo es posible, por eso hay que sacarles información lo antes posible, para evitar posibles desgracias. No obstante, antes de que te conviertan en grillo estaré preparando una masa candente entre mis manos...
Laern se da la vuelta cuando habla, a su voz le falta energía.
-Todos se vienen con nosotros. Que los encargados de las mazmorras de Talona les saquen lo que bien puedan. Creo que ya no hay nada que hacer aquí -con el puño cerrado con fuerza, le tiembla la mano del esfuerzo.
Siento la demora, pero esoy muy ocupado últimamente.
El grupo se pone en marcha rumbo a la capital, varios días de viaje se vislumbran en el horizonte, los cuales no serán (seguramente) muy amenos.
¿Queréis llegar a Talona directamente o hacemos algo por en medio?
No voy a llevar la iniciativa, pero si los presos quieren decir algo durante el viaje los escucharé.
Hacia Talona, pero sujetando bien a los presos.
Laern parece sumido en otro de sus silencios malhumorados de mirada áspera y gestos secos que denotan una rabia contenida.
Adelante, adelante...
Avancemos hasta Talona directamente
Opa, que falto yo por decir. Vamos a la capital directamente, sin problema.
El grupo emprendió camino en dirección a la capital, durante el viaje los mercenarios y el espía mantuvieron el silencio, cosa que por el contrario no hizo Morz.
El pobre no paró de hablar a todas horas, intentando, sin demasiado éxito, convencer a todos de su inocencia.
Finalmente la capital se vislumbraba al horizonte, y varios minutos más tarde os encontrabais a las puertas de la misma.
Fin de escena.