Partida Rol por web

El retorno de Abel

Entre jarra y jarra - Escena de juego

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22/09/2020, 21:57
Director

Salamanca, primeros días de Noviembre de 1353. 

Te encontrabas tomando unas jarras de vino en una taberna, invitado por un bachiller llamado Ramiro de Osuya, que se estaba gastando así la patente* que les había sacado a los novatos este curso. Ramiro, sin embargo, no te está pagando la bebida por altruismo ni amistad désinteresada. Es un buen tipo, a veces te ha ayudado (y tú a él), pero una cosa no quita la otra. Podría decirse que es tu mejor amigo en las noches de juerga en las clases de la Universidad.

El ambiente en la taberna de los Cien Dolores (llamada así por un brebaje secreto que preparan sólo para estudiantes y cuyo resultado es una resaca de cuidado...) se encontraba en la plaza de los Pollinos, cerca de la propia Universidad. Era una gran sala, como una taberna, compuesta por bancos largos y alguna mesa redonda. Sillas bailaban por doquier, y dos chimeneas hacían que el ambiente festivo fuera caliente (pues ya sabía uno cómo eran de frías las noches salmantinas, y más en ésta época del año). Los candiles colgaban de las paredes, y uno más grande el centro de la sala, justo del techo, y recogía un círculo de velas que pendían e iluminaban la estancia también.

Notas de juego

*La Patente era un impuesto de novatadas que se pagaba a los estudiantes veteranos, ya fuera en metálico o en especie, y que estos consumían luego en meriendas y juergas

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22/09/2020, 21:57
Ramiro de Osuya

Bueno qué... -te decía Ramiro entre trago y trago-. ¿Piensas ayudarme en ésta? -en ésta "situación", o lío, se refería, como tantas veces habían ocurrido y en viceversa-. Tengo un lío importante entre manos... que no invito yo a cualesquiera a vinos, ¿eh? -te dijo sonriendo un poco-.

Notas de juego

Comenzamos.

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24/09/2020, 18:57
Sebastián Azpilcueta

Sebastián jugueteaba con la jarra disfrutando de cada trago de vino, aunque era vino malo, era mejor que nada. ¡A ver, a ver! Mi querido amigo, me estas diciendo que este convite no es por simple amistad o altruismo. Dijo con sorna, sabía que su amigo no invitaba por invitar. Venga, cuenta. ¿Cuál es ese entuerto?  Seguro que no es para tanto. ¡Que siempre te ahogas en un charco!

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24/09/2020, 19:41
Ramiro de Osuya

Hombre, no lo es -confesó entre risas, pues en realidad Ramiro era un tipo risueño y despreocupado-, pero a nadie, para bien o para mal, invitaba yo a un trago que no fueras tú, y no a cualquier novato sin sesera -trataba de agasajarte, pero sabías que era un buen tipo en el fondo-. Bueno, a la cuestión...

Carraspeó, como acordándose de lo que te tenía que contar, y con ello suspiraba lleno de desazón. Bebió un trago para quitarse un poco la pena.

Como sabes, este curso he sido nombrado ayudante del bibliotecario de la universidad -de lo cual conocías, pues tal trabajo no era remunerado, pero permitía hacer méritos para acceder al título de licenciado-. Sin embargo ayer, justo antes de salir de la biblioteca, descubrí que faltaba un libro en uno de los estantes; concretamente un supuesto grimorio escrito en latín, un tomo viejo de esos... de esos de tres al cuarto, llamado el Libro de San Cipriano... -hizo una pausa, mirando a la coyuntura de la taberna de los Cien Dolores-. Si la Asamblea de Doctores de la Universidad llega a enterarse, mi futuro aquí será más negro que el carbón, y mi título de bachiller... No lo quiero ni pensar. Por eso ha pensado que... bueno... tú podrías intentar hacer algunas averiguaciones discretas sobre el libro. ¿Qué me dices?

Ramiro levantó las cejas, con cara de cordero degollado.

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25/09/2020, 12:34
Sebastián Azpilcueta

¡¿Pero que me dices?! Que sacrilegio, perder un libro. Dijo con gran mofa y sorna, aunque el hecho no tenía nada de broma. Pero el goliardo se esperaba algo pero. ¿Y por donde empiezo? Buscar un libro en una ciudad como Salamanca que está llena de libros no es fácil. Dijo mientras agitaba la jarra de vino vacía. Has mirado los registros y los mercados de libros. 

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26/09/2020, 11:18
Ramiro de Osuya

Pues verás... Supongo supongo que la desaparición del libro sólo ha podido ser durante el traslado de los libros estropeados de la biblioteca de la Universidad al taller de reencuadernación -tú conocías ambas dependencias; tal vez no las habías frecuentado mucho, pero como goliardo sabías de ellas, claro-. Los libros se trasladaron hace tres días -te concretó Ramiro-, y nos fueron devueltos ayer. Fue entonces cuando cotejando la lista, me di cuenta de que faltaba uno... -tu amigo acabó su jarra, preocupado-.

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26/09/2020, 13:34
Sebastián Azpilcueta

¿Quién es el encargado del taller de encuadernación? Supongo que lo primero que has hecho ha sido hablar con él. Puede que el libro se quedara en alguna prensa, olvidado o traspapelado entre otros libros. Se encogió de hombros y dio otro largo trago de vino.

¿Por cierto, de que trata ese libro de San Cipriano? Nunca he oído hablar de él. Es un relato de la vida del santo.

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28/09/2020, 22:36
Ramiro de Osuya

El encargado es Cándido,  un hombre sencillo y afable -respondió tu amigo-; un tipo capaz tanto de hacer una mesa como de preparar un pergamino de piel de oveja. Pero hoy no estaba en la universidad, pues el taller abre sólo unos días. Mañana seguro que está, pero se celebra la reunión para la votación de Rector, y algunos tenemos que asistir obligados*... como yo -se lamentaba-. Por eso quiero que hables tú con él. ¿El libro de San Cirpiano? Ya te lo he dicho, Sebastián: un grimorio escrito en latín, de esos que cuentan ponzoñas, creo, y otras farándulas y necedades. Pero que me va a costar el título, como si lo viera... -Ramiro apretó los dientes con cierta rabia-. He de irme ya -decía sacando unos cuartos y colocándolos en la mesa, para pagar los vinos-. ¿Iras a ver a Cándido mañana? ¡Dime que sí! El taller está dentro de la Universidad -te aclaró mientras se levantaban y se atusaba el cuello del chalequillo y se lamía una mano para pasársela por el poco flequillo que tenía-.

Notas de juego

*El bachiller con influencias podía acceder al cargo de Rector de la Universidad, que en esa época era ocupado por un alumno y no por un profesor. El Rector era elegido por votación mayoritaria de los estudiantes, y era un puesto lucrativo, ya que, aunque no percibía un sueldo fijo, cobraba una tasa de cada alumno que desea acceder al título de bachiller.

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03/10/2020, 17:47
Sebastián Azpilcueta

Por supuesto que iré a ver a ese tal Cándido. Dijo con una sonrisa en la boca. Siempre hay que tener contento al futuro rector, ya sabes, siempre esta bien tener conocidos en las altas esferas. Antes de salir de la posada con su amigo, Sebastián se aseguro de que Ramiro pagara las todas las rondas. No era desconfianza hacia su amigo, pero la picaresca era abundante entre los estudiantes, y no era la primera vez que le tocaba pagar una ronda a la cual le habían “invitado”.

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04/10/2020, 21:56
Director

Ramiro no dijo más, allí de pie, delante de tí, sino que asintió, aliviado a tu predisposición e interés por ayudarle. Con gusto el de Osuya te esperó a que salieras con él, pero antes dejó pagadas todas las rondas en la posada de los Cien Dolores, cumpliendo su parte del trato, que comenzaba con la invitación pertinente.

Tras caminar unas callejuelas juntos, os separásteis y cada uno marchó a su hogar.

* * *

Al día siguiente te levantaste, te vestiste y desayunaste lo poco que había en el lugar que pernoctabas (que a todo buen goliardo gustaba más el gastar los dineros en diversiones y otras facetas, muchas veces sin pensar en el comer); y tal que así, te encaminaste hasta la Universidad. Tu amigo Ramiro te había contado la noche anterior, antes de marchar de los Cien Dolores, que el taller de cordelería y cueros de Cándido estaba no demasiado lejos de la Universidad, en la calle de los Pozos. Tú conocías esa travesía, infestada también de tres tugurios donde se vendía vino y otros placeres.

Asi que, en vez de ir clase como cada día, te encaminaste hasta allí, pensando en qué podría haber pasado con ese libro. El taller estaba abierto muy temprano, y aunque no era ya la amanecida, tampoco era el mediodía, sino más bien una hora perfecta para pasear y holgazanear por la ciudad.

Y una vez delante del negocio, que vístes que tenía dos puertas abiertas y algunas muestras de lo que éste ofrecía colocadas delante de su puerta (encuadernaciones de muestras de libros, botas bien zurcidas, pieles de lobo, garduñas u otras alimañas listas para ser tratadas o gambesones de piel de distintos grosores, muy bellos y algunos levemente ornamentados, dispuestos seguramente ya para su venta). De su interior salía un olor a grasa animal muy característica, y tras asomarte, viste el interior del taller.

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04/10/2020, 21:57
Cándido

Un tipo engrasaba varios pliegos de cuero con unos pinceles con grasa, y los untaba y secaba (unos y otros), al distintos tiempos, como si todo él se encargara de un laborioso y complejo proceso de diseño y composición.

¡Pasa hombre, pasa! -te habló el tipo, centrando ahora su atención, sentado en una banqueta-. Desde luego, su tono de voz era afable, como lo que te comentó Ramiro, y parecía buena gente, al menos siempre sonreía-. ¿Te gusta algo de lo que ves? -señalo con sus manos todo el género que había descolocado aquí y allá, desperdigado por aquel obrador. El tipo debía tener unos cuarenta o más, pues contaba con más canas que cabellos negros sobre su cabeza.

A su lado había una mesa con todo tipo de herramientas: tijeras, puntones, cortadores, cuchillos, cordones, etc.

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06/10/2020, 19:01
Sebastián Azpilcueta

Hola buen señor. Contesto también en tono afable el goliardo. No, por ahora no necesito de sus servicios, pero no dudo que los requiera dentro de muy poco. Muchos libros pasan por mis manos y de tanto ojearlos sus lomos se desgasta. Ciertamente, Sebastián no tenia dinero para contratar los servicios de un encuadernador y sus pocos libros se deshacían a pedazos.

De hecho, vengo por un encargo. Dijo entrando al meollo del asunto. Hace unos días un amigo mío trajo varios libros a reparar y ahora me comenta que se ha traspapelado uno. Lo primero que ha pensado es que se podría haber quedado en el taller por error. El libro es un breviario de San Cipriano. ¿Podría usted comprobar si se encuentra en el taller? Veo que trabaja con mucho género y un traspapelo no seria raro.

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06/10/2020, 20:48
Cándido

El tipo escuchó paciente y sonriente tus palabras. Cuando terminaste contestó, pero mientras hablabas levantó una ceja.

¿Un breviario de San Cipriano? -preguntó Cándido con cierta sonrisa-. Muchacho, yo no sé leer. Mi señor padre, quien me instruyó en el oficio al igual que él, aunque él forraba mobiliario en vez de tapas y portadas, me quiso instruir en el arte de las letras. Y yo zagal desprovisto de ideas, que no le hice caso. Dios quiso después que trabajara con los libros, las hojas, los lomos... y no muy lejos de la Universidad, ¡habrase visto! En efecto, como bien dices, hace tres días recibí un lote de libros, sí. Al observarlos, ví que se habían desprendido algunas páginas de unos, y las cubiertas de otros, llenas de humedad y meado de ratas... Luego... ehm... -se puso a pensar, entrecerrando los ojos-, hice el trabajo, y los mandé devolver dos días después. Aquí no quedó nada -miró a un lado y al otro del taller, como si realmente estuviera aún allí por un error de atención-. Pero no, el grimorio de Ramiro no estaba allí, según el encuadernador. ¿Es valioso? -preguntó interesado-.

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07/10/2020, 21:05
Sebastián Azpilcueta

No, no es muy valioso. Pero ya sabe usted, un libro es un libro, y el conocimiento es muy valioso. Dijo quitándole hierro al asunto igual que había hecho su compadre Ramio.

¿Y esta completamente seguro que no se quedó ningún libro en el taller? No sé, puede que se lo diera a otra persona por equivocación. ¿Ha tenido algún otro pedido en esos días? Si no estaba en el taller, la otra posibilidad era revisar la biblioteca de nuevo. Puede que Ramiro no mirara bien. Si no, el joven goliardo se quedaba sin ideas.  

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07/10/2020, 21:31
Cándido

No, muchacho -respondió Cándido amablemente-, soy viejo, pero aún no tanto como para no ver que algo hubiera quedado por aquí. No tengo almacén, como ves -efectivamente, aquel taller era una sola sala, sin otras dependencias-, asi que no almaceno nada, y todo ronda por aquí. Espera...

Cándido entonces se levantó y comenzó a buscar por debajo de la mesa, entre las herramientas de restauración y entre otros libros que había por allí, todos a punto de ser reparados en las próximas horas.

Nada. Aquí no está ese beravio, o breviario, o como se diga... Yo se lo he dado a quien me lo trajo, a Martín... -explicaba el encuadernador-. Vino con su carretilla y se llevó los volúmenes -dudabas de ese nombre, puesto que te resultaba familiar. Tal vez fuera el que tú sospechabas-. Sí, Martín, el bedel de la Universidad. Ese que está fuerte -hizo un gesto con los brazos-, pero que no anda muy bien de la cabeza... -efectivamente, pese a que no lo conocías personalmente, sabías que a Martín, el bedel de la biblioteca, le faltaba un hervor, aunque era popular por ser el blanco de las bromas y chistes de muchos goliardos de la universidad , así como por hacer su trabajo al pie de la letra-. Igual te lo perdió él -razonó Cándido encogiéndose de brazos-.

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12/10/2020, 16:37
Sebastián Azpilcueta

El joven suspiro desanimado, el trabajo comenzaba a complicarse. Muchas gracias por la información. Iré a hablar con Martín, puede que dejara el libro en un lugar que no era o uno de los profesores lo cogiera de su caretilla antes de llegar a entregar los libros. Muchas gracias de nuevo.

Antes de salir de la tienda se giro de nuevo. ¿Sabe si hay alguna gominola, bebida o pastelillo que agrade a Martín? Puede que eso me ayude a tratar con tipo tan peculiar.

El goliardo salió a la calle y se encamino de nuevo hacia la biblioteca y la universidad buscando al bedel y tratando de recordar si sabía de algo de él.

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14/10/2020, 00:02
Cándido

De nada... pero habla de mí y mi negocio por ahí por las aulas, muchacho -te dijo mientras te marchabas-, que los dineros se van y vienen tarde... -entonces te giraste para preguntar de nuevo por el tal Martín-. Uhmm... pues el rector le echó una vez una buena repasata... -dijo entonces Cándido-. El señor rector vino hace un año o así con un libro en la mano. En la portada había un manchurrón de dulce de higo... ¿a que no sabes quien lo hizo? ¡Martín! -lo contaba con jocosidad, como si hace tiempo, al vivir aquello, se hubiera reído mucho-. Desde entonces las chanzas con el pobre muchacho son esas; "el tío del higo", le dicen algunos. El rector vino a ver si yo podía limpiar la piel de la portada, pero sólo se coser y reparar, que limpiar es otro menester.

Entonces saliste de allí con una sonrisa por escuchar la anécdota.

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14/10/2020, 00:03
Director

Habías escuchado tal cosa hacía tiempo, pero no sabías que el rector en persona había ido a entregar el libro (un buen manchurrón debió de ser...). El caso es que sabías que el dulce de higo era uno de los postres típicos de la ciudad: masa de higo mezclada con trozos de calabaza y berenjena, y un chorro de leche fresca. En Salamanca era un dulce típico, y aderezado con vino los más golosos se ponían las botas. Los vendían en las plazas algunos días de mercado o en obradores de panaderos algunos días, en días festivos o señalados.

Te encaminaste pues a la Universidad, desandando tus pasos hacia ésta por la calle de los Pozos. Entonces te plantaste en el patio de entrada del gran edificio, donde el trajín y trasiego de estudiantes y algún que otro profesor era frecuente. Entonces, para tu sorpresa, un tipo más mayor que tú, de pelo corto y ya blanco, que vestía una especie de hábito marrón claro estaba charlando, con un montón de pergaminos en su mano, con dos muchachos, goliardos como tú.

Aunque más que hablando allí delante del mismo edificio de cátedra, ambos dos estaban riéndose de él, y el tipo, mucho más alto y lleno en carnes que ellos, estaba callado, sin decir nada. Lo cierto es que era aberrante, una típica escena de cachondeo entre dos compadres, pero no contra alguien que no parecía responder a las provocaciones, sino que se las estaba tragando. El tipo humillado era el bedel Martín.

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19/10/2020, 21:05
Sebastián Azpilcueta

¡¿Qué esta pasando aquí?! Dijo en voz alta mientras se acercaba al grupo. Vosotros deberíais practicar más la autocompasión y no burlaros así de alguien como Martin. Sin él la universidad no funcionaria, o acoso vosotros sois los que traen los libros desde el taller, o limpia las aulas y arregla los bancos. Cada uno tiene su sitio en este sitio, o no prestáis atención a las enseñanzas del profesor. ¡Dios pone a cada uno en su lugar!

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20/10/2020, 11:52
Martín

¡Atiende! -le dijo el uno al otro, señalándote tras tu irrupción, sorprendido y como divirtiéndose por tu intervención-. Que ahora ha venido éste a defenderle -se refería a tí-. Ambos escucharon tus palabras levantando las cejas, pero aguantándose la sonrisa-. Mal pullada así te dieran, que si fuera menester, entrara en tus higadillos y te desangrase... -un bonito improperio para chafardear delante del amigo-. En esos momentos sonó una de las campanas de la Universidad, que indicaba el inicio de la primera clase del día.

Nos veremos más tarde, pardillo -te dijeron-, suerte has tenido y salvado por la campana eres. Vigila tus espaldas. Era sabido que los goliardos, al menos bastantes de ellos, eran chulos y bravucones, y no rechazaban una pelea a sabiendas de que no fuera contra alguien que les diera una paliza (excepto el bueno de Martín, claro, que parecía un trozo de pan).

Mientras los dos tipos se alejaban corriendo hacia el portón del edificio, te quedaste mirando a Martín mientras éste te echó una mirada (como sorprendido porque alguien intercediese por él) y luego, sin decir palabras se fue a paso de carrera hacia el interior del edificio también. No te dijo nada, estaba como avergonzado. Uno de los pergaminos se le cayó, muy pequeñito, pero no se dio cuenta. En segundos desapareció de tu vista, y quedaste en aquel patio principal de entrada.