Partida Rol por web

El saco de Boom

El saco de Boom (Escena final)

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05/08/2015, 08:56
Karl Moritz

Se me hace la boca agua al ver nuestro destino. Un edificio rico y lleno de burgueses cagados de miedo. Rodeados por un puñado de combatientes que quizás estaban allí con la promesa de una recompensa y el engaño que se iba a pactar una rendición honrosa in extremis. Pobres diablos que se habían creído lo que se querían creer. Todos esos soldados ya eran carne para los perros... Y los burgueses se iban a salvar ante la posibilidad de un rescate. Cosas de la guerra... Y de la vida. Perra vida en la que vale más un gordo usurero que un fiero y leal combatiente. Si las tornas hubieran sido al revés seguro que los ladinos gordos habrían abandonado a los soldados a su suerte, pero cada uno era lo que era y sabían que venía con el oficio.

Escupo al suelo con desidia.

Senior... Murmuro mirando a Vélez. Ser bueno que mosqueteros catalán cubrrir mientrras nos avansarr. Llenar madriguerra con humo y esperrar a que sorra gorda salir.

Propongo. Lo cierto es que la idea de llenar su escondrijo con humo ha sido una buena idea, y no se puede negar que entre los españoles hay oficiales con seso además de hígados. Cosa inaudita ver una combinación de ambas en alguien con graduación.

Espero su respuesta, pendiente de mi alrededor.

Sería irónico morir ahora por una bala perdida o un mal golpe de pica. Sería una buena broma de Dios.

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05/08/2015, 18:06
Pedro Negrete

Avancé en orden junto a la cuadrilla, mientras otros ya habían empezado su saqueo personal de enseres y hembras. Se escuchaban gritos por todas partes, pero yo mantuve la disciplina. Disciplina cuando uno combate, siempre. Para festejos siempre había tiempo. Ahora no era momento. Ahora debíamos estar todos unidos donde se debía. Había ahora cosas mas importantes que hacer, como joderles bien en aquel ayuntamiento. La idea de ahumarles era buena e intenté ayudar a preparar el carro llegado al lugar.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Puta tirada ¿Está mal no? ¿Me faltó sumar algo? Sino la he cagao a base de bien.

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05/08/2015, 23:11
Karl Moritz
- Tiradas (1)

Notas de juego

Creo que lo has hecho bien, pero bueno, un 17 es caca. Y mi 16 también... jojojo! Se van a poner correosos estos holandeses.

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06/08/2015, 13:27
Martín Vélez Manrique

Con las instrucciones dadas por el capitán organizo el ataque que se hizo rapidamente y con evidente entusiasmo por parte de la tropa que olfateaba el botin.

Estos se lanzaron como lobos para ahumar la hura de herejes en que habia convertido el ayuntamiento.

Los herejes, bien parapetados, estaban disparando a los asaltantes causando no pocas molestias y heridos mientras a Velez se le revolvian las tripas al estar atras sin poder hacer nada.

Harto de la situacion dejo la alabarda a uno de los mochileros y se acerco a uno de los arcabuceros que infructuosamente trataba dedar caza a los esquivos tiradores.

-Traiga su merced el arcabuz- dijo con voz impaciente mientras practicamente arrancaba el arma de las manos del soldado.

Comprobo el arma, cargo con cuidado, se apoyo en el alfeizar de una ventana y se tomo su tiempo hasta que uno de esos bastardos asomo para repartir su racion de plomo a los valientes españoles, momento en el cual disparo alcanzando al holandes.

Devolvio el arma al atonito soldado.

-Es asi soldado, no desperdicie la polvora, que bien cara le cuesta.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Apunto durante tres asaltos, aunque la verdad hubiera dado igual.

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06/08/2015, 13:42
Martín Vélez Manrique

Notas de juego

La localizacion queda ni pintada.

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06/08/2015, 19:16
Martín

El muchacho, viendo que todos se afanaban por hacerse con sacos de paja y azufre no se quedó corto, ni manco. Los soldados corrían hacia la casa bajo el fuego irregular de arcabuces y se apresuraban a lanzar los sacos, que bien por la prisa, por el ímpetu o por el miedo se quedaban cortos o bien golpeaban inofensivamente los muros, sin entrar las ventanas. Martín cogió un saco pequeño en cada mano y se dispuso a demostrar a todos que merecía ser considerado ya un hombre y un soldado y no sólo un niño, un mocoso, un aprendiz o un zagal como unos y otros se referían a él. Martín, viendo caer a un soldado español de un tiro en el pecho, se dió cuenta que no estaban todas las cartas repartidas y aún podían pintar bastos para ellos y acabar, después de tantos pesar, con una cuarta de tierra por encima.

Con un saco en cada mano, tomó una ruta distinta, en lugar de correr por la plaza descubierta, se acercó a uno de los portales de las casas colindantes, una de aquellas de las que ya salían gritos de su ultrajados habitantes. Con la cabeza baja fue corriendo de un portal a otro, buscando cobertura detrás de cada barril, cada carro volcado, cada animal muerto.

Por un instante se permitió levantar la cabeza para ver cuanta distancia quedaba hasta la casa del burgomaestre y como si el tiempo transcurriera más despacio vió primero la detonación en una de las ventanas y luego, con un zurriagazo la madera del carro tras el que se encontraba explotó, fallando el tiro su cabeza apenas por una cuarta. La lluvia de astillas golpeó contra su cara que empezó a sangrar por multitud de pequeños cortes.

Sin ganas de perder tiempo o de agotar su buena estrella el tambor corrió hacia el siguiente portal ocultándose de la vista de los tiradores. Tras llenarse los pulmones con dos sonoras y profundas inspiraciones volvió a correr, estaba hacia la casa del burgomaestre, pues ya no había más cobertura entre él y la casa. La distancia era corta, pero suficiente para que un holandés asomara el morrión por una ventana dispuesto a apiolarle, justo a tiempo, para que un arcabuzazo español le quitara las ganas. Se trataba su salvador del sargento Vélez aunque Martín no lo supo hasta más tarde. Llegó hasta la misma pared de la casa del burgomaestre, mientras el capitán Ferreira y sus ad láteres le miraban atónitos. Arrojó primero un saco en llamas y luego el otro por la ventana más cercana. Dada la distancia no fue difícil. La ventana estaba a metro y medio de la calle.

Un holandés del interior se apresuró a coger los sacos para echarlos fuera y Martín, que ahora tenía las dos manos libres le descerrajó un tiro de pistola a quemarropa antes de que pudiera hacerlo. Un instante después el muchacho disparaba la otra pistola contra otro hereje. Martín había conseguido tiempo suficiente para que el azufre ardiera lo suficiente como para empezar a llenar la planta baja de humo.

Con el corazón a punto de salírsele del pecho Martín se vió bloqueado, pegado a la pared de la casa, tenía las dos pistolas que había traído descargadas; la tercera pistola, la rodela, toda la munición y la pólvora habían quedado junto a Ferreira. Los del piso de arriba aún tardarían un buen rato en ahumarse, si es que lo hacían y Martín estaba demasiado cansado y, por qué no decirlo, demasiado asustado ahora que había pasado la adrenalina y la euforia, para volver corriendo dejando la espalda descubierta. Desenfundó la daga y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en el último bastión de los herejes. Si iba a poder salir de allí, sería porque sus compañeros llegaran hasta él.

- Tiradas (5)
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06/08/2015, 19:46
Martín

 

Notas de juego

Lo siento pero me ha salido un mega post. Espero que a nadie le parezca una muestra de ego desmedido, pero me he puestoa escribir y no he podido parar. Tenía la idea en la cabeza y he empezado a lanzar dados, esperando buenos resultados y aceptando palmar si no lo eran (he gastado la dote Buena Estrella - espero haberlo hecho bien).

Para compensar he dejado a Martín en una situación francamente comprometida si la casa no se ahuma, los defensores no cesan o el máster lanza una última carga con los defensores.

- ¿Qué hace éste aqui? - se preguntó el holandés mirando al muchacho sentado en el suelo no lejos de la puerta antes de clavarlo a la pared con su lanza.

Por poner un ejemplo

=)

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07/08/2015, 18:03
Director

Mal que bien, fueron cayendo dentro del edificio los fardos con azufre y paja ardiente. Algunos no cayeron dentro y hubo que patearlos para apagarlos, o simplemente apartarse del humo que producían.

Mientras, las balas silbaban. El sargento le pegó a un mosquetero holandés un tiro en la cabeza, justo cuando éste se asomaba, que le llevó la mitad del cráneo. Los mosqueteros del catalán dispararon contra la fachada, dando en varios mosqueteros que incautamente se asomaban para intentar hacer blanco en los lanzadores de aquel particular sahumerio.

Durante un largo instante, unos minutos, nada sucedió. Se escuchaban gritos dentro de la casa, mientras eran lanzados más y más de aquellos sacos. Los mosqueteros habían dejado de disparar, y por las ventanas salía un nada saludable humo de azufre.

Entonces, les vieron. El primero fue un mosquetero herido, que trató de descolgarse por la ventana del piso superior, y solo encontró una patética caída, la pierna rota y el cuerpo pasado a estocadas. Luego, la puerta principal se abrió de par en par, y de ella salieron en tropel algunas personas, mezcladas con los defensores, todos tosiendo de mala manera, más preocupados por boquear aire que por defenderse. Los españoles les mataron a tiro de pistola y golpe de espada.

Entonces, los hombres que vigilaban la parte de atrás de la casa, dieron la alerta.

-¡Capitán, el burgomaestre se escapa!

Sonaron unos cuantos tiros de pistola, y se apresuraron en llegar a aquel sitio, dejando al resto de la compañía vigilando la puerta. Un hombre joven, vestido de terciopelo negro, con una cadena de oro al cuello, sostenía una pistola en cada mano y cargaba una ropera al cinto. Le acompañaban tres alabarderos y un maltrecho mosquetero, que formaban un círculo en torno a él. Habían matado a tres españoles, y ahora pretendían retirarse calle abajo.

- Tiradas (3)
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08/08/2015, 10:14
Karl Moritz

Aunque en un primer momento temía que aquello se fuera a alargar no pareció que fuera así y en cuanto la casa se convirtió en un botafumeiro todos empezaron a correr como ratas en barco que se hunde.

Por detrás intentan una salida, en un primer momento mi instinto es ir hacia atrás, a hacer rebanadas del burgom...

Un momento... ¿Un hombre joven? Me extraña que sea un hombre joven el burgomaestre. Esto es una argucia. La cadena al cuello y todo para que se sepa bien quien es... Es como pintarle el culo de rojo. A ver, a ver... Esperaré, a ver si por otra parte sale un gordo cabrón con la pinta más humilde que pueda... Jodidos políticos ladinos.

Y con estos pensamientos retrocedo unos pasos para tomar una visión más amplia del conjunto, no sea que el muy rufián arrastre el culo por una ventana.

No tardará mucho si no se quiere ahogar... Y en cuanto asome el morro le meto un trastarazo en toda la testa. O en la espalda, que estos civiles tienen la carne muy blanda.

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09/08/2015, 10:57
Martín Vélez Manrique

Y ahi estaba el premio gordo, huyendo protegido por algunos de sus leales. Una bonita cadena y una mencion si lograba hacerse con el, preferiblemente vivo, quedaria estupendo colgando de una cuerda, por haber prolongado la lucha o bien pidiendo un rescate.

Empuñando, como de costumbre, ropera en la diestra y pistola en la otra se lazo al combate pideindo a alguno de los hombres que estaban a su lado que lo siguieran..

Segun se acercaba a la carrera identifico como el mas peligroso al mismo burgomaestre, quizas si caia el se enfriaria los animos del resto y dejarian de dar problemas, ademas era el unico con arma de fuego. Paro en seco y apunto con la pistola.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Pifia se mire como se mire, hasta los..... de las putas armas de fuego, en lo que llevo de aventura no se si son tres ocuatro fallos o pifias. Ya dije que era bastante gafe.

A consideracion del master el resultado por eso no describo mas.

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09/08/2015, 18:00
Pedro Negrete

El avispero se removió mas pronto que tarde. En menos de un rechistar ya estaban todos saliendo de allí por patas y cayendo a nuestras manos. Que mueran. Que mueran todos los bastardos herejes. Pero una voz de alarma me saca de la concentración del momento, y no dudo en seguir a mis camaradas a la parte de atrás del emplazamiento.

Velez se prepara raudo, aunque observo un movimiento de precaución del tudesco. ¿De que dudaba? Cuatro hombres protegiendo a un señor bien vestido en el centro. Un señor joven. Me pongo en guardia con ropera y rodela, pero no pierdo de vista tampoco al tudesco. Pero tampoco bajo la guardia de cualquier hereje que nos pueda atacar en esa tesitura.

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10/08/2015, 21:52
Martín

El joven Martín escuchó los gritos de los soldados que debían llegar desde el otro lado de la casa. ¡El burgomaestre se escapa! habían gritado. El muchacho, que había aguardado sentado en el suelo como si de un mendigo y no de un soldado en plena batalla se tratara, se puso en pie de un salto al oir aquello y aunque las dos pistolas estaban descargadas, estaba dispuesto a impedir que aquel comandante enemigo escapara, aunque fuera echando mano a la daga. Doblando la esquina alcanzó a ver al grupo de holandeses.

Martín, se cubrió detrás de la esquina del edificio y echando mano a la honda que llevaba en un bolsillo y a uno de los cantos que adoquinaba el suelo giró la correa de cuero y soltó el proyectil apuntando a la testa del citado burgomaestre. La piedra salió algo desviada y en lugar de la cabeza, impactó al burgomaestre en uno de los brazos. Si hubiera estado más cerca habría podido oir el chasquido del hueso al partirse.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Martín el francotirador cazador de oficiales: ¡6 puntos de daño en el brazo del burgomaestre!
 

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14/08/2015, 02:04
Director

El disparo de la pistola de Vélez no se produjo. La pólvora del oído se consumió rápidamente, pero éste estaba obturado por la suciedad, y no se produjo el tiro. Tampoco hizo falta hacerlo, por que Martín le largó al fulano una buena pedrada. Le rodearon, y sus alabarderos parecían dispuestos a dar la vida por él.

Entonces, cuando creían escapar doblando la esquina, se encontraron con más soldados: los mosqueteros del catalán, que les apuntaban con sus armas. Les ordenaron rendirse, y un par alabarderos trataron de cargar inútilmente. Fueron acribillados. El resto, tiró sus armas.

El burgomaestre, herido, pidió rendirse ante un oficial, y ser tratado como correspondía a su rango. El capitán Ferreira recogió su espada, pero acto seguido mandó que fuera maniatado y desarmado. Le condujeron de nuevo al interior de la casa consistorial, tirando de él como una bestia.

El humo del azufre se disipaba, y dejó con él varios muertos. Tres hombres en la planta baja y una mujer con aspecto de ama de cierta edad, muerta al ahogarse, con una expresión horrible en su rostro, que había tratado de subir las escaleras a rastras.

Los españoles se derramaron por dentro del edificio como una maldición. Abrían todos los arcones, forzaban las cerraduras, arramblaban con las joyas, las pinturas y la cubertería de plata. Uno de ellos, incluso, le quitó la cadena de oro al burgomaestre, antes de que le pusieran la soga al cuello. Trató de resistirse, pelear, pero le tenían bien sujeto. No hubo responso ni últimas voluntades. Aquello era para católicos, y él era un hereje. Su alma iría derechita al infierno.

El burgomaestre se agarró al pasamanos de piedra, llorando. Tan valiente en el asedio, ahora no quería morir. No ejecutado de aquella manera. Los soldados hicieron burla de él, y le lanzaron al vacío. Tenía el cuello duro, así que no se rompió. Pataleó mucho, con el rostro enrojecido, tratando de ganar una libertad imposible. Hasta que dejó de moverse.

Dos soldados habían subido al tejado de la edificación, donde había un mástil con una bandera de las Provincias Unidas. Bajaron la bandera, arriando la Cruz de San Andrés.

Al fin, tras meses de duro asedio y muchas muertes, Boom había vuelto a la obediencia del rey católico. Y todo alrededor era casas en llamas, gritos de mujeres forzadas y de hombres suplicando por sus vidas. Martín Vélez admiró el espectáculo, mientras sus compañeros se llenaban los bolsillos. Lo admiraba, pero sin orgullo, sabiendo que cada vez que una plaza caía de esa manera, la victoria del rey quedaba más lejos. Un rey al que aquellas gentes odiaban, como a ellos mismos, y con razón. El pequeño Martín aprendió en aquel asedio cuales eran las miseras de la condición humana, pero también las virtudes. Toda la valentía del combate, ahora tornada en vileza, pillaje y saqueo. Decían que era la ley, que era derecho de guerra, lo justo y necesario. Pero de fondo, los gritos sonaban sin cesar.

Pero Boom había sido tomada.

- Tiradas (1)

Notas de juego

FIN

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14/08/2015, 02:18
Don Gabriel Real de Azúa y Mendoza

Don Gabriel sirvió como capellán militar durante diez años más. Asistió a muchos soldados durante el trance de la muerte, y les confesó antes de él. Con la firma de la paz de Westfalia, se embarcó hacia las Indias, a una misión jesuita en el Perú.

Escribió sobre todo lo que había visto en su vida, en el "Memoria de las cosas de Flandes y el Perú", libro muy apreciado por los historiadores. Murió a los 84 años de edad, de un fallo cardiaco.

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14/08/2015, 02:20
Ezio Contarini

Ezio siguió siendo la mano derecha del preboste durante cinco años más. Tras éste periodo, se alistó en un tercio italiano, dispuesto a defender su patria ante el embite de los franceses. Murió en una escaramuza en el año 1652, contra tropas de Saboya. Había contraído la sífilis dos meses antes.

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14/08/2015, 02:22
Hans Schneider

Hans gastó todo el dinero del saco de Boom en vino y mujeres. Pero su alegría duró poco. Junto a Karl, se alistaron tres años más tarde en un regimiento del ejército de Wallenstein, tratando de parar los éxitos del mariscal Tortesson en el Sacro Imperio. Perdió un brazo defendiendo un revellín ante el avance enemigo, y estuvo a punto de morir a causa de ello. El cirujano le salvó in extremis.

Sirvió como cocinero unos años más, en el ejército, hasta que llegó la paz y con ella la mendicidad. Pasó a pedir dinero en las calles de Ausburgo, y murió prematuramente a los 48 años.

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14/08/2015, 02:25
Karl Moritz

Karl Moritz luchó en muchas guerras, y se hizo un nombre. Le llamaron "el último doblesueldo". Defendió el imperio de los ataques turcos, y falleció defendiendo la brecha durante el gran asalto a Viena, en 1683. Entonces, era un viejo maestro de esgrima que trabajaba en la ciudad.

Tuvo el final que siempre había deseado: la muerte de un héroe. Tenía 86 años de edad.

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14/08/2015, 02:28
Luciano della Rovere

Luciano della Rovere sirvió como preboste varios años más. Después, se alistó con las tropas de Milán, tratando de frenar al rey de Francia. En 1645 recibió una herida de bala en el pecho, y tras pasar por el hospital, dejó el ejército.

Volvió a su Génova natal, y obtuvo el cargo de alguacil. Odiado por todos, a causa de su integridad, murió asesinado en una emboscada por los lacayos de los poderosos, a los que había molestado. Solo la gente común y la clase trabajadora valoró sus esfuerzos y su integridad personal. Vivió en tiempos corruptos.

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14/08/2015, 02:32
Martín

El pequeño Martín creció para convertirse en un hombre hecho y derecho. A los dieciséis años, el capitán Ferreira le pagó un pasaje a las Indias, donde vivió el resto de su vida. Recorrió el continente, y llegó a luchar en la Guerra del Arauco, con grado de sargento.

Se retiró a una propiedad rural en lo que después sería Bolivia, donde expiraría a los 79 años. Se casó con una mestiza llamada Juana, y tuvo con ella tres niñas y un niño, Andrés, que heredó sus propiedades.

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14/08/2015, 02:35
Martín Vélez Manrique

Martín Vélez sirvió en el ejército de Flandes hasta la firma de la paz con los holandeses, en 1648. Pasó luego a Italia, y allí embarcó en las galeras del rey. En un combate cerca de la isla de Djerba, fue capturado por los piratas berberiscos y llevado a Argel.

Pasó allí diez largos años, hasta que escapó de sus captores y consiguió regresar a España, tras ser rescatado por un mercante napolitano. Tras tantos años luchando por su patria, al regresar la encontró empequeñecida y agotada tras largas guerras, dentro y fuera de sus fronteras.

Malvivió como espada de alquiler durante unos años, hasta que la gura cayó sobre él. Cumplió sentencia como galeote durante dos años, y estuvo a punto de volver a ser capturado por los turcos. Al regresar a España, finalmente se quedó con la casa de sus padres, pues sus hermanos habían muerto en una epidemia de peste. Transformó la casa en una fonda, y el resto de su vida fue un honrado posadero.