Partida Rol por web

Diego se pone nervioso al escuchar aquella voz y no da con lo que está buscando y sale corriendo de la habitación hasta que llega a la puerta principal. Tus compañeros no están en la casa.
 

En cuanto llegaron, les hice una señal para que se acercaran.

-Ayudadme -les susurré; quería encaramarme a la ventana de arriba, pero no era yo buen trepador-. Agora que el fantasma está ocupado con Diego, quizás pueda yo fazer algo. He de intentarlo al menos, o moriremos.

No sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer, pero la vieja Llócaba nos había señalado aquella mansión. Esperaba que, una vez dentro, pudiera hallar el modo de romper la maldición; pero antes tenía que salvar una altura de cuatro hombres, y la cosa no era nada fácil.

Son 6 varas desde el suelo, la pared está bastante corroida y estropeada por lo que tiene bastantes salientes para agarrarse, aunque esto no quiere decir que sean fiables. Está oscureciendo por lo que hay poca luz. Mirais las dos ventanas una a 6 varas la otra a vara y media del suelo pero cubierta con tablones.

Das una vuelta a la casa y los ves que están frente a una de las paredes desgastadas y estropeadas de la casa, aún no te han visto.

yo me quedo el último ayudando a los otros y que cuando esten arriba me ayuden a subir.

Salieron golosos los hidepus.

Desistí por el momento de trepar por la ventana, al ver acercarse a don Diego. Lo notaba extraño, y lo que decía era más extraño. ¿Un fantasma pidiendo dulces?

-Non podemos acercarnos al pueblo, et lo sabéis... a no ser que vos non seades don Diego.

Por desgracia, el anillo de detección no me servía de nada, puesto que ya estábamos todos afectados por una maldición; si Diego había sido poseído por el fantasma, el poder encerrado en el anillo no lo distinguiría de la maldición del malino. Entonces no me quedó más remedio que recurrir a la espada: desenfundé con presteza y sostuve el arma frente a Diego.

-Don Diego López, poneos en guardia o morid aquí et agora.

En el poco tiempo que llevaba viajando con don Diego me había dado tiempo a conocerlo un poco; por eso, actuaría dependiendo de su reacción.

Si el moro pensaba que uno de sus compañeros estaba maldito por alguna suerte de maleficio, ahora parece que había dos. "Locos, todos locos, maldito el día que coincidí con ellos", es todo lo que le pasaba por la cabeza a Mu´tamid cuando vio que un noble encaraba a otro con su espada.

Ya no sabía donde estaba mejor, si dentro o fuera de la casa, solo quería salir vivo de allí, y nada mas.

Dando unos pasos hacia atrás permaneció atento a como se resolvía la situación. No quería ser él el ensartado por la espada de Don Vasco, así que de momento se callaría.

La respuesta de don Diego me satisfizo por el momento.

-Perdonad, mas debía comprobar que en verdad erais vos -me excusé, guardando el arma-. Non sé de dó vamos a sacar el dulce. Ya sabéis que correremos periglo si nos dejamos ver en el pueblo; seguramientre nos acusarán de la muerte del padre Próculo.

Yo, desde luego, no llevaba nada dulce encima. Solo me quedaban algunas pociones, pero ninguno de sus componentes era dulce. Era una situación bastante extraña, y era la primera vez que no se me ocurría nada para resolverla; o más bien sí que se me ocurrían algunas ideas, pero eran demasiado arriesgadas.

-Solo se me ocurre entrar a la escurecida en la posada et robar algún dulce de la cocina o la despensa... o buscar un panal.

Crucé los brazos y observé a los demás, esperando que alguno tuviera una idea mejor... aunque no confiaba mucho en ello.

Una vez relajada la situación, el moro vio su oportunidad. EL sabía moverse discretamente, no levantaba a penas un par de palmos del suelo y...nadie suele reparar en un mendigo.

Quizá yo puida colarme in la siudad a pior dulse si mi dejan. Pero prifiero ir solo, cuantios menos, mijor, para nio llamar la atinción-dijo mirando con miedo a Sixto.

Tras pensarlo un rato, y entre tosidos acertó a decir:

Tal vez el nuestro noble pueda irrumpir en casa ajena et exigir deacuerdo a su noble cuna algun dulce u ordenar que se lo fagan.

-Vaya pues Mutamid -dije, con desazón; no confiaba en el moro y no me apetecía dejar en sus manos algo tan importante, pues la vida de todos dependía de ello-. Mas, demientre va, podríamos buscar algún panal, o colmenas, si hubiere montes cercanos, que es adonde los colmeneros las sitúan, en las faldas.

Entonces, me puse a buscar por los árboles de los alrededores, sin alejarme demasiado.

Pues si nada mias teneis qui disir, partio sin dimora. Nos vimos en brevies.

Dicho lo cual Mu´tamid salió de allí como si le llevase el alma el diablo.

Veis como Vasco se va a buscar algún panal de abejas, y Mu´tamid se dirige al pueblo. Después de unos segundos los perdeis de vista.

Ya se ha echado la noche encima, una luna llena aparece trás una loma e ilumina con luz fria y blanca todo lo que veis.

Ya se ha echado la noche encima, una luna llena aparece trás una loma e ilumina con luz fria y blanca todo lo que ves. Te acercas al pueblo, y con cuidado te acercas sin que te vea nadie a la taberna "El gato apestoso". Acaba de anochecer y ves que hay gente del pueblo que está entrando en ella para gastarse el jornal del día, reconoces alguna cara que otra del día anterior.

Te internas un poco en la arboleda e intentas buscar una colmena de abejas.

Ya se ha echado la noche encima, una luna llena aparece trás una loma e ilumina con luz fria y blanca todo lo que ves.

Ves en tu caminar a una abeja perdida en medio de unas flores, pero gracias a su sentido insectívoro la abeja se recupera y sale zumbando hacia su panal. Se adentra como unos 200 mtr en la arboleda y se mete en un enorme panal de abejas. Las últimas abejas rezagadas igual que la última que has visto entran en el panal para pasar la noche. El panal está a unas 10 varas del suelo, en la rama de un arbol al cual habría que trepar. Metido en la arboleda la luz de la luna no alumbra tanto así que lo ves a duras penas gracias a su tamaño pués es bastante grande.

Volví raudo junto a los demás.

-¡Venid, he hallado un panal! Mas habedes de ayudarme a trepar al árbol, pues non soy buen trepador.