Partida Rol por web

La convicción que demuestras por tus creencias hace que esos incidiosos espiritus, seguramente esclavisados por ese demonio. No obstante, hay cosas peores que a coacción y más dolorosas.

Los espiritus se discipan como volutas de humo al viento, pero uno queda, informe como el resto, pero de pronto empezó a tomar forma. De pronto la cara de Javier se presenta delante de ti, como un espectro y te dice con voz lastimera:

- ¿Por qué deseas enviarme al infierno, Bernardo? Yo solo quería compartir la bendición que tú posees y me la negaste. Me mostraste que dios no te eligio, me obligaste a obedecerte y cuando dejé de servirte me desechaste ¿Por qué me deseas enviar al frío del abismo?.

-No deseo enviarte al infierno, Javier. Sábelo. Pero no puedo salvar tu alma sin comprometer toda mi misión. Elegiste tu camino y escupiste al Señor, y aun cuando no fuese verdad, pecaste de soberbia. Pecaste de soberbia al pretender compartir mi sino sin estar preparado, de lujuria al encamarte con una de esas prostitutas y de ira cuando abandonaste mi lado mientras trataba de protegerte. Esos pecados sin perdonarse en confesión no pueden ser olvidados. Pero yo te amaba, Javier. Te salvaría si pudiera, pero el demonio te tiene cogido entre sus garras y no te soltará. Y no puedo permitir que el demonio se desate. Vete, Javier. Ódiame si ese es mi destino, pero no trates de confundirme. He tomado mi decisión.

El espectro de Javier se deshace en el aire con un alarido de dolor increible. Entonces oslo te quedas en frente de ese demonio, quien de nuevo se muestra como el cadaver de Javier reanimado. Él sonríe, estirando las comisuras de la boca demanera exagerada y antinatural. Entonces te dice:

- Eres un hipócrita y te lo demostraré. Tú no posees un don de Dios, sino una maldición más oscura.

Y estira una de sus manos hacia ti y la punta de sus dedos toca tu frente, lo que hace que un escalofrío recorra por la espalda. Pero eso no es todo, pues comienzas a sentirte enfermo, como su la sangre en tus venas comenzara a arder.

Bernardo sintió la malevolencia demoníaca en sus venas, cómo sus músculos se hinchaban por su sangre y ésta desaparecía de su cuerpo. Sus ojos inyectados en sangre miraron al ser que ahora lo atacaba y, con los colmillos fuera y al borde de perder la cabeza, le maldijo.

-¡Tú, ser del averno! ¡Cae ante el poder del Señor!

Como nunca antes, sientes que la bestia en tu interior pide que sacies su sed antinatural. Entonces todo lo que te rodea, a excepción del demonio, se transforma en una fuente de tentación, insitando al deseo de satisfacer esa ansia lujuriosa por sangre. Sabes que tu control está en el límite y eso también lo sabe él.

- ¿Que harás ahora que tu verdadero yo está a flor de piel? ¿Tomarás a una de las putas del setita o intentarás tomar la vitae de tus semejantes? ¿Cuál será tu pecado?.

-Ninguno. Sobrevivir a la tentación es la sabiduría del hombre.

Fray Bernardo sujetó a la Bestia desbocada. Años de entrenamiento y meditación le mantenían alejado del Frenesí. Levantó la cruz y la colocó entre él y el demonio.

-Mira esta cruz. Jesucristo, el hijo de Dios, murió en ella. Fue tentado durante cuarenta días en el desierto con todo lo imaginable, pero finalmente tomó el camino marcado por el Señor e hizo lo que tenía que hacer. ¡Cuarenta días! Si el hijo de Dios soportó cuarenta días de sufrimiento y estuvo dispuesto a morir para redimirnos a todos, ¿qué no haré yo, que he sido bendecido con la inmortalidad? Estoy preparado para una eternidad de tentaciones. Dios me ha alejado de la volubilidad de la carne para permitirme ser el guardián de Cristo, ¡y eso es lo que voy a hacer! En el nombre de Dios y de su hijo, de la Santísima Trinidad, ¡FUERA DE AQUI! No tienes derecho a hollar esta tierra. ¡Vuelve al Infierno, tu único reino, o perece bajo la luz de mi Dios! ¡Vete! ¡Largo! No puedes conmigo. ¡Fuera!

Para finalizar aquello, pronunció la sílaba conocida por el demonio, aquel zumbido metafísico que hablaba de los tiempos del Jardín del Edén.

El soinido de tu voz reverbera en las piedras de los peñascos de la garganta en la que se encuentran. Pero más aún, todo el aire que rodea al demonio parece temblar debido al sonido de la sílaba del su Verdadero Nombre. Por primera vez desde que te has enfrentado a ese monstruo te percastas de que has hecho mella en su seguridad. Siente miedo, y le es imposible evitar que este emerja al exterior. Es la primera vez que estás en ventaja.

No obstante, el demonio vuelve a abrir sus alas con impetu, como si le sirvieran de escudo contra tu sortilegio. Pero él tenía algo más en mente y unas plumas volaron como cuchillas desde sus alas. Tres de ellas dieron en una de las putas de Aziz, mientras una rozo levemente la mano de Joffrey. El aroma de la sangre automaticamente llega a tu nariz y sabes que ahora no será tan fácil resistir. El demonio sonríe y dice:

- Eres mío.

-Joffrey -dijo el sacerdote con voz ahogada, pese a la no necesidad de respirar-. Estoy hambriento. Necesito beber tu sangre, si me dejas. No quiero perder el control, no quiero caer en sus redes. Te pido permiso porque eso es lo que hace un hombre de Dios...

Joffrey te mira en un principio con cara de horror ante la petición que haces, pero luego mira las venas de su muñeca y sin mirarte te dice:

- Puedo darte de beber, pero no creo que seas capaz de resistirte y me consumirás completamente.

Entonces de entre sus ropas saca una hoz de oro y con cuidado abre una leve herida en su muñeca. Sientes dolorosamente como la sangre mana de ese corte y cada vez es más dificil controlar a la bestia de tu interior. Él te extiende su mano y te dice:

- Has lo que debas hacer, pero debes de enviar a este demonio de vuelta al abismo.

Bernardo pasó la prueba. La visión de la sangre, aunque inquietante, no le convirtió en una Bestia como el demonio deseaba. Bebió de la herida del druida hasta que se sintió vigorizado de nuevo y ya no famélico. Se limpió la boca con el dorso de la mano y volvió a clavar sus ojos en su enemigo.

-No puedes conmigo. Dios está de mi lado.

El demonio se te queda mirando como si no pudiera crear que no has sucumbido a tus instintos. La coacción y el uso de sus poderes infernales aún no te doblegaban. Por un momento te da la impresión de un animal acorralado, lo cual lo debe hacer más peligroso. Entonces, volviendo a su forma de cadaver andante, te dice:

- No cantes victoria, tú, juguete de tus mayores, o ¿acaso crees la historia que te han contado? ¿Qué en verdad Dios eligió a Caín y a sus descendientes?. Los humanos con Fe te repelen, la mayoria de los cainitas son solo acechadores nocturnos sedientos de sangre, el fuego purificador te muerde como a nadie y el sol, la imagen visible de la cara de Dios en este mundo, consume tu carne muerta... No, mi querido amigo, tú estás en el mismo lado del camino que yo; Dios no nos quiere, nos ha traicionado.

Entonces se acerca unos pasos y el frio y el hedor desaparecen y suentes nuevamente el fresco y seco aire de las montañas. Entonces el demonio sopla y su aliento llega a ti como un vendabal. Pero lo que en realidad te sorprende es que sientes que tu corazón late y desde el centro de él se expande el calor por tu cuerpo. Sientes nuevamente vida en tu carne muerta y el demonio te dice:

- No te voy a pedir que me adores o que me entregues tu alma. Te devolveré la tu condición humana y solo te pido que te des la vuelta y no vuelvasa a mirar atrás. Tú sabras que hacer con esta vida, pero solo te pido que me dejes en paz.

-La mala lengua no tiene fin para inventar -dijo Bernardo rechazando sin pensar lo que había oído-. No deseo volver a ser humano. Cuando mi creador me convirtió en lo que soy, me liberó del yugo de la carne. Ahora no tengo pensamientos pecaminosos y puedo dominarme mejor que cualquier persona. Puedo contemplar a Dios tal y como siempre deseé sin que me estorbe mi cuerpo. No quiero lo que puedes darme.

Tu tozudez hace que por fin el demonio muestre su desesperación. El conjuro por el cual te sentiste vivo por un momento desaparece y estas de nuevo frio y muerto. El monstruo parece frenético y su cabeza se mueve de un lado a otro mientras abre su boca desmesuradamente y deja escapar un alarido que mescla las voces de muchos y sonidos de animales.

Luego la oscuridad parece aumentar nuevamente, casi hasta hacer desaparecer las formas de las montañas. El frio vuelve calar con fuerza y el hedor pestilente hace que tengas que esforzarte para contener las nauceas. Entonces el alarido se apaga y nuevamente el demonio te mira y sonrie con una mueca detestable.

- Hay quienes si están dispuestos a hacer tratos.

Entonces sientes el impulso de voltear tu cabeza, pues es como si tuvieras unos ojos clavados en la nuca. Cuando ves de que se trata ahí se encuentra María, la tzimitse que les acompañaba. Te mira con los ojos frios y aparente inexoresion en sus facciones casi angelicales. Entonces te dice:

- Debiste ser más inteligente, cura. Yo no cometí ese error.

Y su semblante se transforma frente a ti, cambiando a un monstruo de piel quitinosa, ojos rojos, garras retorcidas y fauces babeantes. Se alza como una gran amenaza, pero no en tu contra, pues su objetivo es quien te acompaña en este exorcismo. Ella se lanza sobre Joffrey.

-Tú ya los has cometido todos antes -respondió Bernardo, esperando su acometida. En su lugar, se centró en Joffrey. Con sorpresa, el Lasombra intentó interponerse entre ellos-. ¡ARRODILLATE ANTE EL PODER DE CRISTO!

El poder de la palabra impuesta por voluntas que tu sangre posee logra doblegar la voluntad del monstruo en el que se había convertido la tzimisce. Sus piernas se doblan y las pone en tierra, pero sus ojos muestran odio por ti inmenso y sus dientes chirriallon al cerrar su mandíbula con rabia.

Pero el que no ha perdido tiempo es el demonio, quien en ese momento se lanza en contra de Joffrey y le toma del cuello, alzandole del suelo y sarandeándolo para arrojarlo contra una de las rocas.

Por alguna razón el demonio desea deshacerse del salubri antes que a ti.

Bernardo se alejó de la monstruosa María y se acercó al demonio que zarandeaba a su compañero de exorcismo. Con un grito buscó su cuello para tirar de él y alejarlo de Joffrey. Se sentía más fuerte y decidido que nunca y confiaba en que el poder de su sangre le permitiera lograrlo.

Tomas del cuello a esa criatura y sientes su tacto frío; algo inconcebible, pues tú debías estar tan frio como un cuerpo muerto. No obstante, pareces estar igualado en fuerza con el demonio, pues el resiste a tu fuerza, anulándola y quedando en tablas. No obstante, te das cuenta de un detalle que te pone en alerta. Se trata de algo casi imperceptible, pero sientes que el demonio se ha liberado de algo; lo ves en la malicia de sus ojos vacios y en el mueca que imita a una sonrisa.

Entonces empiezas a buscar una razón para esta inquietud y te percatas que al lanzar a Joffrey este se a golpeado en una piedra y perdido el conocimiento, dejando de recitar el conjuro que reoetñia cada cierto rato. Seguramente esto le retenía de alguna manera para ayudar a que tú le exorcisaras.

Por su lado, el demonio desvía su mirada a el monstruo en que se había convertido María y le dice:

- Es tuyo.

Nuevamente María fija su vista en el salubri y se lanza como un perro de caza sobre una presa indefensa.

-¡No! -Bernardo soltó al demonio y se lanzó a por María. Confió en la fuerza aumentada de su sangre para placarla y echarla al suelo.