Partida Rol por web

19 de mayo de 1934, 14:53 - Estación de Grand Central, Nueva York

Os encontráis en la gran y concurrida estación de Grand Central de la calle 45, donde miles de personas transitan cada día para ir y venir del trabajo, a hacer compras a Manhattan, a pasar el día. Los rayos de luz que dejan pasar los ventanales situados en la parte alta de este edificio histórico diseñado por el valenciano Rafael Guastavino iluminan el suelo, las columnas y la fuente de mármol.

Empresarios, obreros, oficinistas, artistas, abuelos, niños, jóvenes estudiantes. Ninguno de ellos se fija en lo que tiene a su alrededor, nadie repara en el prójimo. Sin duda, un buen lugar para hacer una entrega sin llamar la atención.

Todavía os quedan unos minutos para la entrega. Según la nota, la entrega debía producirse en el cartel de Lucky Strike. Al examinar la estación, encontráis el cartel de la conocida marca de tabaco sin problemas. De hecho, os alegráis no sólo por haberlo localizado, sino por conocer que 20.679 médicos afirman que este tabaco no irrita la garganta ni da tos.

Sin embargo... ¿un segundo cartel bastantes metros más allá? Este segundo cartel parece medio arrancado e incluso acuchillado. Sólo conseguís ver la parte de abajo, en la que se muestra la cajetilla. La mujer del cartel es vislumbrable pero su cara está totalmente acuchillada.

La estación Grand Central de Nueva York estaba bañada aquella tarde por un halo de luz sobrenatural que se filtraba por las cristaleras que flanqueaban la bóveda. Había una muchedumbre, como casi siempre, congregada en diversos grupúsculos por toda la sala de la estación, lo que hizo fruncir el ceño a Jamal. Al doctor no le agradaban demasiado aquellas multitudes.

Con paso sereno, mantuvo cierta distancia con Grant, un tipo que le pareció incluso siniestro por su forma de comportarse. No le extrañó en absoluto que William no lo tragase. Se situó con disimulo y cautela a unos diez pasos del punto de entrega, un cartel de Lucky Strike con un eslogan que tenía un indudable gancho, pero que hacía un uso reprobable de las firmas de más de 200.000 médicos. El Dr. J. dudaba que hubiese profesionales de la medicina que conviniesen en que aspirar alquitrán reportase beneficios a la salud. A menos, claro, que fuesen fumadores.

Con todo, predijo que aquel cartel invitaría a su compañero Will a encenderse otro cigarrillo. Al paso que iba, no llegaría a los cincuenta y siete.

Centrado en identificar a Galiano o a un tipo con sólo tres dedos en una mano, se apostó en una de las columnas de la estación con línea de visión directa en Grant y en el cartel de Lucky Strike. Abrió el periódico y fingió hojear sus páginas como un anodino neoyorquino más esperando su tren. La realidad, claro, es que el doctor Jamal estaba muy atento a cualquier eventualidad.

Estaba en juego la vida de Adam.

Kennedy se dirige al punto de encuentro caminando detrás del Dr.

Mil veces a cruzado nuestro periodista el gran hall de Grand Central station, pero esta vez para Kennedy todo parece diferente, incluso la luz que atraviesan los ventanales del techo hace que sienta un poco desconcertado, como si esta es la primera vez que la visita. Su estado de alerta hace que estudie hasta el mínimo detalle de la estación observando cosas en las cuales nunca se había parado, observa a cada persona que está retirando su ticket de la ventanilla, así como de los que guardan cola, las personas que transitan por el hall o aquellas que simplemente esperan. Buscando una cara, un gesto, algo fuera de lo normal que le ayude a reconocer a los sospechosos.

Ya dentro de la estación, William se aparta de sus compañeros y se coloca cerca del cartel, con su cigarrillo encendido, y aire distraído. Aún así, no podía estar más atento.

William observaba la estación con cara de despreocupación, mientras buscaba cualquier cara sospechosa... o cualquier gesto amenazador.

Los rasgados e insinuantes ojos del doctor Jamal no avistan a nadie con menos de cinco dedos, pero sí advierten a una señora en un banco viendo a la gente pasar cerca del póster rasgado. Le preguntáis y os revela que un hombre joven y musculoso ha vandalizado el cartel hace una media hora. Tenía la nariz rota y facciones duras y, si le enseñáis el retrato robot, identifica a Tommy Galiano.

Galiano había pasado por Grand Central y había dejado un detalle en el cartel de la dama con el Lucky Strike. 

-Esto no es casualidad...-, murmuró Jamal a oídos de Kennedy.

El doctor J. consideró por qué querría Galiano dejar una señal en la estación. Entonces valoró que era posible que Galiano usase al tipo al que le faltaban dos dedos para ayudarse a salir de la estación sin levantar sospechas. Quizás pasar el dinero a su compinche temiendo la asociación de Grant con la Policía de algún modo. O quizás temiendo que Grant trajese otro tipo de apoyo.

Había demasiadas posibilidades y poco tiempo para extraer conclusiones lógicas. Jamal centró sus sentidos y se dirigió a William.

-No debemos dejar este punto sin vigilancia. Preguntemos discretamente por Galiano. No queremos espantarle.

Una vez que la señora identifica a Galiano la periodista hecha un vistazo a su alrededor buscando por el sospechoso. Kennedy al mismo tiempo responde al de manera automática al Dr. sin dejar en ningún momento de mirar a su alrededor.

-Esto no es casualidad...-, murmuró Jamal a oídos de Kennedy.

 

Pues me parece Dr. que una vez más va a tener usted razón.  Kennedy hace una pausa y hecha otro vistazo rápido a su alrededor, al ver la imposibilidad de distinguir a alguien el periodista se dirige hacia la señora - Disculpe una vez más, pero ¿podría describirme que atuendo llevaba ese hombre y en qué dirección se ha ido?

En los pocos minutos que tenéis antes del intercambio, preguntáis de forma apresurada a la gente que os parece mínimamente receptiva y no está claramente de paso en la estación. Taquilleras, dependientes, personal de mantenimiento, quizás.

Les enseñáis el retrato de Tommy y entre todas las declaraciones sacáis en claro que lleva un buen rato merodeando por la estación. Descubrís esa figura musculosa apostada en el primer piso, apoyado casualmente en la balconada que deja ver toda la planta principal. Parece que no os ha visto, pero tiene una clara visión del lugar del intercambio.

Se mira el reloj, hace una señal en dirección a la zona de los andenes y un niño de unos diez años con cierta mugre en la cara y una gorra calada hasta los ojos se dirige casualmente hacia el cartel de Lucky Strike sin acuchillar.

Jerry Grant, que está concentrado en proteger el maletín, se dirige entonces hacia el cartel, mirando también su reloj. Probablemente, un reloj mucho más caro que el de Tommy.

William observa la escena con atención. Al ver a Galiano, le hace un discreto gesto a Kennedy con la cabeza y se coloca (lo menos sospechosamente posible) en un lugar que le permita no perder de vista al boxeador, preparado para seguirlo en la distancia en cuanto éste se ponga en marcha.

Confiaba en que Jamal y Walker no perdiesen de vista al crío. Y rezaba para que Grant no se hiciese el héroe.

No quito ojo a lo que está pasando. Y decido seguir al hombre de los tres dedos. Intentando no ser descubierta y pasar totalmente desapercibida.

Kennedy al observar al agente Willian señalar a Galiano hace un discreto gesto afirmativo con la cabeza para dar a entender que ha cogido el mensaje. 

De forma discreta el periodista se aproxima al Dr. y murmurando le comenta – Galiano está en esa dirección – y haciendo un ligero gesto le indica la posición de Galiano – William se ha posicionado cerca de él, lo que no tengo claro es si sería buena idea en este momento echar un vistazo por los andenes.

Nuestro periodista empieza a buscar posibles salidas que puedan tomar los secuestradores, especialmente las que podría tomar Galiano, Kennedy está convencido que los secuestradores han preparado una ruta de escape por si las cosas se ponen difíciles en el intercambio.

Jamal mantiene su pose imperturbable, su espalda contra la columna de la estación y sus ojos alternando entre la sección de deportes, Galiano, el cartel de Lucky Strike, el chaval y Jerry Grant.

No son tantas variables. Entre los cuatro, pueden controlar el asunto. Está convencido de ello.

El doctor no se inmuta ante las palabras de Kennedy, ahora apostado en la columna por un breve instante mientras contempla si vigilar los andenes o reunirse con William. Simula mirar el reloj y replica con naturalidad.

-Son casi las tres, caballero...-. El doctor guiña un ojo a Kennedy con discreción y acto seguido musita en voz muy baja. -Si somos sutiles, podemos seguirles sin necesidad de persecución. No se preocupe por los andenes ahora, muchacho. Centre su atención en Galiano o en el niño. Cuatro ojos ven mejor que dos. ¿Se ve capaz de seguir al chaval tras la entrega de modo discreto? Si es así, acompañaré a William arriba y mantendré vigilado a Galiano.

Kennedy sin perder de vista a lo que sucede en la estación se dirige discretamente al Dr. - Perfecto Dr. vaya usted con William, yo me quedaré aquí con Walker para controlar al niño - Sin hacer ningún comentario más Kennedy se posiciona todo lo cerca que le es posible del cartel pasando inadvertido tanto para el chico como para Galiano que observa la situación.