Partida Rol por web

Una vez fuera, intenté descubrir cuántas criaturas había exactamente. Quizá luchar fuera harto impensable si hubiera demasiadas. Eso sí: no dejaba de sostener mi lanza por si cualquiera de ellos intentaba sorprenderme por detrás. Además, tomé mi escudo y lo puso frente a mí.

Como si de un puñetazo en el estómago se tratase, acordeme de golpe que algo había leído sobre esas bestias carroñeras que teníamos ante nosotros, y aún sabiendo que se podían matar como a cualquier hombre, no por eso dejé de estremecerme al reconocer que teniendo como teníamos gente herida poco se podría hacer si cada vez iban a ser más. Aunque también sentí otro tipo de estremecimiento, demasiado osado dirían algunos, pues saber que si vencíamos a esas cosas, podría conseguir algo muy interesante para mí.

—Taparos los oídos todo lo que podáis, usan su canto para aturdir. —Grité al resto a pesar de saber que, si se tapaban los oídos, no iban a poder usar sus armas. Aquello sí que era un contratiempo.

Prepareme para parar cualquier acometida de los ghouls antes de volver a atacar, aunque bien sabía que mi torpeza de poco serviría mas... ¿a dónde iba a huir en mitad de la noche?

Taparnos los oídos era algo irrealizable más el consejo de Basim no caería en saco roto pues Ebardo comenzó a recitar el popular canto del mío Cid a todo pulmón mientras soltaba mandobles a diestro y siniestro. Al cantar esperó que sus compañeros se uniesen a él y de este modo ahogar el canto de esos demonios. Y si bien el cantar se oiría a leguas a la redonda, tambien se oiría el canto de esas criaturas malditas por lo que no podía empeorar las cosas.

El bichejo, rodeado intenta atacar a Roldán, pero los gritos que está pegando pone nerviosa a la criatura y hace que falle. Mientras tanto, las otras criaturas se lanzan en tromba contra vosotros, menos dos que os rodean y se dirigen al Merino que está en el camastro improvisado viendo el combate y empieza a pegar gritos de socorro cuando ve a los dos humanoides acercarse.

Carlitos después de acabar con el otro bichejo se le ve cansado, o quizás esté asustado por la cantidad de criaturas que se aproximan. Sea como fuere lo cierto es que falla su ataque que se pierde por encima de la cabeza del ser.

Basim rodea a la criatura y lanza su ataque por la espalda alcanzando a su oponente en la pierna izquierda que lanza un grito de dolor pero espera a que lleguen sus hermanos para ver si cambian las tornas.

Ebardo se acerca y forma en circulo en actitud defensiva para evitar males mayores. Mientras canta con bastante mala voz las gestas del Cid.

Roldán está demasiado ocupado dando órdenes o berridos como para centrarse en sus golpes y los falla.

Inés desde la distancia se prepara para vender cara su vida.

Ebardo seguía cantando a viva voz al tiempo que descargaba su bastarda con ahínco buscando la carne de la diabólica criatura.

Mientras miraba a las dos criaturas que se acercaban al desamparado Merino. Desesperado por socorrerlo, Ebardo se lanzó al ataque descuidando sus defensas.

Conbusco iremos todos, Cid, por yermos e por poblados,
 ca nunca vos fallesceremos en cuanto seamos bivos e sanos,
conbusco despenderemos las mulas e los cavallos
e aun demás los averes e los paños,
siempre vos serviremos commo leales amigos e vasallos.
Lo que dixo Álvar Fáñez todos lo otorgaron;

Entendió bien lo que quería hacer Ebardo, así pues se unió a su canto, repitiendo después de él sus palabras mientras blandía diestra y cubría con la siniestra.
 

Viendo lo rapidas que eran las criaturas prefirió interponer su escudo y esperar la oportunidad para contraatacar buscando el torso de la criatura.

Había perdido la oportunidad de escapar, pues en esos momentos en los que nos estaban rodeando, poco iba a poder hacer yo salvo una locura tras otra. Alá era grande en su sabiduría y si quería que esa noche yo estuviera comiendo los frutos en el al-janna así sería.

Oí ruidos a mis espaldas y dime la vuelta con rapidez, a tiempo de ver como uno de esas bestias infernales venía corriendo hacia mí, sólo podía sujetar con fuerza la gumia y rezar a Alah para que todo pasara con rapidez. Mi vida dependía de mi dios. Esperé a que llegara y moví ante mí la gumia intentando encontrar carne por en medio, pero sólo fui capaz de cortar aire. Tenía que apartarme, esquivar al carroñero que se me echaba encima, pero la oscuridad y el terreno no ayudaban en nada, y lo único que estaba consiguiendo era precitar mi propio final.

Tras haberme retirado del combate, veía que ahora dos de esos demonios se lanzaban a por el merino. No me pareció entonces valor de soldado en hacer eso (por muy grave que estuviera). Dejar a aquel hombre allí, a la suerte de las garras que lo iban a aprisionar no era propio de mí. Sin más preámbulo, lanza en mano, me lancé hacia el merino, dispuesto a atacar a las dos bestias hostigantes*

Ebardo y Basim pretendían llegar hasta el merino para protegerlo y estaban atacando como locos. Tan sólo iban provocar su propia muerte. El moro ni siquiera tenía armadura. Carlitos chasqueó la lengua pensando que necesitaba a esos novatos si querían sobrevivir, así que al tiempo que intentaba defenderse de la criatura que le atacaba, soltó un hachazo a la que atacaba a Basim, pero el golpe se perdió en el aire.

LAs criaturas salieron del cementerio cargando amparados por la niebla. EL que parecía el líder empezó a aullar. SU aullido os podía meter el miedo en el cuerpo y si no fuese por los berridos que pegaban en su intento de canto Ebardo y ROldán vuestro ánimo habría decaido. Pero quizás fueron las gestas del Cid lo que os daba fuerza, quizás la misma desesperación de saber que no había salida.

La criatura que teníais rodeada atacó a Carlitos en su pierna buena, esta era una artimaña que solía utilizar el gigantón adelantar la pierna y luego rematar a su oponente pero esta vez falló. No así Ebardo y ROldán que se cebaron en la criatura hasta darle muerte. Uno menos pensásteis.

Los dos que estában libres se fueron a lanzar sobre el merino, pero la valiente soldado haciendo un enorme acto de sacrifició corrió y se interpuso entre los bichos y el merino . Podía ser la última lucha de Inés y Antonio. Este lo comprendió y a duras penas se levantó y sacó su espada corta para vender cara su vida. Estábais en igualdad numérica. Ya dependía de otros factores la victoria o la derrota.

Carlitos no se sabía la letra pero repitió lo que cantaba Ebardo desafinando con gallos e inventandose la mitad de las palabras, pero ¿acaso importaba? Él no estaba ahí para cantar sino para manejar el hacha. Así que sin la menor floritura estampó su hacha en medio del pecho del bichejo que tenía delante provocándole un buen tajo y haciendo que su esternón se hundiese hacia dentro con un sonido de ramas al partirse.

-Muchacho, no abandones la línea- Dijo a Ebardo- El merino y la chica tendrán que cuidarse hasta que acabemos con los que tenemos aquí.

Ebardo siguió cantando de forma automática, modulando la voz con un cierto estilo sin pensar en ello y a pesar de la situación y es que las monjas le habían educado con severidad a mantener la entonación y la elegancia pasase lo que pasase.

Así que Ebardo sonreía graciosamente a la alimaña que intentaba arrancarle las tripas al tiempo que se batía con ella. Y sus golpes se perdían elegantemente lejos del bichejo y su parada falló elegantemente a la hora de detener al bichejo.

Roldán también siguió cantando a pleno pulmón, con más verguenza que pericia. Pero le cansaba demasiado y estaba más centrado en defenderse que en atacar.

Oí cómo mis compañeros comenzaban otra vez a cantar en voz alta. Las voces de varios de ellos fueron suficientes como para confundir a mis oídos de los cantos demoníamos. Y para hacer menor parte a aquellas viles palabras, comencé a rezar en mi interior. No era firme devota, pero sabía bien algunas oraciones y pasajes de la Biblia.

El Señor es mi pastor, y nada me falta. En las verdes praderas me hace recostar... -pensaba para mi, sosteniendo con firmeza mi lanza junto al merino-. Además, mezclaba una y otra oración sin llegar a terminar ninguna, para entretener a mi cabeza constantemente.

No sabía lo que estaban cantando mis compañeros, pero pareciome una gran idea para intentar acallar con nuestros gritos las voces de las bestias. Ese fue el motivo que impulsome a recitar pasajes del Corán, como si del salat se tratara, pues a pesar de no estar guardando las normas que debiera no creía que Alá fuera a castigarme por ello.

En momentos como esos arrepentíame de no haber hecho más caso a las enseñanzas que mi padre había tratado de darme sobre el manejo de las armas, y veíame torpe y un inútil con mi gumia frente a aquellos monstruos. Pero no podía rendirme y mucho menos huir pues no tenía donde ir y mi corazón impedíame abandonar a aquellos compañeros por muy cristianos, y según debía ser enemigos a pesar de no haberse mostrado conmigo así en ningún momento, que fueran.

Volví a mover la gumia ante la bestia que encontrábase frente a mí antes de dar un paso lateral para intentar esquivarla, algo por otra parte que fue un auténtico desastre.

El que parecía el líder siguió aullando, pero los cantos que proferíais os hacían inmunes a su aullido¿por cuanto tiempo? esperemos que el suficiente.

Los bichos que stában atacando a Inés y al Merino, uno de ellos logra una dentellada precisa que iba dirigida al pecho del Merino, pero este con gran esfuerzo logra pararla. Inés viendo que el otro se les echa encima decide alanzearle, primero la cabeza, no es un ataque con mucha fuerza, pero la soldado está débil y no puede hacer mucho más. Aunque luego con su segundo ataque logra meter su lanza en el pecho de la criatura quedando esta ensartada por la lanza pero todavía viva. LA criatura intenta atacar pero cae al suelo entre chillidos.

El bicho que está con Ebardo le suelta una dentellada en el pecho que aunque lleva armadura la ha sentido, vaya si la ha sentido. Dejándole al borde de la inconsciencia.

El que está con Roldán falla, no así el que está con Carlitos, pero el gigantón antepone su escudo y se estrellan los dientes del bicho contra este sin causar más daño. En respuesta suelta un hachazo al pecho de la criatura reventándole las costillas e incapacitándole para el combate.

El pobre Basim no tiene suerte en el combate, falla su ataque y se resvala al intentar esquivar. Momento que aprovecha su oponente para clavarle una dentellada en el vientre.

No dejaba de rezar en mi mente, lo más alto que ésta podía hacer, y mientras lanceaba al animal o demonio que se lanzaba contra el merino y ahora contra mí.