Partida Rol por web

Pasasteis más de una hora y media charlando con Perico Gamuza. Habíais vaciado entre los tres la botella entera de whisky, y estabais dando buena cuenta de la de ron. El alcohol empezaba a subirse a la cabeza, provocándoos una agradable sensación de estar flotando, ajenos al paso del tiempo. La taberna empezó a llenarse de clientela y de conversaciones, risas y el sonido de los cubiertos y la porcelana. Perico encargó entonces la comida, insistiendo en que todo corría de su cuenta. Varlie os trajo generosas raciones de huevos fritos cuya yema fluía por el plato, salchichas caseras con mucha pimienta, ricos chorizos a la sidra, pan con mantequilla de ajo y un puré de patatas de textura muy suave.

Estabais comiendo hasta hartaros cuando apareció el que debía ser vuestro hombre. Lucía una armadura de cuero tachonado, y llevaba tres conejos colgando del cinturón. Se paseó por la taberna y fue a la barra para darle los conejos a Lankus. El posadero le dio unas monedas y el cazador encargó la comida. Varlie, que salía en ese momento a atender una mesa, os señaló al hombre con la cabeza, por si no os habíais dado cuenta.

Colibrí despidió a Valrie poniéndose de pie y agitando la mano con aire un poco atontado y una sonrisa bobalicona. En realidad la halfling seguía trabajando por los alrededores, pero es que el alcohol empezaba a hacer efecto, claro. Pronto Perico volvió a llamar su atención, esta vez con la pipa que le ofreció para fumar. ¡Era como fumar ron! Colibrí sentía que el mundo le daba vueltas, definitivamente debía afrontar esta aventura; el ganar algún tesoro y lo que les pagara el Consejo sería suficiente para añadir a su tren de vida las exquisiteces que estaba paladeando hoy.

- Podías llamarlo "Perico´s Cigar, Whisky Malt", realmente tiene tonos ahumados de madera y tabaco. En cuanto a esta pipa, es lo mejor para maridar tu excelente ron, amigo Perico. -

Tras eso, llegó la comida, un asunto al que el enjuto halfling se dedicó con ganas. Empezó a ingerir una cantidad de alimento que teóricamente no debería entrar en su estrecha panza, pero parecía que alimentaba un fuego interior, como si en vez de estómago hubiera una caldera tras su ombligo. Sintiéndose recuperado, y pasando el excelente pan con un trago de whisky, observó la llegada del cazador, que había pedido ya su comida. Le señaló este aspecto a Aranna, a la que dijo por lo bajini.

- Estos tipos pasan mucho tiempo solos sin ver una mujer. A lo mejor si le invitas tú a la mesa, viene mejor dispuesto. Si se sienta te dejo empezar, y luego le remato con algunas preguntas, ¿te parece? -

A pesar del buen rato que habían pasado saboreando viandas y excelentes licores, una parte de Ember estaba pensado en Hellas/Fay y Oona. Eran buenas amigas y no le había hecho gracia que se fueran ellas solas a un sitio peligroso. No obstante confiaba que entre Zanahoria y Compadre podrían encontrarlas de ser necesario.

La velada fue tan agradable como impropia, y no porque derivase a una orgía, sino porque antes de que el sol ascendiese al punto más alto del cielo, el pescador, el destilador y la druida se habían trasegado una botella de whisky, y prácticamente otra de ron, y habían comido en tales cantidades que alguien hubiese jurado que tenían uno de esos portales mágicos en el esófago que conjuraban los dietomantes —todo el sabor, casi ninguna caloría— de Lunaplateada. Mas en el caso de Aranna, podía explicarse por un metabolismo extremadamente rápido.

No fue difícil reconocer a Torkan. Colibrí y él lo pillaron en cuanto entró, y Varlie confirmó su identidad con discreción.

¿Por qué asumes que el trampero no prefiere la compañía de un mediano esmirriado? respondió ella, adoptando una mueca de indignidad. En fin, te haré el favor esta vez, pero la próxima te toca a ti, Colibrí.

Aranna se levantó con pesadez. Se sentía llena desde el abdomen hasta la garganta. Estaba segura de que, si se miraba a un espejo con la boca abierta, vería una salchicha flotando en ron justo bajo la úvula. Sostuvo el pantalón, que se había desabotonado para que no le apretara la barriga llena, y lo abotonó de nuevo antes de dirigirse hacia el mostrador.

Eres Torkan Anderhoff, ¿verdad? dijo, acodándose a su lado, tan cerca que sus caderas se tocaban y el cazador podía oler el aroma del whisky y del ron en el aliento de Aranna. Varlie nos ha estado hablando de una casa encantada que hay a las afueras, pero esto ha empezado a llenarse, el deber la ha reclamado y nos ha dejado con ganas de más. También nos ha dicho que eras el tipo que contaba las mejores historias. ¿Por qué no te sientas con nosotros? Te pagamos la manduca por las molestias.

—¿Oh?

Torkan se giró, chocando su cadera con la de Aranna.

—¡Oh!

Le miró a los ojos y luego a las tetas. Definitivamente le gustaban más las mujeres que los medianos esmirriados.

—Oh...

Carraspeó y volvió a subir a los ojos.

—Bueno, he recibido peores ofertas por una historia tan buena como esa.

Cogió su jarra de cerveza y se sentó con vosotros. Vio la botella de ron en medio de la mesa y miró a su jarra de cerveza con desolación.

—¡Un Perico Gamuza, nada menos!

Perico soltó una risa llena de dientes. El destilador estaba ya borracho como una cuba.

—¡Lankus, amigo! Ponle un vaso de esos mágicos a este hombre —dijo con voz pastosa.

Lankus le hizo un gesto a Varlie y la mediana os trajo el vaso, así como una bandeja de pastelillos de miel y frutos secos, típicos en Calimsham, cortesía de la casa. Torkan se sirvió un vaso de ron y le dio un buen tiento.

—¡Joder, esto es lo mejor que he probado en mi puta vida!

Perico rio y alzó el vaso.

—Bueno, me han dicho que queréis escuchar la historia de la Casa Encantada —dijo, bajando el tono de voz. Estabais tan perjudicados que, instintivamente, os inclinasteis hacia delante para escuchar la historia—. Ocurrió hace un par de años. Era una noche oscura, tan oscura que ni siquiera se veía el radiante manto de Selune en el cielo.

Perico se puso a reír como si el cazador hubiera dicho algo graciosísimo.

—¿Pero qué le pasa a este? —le preguntó a Colibrí. Carraspeó, le volvió a mirar las tetas a Aranna y continuó la narración—. Bueno, el caso es que había seguido a una zarigüeya y me topé con la Casa Encantada. La muy maldita escapó en la oscuridad, pero pensé que quizá quedara algo de beber en la bodega del maestro Voodan. Entré por la puerta de atrás, que daba a la cocina. Fui a descender por las escaleras cuando escuché un aullido estremecedor...

Varlie vino con el almuerzo que había pedido Torkan: huevos y salchichas. La mediana había oído que llegaba al mejor momento de la narración y se quedó un momento a vuestro lado para escucharlo.

—¡Y entonces lo vi!

Varlie aspiró el aire estranguladamente. Torkan alzó un dedo, de forma admonitoria.

—¡Un vampiro! Llevaba una armadura negra como la noche y una capa de color rojo sangre. ¡Sus uñas! Eran largas como las de una bestia. ¡Sus cabellos! Eran lacios y blancos como los de alguien que ha vivido demasiado tiempo. ¡Pero lo más escalofriante eran sus colmillos! ¡Largos! ¡Horrorosos! ¡Goteaban sangre!

Varlie se llevó la mano al corazón.

—Mi vida corría grave peligro.

El cazador pinchó una salchicha con un cuchillo y la masticó tranquilamente mientras Varlie le instaba a continuar.

—De modo que blandí mi espada —dijo mientras blandía, en cambio, su cuchillo—, pero el muy cobarde no iba a enfrentarse a mí en igualdad de condiciones. Me señaló con una de sus uñas, afiladas como puñales. Yo me encomendé a Tempus y a Tymora mientras oleadas de muertos vivientes vinieron a por mí. ¡Zombis! ¡Esqueletos!

El cazador blandió el cuchillo frente a sí. Bebió un buen trago de Perico Gamuza.

—Luché por mi vida, abriendo camino entre los muertos que caminaban. Me alejé de esa casa maldita. ¡Y vosotros también debéis hacer lo mismo, si apreciáis vuestras miserables vidas!

—No me creo una palabra

Perico se rio a carcajadas mientras recibía la mirada ofendida del cazador.

—Escuchadme, amigos —dijo Perico, pasándoos el brazo por vuestros hombros—. Voy a casa a por un par de botellas y nos montamos una buena juerga en la casa. ¿Hace?

La historia de Lankus tenía toda la pinta de una fanfarronada que cuentas en la taberna para que los forasteros te inviten a un par de pintas, por l oque Colibrí entendía la reacción de Perico. El hombre había bebido bastante y ya iba algo azufrado, claro. En otras condiciones se hubiera idoa a us casa de cabeza, dispuesto a una juerga monumental, pero en este caso dos de sus amigas podían estar en peligro, así que no le quedó otra opción que declinar.

- Ah Perico, nada me gustaría más, pero me temo que no podemos hacer esperar a nuestras amigas. Puede que en otra ocasión. - Después volvió su atención al cazador que había que reconocer que sabía contar una historia.

- Oye Lankus, hace unos días hablas te aquí con dos hermanos, hombre y mujer, ella llevaba una lanza muy grande, ¿recuerdas hace cuánto fue eso y qué les contaste? - Colibrí no sabía si este tipo tendría alguna conexión con lo que les pasó a los Goldblade, así que se resistió a contar que iban a tomar la misma dirección.

La historia hubiera sonado poco creíble incluso si no hubiesen sabido la verdad sobre la casa. Puede que los actuales ocupantes estuviesen ahuyentando a los mirones con ilusiones o trucos, o que realmente hubiese estado infestada por los no muertos, y se hubiesen ocupado de ellos antes de asentarse. Pero a la aventi le parecía más probable que Torkan estuviese a sueldo de los esclavistas, o incluso fuese uno de ellos.

Y aunque fuera verdad, sentenció Aranna, el vampiro ya no estará por allí. ¿Alguno conocéis a alguien al que le hayan chupado la sangre? ¿Verdad que no? O se ha ido, o se ha muerto de sed. Remuerto.

Al principio, Aranna pensaba que el tipo le miraba las tetas por la razón por lo que muchos hombres, y algunas mujeres, miraban las tetas. Y no es que las de Aranna fueran extraordinarias. Más bien pequeñas, y siendo ella de natural escurrido —trapo escurrido—, no muy carnosas. Así que se apartó el chaleco, les echó un vistazo, y viendo que eran exactamente las tetas que conocía desde hacía años, como si fuesen las suyas propias, se encogió de hombros, y el propio chaleco volvió a posarse sobre ellas.

Colibrí, que Perico está hablando de la casa. No, La Casa, en mayúsculas. Fiesta en La Casa Encantada.

La mesa entera le miró las tetas a Aranna. A decir verdad, las mesas de alrededor también. Una enana le soltó un guantazo a un enano por estar mirándolas.

Torkan miró las tetas de la aventi. Después miró a Ember y a Perico en un gesto de incomprensión. Por último volvió a mirar las tetas de Aranna, en libertad tras el chaleco desabotonado.

Carraspeó y frunció el ceño.

—Sí, los recuerdo —dijo en tono molesto a Colibrí—. Y ellos se lo tomaron más en serio que vosotros. Habían oído las historias y vinieron desde Seaton a investigar qué había de cierto en ellas.

Se golpeó el pecho con el pulgar.

—Y después de escucharme a mí decidieron investigar... y no han regresado. Así que yo de vosotros me tomaría las cosas más en serio porque ellos parecían bastante más preparados que vosotros para combatir a un vampiro —dijo, y señaló a Aranna—. Sé lo que vi.

—Bonitas tetas —dijo Perico con esa sonrisa llena de dientes—. Pequeñas, pero sin duda bonitas.

Perico Gamuza se bebió un trago de Perico Gamuza.

—Y sí, hablaba de montarnos una fiesta en esa casa encantada. Y si el vampiro quiere emborracharse con nosotros que nos chupe un poco de sangre, ¿no?

Lo son, pero no he pedido opiniones, sentenció Aranna.

Pinchó una de las escasas salchichas que quedaban con el trinchador y la observó un momento, evaluando si su aspecto meritaba hacer el esfuerzo de abrir un hueco en sus abarrotadas tripas. No debió meritarlo, pues la dejó de nuevo en el plato, haciendo una mueca para contener una arcada.

Para otro trago de ron sí parecía haber sitio. Tiempo hacía que bebían sin hacer caso al protocolo del establecimiento, con los vasos refrigerados y demás gaitas. Eran recios marineros, al fin y al cabo, con gargantas y estómagos de acero.

Ah, Torkan, no seas aguafiestas, dijo. Estás invitado también. Quién mejor para protegernos de todo mal que un buen mozo que se abrió paso entre las huestes de la no muerte con la espada en la mano.

Todo aquello había sido muy divertido, pero el deber demandaba que fueran dirigiéndose a la casa. A saber en qué líos se habían metido Oona y Hellas sin la presencia del sentido común del grupo.

¿Qué dices, Colibrí? preguntó al mediano. ¿Por qué no acompañas a Perico a buscar las botellas y te aseguras de que puede volver sano y salvo? Dijo, guiñándole un ojo. Por cierto, creo que el tabernero no te ha oído.

Colibrí miró con aire culpable a su vaso no tan refrigerado ya de Perico Gamuza. Es igual, el ron entraba como un virote de ballesta, no le hacía falta estar ni medio fresco. El menudo halfling empezaba a notar que estaba un poco piripi, la verdad, había arrastrado el nombre del posadero para lanzárselo en una pregunta al trampero, pero aparentemente sólo Aranna se había dado cuenta. Seguramente ella era la que iba más sobria de los cuatro, ya que el trampero, ¡le había contestado como si nada! Esto era sin duda una señal de que si querían servir de algo en caso de que hubiera problemas era hora de dejar de beber.

Aún le daba vueltas a qué tendría Aranna en mente para querer llevar a Perico y sus licores a una supuesta fiesta donde habían secuestrado a dos personas para hacerles esclavos, y la verdad no daba con la clave de lo que podía pasar por la cabeza de la druida.

- Oye Aranna, no creo que a tu marido le guste la idea de que vayas "enseñando el material" por ahí, la verdad... Mantén la ropa en su sitio, así no tendremos problemas, ¿no crees? - Entre esto cayó en que le había guiñado el ojo, y justo después de enseñarle las tetas... aquello iba de mal en peor.

- Errrr, sí me voy a dar una vuelta con Perico hasta su casa. Vuelvo en seguida. - Había hablado en singular para dejar claro que pensaba dejar al borracho señor Gamuza bien arropado en su casa. Si algo quedaba de sonsacar al trampero, sin duda Aranna podría encargarse de ello. Eso si no acababa dándose un revolcón con él, porque según iba la mañana, a Ember ya pocas cosas le extrañarían. Bien, un paseo y tomar el aire no le irían nada mal en todo caso.

​​​​​​¡El material! La voz de Aranna rezumaba indignación. Menudo gañán, y eso que era hijo de uno de los pueblos del mar, a diferencia de la mayor parte de los marjalsalinos. Ve moviéndote, porque me están entrando ganas de colgar "tu material" de una alcayata. 

Torkan agitó las manos como si estuviera ahuyentando a los malos espíritus.

—¡Ni hablar! ¡No pienso volver a acercarme a ese lugar maldito!

Carraspeó cuando Colibrí mencionado al marido de Aranna. Cogió su plato de comida y señaló con el pulgar por encima de su hombro, hacia la barra de La Cabra de Mimbre.

—Eh... creo que voy a terminar mi comida. Que tengáis un buen día.

El cazador cogió su pichel de cerveza y se dio media vuelta para terminar de comer en la barra, murmurando algo muy parecido a manitos morachos.

Perico Gamuza pagó a Lankus todo aquel festín y se colgó de vuestros hombros, todo sonriente, mientras os dirigíais haciendo eses a la puerta del local. Teníais una agradable sensación de estar flotando y ganas de reír por cualquier tontería. La boca quizá un poco pastosa, y no pronunciabais las palabras con demasiado tino. Pero no había terminado de sentaros mal gracias a la ingente cantidad de comida que habíais ingerido para ser dos personas más bien escuchimizadas.

Varlie, la mediana, os interceptó en vuestro tambaleante camino a la salida.

—¡Oye, Colibrí! No pensarías irte sin despedirte de mí, ¿verdad? —le dijo dedicándole una sonrisa y enroscándose los cabellos con un dedo—. ¿Cuándo voy a volverte a ver?

Colibrí parpadeó un par de veces mientras hacía un esfuerzo por recordar a qué se refería Varlie, todo esto mientras aferraba la cintura de Perico Gamuza, que era los más alto a lo que llegaba para auxiliar a Aranna en su traslado.

- Errr... ¡Claro que no, Varlie! Seguro que en unos días soluciono el asunto que tenemos entre manos. Pensaba entrar a despedirme tras apoyar a Perico para que tome el fresco, pero ya que estás aquí... -

El menudo halfling dejó a Aranna por un momento a cargo del equilibrio de Perico, tras lo cual se acerco a la risueña camarera a la que dio un torpe y corto abrazo, junto con un una especie de apretón de manos sin sentido. No sabía si debía plantarle un ósculo en la mejilla o era demasiado pronto para eso, así que se echó para atrás algo arrebolado mientras se despedía con la mano.

- ¡Hasta pronto Varlie, estas muy guapa hoy! -

Por un momento el alcohol le jugó una mala pasada; fue como si los rasgos de Varlie se oscurecieran y una máscara de alegría ocultara alguna intención oculta. Pero no, no podía ser que alguien que comía torreznos del suelo tuviera malas intenciones y menos que estuviera enredada en una trama con esclavistas. Colibrí parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza, alejando esa extraña sensación que le llevaba a desconfiar de manera mecánica de todo el mundo. Luego agarró a Perico auxiliando a Aranna y salió del local para llevar al destilador a su casa, la cual no estaba seguro de dónde podía estar.

Aranna bufó. Cabracho. Un morador de la superficie hubiese dicho “gallina”, pero Aranna todavía tenía los pies en el agua.

A duras penas sujetaba la pobre mujer a Perico, que además de beodo debía estar echándole cuento para arrimarse a ella más de lo imprescindible, cuando Colibrí la dejó de muleta para dar la nota con ese despliegue de no se sabe muy bien qué, pero daba un poco de vergüenza ajena.

Mientras salían del establecimiento, de nuevo uno a cada lado del destilador, los ojos de Aranna, que habían dado media vuelta, desandaron el camino y volvió a ver. Doble, como correspondía a quien había bebido demasiado y acababa de ponerse en pie, pero con claridad.

No te imaginaba tan enamoradizo, Colibrí. Puedo oficiar la boda. El agonías de Ferrin y mi manatí no saben lo que son unas nupcias como Aventurnus manda. Y eso a pesar de que Wellgar era uno de sus sacerdotes, aunque en la superficie, al patrón de los aventi lo conocían con el nombre de Valkur.

¡Esa mano, Perico, que se la doy de comer a Zanahoria!

Varlie recibió el abrazo de Colibrí con sorpresa pero de buen grado. Le sonrió y le devolvió el saludo con la mano.

—¡Gracias! —dijo guiñándole el ojo—. Espero verte pronto.

Dejaron a Varlie con sus tareas y su rapiña de sobras y salieron al exterior de La Cabra de Mimbre, donde los esperaban Compadre y Zanahoria con las lenguas fuera. Perico sonrió y alzó las manos en un gesto de indefensión cuando Aranna le amenazó con azuzarle a Zanahoria por sobrepasarse.

Acompañaron a Perico a su casa y destilería, situada en el corazón del pueblo, cruzando el Puente de la Aleta de Tiburón y pasando junto al ajetreado muelle y mercado. El chillido de las gaviotas se mezclaba con los gritos de los pescadores ofreciendo su mercancías, y el olor del salitre con el del pescado podrido. 

—Bueno chavalería —dijo sacando las llaves de su hogar, con un tintineo—, esperad aquí un momento que me bajo unas botellas y algo que llevarnos al buche cuando el hambre apriete.

Miró a la aventi con guasa.

—Aranna, ¿te gustan los chorizos y los salchichones? —le enseñó su sonrisa llena de dientes de caballo—. También tengo algo de pan y queso curado en aceite.

Masca, ¿tienes retrato para Zanahoria? Sé que no eres muy de postear con compañeros animales, pero es más que nada para cuando entres en combate.