Partida Rol por web

—Gracias—dijo alargando la mano y cogiendo la poción.

Seguía sin encontrarse bien, era una sensación igual que cuando el frío de la semana más dura de invierno se te metía en el cuerpo y luego no había manera de soltarlo. Sólo que esta vez estaba convencida de que el temblor no se iría con un baño caliente.

Hellas pensó en decirle a Colibrí que ahora que no había nadie podía dejar de llamarla Fay, pero no lo hizo. Si había piratas ocultos mejor que no supieran quién era en realidad. 

—Sí, vamos—corroboró a las palabras de Aranna.

La habitación que investigasteis a continuación tenía las paredes cubiertas de estanterías. La mayoría de los estantes estaban rotos y en muchos lugares se habían desprendido de la pared. Los pocos estantes aún intactos estaban vacíos, pero había una pila de libros en la esquina suroeste.

Aranna se quedó en el umbral de la puerta, esperando a que Oona, que parecía saber lo que hacía aunque no se hubiese anticipado a las monerías, diera el visto bueno. Le dio un buen repaso con la mirada a la habitación. Debió ser una biblioteca, cuando todavía vivía el tipo aquel, pero bien poco quedaba de aquello. Tan solo una pila de libros en una esquina, que probablemente estaban mohosos y echados a perder.

Parece que no hay nada de interés...

Zanahoria, asomado entre las rodillas de la aventi, no se atrevía a dar un paso más, sin duda con el susto todavía en el cuerpo.

La genasí entró en la habitación para inspeccionarla. Se centró en la pila de libros que había en un rincón. Después de sacudir el polvo y pasar con cuidado algunas páginas ajadas que se rompían solo con mirarlas, leyó por encima su contenido.

-Habla sobre la magia tradicional voodan -comentó en voz alta. Lo que había en esos libros escapaba a su conocimiento de lo arcano-. Evocación, conjuración y nigromancia... No tengo ni idea sobre este tipo de magia, no sé nada sobre nigromancia, ni quiero saberlo -dijo. Gary seguía escondido bajo su brazo, tembloroso. Oona lo cambió de sitio para que se resguardara bajo su otro brazo porque empezaba a cansarse-. Un mago podría entender lo que pone aquí mejor que yo, a lo mejor en algún lugar donde compren o intercambien objetos mágicos pueden darnos algo por esto... Podriamos venderlo. Pero pesa demasiado para transportarlo, es una buena colección.

Dejó caer el libro sobre la pila, levantando otro montón de polvo.

-Sigamos por el otro lado de la casa.

El halfling se adelantó ante la exposición de Oona y la mención de posibles remuineraciones.

- Bueno, no soy de cargar mucho, pero Compadre tiene buen lomo y aún puede llevar algo más de peso sin quejarse demasiado. ¡Trae pacá!

Oye, a lo mejor podéis ver si hay algo mágico por aquí o tal. -

Colibrí hizo un gesto como si agitara los dedos señalando aquí y allá.

La verdad es que cada vez que veía algo amontonado le entraban unas terribles ganas de disparar sobre eso y destrozarlo. Sentía como si estuvieran ocultando algo que en cualquier momento iba a atacarles. Por suerte no lo había hecho, si esos libros eran valiosos bien valía venderlos.

Todo por su futura taberna.

Independientemente y siguiendo la petición de Colibrí, Hellas usó la aptitud para detectar auras mágicas. Lo cierto es que no se acostumbraba a ello y la mayoría de las veces se le olvidaba que la tenía.

—No hay nada—anunció a sus compañeros.

El grupo de intrépidos aventureros (y Fay Hellas también) se internaron en el ala oriental de la mansión encantada. Tras recorrer un pasillo, dejaron que Oona revisara la puerta. Allí tampoco había ninguna trampa, de modo que Colibrí abrió la puerta y echasteis un vistazo al interior.

Había una alfombra mohosa y rota en el centro de la estancia. También había una formación de diminutos hongos rojos que crecían alrededor de una chimenea, en una formación casi semicircular. Una puerta daba acceso, presumiblemente, a la última habitación que os quedaba por explorar de la primera planta de la casa. Por lo demás, la habitación estaba tan vacía como las anteriores.

Aranna: 23/23 (Estremecida 52 minutos)

Colibrí: 22/22 (Isla de Filos)

Compadre: 22/22 (Estremecido 52 minutos)

Hellas: 13/15 (-3 Fue, estremecida 52 minutos)

Oona: 12/18 (-1 Des, estremecida 52 minutos)

Zanahoria: 27/27 (Estremecida 52 minutos)

Aranna se acercó a la chimenea dando pasitos cuidadosos, preparándose mentalmente para que no se le escapara el corazón por la boca cuando las setas empezaran a chillar. Se detuvo un momento, a prudente distancia, para observar la formación fúngica. 

Qué lástima de sitio, musitó, echando un vistazo a la alfombra repugnante. Por si fuese poco, los esclavistas, o quizás otros antes de que llegaran ellos, habían dejado la casa limpia de cualquier objeto valioso.

Mientras Aranna buscaba entre aquellas setas, algo que a Oona le daba bastante repelús, porque las cosas húmedas de tierra la ponían un poco nerviosa, se aproximó a la siguiente puerta. Gary parecía un poco más relajado, pero seguía fírmemente escondido entre los brazos de su dueña, demasiado deprimido para sacar la cabeza.

La genasí estudió la siguiente puerta, como en todas las puertas de la casa no había ni una sola trampa, de modo que la abrió para ver qué había en su interior.

Colibrí observó con sospecha los hongos, no haciendo ademán de acercarse al grupo que había arraigado cerca de la chimenea. Sí usó la punta de uno de sus sables para levantar la alfombra, buscando desvelar si ocultaba algo bajo su mohosa apariencia.

- Ugh, que asco. Este sitio con una mano de pintura y limpieza podría estar bien para vivir. No sé como a nadie se le ha ocurrido antes. Aunque bueno, las leyendas sobre magia negra seguro que han ayudado; eso y los monos chillones. -

Tras su inspección, enfiló la siguiente puerta.

—Esta casa sería un salón de eventos magnífico—apuntó Hellas al comentario de Colibrí—. Ya sabéis: bodas, fiestas locales... Incluso se podría aprovechar toda la leyenda del lugar para hacer cenas temáticas. O alguna otra cosa. Pero primero habría que limpiar esto de esclavistas, insectos y cualquier artilugio mágico. ¿Seguimos?

En el centro de esta estancia había una gran cantidad de yeso que se había desprendido del techo de la habitación superior. Aparte de aquello, la habitación estaba completa, absoluta y desoladoramente vacía.

¡Habéis explorado toda la planta baja!

Tirada de Percepción CD 16 por favor.

Aranna dejó atrás los hongos, que no eran más que unas llamativas rúsulas eméticas, peligrosas para los insensatos que decidieran echarlas al estofado, pero inofensivas para quienes se limitaban a observarlas, y traspasó la puerta tras los demás.

Eso pensaba al entrar, pero fijaos, dijo la aventi, señalando el yeso del suelo. La planta de arriba está a punto de caerse. Hay mucho trabajo para dejarla decente y segura.

A juzgar por el grado de abandono, no iban a encontrar en la casa riquezas con las que sufragar tal empresa. Tal vez en el sótano, donde esperaban todos que estuvieran agazapados los esclavistas, tuvieran más suerte. O en la planta superior, si no se hundía bajo sus pies.

—Sí, posiblemente sea más fácil montar talgo así en cualquier edificio de Marjal Salino.

Oona no dijo nada al respecto, se dio la vuelta para salir y seguir explorando la casa.

- ¡Ach! La casa es mugre pura, es verdad. Habría que meter mucho oro para arreglarla. Tal vez a un excéntrico creador de licores le interesaría algo así... -

Colibrí se mesa su ramo vello facial mientras se encoge de hombros dedicando algo de atención a tema del yeso desconchado.

Todos, sin excepción, habíais llegado a la misma conclusión de Aranna. El piso de arriba podía venirse abajo, al menos en aquella sección. Si explorabais la planta de arriba, estaría bien eludir esas partes del suelo.

La genasí salió de nuevo al vestíbulo y miró hacia el piso superior.

-Hemos investigado todo esta planta -dijo a los demás, señalando lo obvio-. En la cocina hay unas escaleras que llevan a un piso inferior y unas escaleras que conectan la parte de arriba. Si os parece bien, podemos subir por las escaleras del vestíbulo, investigar este lado de la casa, y terminar en la parte trasera de la cocina. Una vez lo hayamos comprobado todo, podemos pensar si bajampos por la trampilla o por el otro lado.

Oona se aproximó a la escalera del vestíbulo y echó un vistazo para comprobar que estaba entera y que aguantaría su peso o el de cualquiera de sus compañeros.

Aranna se plantó delante de las máscaras del vestíbulo con las manos en las caderas. Zanahoria, a su lado, les gruñía por lo bajo, todavía perturbado por lo sucedido con las cabezas simiescas. No les había prestado atención al entrar en la casa, más atenta a las huellas embarradas que llevaban a la trampilla, pero lo hacía ahora, mientras Oona comprobaba la seguridad de las escaleras.

Todo me parece bien, cielo, respondió a la genasí. ¿Podemos subir sin hundirnos hasta la cintura en los escalones?  

Enfrentaba una máscara, imitaba su mueca y, pasaba a la siguiente.