Partida Rol por web

Aranna se puso a hacerle muecas a las máscaras demoníacas mientras su hija decidía que los escalones aguantarían su peso, pero ambos hechos no tenían nada que ver. Aranna habría hecho el tonto de todas formas. Tenía experiencia con aquello, y lo había elevado a la categoría de arte.

Entonces sucedió. Oona pisó uno de los escalones y se escuchó un chasquido que no tenía nada que ver con el mal estado de los escalones, sino más bien como el mecanismo de disparo de una trampa. La aventi abrió mucho los ojos antes de que las máscaras empezaran a lanzar una andanada de dardos que dibujaron líneas ardientes en los brazos cuando los alzó para protegerse.

Os pusisteis a cubierto de aquella lluvia de dardos como alma que lleva al diablo. Unos interminables segundos más tarde, la pared que estaba pegada a la escalera estaba llena de dardos. Nadie estaba especialmente herido físicamente. La moral, empero, era algo muy distinto.

Oona ha disparado un fusilade of darts y Aranna se lo ha comido. 2 puños de daño físico y 200 de daño a la moral.

Confirmadme si seguís subiendo la escalera y/o tomáis alguna precaución adicional.

Aranna: 21/23 (Estremecida 48 minutos)

Colibrí: 22/22 (Isla de Filos)

Compadre: 22/22 (Estremecido 48 minutos)

Hellas: 13/15 (-3 Fue, estremecida 48 minutos)

Oona: 12/18 (-1 Des, estremecida 48 minutos)

Zanahoria: 27/27 (Estremecido 48 minutos)

Hellas sonrió al ver las muecas de Aranna. La aventi siempre hacía cosas fuera de lugar y ella lo consideraba bastante divertida. Por norma general no era la estricta y malhumorada Fay. Entonces se activó la trampa y la sonrisa se congeló.

—¿Estás bien?—preguntó acercándose a su compañera como empujada por un resorte, al comprobar que las heridas no revestían gravedad se relajó un poco—. Parece algo común que cualquier objeto que desentona esconde algún oscuro secreto. ¿A quién demonios se le ocurriría poner una trampa en la escalera principal de la casa? ¿Y si te equivocas al subir por ellas?

¡Au, au, au! aulló la aventi, mientras los pequeños proyectiles castigaban sus escuálidos brazos.

Cuando la salva de dardos cesó, tenía los antebrazos llenos de cortes, y varios dardos se habían hundido en sus magras carnes. Arrancárselos hizo que se le humedecieran los ojos, pero no se detuvo hasta que todos los dardos estuvieron a sus pies.

Escuece, respondió a Hellas. Pero estoy bien, ¿ves? dijo, moviendo los brazos arriba y abajo. Hilillos de sangre corrían por su piel, trazando meandros alrededor de sus codos y la suave musculatura de sus brazos, hasta desembocar en sus axilas. No parecía que el daño fuera grave, ni que la druida fuese a desangrarse. Podía dar gracias de haber tenido los reflejos suficientes para cubrirse los ojos a tiempo.

Las máscaras, aunque no habían mudado su expresión, parecían ahora reírse de ella. Aranna les sacó la lengua.

Vamos, vamos, dijo, empujando a Hellas hacia la escalera.

La genasí sintió bajo el pie como la trampa cedía y trató de levantar el pie lo más rápido posible, antes de que la presión disparase la trampa. Pero no fue lo bastante rápida. De hecho fue demasiado torpe como para no mirar en la escalera antes de subir y los dardos acribillaron a su madre. Se maldijo por haber fallado y, mortificada, se alejó de la escalera como si estuviese envuelta en llamas. Cuando todo pasó, Oona no sabía qué hacer, ni qué decir, que no sonara a disculpa vacía. Había activado la trampa y casi habia matado a Aranna. Era la segunda vez que fallaba. No podía seguir cometiendo más errores, eso podía costarles la vida a sus compañeros.

Cogió uno de los dardos y lo estudió. Respiró aliviada cuando comprobó que no eran venenosos, eran simples dardos afilados.

No le dijo nada a su madre. No sabía qué decir. Demasiado incómoda con la situación, enfiló otra vez la escalera. Cuanto antes terminasen la investigacion, antes saldrían de aquella puñetera casa.

Aranna, viendo los gestos y acciones de Oona, sintió compasión por la muchacha. Para una mujer seria como ella, era todo mucho más difícil. Se exigía mucho, y los errores adquirían el tamaño de montañas. 

No te mortifiques, cielito, dijo a la genasi, pasándole un brazo por la espalda. No ha sido nada. Mañana nos reiremos de esto con una jarra llena en la mano, y varias más vacías sobre la mesa. 

El halfling había observado con asombro la ráfaga de dardos desencadenada por la trampa, y cuando esta cesó, observó con aire crítico los dardos y sobre todo la pared en busca de pequeñas perforaciones.

- Bueno, o alguien retira los dardos y los pone en su sitio, o hace tiempo que no se ha usado esta escalera para subir al piso superior. Puede que ni siquiera sea un acceso real. Bueno, en todo caso los motivos extraños huelen a trampa en este lugar. Vaya suerte tenemos, sólo buscamos trampitas donde no las hay y a la inversa.

Dejadme conseguir un trozo de madera, así podremos ver si hay más sorpresas en esta escalera. -

Tras usar un trozo de mueble o silla  o un tablón de la escalera como palanca, Colibrí presiona los escalones antes de seguir subiendo. Además cuando pasa al lado de la pared, arranca un dardo y lo mira con ojo crítico, observando su manofactura y guardándoselo.

Colibrí, que había estado en más de una armería durante su estancia en el ejército de Tethyr, comprobó que los dardos eran muy sencillos. La fabricación era tosca. Parecían baratos. Después examinó la pared en busca de marcas. Ahora que sabía lo que buscaba, encontró diminutas perforaciones en la madera de la pared opuesta a las máscaras demoníacas. No eran los primeros que habían disparado aquella trampa.

A falta de una pértiga de diez pies, el mediano se armó con la pata de una silla rota para comprobar los escalones. Viendo que no era muy práctico hacerlo a lomos de Compadre, decidió apearse momentáneamente. Las escaleras mostraban un desgaste considerable, y crujían siniestramente cuando Colibrí tanteaba los escalones, pero no se disparó ninguna trampa más. Los escalones seguían siendo lo suficientemente fuertes como para soportar vuestro peso mientras ascendíais a la segunda planta.

Llegasteis a un descansillo que daba acceso a un largo pasillo en el que se alineaban las puertas a uno y otro lado de la casa. Había montículos de velas apagadas y cubiertas de telarañas, aquí y allí. Además, hacia el norte se intuía que había otro corredor que daría acceso a las estancias del ala septentrional de la mansión.

Entiendo que el orden de marcha ahora es: Colibrí, Compadre, Oona, Aranna, Zanahoria, Hellas.

Las flechas que apuntan hacia abajo son puertas, la que apunta hacia arriba es un pasillo.

Aranna: 21/23 (Estremecida 46 minutos)

Colibrí: 22/22 (Isla de Filos)

Compadre: 22/22 (Estremecido 46 minutos)

Hellas: 13/15 (-3 Fue, estremecida 46 minutos)

Oona: 12/18 (-1 Des, estremecida 46 minutos)

Zanahoria: 27/27 (Estremecido 46 minutos)

No hacía falta que Colibrí lo dijera. Aranna había aprendido la lección; no iba a volver a acercarse a menos de tres metros de la decoración de la maldita casa.

Cuando llegaron al descansillo, se quedó mirando la balconada que recorría la pared opuesta a la escalera. ¿Qué sentido tenía, si no había en ella puertas y no conducía a ningún lugar? ¿Una exposición de retratos?

¿Empezamos por la izquierda? propuso. No tenía la menor gana de poner los pies en la zona que estaba justo sobre el techo que corría peligro de desplomarse

Aceptasteis tácitamente la propuesta de Aranna y os dirigisteis hacia el pasillo de la izquierda por la balconada. Colibrí abría la marcha entre los crujidos de protesta de la madera enmohecida. No había dado ni un par de pasos por la pasarela cuando un fragmento de la misma se partió en astillas bajo su peso, arrojando un montón de tablones al piso de abajo. El mediano giró sobre sí mismo con agilidad felina y se agarró con los dedos al borde. Se balanceó unos momentos en el aire, mirando el suelo bajo sus pies. Había estado cerca. Aranna y Oona le ayudaron a auparse.

Si querían acceder al lado occidental de la casa tendrían que dar un salto al otro lado. No era un salto complicado, pero ¿estaría el suelo practicable?

Colibrí ha disparado una trampa. TS Ref CD 20, éxito. No se cae.

Ahora hay un agujero de 8 pies en la pasarela. Para saltar al otro lado hace falta una tirada de Saltar CD 8. Podéis tomar 10 en esta prueba, pero varios PJ fallarían la CD por fuerza baja y estatus de estremecido.

Aranna: 21/23 (Estremecida 45 minutos)

Colibrí: 22/22 (Isla de Filos)

Compadre: 22/22 (Estremecido 45 minutos)

Hellas: 13/15 (-3 Fue, estremecida 45 minutos)

Oona: 12/18 (-1 Des, estremecida 45 minutos)

Zanahoria: 27/27 (Estremecido 45 minutos)

Por fortuna, fue Colibrí al que se le deshizo el suelo bajo los pies, porque de haber sido alguna de las chicas, no estaba nada claro que hubiesen podido alzarlas entre los otros tres. Tal vez Zanahoria y Compadre, se dijo. Los cuadrúpedos tenían más fuerza en las mandíbulas y las patas musculosas que entre los cuatro bípedos.

¿Te animas a intentarlo? preguntó al mediano. Aranna estaba invitando a Ember a saltar el agujero que acababa de horadar, y por si no quedaban claras sus intenciones, señalaba más allá del hueco. El problema no era el salto, sino la estabilidad de la balconada al otro lado. Eres más ágil y ligero que nosotras. Y más valiente.

Colibrí se había visto cayendo al vacío, pero una rapidez de reacción y un buen sentido del equilibrio afinados por meses en alta mar se impusieron, haciendo que se agarrara en el último momento antes de caer. Ayudado por las chicas (en realidad su peso era más que sencillo de elevar) pisó otra vez el traicionero piso de madera. Miraba hacia abajo cuando las palabras de Aranna le sacaron de su labor.

- Me parece que a esta madera le da igual si eres un conejo o una vaca, pero sí, tienes razón, es mejor que lo intente yo. Si el suelo al otro lado de este hueco es seguro podemos tender una cuerda, si es que alguna se acordó de traerla, porque lo que es yo, no tengo. -

Colibrí podría haber pedido a Compadre que saltara, pero creía que él estaba mejor preparado para tratar con un suelo inestable. Luego se dirigió de nuevo a las chicas.

- En cuanto al asunto de saltar, tienen más que ver con la fuerza que otra cosa, Aranna de mi corazoncito. Pero es verdad que soy el más ligero. ¡Allá voy! -

Tomando las cosas con calma y calculando riesgos, el menudo halfling lanzó un salto que le debía llevar al otro extremo del agujero. Aunque Colibrí era pequeño, era tan fuerte como un hombre corriente, esa era la verdad.

La genasí ayudó a Colibrí antes de que se cayese al piso de abajo. Empezaba a frustrarse, no conseguía ver ninguna de las trampas y hasta ahora las habían saltado todas. Bueno, no es que esto se considerase una trampa, ya sabían que el suelo era inestable, lo habían visto cuando estaban abajo. Se preguntó, no por primera vez, qué estaban haciendo en la casa.

-¿Y para qué quieres exactamente la cuerda? -le preguntó al mediano. Oona extrajo de su mochila una cuerda de varios metros, de buen trenzado y fina manufactura-. ¿Servirá para lo que estás pensando? Yo puedo saltar al otro lado, podemos atar un extremo a la barandilla y el otro a la cintura de alguna de nosotras por si acaso nos caemos. ¿Cuál es tu plan?

Colibrí se ató la cuerda de Oona alrededor de la cintura y el resto de mujeres sujetaron el otro extremo de la cuerda por si el otro extremo de la pasarela estaba en malas condiciones y se derrumbaba bajo su peso. Si la madera enmohecida no aguantaba al escuálido mediano, difícilmente soportaría a las mujeres hechas y derechas que componían el resto del grupo.

De modo que Colibrí saltó con agilidad gatuna, y aterrizó con una facilidad engañosa. Se quedó unos momentos al otro lado, con las rodillas aún flexionadas y los brazos abiertos en cruz. Nada ocurrió durante un par de latidos de corazón. Parecía seguro.

Tiradas de Percepción, si sois tan amables.

Hellas aguantó la respiración durante unos segundos, pero respiró aliviada al ver que el suelo no se hundía bajo los pies de Colibrí.  Y si el mediano había sido capaz de realizar el salto, bueno, ella tenía las piernas más largas. La joven fue a sacar una cuerda (pues Oona se le había adelantado para dársela a Colibrí) con la idea de repetir la maniobra. Con todo lo que había pasado en esa casa, cualquier medida de seguridad era poca.

Ya sólo faltaba saltar.

Aranna no estaba segura sobre cómo debía sentirse. ¿Alegre porque Colibrí estaba sano y salvo? ¿Decepcionada porque no se le había deshecho el suelo bajo los pies y habían tenido que auparlo tirando de la cuerda de Oona? Estaba deliberando sobre el asunto cuando se fijó en algo, aunque por el momento no era consciente de qué, como si hiciese falta una intervención del destino para quitarle el velo que le nublaba la visión.

Oona comprobó, casi sin inmutarse, que Colibró había pasado al otro lado. La madera crujía bajo el peso del mediano, seguro que no aguantaba mucho más, aunque aquella sección estaba demasiado pocha como para aguantar el peso de cualquiera. Observó entonces el pasillo, como si buscara algo, y tensó la cuerda con la que sujetaban al mediano.

Al menor signo de peligro, daría un buen tirón para traer de vuelta al pequeño lobo de mar.

El silencio que llenaba el espacio polvoriento de la casa, producido fundamentalmente por la ausencia de sonidos, se fue convirtiendo muy lentamente en la intensa ausencia de ruido causada por la presencia de alguien que estaba manipulando algo con la máxima cautela posible. Después vinieron unos momentos de tenso silencio durante los que ese alguien caminó a hurtadillas por el piso de abajo, en dirección al recibidor.

Aranna se quedó muy callada, de repente. Y no fue la única. Seis orejas femeninas trataban de hallar un sonido en el silencio. Estaba ahí; de lo contrario, no hubiesen reaccionado todas las orejas, y las mujeres, al mismo tiempo.

La aventi se agachó y dejó la cuerda sobre el piso, con suavidad. Acuclillada, llamó por señas a Zanahoria, que estaba sentado en el rellano de la escalera. El perro se acercó dando pasitos, la larga lengua colgando del hocico como el badajo de una campana.

¿Lo oyes? le susurró. Busca, le ordenó, señalando el lugar del que procedían los ruidos, y derríbalo.

Colibrí aún estaba con los brazos extendidos con cara de "soy el mejor" cuando se dio cuenta de un hecho: Los dioses favorecían a los audaces, pero no a los arrogantes. Cambió la expresión de sus rostro mientras se daba la vuelta mostrando el pulgar izquierdo.

- Parece que po... - se quedó callado cuando vio que Aranna movilizaba a Zanahoria, el infierno marino sabría porqué.

Oona tensó la cuerda cuando escuchó aquello, pero Colibrí ya estaba al otro lado y Aranna enviaba a su perro hacia abajo, con toda la discreción que un perro del tamaño de un poni podía tener. La genasí miró entonces a Hellas, que miraba la cuerda y el agujero, y empezó a sospechar lo que la mujer pretendía hacer, de modo que ajustó la cuerda al brazo para evitar que, en caso de que decidiera saltar, no se partiese las piernas. Era una locura.