Partida Rol por web

Ya estaba atardeciendo el Hollywood Boulevard. Dexter había ido con calma hasta allí pues era donde se encontraba el pequeño local donde Madame Eva ofrecía sus servicios de quiromancia. No le disgustaba ir hasta allí pese a tener que darse un paseo bajo la llovizna pues el local estaba cerca del Museo Egipcio y el Musso & Frank Grill, un restaurante clásico de estilo neoyorkino que servía uno de los mejores entrecots de la ciudad. A Dexter le gustaba ir allí cuando terminaba un caso para celebrarlo tomando un cóctel de gambas, que no se podía permitir normalmente. 

Miró el reloj de su muñeca y vio que era la hora convenida así que cruzó la calle y se dirigió al local de Madame Eva. Era un local discreto que apenas se veía si uno no se fijaba expresamente en él. Tenía un cartel con un ojo dorado sobre un fondo purpura y encima el nombre de Madame Eva. El detective llamó a la puerta.

La voz de la mujer le hizo pasar al cabo de unos segundos. Entro en el local y sonrió con cinismo. El lugar era una trampa para incautos. Toda la parafernalia para timar a quienes creyeran en esas cosas estaba allí: Una mesa redonda en el centro de la estancia con una bola de cristal en medio con un paño morado que al cubría, cortinas que daban a la parte de atrás, estanterías con libros de esoterismo, amuletos falsos colgando o colocados en los huecos de las estanterías. Un decorado muy cuidado. 

Madame Eva, cuyo nombre real era Peggy Malone, estaba allí sentada con una sonrisa en los labios. Con su amplia figura, sus túnicas de seda y su turbante de colores, interpretaba a la perfección su papel de mística para el exigente público de Los Ángeles. Pero había algo que distinguía a Eva del resto de timadoras de la ciudad. No tenía reparos en sacarle los dineros a los clientes más acomodados de la ciudad pero nunca estafaba a los pobres. Es más, probablemente era mejor consejera que la mayoría de psicólogos acreditados de la ciudad.

-Pasa querido, sientate-le saludo-. Hacía tiempo que no te veía, Dex, ¿quieres un poco de Bourbon?-dijo señalandole una botella de Bourbon de Kentucky que tenía en la mesa junto a dos vasos.

Sin dejar de mostrar la sonrisa cínica que aquel lugar siempre le había producido, Dex se sentó frente a la pitonisa aceptando con un asentimiento de cabeza a su invitación. Él no era policía, lo de no bebo porque estoy de servicio no iba con él, y no estaba la situación para despreciar un vaso de bourbon gratis.

—Tienes razón... Hacía mucho que no venía a verte —reafirmó llevándose la mano al bolsillo para sacar tabaco y mechero y encendiendo un cigarrillo. Seguramente el olor a tabaco quedaría disimulado con los distintos aromas a incienso y distintas esencias aromáticas tan características de aquella sala—. ¿Qué tal va el negocio Peggy? —Conocía su nombre real desde hacía mucho tiempo y llamarla por su nombre artístico, sobre todo cuando su visita se debía a temas profesionales, no le hacía demasiada gracia al detective.

Dex echó un rápido vistazo al local antes de centrar de nuevo la vista en la mujer, mientras le daba una larga calada al cigarrillo que provocó un ataque de tos. Algún día se propondría dejar de fumar... Pero ese no era el día.

—¿Has cambiado la decoración? —preguntó para romper el hielo. Tratar el tema nada más llegar le parecía una falta de respeto y cortesía hacia la mujer.

La mujer llenó los dos vasos con bourbon y se lo acercó al detective.

-He añadido unas patas de gallo y algunas cintas que representan a los espíritus del vudú-le explicó la mujer- Empiezo a tener clientes que han empezado a creer en la santería, una religión africana llena de espiritus de toda clase. Hay quien me paga por clavarle alfileres a un muñeco de tela con un mecho de la persona a la que quieren maldecir... dinero fácil-dijo la mujer con una sonrisa y después dio un trago. Para ella nunca era una mala hora para tomar bourbon- Bueno, ¿qué te trae por aquí? No hace falta ser adivina para saber que no has venido solo a por un trago.

Dex acentuó la sonrisa al escuchar las novedades que Peggy le contaba. Seguía resultándole increíble cómo había gente capaz de pagar bastante dinero por escuchar tonterías sobre su futuro, hablar con los muertos o simplemente para que a su compañero le fuera mal en el trabajo. Gente que vivía en mundos paralelos o que no quería afrontar la realidad...

Acompañó a la mujer dando él también un trago al líquido ambarino, sintiendo cómo el calor bajaba por su garganta y se aposentaba en un estómago que llevaba sin recibir alimento desde... Ya ni lo sabía. Mató el sabor que le dejó el bourbon con una nueva calada al cigarrillo antes de contestar.

—Sabes que me gusta venir a hacerte una visita de vez en cuando —dijo, aunque sabía que Peggy no creería en sus palabras. Suspiró antes de abordar el tema que lo había llevado hasta allí—. Qué me puedes contar sobre Luz Argéntea. ¿Te suena de algo?

La pitonisa sacó un cigarrillo y lo puso en una boquilla larga y fina que llevó a sus labios y después lo encendió dando un calada y expulsando el humo despacio.

-¿Vas a cambiar de adivina? Si yo ni siquiera te cobro-bromeó la mujer- Supongo que te referirás a La Orden de la Luz Argéntea. He oído hablar de ellos. Siempre hay nuevos charlatanes dispuestos a sacar el dinero a los interesados en lo espiritual, como si fuéramos pocos ¿sabes?. En fin Hay una mujer, Clara Nebel, que dice estar conectada a la luz plateada del cosmos. No tengo muy claro cual es el objetivo de su "orden" o como lo llame pero desde luego se asegura de solicitar a sus acólitos espirituales su apoyo en forma de generosas donaciones. De todas formas no creo que sea peligrosa, ¿por que la buscas?-preguntó la mujer dando otra calada.

—Nunca se me ocurriría abandonar tus servicios —continuó con la broma el detective antes de dar otro trago al bourbon—. Podrías echarme un mal de ojo... Y ya me va bastante mal en la vida como para empeorar la situación.

Escuchó con atención lo que Madame Eva tenía que decirle. Tal y como sospechaba, al menos por lo poco que ella sabía, el asunto debía tratarse de algún tipo de secta. Aprovecharse de los débiles de carácter para sacarles el dinero, y si eran pobres infelices con mucho dinero... aún mejor.

—Ha salido el nombre en el caso que investigo actualmente —respodió evasivamente Dex—. ¿Sabes algo más de esa tal Clara Nebel? ¿Dónde podría encontrarla?

- Jajaja el peor mal de ojo que te puedo echar es citarte aquí para cobrarte otro día, y otro... -bromeó la mujer que sirvió un par de copas más- Si no me equivoco, Clara Nebel tiene su "capilla" en su chalet de Loma Linda Avenue, en Hollywood. No está muy lejos de aquí pero me temo que ya es un poco tarde. Prueba a ir mañana y si le enseñas unos cuantos billetes seguramente te deje entrar para hacerte una sesión de espiritismo o lo que sea que se supone que haga-le indicó la mujer.

Dex asintió en silencio. Peggy tenía razón, esas no eran horas para que un desconocido se presentase delante de la puerta de una dama. Si es que la tal Clara era una dama.

— Peggy, eres un encanto —dijo levantándose y, ya de pie, apuró el último trago que quedaba al bourbon—. Gracias por la copa y la información.

Tras despedirse de la mujer, el detective salió del local para encontrarse con la humedad de la calle. El cigarrillo que aún colgaba de sus labios quedó empapado por las gotas del ambiente. Tirándolo al suelo, Dex se levantó el cuello de la gabardina y comenzó a caminar sin un rumbo fijo.

Aunque... Podía acercarse a ver a Ted en la comisaría. Quizás él pudiera darle alguna información sobre Clara Nebel.

Dex caminó tranquilamente hacia la comisaría. El sol se había puesto y la lluvia de la tarde había traido el frío de la humedad pero a cambio el ambiente era refrescante. Pensó en coger un tranvía pero finalmente decidió ir andando hasta allí. La comisaría donde trabajaba Ted era una comisaría pequeña de solo dos plantas llenas de despachos saturados de oficiales y tan solo dos calabozos que normalmente también estaban saturados de borrachuzos y carteristas. Por suerte por la noche estaba mucho más vacía por lo que podría hablar un rato con su amigo sin que algún jefe les interrumpiese. 

No le costó que le dejara pasar el policia que había en la recepción. Dexter ya se había dejado caer por allí alguna que otra vez, puede que alguna a visitar los calabozos desde dentro. Un par de policias pasaron junto a Dexter y lo saludaron. Subió las escaleras y buscó el escritorio de Ted. Allí estaba su amigo, escribiendo con una maquina algún informe a la velocidad de una tortuga junto a un cenicero lleno de colillas hasta arriba. 

Dex agradeció el calor al entrar en la comisaría. No era la primera vez que iba por allí y seguramente no sería la última. En más de una ocasión había colaborado con algunos de los agentes que ahora lo saludaban mientras él se dirigía al escritorio de Ted. No tuvo ningún problema en encontrarlo ya que habían sido varias las ocasiones en las que se habían visto en ese mismo lugar.

—Los informes nunca fueron lo tuyo —dijo, acercándose a la mesa y tomando asiento en la silla que había enfrente a su amigo.

Encendió un cigarrillo y evaluó si decir las típicas palabras corteses o simplemente entrar directamente en el tema que lo había llevado hasta allí. Decidió optar por la segunda opción. Ted y él se conocían ya lo suficiente como para andarse con rodeos y mucho menos para dirigirse palabras vacuas.

—Me gustaría decirte que solo pasaba a saludarte pero... —dejó inacabada la frase para dar una larga e intensa calada al cigarrillo—. Tengo un caso nuevo y vengo a ver si me puedes ayudar. ¿Te suena la Orden de la Luz Argéntea? Parece ser que al frente está una tal Clara Nebel. La típica arribista con ganas de sacarle dinero a la gente contándole cuentos chinos.

-Ya imaginaba yo que no vendrías hasta la comisaría por nada-dijo el hombre mientras le estrechaba la mano. Llevaba la corbata medio desanudada de manera informal y se había remangado las mangas de la camisa mientras escribía- ¿La orden de que? ¿Es una secta o algo de eso? Si te soy sincero no tengo ni idea, no hemos tenido reportes de ninguna organización criminal con ese nombre. Y menos mal, solo me faltaba que los criminales fueran por ahí con nombres estrambóticos. Nadie nos tomaría en serio-bromeó- No me digas, han timado a un cliente tuyo y estás buscando la forma de desenmascararlos, ¿no? A veces me das envidia Dex.

Dex sonrió de medio lado antes de dar otra calada al cigarrillo. Estaba fumando demasiado, al igual que hacía un tiempo había estado bebiendo demasiado. Descruzó las piernas y se apoyó en la mesa de su amigo, justo al lado del pequeño y gastado cartel donde aparecía su nombre.

—¿Envidia? —Amplió la sonrisa antes de buscar un hueco en el lleno cenicero para apagar el cigarrillo—. Supongo que te sonará el caso de Helen Deakin ¿verdad? La hija de un pez gordo que había desaparecido y que de repente apareció en estado... catatónico.

Echó mano al bolsillo de la gabardina para sacar un nuevo cigarrillo y el mechero. Tras encenderlo se quedó mirando largamente a su amigo. La policía supuestamente había estado investigando el caso, quizás Ted pudiera decirle algo... De manera extraoficial.

—Margaret Deakin me ha contratado para que descubra qué le sucedió a su hermana. ¿Sabes tú algo del caso?

-Envidia si-dijo él- envidia de poder dedicarte a buscar timadores y adúlteros y no tener que hacer horas de papeleo después-le dijo mientras se reclinaba en la silla y se encendía también un cigarrillo casi como un reflejo de su amigo- Deakin, sí. Me suena. Pero fue hace semanas. No lo llevaba yo, pero escuché que había desaparecido una de las hijas del magnate y luego volvió a aparecer. Dame un segundo-el policía se levantó con esfuerzo y se estiró haciendo que le crujieran las vértebras de la espalda. Después cruzó la sala hasta un pequeño archivador cerrado con llave, lo abrió y buscó en él. Tras un par de minutos sacó un documento y comenzó a leerlo para después volverlo a guardar y regresó a la mesa- No hay mucha información. Ya sabes como funciona una familia con tanto dinero no suele querer que se arme alboroto alrededor. Por lo que he leído en el informe la chica, Helen, tenía una vida muy animada. Creo que salía con varios hombres aunque ninguno parece sospechoso. La encontraron unas semanas después de que su hermana denunciara su desaparición. Llevaba la ropa destrozada y llena de sangre, pero según los médicos las heridas que habían provocado esa sangre ya se habían curado y solo tenía algunos rasguños y moratones, nada importante. Aunque creo que quedó en estado catatónico. Apenas habló muy poco cuando se la interrogó. La familia se la llevó a su casa y el caso se ha ido enfriando... No hay mucho que hacer ahí la verdad. ¿Qué tiene que ver una pitonisa en todo esto? 

Pero tú puedes pagar todos los meses el alquiler sin miedo a que te echen, pensó Dex al escuchar el comentario de su amigo pero a esas alturas, después de tantas conversaciones como habían tenido, hablar sobre el tema era una tontería. El detective observó fumando cómo Ted se acercaba a buscar algún tipo de informe y, cuando volvió con todo lo que podía aportar del caso, Dex no pudo evitar una mueca de frustración.

—Nada que no supiera ya... —dijo, pinzándose el puente de la nariz con sus dedos para aliviar el inminente dolor de cabeza—. ¿Tendrías una lista de esos hombres con los que salía? Seguro que ninguno de ellos lo habrá hecho pero quizás ellos puedan aportar algún punto de vista interesante y desconocido hasta el momento.

Incluso él dudaba que lo que acababa de decir fuera a suceder. Seguramente ninguno de aquellos supuestos amantes sabría nada sobre lo sucedido y, lo más probable es que ni siquiera supieran gran cosa de la misma Helen.

—El nombre de la Luz Argéntea me lo facilitó Margaret Deakin, al igual que el nombre de uno de esos supuestos amantes. He intentando investigar algo de esa orden y por eso sé que quién está al frente de ese negocio es esa tal Clara Nebel —una nueva calada, ésta quizás con algo más de ansiedad que las anteriores—. La mujer que me contrató poco más ha podido decirme, parece que no tenía demasiada relación con su hermana y conocía poco de su vida.

Dex se quedó en silencio durante unos segundos, pensando en lo que su amigo acababa de decirle. Poca información, al igual que la que había conseguido de Margaret o incluso de Peggy, lo que lo llevaba a tener que emplearse a fondo para descubrir algún hilo importante del que tirar.

—Así que fue torturada, quizás durante días... Pobre mujer...

Era tarde para ir a hacer alguna visita a alguno de esos posibles amantes y mucho menos ir a ver a Clara Nebel. Pero quizás pudiera ir a saludar al profesor Kelham, tomarse una copa con él y charlar amigablemente sobre sectas y demás temas; al fin y al cabo el profesor tenía bastantes conocimientos de Teología y Antropología y si tenía suerte y sonaba la flauta igual le sonaba el nombre de la Orden de la Luz Argéntea.

-Me temo que no, al ser una familia importante... ya sabes como funcionan las cosas. No hay muchos nombres y los informes son escasos-le dijo su amigo- me temo que sabes tú más que yo de lo que respecta al caso. Es más, diría que sabes más que los agentes que lo llevaban. La persona que más habló con la policía y más se preocupó fue la hermana... si dices que ha acudido a ti supongo que te habrá contado lo mismo que le contó a los detectives que llevaron el caso... Siento no ser de más ayuda-dijo el hombre disculpándose- No sé que le pasaría a esa chica pero espero que acabes encontrando a quien se lo hizo.

Otro callejón sin salida. Dex ya se imaginaba que la policía poca información habría sacado del tema pero la esperanza de encontrar un hilo del que tirar siempre estaba ahí.

—Tranquilo. Te agradezco la ayuda... —dijo, levantándose del asiento y tendiendo la mano a su amigo—. No te molesto más. Y a ver si por fin nos tomamos esa copa...

Tras despedirse de Ted y del resto de policías que aún se encontraban en la comisaría, el detective salió de nuevo al frescor de la noche. A pesar de saber que era algo tarde, sus pasos le encaminaron al domicilio del profesor Kelham tal y como había pensado anteriormente. Esperaba que el hombre se encontrase en casa y que no le importara recibirlo.

Eran tan pocas las pistas que tenía; tan poca información la que poseía que Dex necesitaba encontrar lo que fuera para comenzar en serio la investigación. Esperaba que el profesor hubiera oído hablar sobre la Luz Argéntea y que le pudiera contar algo. Ya se encargaría a la mañana siguiente de hacer las visitas al amante y a la líder de la Orden.

Ted aseguró que en un par de días cuando hubiera descansado de la maldita guardia podrían tomarse algo, desde luego lo necesitaba. Se despidió de él y el detective se dirigió a casa de otro de sus amigos pese a que empezaba a ser tarde pero cuando Dex cogía un caso le gustaba ponerse al día rápido aunque aquello le costase horas de sueño.

La casa del profesor tenía todas las luces apagadas. Dexter llamó y al cabo de unos minutos se encendió una luz. No tardó en escuchar los pasos del profesor dirigiéndose hacia la puerta. 

-¿Quién es? ¿Dexter?-dijo mirando por la cristalera junto a la puerta para después abrir al detective. El profesor Kelham era un hombre de unos cincuenta años, alto, con barriga prominente y una estupenda barba blanca a juego con su pelo canoso. Llevaba unas gafas que ahora se aseguraba en limpiar con el borde de su pijama - ¿Qué ha pasado muchacho? Pasa, pero habla en voz baja porque como despiertes a mi mujer bajará aquí y nos pateará el culo a los dos. Nos acabábamos de acostar. ¿Qué ocurre?

—Lo siento profesor. Soy consciente de que ya es tarde pero creí que quizás aún estuvieran levantados —dijo el detective un tanto avergonzado por haber sacado de la cama al hombre—. Estoy con un nuevo caso, bastante importante y pensé que quizás usted podría ayudarme.

Dex empezaba a ser consciente que quizás no había sido buena idea molestar al profesor Kelham. Era una idea peregrina la que había tenido y ahora que estaba delante de él... Dudaba que el hombre pudiera aportarle alguna pista.

Pero ya estaba allí, ya lo había despertado y no perdía nada por hacerle una pregunta.

—Como buen antropólogo que es y gran conocedor de la Teología —apelar al ego del profesor quizás fuera una buena manera de empezar—. Me gustaría saber si usted ha oído hablar de la Orden de la Luz Argéntea.

El hombre se colocó las gafas y miró con cierta incredulidad al detective.

-Eh... no-le dijo casi como si dudara- no me suenan de nada. Pero espera pasa, pasa-le dijo invitándolo a entrar- dame un momento que miro en alguno de mis libros a ver si encuentro algo. Nunca se sabe. Aún recuerdo cuando me preguntaste la última vez... Si, lo de los rituales de fanáticos en Inglaterra. Por lo que veo te siguen interesando esas cosas. Dame un par de minutos-dijo dejándolo allí mientras se iba a su despacho para buscar información. Los dos minutos se convirtieron en quince y quince minutos más tarde en media hora cuando el profesor regresó con un libro bajo el brazo- Apenas he encontrado nada. Nada sobre ninguna orden, pero he leído en el libro algunas teorías y mitos sobre poderes ocultos que controlan el mundo. Tonterías, ya sabes, dogmas de fe que no van a ningún lado. Pero este en concreto hablaba de que esos maestros secretos que controlan el mundo están conectados a la luz plateada de Nodens-dijo el hombre. Hizo un silencio y al ver poca reacción por parte de su interlocutor continuó- Nodens es el nombre de una deidad antigua proveniente de la mitología celta que, por lo que he podido leer representa la bondad en el universo. No sé si eso te ayuda en algo la verdad... pero me temo que no hay nada más que tenga que ver con luces argénteas.