Partida Rol por web

- Oh, es la letra de Theresa, sin duda.- Terminó por contestar la doctora a Marion, tras volver de una visita rápida al baño y revisar la carta que esta le había cedido. - Creo que esto lo hace aún más triste todo.

Marion cogió la carta de manos de Gwen y le dió las gracias. Agradecía el intento, pero había acabado por ser otro callejón sin salidad.

Marion se pensó un momento la propuesta de Lucas. Los escarceos amorosos extramaritales de Ulysses era probable que poco tuvieran que ver con las causas con aquellos asesinos de comportamiento tan extraño, pero tampoco es que tuvieran muchas más pistas. Probó la nueva creación artística alcohólica de Lucas, de nuevo igual de deliciosa, y respondió:

-Sí, eso estaría bien. Llámela, a ver si viene. Y por cierto-le enseñó la carta de Theresa que acababa de recuperar-La profesora de la escuela, Theresa Upton. ¿Sabe si había alguien en quien estuviera interesada?

A Trevor le giraba la cabeza, y no era por el alcohol. Todo aquello le estaba afectando. Detestaba no entender lo que estaba pasando y además del puto te no tener idea de por dónde iban los tiros. 

Se quedó reflexionando y dejó la parte de la interacción social a Taylor, que se le daba tan bien.

Eso si, la mano permanecía en su arma, no quería que lo tomasen desprevenido.

- Oh, por supuesto, deme un segundo para ver si la pobre tiene ánimos. No está en su mejor momento, ¿Sabe?- Contestó el camarero a Marion, mientras esta probaba su nueva mezcla, parpadeando un par de veces a destiempo, casi como si la subrutina que activase sus actos reflejos no fuese del todo bien. - Sobre la señorita Upton... Vaya, no suele venir demasiado por la cantina, peor debo confesar que si nos visitó ayer por la noche, realmente se quedó en el fondo, tomando unos cuantos zumos, mientras nuestro doctor militar, Gorefinger, se desahogaba un poco con servidor. Diría que la profesora lo miraba de soslayo entre botellín y botellín, pero no les vi interactuar de ninguna otra manera. Espere un momento y veremos si nuestra talentosa Delia está disponible.

 Tras hablar así, el androide giró sobre sus talones y pareció abstraerse mirando a la hilera de botellas que tenía frente a sí, pero estaba claro que estaba hablando con la acompañante, empleando algún tipo de extensión domótica que le permitía comunicarse sin tener que ser oído por el resto de la clientela.

Puede que la cabeza de Trebor no estuviese en la mejor de las condiciones, en medio de aquel embrollo y tras salir de aquel posible amago de pelea en una cantina llena de mineros alcoholizados y huraños, pero aun así, sus reflejos seguían estando bien tonificados, siendo capaz de aferrar firmemente el arma cuando una rápida mano trató de aferrarla y arrancársela de entre los dedos. Al mover el brazo como respuesta, arrojó a un adolescente de tez tiznada al suelo.

- Eh... EH... Solo estaba de broma, ¿Vale?- La joven, pues una vez que escuchó su voz, el ingeniero pudo comprobar que se trataba de una muchacha de aspecto andrógino, con ropas masculinas, permanecía en el suelo, con las manos levantadas. El resto de los mineros que compartían la mesa con Taylor y Steadman rompieron en carcajadas, al tiempo que uno le daba una colleja en el cogote a la fallida ladrona. Estaba claro que trataba de impresionar a aquella panda de tarugos, o eso o puede que la hubiesen empujado a intentar hacerse con aquella arma, ya fuese aprovechándose de su borrachera o por alguna forma de chantaje.

- Bert, deja de tocar las pelotas a estos pobres señores y vuelve a tu puñetera madriguera.- Puede que no fuese una joven después de todo, estas cosas a veces son un poco complicadas a simple vista. Querían quitar hierro al asunto y trataban de hacer que los investigadores olvidasen el incidente, como si supieran que cualquier posible indagación a mayores podía apuntarles a ellos directamente.

- Ha costado un poco convencerla, pero Delia tiene que adecentarse un poco antes de bajar. Al menos la maquinaria está en marcha, pero debo decirle que puede que aun así no este muy... Despierta... Si sabe a lo que me refiero... Me temo que la pobbre se ha abandonado a la química, no sé si es la mejor manera de superar todo esto, pero qué sabrá un simple camarero artificial.- Codazo, codazo, guiño.

De eso de abandonarse a la química parecía haber bastante por allí. Y aún después del poco tiempo que llevaban, no le extrañaba mucho. Marion asintió comprensiva, mientras iba sorbiendo su bebida.

-Pues mientras esperamos me puede preparar el último, y así hacemos completo de degustación. ¿Cual me falta?¿El de limón? Algo cítrico suena bien. Parece que aquí todo el mundo toma el té con él, como Gorefinder. Como los marineros en los barcos antiguos, para que los llevaban para evitar el escorbuto. A lo mejor porque también aquí la gente está un poco como los barcos antiguos, aislados meses, sólo los unos con los otros para hacerse compañía, y contando las provisiones en los almacenes para no quedarse cortos antes de reponer. Pero aislados en el universo, en lugar de el mar- La comparación no es que tuviera mucho sentido para nadie que no fuera Marion, pero las bebidas frutales empezaban a subírsele a la cabeza, y parecía ser de la variedad filosófica-melancólica de los efectos del alcohol-. Y hablando de Gorefinder y su té y venir a un bar a beber té para olvidar las penas. Que ya hay que estar dedicado a la abstención, para olvidar las penas con té en un bar. ¿De qué necesitaba desahogarse?

Taylor le indico a Trevor que quizás fuese el momento de guardar las armas, al fin y al cabo ya estaba claro que a nadie le convenía seguir por las malas con ellos.

También parecía el momento de reunirse de nuevo con Marion a ver que estaba averiguando con su charla con el camarero, ya sabían lo que necesitaban, tenían la confirmación de que el tipo andaba ya afectado por algo esta mañana, la noche anterior parecía ser clave, esperaba que Marion hubiese llegado a ese punto.

Le hizo una seña a Trevor, y antes de cerrar la conversación dejó un momento por si el ingeniero quería preguntar algo más.

—Señores, no les molestamos más, disfruten de su descanso y no se preocupen demasiado por nosotros, lo último que queremos es traer más problemas de los que ya tienen a la colonia.

El tono dejaba muy claro que aunque no querían, si que podían ser un jodido problema si fuese necesario.

- JA...- Iba a comenzar a reír uno de los mineros que quedaban en la mesa, pero al momento cortó en seco tras el comentario de Taylor. El resto de los tipos, incluyendo su cabecilla, le miraron con reproche, posiblemente porque se congratulaban de haberse librado del perro de la empresa y no querían tentar a la suerte.

- Oh, Gorefinder, ahí donde le ve se las da de abstemio en el bar y entre sus colegas, pero sé de buena tinta que se dedica a hacer su propio bebercio en la central de comunicaciones. Lo pillaron borracho un par de veces estando de servicio, hubo un quítame allá esas pajas y tras el rebumbio de nuestras recientes muertes, el tipo no sabe gestionar sus ansias. Así que, sí, se dedica a darme charla de barra tomando su té y tan amigos.

Así hablaba Lucas mientras veía cómo Taylor se aproximaba a ellos y preparaba un nuevo mejunje de cítricos para la melancólica pensadora que respondía por Corbín, que posiblemente terminaría perdiendo la posibilidad de librarse de una buena resaca la mañana siguiente. El androide parecía no muy preparado para responder a su peculiar soliloquio sobre la vida en alta mar, pero respondía con una amable sonrisa de ojos sin blanco.

Una joven delgada, rubia, como una Casiopeia que aparentase casi 10 años menos, se deslizó desde unas escaleras que había al fondo del garito, dirigiéndose hacia la barra no sin algún traspies. Estaba claro que ella respondía por Delia, ya estubiese erguida contra la barra o tirada en el suelo tras tropezar a medio metro de ella.

- LUCAsssssss...- Tenía la lengua hinchada y una carraspera que haría pensar que llevaba días sin hablar con nadie. - ¿Me.. Llamaste y te contesté, verdad? ¿O fue ayer?- La muchacha trataba de erguirse como podía.

Por lo que había contado Lucas, no había esperado encontrar a la chica en demasiadas buenas condiciones. Pero el estado de aquellos despojos humanos era peor de lo que había imaginado. Aunque un buen recordatorio de la importancia del comedimiento en la ingesta de compuestos destinados a entumecer el pensamiento. Cuando preparó su nueva bebida, la dejó sobre la barra. Quizás, después de todo, había tomado suficiente por hoy.

Se acercó a Delia e intentó ayudarla a sentarse en una silla junto a la barra, esperando que el doble soporte del asiento y la barra sirviese para que al menos no acabara en el suelo. Un ejercicio, el de ayudarla a sentarse, no muy fácil para alguien cuyo equilibrio tampoco estaba en su mejor momento.

-Llamó porque se lo pedí yo-le explicó a Delia cuando por fin la tuvo aposentada, entre bocanadas de aire, mientras intentaba recuperar el resuello tras la sesión improvisada de gimnasia desincronizada-Nos han traído a investigar los asesinatos-algo que probablemente casi todo el mundo en el asteroide ya sabía, pero dudaba que en su estado la chica supiera ni donde estaba-. Ya sé que es difícil, pero quería hablar con usted de los últimos días del capataz Norton.

La joven, algo confundida, trataba de aclarar su nublado juicio mientras se dejaba guiar por aquella voluntariosa desconocida.
- Sssssiempre he confiado en la bondad de los dessssconocidos.- Rio para sí. - Es usted guapa, ¿Trabaja ahora aquí?- Su lengua parecía recuperarse, pero no sú entendimiento, hasta que, tras unos segundos sentadas, pareció entender las palabras de Corbin. - Oh, los asesinatos ¿No son horribles? Estás... Estás queriendo a alguien, hablando con él tranquilamente y ratatatatata... No está, ¿No?- Su risa nerviosa y ojos brillantes, así como su confusión, no eran nada atractivos, peor uno podía ver por qué Norton se había volcado en ella no hacía tanto. - A Ulysses le pasó, ¿Sabe? Tal vez el le sabría decir más, o... No, creo que realmente no... ¿Sus últimos días, dice? 

Debería haberlo sabido. Con una mente que las drogas habían desperdigado en trocitos a través del tiempo y el espacio, difícil iba a ser que se centrara en el aquí y ahora. Aún más cuando precisamente la razón de tomarlas era olvidarse de que los últimos días habían existido. No quería decir que Marion no lo intentara. Aunque quizás era mejor olvidarse de los asesinatos.

-Ulyses, sí. He oído que los dos son amigos. Aunque a veces a las mujeres no les gusta que sus maridos tengan amigas. ¿Nunca le ha protestado su mujer a Ulyses? ¿O es de las que le da igual lo que su marido haga fuera de casa?

- Oh... Su mujer... Es tan guapa... Hay quien dice que se parece a mí... Pero con esas marcas que dan carácter... Y experiencia y tal... A mí me gusta mucho Casio... Casipea... Diablos, su nombre siempre me traba la lengua. Ponme algo de beber, Lucas... Paaaaaaaaarfavaaaaar... Jijiji.

El androide miró a la muchacha, no con reproche, peor si con pesadez, algún tipo de reflejo programado para poder mantener a a raya a los borrachos o alguna subrutina similar.

Se puso una mano ante la boca mientras alargaba la otra hacia la barra, moviéndola a rriba y abajo, como apremiando al camarero. - No es de verdad, ¿Sabes? Lucas no es de verdad, puede parecer un poco siniestro, peor es un buen muñeco... Jijijiji.

No había bajado el volumen, así que Lucas la oía perfectamente, pero qué iba a responder ante aquello. Marion pudo ver cómo el camarero abría una botella de agua, vertiendo aquel líquido e inocuo líquido en una copa de cocktail, que depositó en la mano de Delia, dándole unos golpecitos en el dorso para que cerrase los dedos y no se le cayera al suelo.

- Nuestros últimos días... ¿Casio? Yo creo que le caigo bien, pero claro, no sabe de la misa la mitad, ¿No? O tal vez si... Veras, creo que no soy la primera amiga de Ulysses, y otras lo tuvieron jodido, pero con ella, pero porque no se parecían a Casposea, no como yo.- La muchacha dio un sorbo a su copa y sus ojos se tornaron casi blancos. 

Acto seguido, una copa salió volando por encima de la barra, Lucas la pilló al vuelo, pero su contenido ya había caído al suelo, trazando un grácil arco invisible para quien no estuviese predispuesto a verlo. - Muy gracioso, puto muñeco, muy gracioso.

Lucas no respondió nada, pero se dirigió a un panel de interruptores y bajó y subió los dos primeros repetidas veces, haciendo que el interior de D'Place se tiñese de sombras y fogonazos por unos instantes, cuando volvió a hablar había un eco en su voz más propio del sonido de un megáfono. - Venga, príncipes y princesas, ha sido un día muy largo y tenéis que recargar pilas para aguantar mañana en los piquetes, porque no voy a ser yo el que vaya a liarla parda por vuestros derechos. Cierro en diez minutos. No se servirán más consumiciones.

- A mí me pondrás una de verdad para quitarme el mal sabor de boca, ¿No, hijo de puta?- Delia was not a happy bunny.

Había sacado de la chica lo que había podido, era hora de irse. Y el cierre del bar era una buena excusa para tomar un poco de aire fresco. O como fuera que estuviera el aire reciclado del asteroide. Aunque tenía la impresión de que se le olvidaba algo. Buscó en la mochila su libreta de notas. Había preguntado por Upton, de la que habían encontrado una carta en papel de aquel sitio. Y por Norton, su amiga, y sus encuentros en el local. Y con la Jefa de Seguridad...Marion suspiró al repasar la lista de pruebas y ver la mención de la caja de cerillas del bar. ¿Merecía la pena incluso mencionarlo? A estas alturas, no esperaba otra cosa que un callejón sin salida o, peor aún, más misterios.

-De acuerdo. última pregunta y nos vamos. Había-le dijo a Lucas, con aire cansado-una caja de cerillas de este bar en la casa de la Jefa de Seguridad. ¿Venían por aquí ella o su prometido a menudo?¿Algo digno de mansión de cuando visitaban el bar? ¿Amantes?¿Reuniones sospechosas?¿Mención de planes de asesinato?

Lucas, que seguía recibiendo estoicamente los insultos y gracias de rigor de los lugareños, ante aquella expulsión, anunciada, pero que debía obedecer a los ritos de los borrachos más reticentes, como se estableciera en la primera cantina de la historia de la humanidad, se giró, con su perenne sonrisa sin alma, hacia Marion. 

- Oh, me temo que el bueno de Wren tiene una larga y amarga historia con nosotros... Bueno, conmigo no, con las botellas de las que le solía servir, ¿Sabe? Verá, Harcourt abusaba bastante de la bebida, mis rutinas de seguridad para prevenir posibles problemas de salud si no se calmaba un poco saltaban cada vez que el hombre entraba en el D'Place, y el tipo era de los que más violentos se ponían cuando le leía la cartilla, pero eso fue hasta hace un año. 

La gente iba saliendo, alguno incluso tirando sus vasos, con fuerza y toda la intención contra el suelo, pero por algo Lucas podía ser considerado por muchos el camarero perfecto, no iba a hacer otra cosa al respecto que no fuese simplemente limpiar la mugre, vómitos y cristales que dejasen a sus espaldas, a no ser que alguien atentara contra la integridad de otra persona, o en casos extremos, que atentaran contra él.

- Verá, por lo que tengo entendido, la señorita Lu y Wren llevaban como dos años comprometidos, incluso con dos fechas de boda que terminaron anulando, así que ella le acabó arrinconando y diciéndole que o ella o la botella, y algo debió de pasar ese día que, contra todo pronóstico, el tipo se tomó la amenaza en serio y reculó, incluso llegando a exigirme que añadiese a mi programación un comando especial para que le abofetease cada vez que me pidiese una bebida alcohólica. Ni que decir tiene que tal opción es completamente imposible, pero era una broma que manteníamos, y desde ese día, se volvió otro aficionado a los tés, infusiones y zumos de esta santa casa.- Lucas volvió a guiñar su ojo, completamente carente de blanco, a Marion. - El día anterior a la desgraciada tragedia pasó por aquí un rato, peor no puedo decir que viese nada que me hiciese sospechar lo que finalmente terminaría pasando.

El resto de los parroquianos ya habían abandonado las oscuras entrañas de D'Place, Delia se deslizó de vuelta a sus aposentos, Y Lucas dejó encendidas solo las luces que iban a dar a la puerta de salida, dejando claro que el resto del lugar quedaba vetado a todo aquel que no pudiese ver en la oscuridad, como seguramente el podría hacer.

¿Té otra vez? ¿Era una casualidad, o había algo ahí? Marion iba rumiando la coincidencia mientras se dirigía a la salida, pero cuando ya llegó al exterior decidió que iba a dejar las divagaciones sobre posibilidades a la Marion del futuro. La que, esperaba, se levantaría mañana descansada, fresca, sin dolor de cabeza y sin el retrete como su mejor amigo mientras vaciaba todo lo que  se había metido dentro desde que había llegado al lugar. Probablemente, sin embargo, le tocaría una futura Marion a la que no le caería muy en gracia la de hoy, pero no se podía complacer a todo el mundo, y ahora mismo eso no era problema suyo. Había sido un día muy largo. Hora de encontrar una cama  (con suerte, la suya) y dormir un rato.

Los tres investigadores salieron de la cantina, con la inseguridad de no saber si habían conseguido alguna respuesta o solo más preguntas. Al menos Marion tenía alguna pista que seguir, si era capaz de recordar aquel pálpito momentáneo. Taylor y Trevor la flanqueaban inconscientemente, tanto porque iba haciendo eses como porque casi esperaban que ella supiese el camino más corto a los barracones mejor que ellos. Aun así iba a ser otra persona la que les indicase el mejor camino para su breve periplo...

Lucinda, la misteriosa encargada de comunicaciones que les había servido de cicerone al llegar al asteroide, se dirigía en su dirección, con su sempiterna visera calada casi por debajo de los ojos que no le debía impedir ver, pues cuando ellos dieron un par de pasos más fuera, ella metió el turbo para abordarlos. Se la veía nerviosa.

- Me temo que traigo malas noticias. Me han pedido que les informe de que, tras la muerte de la señorita Upton, su sueldo ha sido reducido en un 10%. Desconozco cuál sería la suma o los motivos reales, pero tras informar del homicidio de la profesora, nos han pedido que les comunicásemos este cambio de planes. No nos han dado más especificaciones o motivos.

La mujer se encogió de hombros mientras avanzaban los pocos metros que les separaban de los barracones. Les informó de que ella también había terminado su jornada, sin dar más especificaciones personales sobre cómo le había ido o cómo se sentía. Tras entrar en el edificio, les acompañó hasta las camas que les habían preparado, donde se encontraron sus valijas desparramadas sobre los colchones, con la palabra TRAIDORES escrita con pintura verde fosforescente en el suelo, ante ellas.

- No hay mucho con lo que divertirse aquí, qué quieren que les diga, menos ahora, pero no creo que estas bromas vayan a escalar mucho más allá, dejen que se acostumbren a ver sus caras por aquí y se les pasará en dos días.- Les dijo la mujer, marchando hacia su propia cama.

-Estupendo, estupendo. Seguro, claro. Seguro. Sin problema- Fue mascullando Marion monótonamente al oír lo que les iba diciendo Lucinda, mientras intentaba arreglar el desastre de sus cosas sobre la cama, e intentaba devolverlo todo a sus valijas en algo parecido al orden.

Se dio por vencida tras un par de minutos. Estaba cansada, molesta por la falta de resultados y lo único que quería era irse a dormir después de un día de haber hecho todo lo que había podido. Y según le acababan de decir, no le pagaban lo suficiente para cosas como la formalidad, la imagen profesional o incluso la dignidad. Y si seguían bajándole el sueldo, no estaba segura de qué más iba a considerar que no estaban pagándole.  Así que, tras apartar las cosas más frágiles, se limitó a empujar todo lo demás al suelo; resumió para los otros en unas cuantas frases secas lo que había oído en el bar mientras se quitaba chaqueta y zapatos, y luego se metió en la cama sin ni siquiera cambiarse de ropa.

El análisis de las muestras de té podía esperar a mañana a primera hora. No es como si fueran a escapar.