Partida Rol por web

Mientras Abdali mataba algunos zombis cercanos, el resto de sus compañeros se enfrentaba a los dos Ogros no-muertos. Aquellas criaturas bestiales, pese a su lamentable condición parecían resistir todo tipo de golpes y ataques. 

El resto de los viajeros parecían resistir el ataque de aquellas criaturas muertas. Una mezcla de cadáveres andantes entre los que se podían distinguir rostros y armaduras élficas a la par que las toscas mandíbulas orcas con sus armas mucho más siniestras, cubiertas de barro y sangre. Jamna se había subido a uno de los carros no muy lejos de donde estaba Endozal escondido y había comenzado a disparar con su ballesta a todo enemigo que se acercaba. De vez en cuando se giraba hacia el humano para dedicarle una sonrisa aunque parecía tomarse en serio aquella terrible situación.

Los ogros atacaron a los dos oponentes que se habían cruzado en su camino, pero los espíritus brillantes que parecían compuestos por piezas y tornillos hechos de luz parecían evitar que les dañaran, protegiendo a los aliados del forjado y dañando a los dos ogros cuya piel se iba abriendo como si fuera tela pasada.

Las cosas se habían inclinado ligeramente a su favor, pero las dos moles que Égida y Airic tenían en frente no eran un problema menor. Uno de los dos ogros estaba mucho mas golpeado, asi que el noble decidió concentrar sus esfuerzos para tratar de derribar a uno. Alzó la punta de su espada y arremetió hacia adelante clavando su punta aunque no tan profundo, Luego al retirar la espada, la dejó en alto, usando la hoja para defenderse de un posible próximo ataque. 

Abdali intentaba darse prisa por alcanzar al resto de enemigos, pero el suelo pantanoso parecía agarrarle de las piernas para que no consiguiera su objetivo. Consiguió a duras penas alcanzar lo justo para dar un mandoblazo.

La energía que había canalizado sobre sí mismo, tomando forma de pedazos de metal brillantes que actuaban como cuchillas giratorias, fue mucho más efectiva de lo que pensaba en un principio, y permitía que aquellas monstruosidades se mantuvieran alejadas. Era hora de seguir combatiendo con todas sus fuerzas.

Descargó una llama contra el ogro a su diestra mientras, por el rabillo del ojo, veía cómo Airic combatía al otro y Abdali se unía a la refriega. La llamarada fue más grande de lo que estaba acostumbrado, y se preguntó si no se estaba volviendo cada vez más poderoso y diestro en controlar la energía que imbuía su armadura.

Ante sus ojos pocas cosas se escapaban y comenzaba a irritarle que Jamma no le quitara ojo, sin embargo, en la batalla contra la muerte eran todos aliados y la mujer estaba haciendo un buen trabajo.

Sólo quedaban los dos no muertos enormes y por suerte aún no habían dañado a sus compañeros. Ábdali iba ya de camino presto a ayudarles mientras que Airic y Égida mantenían la posición y luchaban con presteza. Tras atacar Airic a uno de los ogros lanzó una finta contra el segundo ogro que dejó indefensos sus puntos vitales.

Endozal sólo necesitaba unos segundos para disparar dos virotes a las partes blandas de aquella horrible criatura perforándola en el cuello y en el pecho. Tras el disparo no pudo evitar volver a mirar la manufactura de la ballesta que Égida le había preparado. Poco peso y un equilibrio perfecto para apuntar y con la ayuda de Airic era imposible fallar un golpe.

Se había quedado un tanto atrás por lo que avanzó hasta el camino y la caravana pasando cerca de dónde estaba Jamma para que no le sorprendiera nada en el bosque.

El grupo, pensando que el primer Ogro caía bajo los golpes de Airic se concentró en el otro. Tras varios ataques lograron derrotarlo, pero de pronto el monstruo que había caído de rodillas ante el noble se alzó golpeandolo con tanta fuerza que la maza, podrida, se partió contra la armadura de Airic. Herido, pero al menos había sobrevivido a un golpe que a cualquier otra persona lo hubiera dejado mal herido y fuera de combate.

El guerrero calishita tomó posición frente al ogro que quedaba en pie, intentando acabar con él antes de que machacase más al vapuleado noble.

Dos fuertes mandoblazos hendieron la putrefacta carne de la criatura.

El ogro cayó bajo el acero de Abdali y el resto del grupo continuó luchando contra los zombis que no paraban de salir de aquel pantano maldito. Por suerte al cabo de unos minutos las carretas pudieron ponerse en marcha mientras los hombres y mujeres la defendían contra los muertos. Finalmente se alejaron del peligro, dejando atrás los cadáveres que andaban renqueantes hacia ellos hasta perderlos de vista. Habían salido con vida casi todo, aunque al menos media docena de trabajadores había muerto en el ataque, bajo las armas oxidadas de aquellos guerreros no-muertos.

La suerte había caído de su lado y Endozal respiraba tranquilo, cuando empezaron a salir los zombis se había centrado en derribarlos pero ahora en frío comenzaba a evaluar la situación y a darse cuenta de que en este lugar podían haber aparecido muchísimos más y haberlos superado totalmente en número. Un trago por el que le gustaría no volver a pasar.

Saludó a Jamma con la cabeza y se quedó en los carros esperando a que sus compañeros volvieran al camino pues prefería no acercarse a aquellas criaturas de la muerte. Mientras volvían abrió su mochila para reponer sus virotes gastados y contar los que le quedaban. Esperaba que suficientes si no tenían que pasar noche en aquel lugar.

Égida se sentía muy satisfecho consigo mismo por la forma en que había manejado la situación. Su nuevo escudo funcionaba a la perfección y esa energía que le imbuía cada vez era más letal. Sobre todo contra criaturas que parecían reacias a permanecer muertas.

—Déjame echar un vistazo a tus heridas, Airic —comentó el forjado, haciendo uso de sus dones curativos*.

Tras poder parar y recuperarse, lamentándose de los hombres y mujeres que habían muerto en aquel horrible ataque, la caravana se puso en marcha una vez más. Apesadumbrados, rodeados por aquel pantano al que se iban internando, cada vez más oscuro y lúgubre el grupo avanzaba lentamente por el camino en dirección a la Posada de Carnath. 

Habían pasado algo mas de una decana cuando el grupo avistó el lugar. La Posada de Carnath era un recinto que servía como posada en el camino comercial entre Aguas Profundas y Neverwinter en los días que florecía el comercio. El campamento de trabajo era exactamente lo que parecía ser: un depósito de suministros para los constructores de caminos. Aunque estaba claro que era algo más: un punto de contrabando del culto proveniente del sur. 

Cuando los carros fueron llegando iban siendo llevados dentro del recinto de uno en uno o de dos en dos para su descarga y luego los trasladaban al exterior para su estacionamiento. El recinto estaba lleno de alimentos, madera y una gran infinidad de suministros en cajas y barriles. El material que no se podía dejar expuesto al clima frío y húmedo o que era especialmente valioso se guardaba en el almacén (zona 3 del mapa de abajo). El clima húmedo hacía que el suelo del patio fuera fangoso, excepto cuando la temperatura caía bajo cero. Entonces el lodo se endurecía y formaba caminos irregulares llenos de escarcha. Mantenían una ruta abierta desde la puerta hasta los establos para que los animales se pudieran mover, excepto en los momentos de mucha concurrencia que se abría una ruta bajo el balcón, frente a las habitaciones. 

Un capataz semiorco al que llamaban Bog Luhz iba dando órdenes de donde dejar las cosas e indicaba a los nuevos, rápidamente y sin prestarles mucha atención donde podían dormir y dejar sus cosas.

Airic cayó de espaldas tras el golpe del ogro, y respirando con dificultad. Se arrastro hacia atras y lanzo un corte que dio en la pierna de la bestia. Totalmente innecesario, Abdali ya había acabado con el.
Se quedó en el piso acostado, recobrando el aliento cuando Egida se acercó a curarlo. Se miro a si mismo y vio el peto de su armadura abollado y con varias secciones de cota de malla saltadas, tras agradecer la curación le hizo un chiste al forjado -vas a tener trabajo esta noche- le dijo al forjado mientras le ayudaba a levantarse. 
Luego miró a la caravana y a todos sus compañeros -Buen trabajo, se han desenvuelto excelentemente ante esto-. Hizo una pausa por los miembros caidos, en señal de respeto. -Tenemos que seguir antes que vuelvan a salir mas zombies-
Airic comenzó a caminar al frente de la caravana, entonando una canción muy relajada. De apoco los pesares de todos los presentes empezaron a hacerse mas ligeros, las penas se hacían mas soportables y el viaje parecía menos agotador.

Ya en la posada, Airic se las arregló para conseguir una habitación en el piso superior, bastante mas acogedora que las del depósito. Luego de acomodarse, volvió a encontrarse con sus compañeros.
-Seguramente el tesoro de los cultistas está en el depósito- Comentó en voz baja. -Quizás podríamos meternos a hurtadillas a ver que traen, y ver si es cierto que transportan algún artefacto. Endozal, eres por lejos el mas sigiloso aquí, pero me las puedo apañar para acompañarte si me saco la armadura, y si hay guardias, puedo sacarlos del medio con un par de pases mágicos.

El guerrero calishita no estaba en aquel lugar por lo que aparentaba; un mercenario que protegía un cargamento. En realidad, como sus compañeros ya sabían, era un miembro novicio de la Orden del Guantelete y estaba en aquel lugar para averiguar todo lo que pudiera sobre el Culto del Dragon y lo que pensaban hacer con el tesoro robado en la provincia de Eltugard.

El problema que se le presentaba ahora es que no sabía cuál iba a ser el siguiente movimiento. Parecía que les habían contratado tan solo hasta aquella posada. ¿Es que acaso la mercancía se quedaría ahí? ¿Con qué fin? ¿Vendría un dragón a recogerla para llevársela a su guarida y hacerse una cama nueva?

La investigación y el subterfugio no era el punto fuerte de Abdali así que prefirió dejárselo al noble y al cocinero.

Por su parte hizo lo único que se le ocurrió que podría ayudar a no perder la pista de la mercancía; fue a pedir trabajo al capataz semiorco que parecía encargado del lugar.

- Ejem, ejem,- carraspeó según se aproximaba a la autoritaria figura.- ¿Señor Luhz? Verá, fui contratado desde Nidoverde para reunir la mercancía, ya sabe -"guiño, guiño"- y como no me quiero quedar sin trabajo, me preguntaba si le pudiera ser útil de alguna forma. Manejo bien la espada y puedo cargar con lo que me ordene, por una modesta suma.

Égida compartía con Abdali los pocos recursos en sigilo y subterfugio, pero sabía que era grande y llamaba la atención, así que aprovechó que había más de un par de ojos mirándole para hacer todo el ruido posible. Metafóricamente hablando.

—¿No está el dueño por aquí? ¿O sólo está ese capataz? —preguntó en voz alta. Luego, señaló las puertas de la entrada con desaprobación y las columnas de la zona de establos—. Este sitio se cae a pedazos, ¿es que aquí no hay nadie que haga mantenimiento? Puedo encargarme de algunas cosas antes de que caiga la noche a cambio de una habitación, y me aseguraré de que todo esto pase el invierno como si estuviera nuevo.

Su intención era tener via libre para caminar por donde quisiera haciendo el suficiente ruido para que tanto Airic como Endozal pudieran pasar más desapercibidos.

Miró al gran semiorco y le saludó sin mucha ceremonia mientras dejaba que los comerciantes fueran moviendo su mercancia a dónde se les indicaba, estudió la zona, trató de no perder ojo a la mediana, qué posiblemente les daría alguna pista sobre la mercancia. No tenía nada claro lo que pasaría después de llegar allí, si continuarían en una caravana o se separarían de esta e irían por su cuenta.

Endozal se encogió de hombros al oírle decir a Airic que era el más sigiloso, sus intentos hasta ahora no habían sido demasiado buenos a la hora de espiar pero haría lo posible. Se quedó un poco a cuadros con el modo de actuar de Abdali y sin embargo, le encanto la propuesta del forjado. Había estado en la forja con él y sabía del ruido que se podía montar al arreglar cosas. Incluso, no sólo les podría ayudar con el ruído, sino llegar a sitios en los que ellos tendrían dificultad de llegar.

No había que ser un lince para darse cuenta, pero quedó claro que el capataz era un miembro del culto cuando se fijaron en la vaina que tenía en la cintura. Estaba decorada con una pieza metálica que representaba a un dragón muy parecida a las que el grupo había encontrado meses atrás en la cueva donde vivía Frulanth Modanth y criaban los huevos del dragón. 

El semiorco no parecía muy agradable y apartó a Abdali con la mano cuando se acercó a él.

- Venis a proteger el carro y lo habéis hecho, más o menos... ya me han contado que murieron seis personas en el camino. Ya tenemos trabajadores aquí y se les paga por ello, vosotros buscaos una cama y si queréis algo de comer id a pedirle algo a "Cartilago" Pete en la cocina-dijo haciendo algún aspaviento- Vuestra caravana saldrá en dos o tres días de vuelta al sur, así que no molestéis hasta entonces.

Después se acercó a Égida y lo miró de arriba a abajo casi enfrentándose a él, con una mueca de desaprobación.

-No se que demonios eres ni como puedes hablar. Ni tampoco me importa-le espetó- Lo que necesita reparación es el maldito camino. La posada de mierda esta se ha mantenido bastante bien hasta ahora, no veo porque iba a necesitar que un cacharro como tú hiciese nada con las puertas o en el establo, no quiero que lo tires abajo-dijo poco convencido aunque en realidad Égida podría hacer un buen trabajo reforzando algunas zonas pero el capataz no parecía fiarse de nadie.

Tenían dos o tres días de estancia en aquel lugar y el capataz semi orco era de todo menos agradable y más teniendo en cuenta al grupo que pertenecía. A Égida también lo rechazó, iba quedando claro que a pesar de tener que estar allí eran totalmente intrusos en aquel lugar y deberían de tener mucho cuidado de dónde metían las narices.

Cómo punto de partida y después del largo viaje, estaba seguro que Abdali no rechazaría pasarse por las cocinas a comer algo así que lo propuso al grupo. - Antes de ir a descansar, podemos ir a comer una comida caliente de cocina. Tantos días de viaje sin nada bien caliente que meter al cuerpo merman a uno. les sugirió.

Abdali vio que no había nada que hacer, por lo menos por su parte así que le pareció una genial idea esperar a ver qué averiguaban sus compañeros mientras llenaba la barriga.

- Tienes toda la razón contestó a Endozal. No es bueno irse a dormir con el estómago vacío.