Partida Rol por web

Airic recibió el corte  y respondió de inmediato con un corte en medialuna que no solo hirió al objetivo del ataque sinó que también propinó un corte al otro lagarto que atacaba al noble.
El lagarto enfurecido trató de acuchillarlo, pero el noble paró el golpe con su espada, enganchando el arma de su oponente con el guardamanos y tirando de ella. El lagarto trastabilló y Airic se aporto un poco dejando un tiro limpio para Endozal quien capitalizó el golpe incrustando dos virotes en la desdichada bestia

Endozal y Airic acabaron con los dos lagartos que atacaban al noble sin mucha dificultad. Los hombres lagarto que quedaban siguieron combatiendo como podían. Comenzaron a atacar pero sus cuchillos de piedra y hueso no parecían ser suficientes para atravesar el duro armazón de Égida. Abdali no tuvo tanta suerte ya que, acostumbrado a la lucha con oponentes armados, logro esquivar sus cuchillos pero no pudo evitar sus dientes y garras. Al igual que Airic que concentrado en ayudar a sus compañeros para superar a sus enemigos, fue herido levemente.

Abdali mató a un hombre lagarto más lo que hacía que las cosas estuvieran más igualadas pues ya solo quedaban tres reptiles con los que acabar.

En aquellos momentos habría querido lanzar un grito de ánimo a sus compañeros, quienes lo estaban haciendo especialmente bien, pero recordó que deberían estar lo más silenciosamente posible. Rogó a los dioses que aquellas paredes fueran lo suficientemente gruesas y el sueño de los viajeros lo más pesado posible.

Apartó a un hombre lagarto de un empellón para descargar sobre él otra descarga de llamas y se preparó para el ataque de su compañero.

Habían eliminado a la mitad de aquellas criaturas, volvió a intentar aprovechar la ayuda de Airic en combate, pero había demasiado movimiento ante ellos y acabó fallando el disparo por miedo a dañar a sus compañeros, sin embargo, a Égida le tenía más cerca y el ver cómo se iluminaba con fuego uno de ellos sirvió para hacerle más visible el objetivo y disparar contra él haciendo que el virote perforase su cuerpo y posiblemente hiriéndolo de gravedad por la acción combinada de los ataques.

Trabajando en equipo Airic y Endozal eliminaron a 2, pero un tercero se abalanzó sobre Airic lastimándolo nuevamente . Los cortes eran leves pero la sumatoria de golpes estaban empezando a hacerlo sentir un poco agotado. Tomó fuerzas y lanzó un golpe que dio de lleno en el abdomen de la bestia, luego retiró la hoja y con un movimiento rápido dió un golpe en la cara del lagarto dejándolo desorientado para que Endozal o Abdali tuvieran fácil sus ataques.

-Ríndanse y no los mataremos- Advirtió Airic a las bestias en lenguaje dracónico.

Abdali continuó golpeando a los hombres lagartos, pues una vez se empezaba era difícil parar.

Égida quemó vivo a uno de los lagartos y estos enseguida reanudaron sus ataques. Cuadno les hablaron en su propio idioma los dos hombres lagartos que quedaban dudaron unos instantes.

-¡No!-dijo uno de ellos al otro- ¡La muerte negra nos matará!

Y continuaron en su empeño de matar a los aventureros pese a que solo quedaban dos de ellos. Airic hirió a uno que Endozal remató. El que quedaba se lanzó a por Abdali, pero apenas le hizo un rasguño antes de que el guerrero calishita lo destrozara con su espada.

Después todo quedó en silencio. El grupo miró a su alrededor, aún no sabían si alguien de Carnath les había oído. Miraron rápidamente por el almacén y no tardaron en descubrir como habían llegado esos hombres lagarto allí. Una trampilla abierta llevaba a un túnel subterráneo. Por ahí debían entregar los tesoros del culto del dragón a, por lo visto, unos hombres lagarto. Si querian saber a donde llevaban no les quedaba otra que seguir aquel túnel y descubrirlo por si mismos.

Si tuviera pulmones, Égida estaría respirando con dificultad. Una cosa era combatir en espacios cerrados contra criaturas de pesadilla; pero además, teniendo que hacerlo conteniéndose lo más posible para no alertar a los viajeros y miembros del Culto cercanos, añadía una dificultad adicional al enfrentamiento. Por fortuna, los aventureros salieron muy bien parados de todo aquello.

—Es una pena que no quisieran rendirse —comentó, tomando nota mental de esa "muerte negra" que mencionaron. Se acercó a Airic y Abdali—. ¿Queréis que os eche un vistazo a esas heridas antes de bajar?

Por suerte habían actuado deprisa y la batalla no se había extendido mucho. Aún así había fallado muchos de sus disparos. No se sentía cómodo en lugares tan estrechos. Durante la batalla había oído a Égida y Airic hablar en algo extraño y cuando este habló de que no se rindieron Endozal supuso que trataron de decirles.

Trató de agudizar los oídos por si en el exterior del almacén se oía algún tipo de ruido de alguien que viniera hacia ellos y luego se acercó para recoger el kit de cerrajero que había dejado caer antes de que iniciara la batalla y entró a mirar lo que había en el interior.

Mientras Égida miraba las heridas de Abdali y Airic, Endozal trató de mover los cadáveres de los lagartos al interior de la habitación cerrada para que no estuviera a la vista.

- Pues, si no es mucho pedir...- contestó al forjado. En realidad había recibido unos feos tajos y mejor tratarlos ahora que tenían un breve descanso. A saber qué se encontrarían por el túnel subterráneo.

—Sin problemas —respondió el forjado, que pese a que Airic no comentó nada, veía sus heridas y canalizó la energía curativa a su alrededor para que sirviera como un bálsamo para los cortes y hematomas. No les pondría como nuevos, pero no sabía qué había tras esa trampilla y no quería arriesgarse a quedarse sin fuerzas antes de entrar en algo más peligroso.

Tras curar sus heridas y asegurarse de que nadie les iba a seguir, al menos hasta que descubrieran los cadáveres horas después, el grupo se internó por aquella oscura trampilla. Esta daba a un largo, húmedo, y angosto túnel que se perdía en la oscuridad durante casi un kilómetro. Parecía vacío y, por lo tanto, fuera de peligro. El grupo avanzó lentamente, agachados por aquel pasadizo hacia lo desconocido para encontrar, quizás, el lugar donde el culto escondía aquel tesoro y así podrían desbaratar sus planes finalmente.