Partida Rol por web

El grupo hacía guardia mientras Endozal con la ayuda de Abdali. Se habían asegurado de que la luz no llegara al exterior y se mantenían en silencio para no alertar a nadie. Tanto era así que en medio de aquel silencio de pronto escucharon algo. Unos pasos, unas voces que susurraban solo que estas venían del interior de la cámara a la que estaban intentando acceder. Debían ser varias personas por lo que oían aunque no podían entender lo que decían.

Endozal les hizo un gesto de que la cerradura ya había cedido. Podían entrar pero... ¿Quién demonios había ahí dentro?

Alarmado de que hubiera gente al otro lado de la puerta que estaba cerrada con llave miró a los demás con asombro. ¿Serían de las personas que habían secuestrado y habían sido parte del convoy? Le parecía muy extraño pero más lo sería si hubiera guardias encerrados, por lo que apoyó su oreja en la puerta y trató de escuchar y diferenciar las voces para saber que podían esperarse al otro lado.

Las voces hablaban en un idioma que Endozal era incapaz de entender. Siseaban, chasqueaban la lengua y susurraban mientras se movían en sigilo. En ese momento recordaron que "Cartilago" Pete les había hablado de que por las noches "escuchaba a las ratas susurrar". Solo que aquello que estaba ahí dentro parecía más grande que un puñado de ratas.

—Salgamos de dudas sobre qué hacer —Égida se concentró en lo que había a su alrededor, pero sobre todo buscaba respuestas en lo que se escondía tras esa puerta. Las energías divinas que enarbolaba le permitían conocer la naturaleza de las criaturas que le rodeaban, incluso si había algún objeto maldito o consagrado.

Por desgracia no salieron de dudas. El hechizo no emitió brillo alguno, ni marcó ningun aura. Sea lo que fuere que hubiera allí dentro no parecía tener una naturaleza maléfica o divina.

-Dejame ver si yo los entiendo- pidió Apidi y posición su cabeza también cerca de la puerta para escuchar. El noble hablaba draconido, y siendo el culto del dragón, era probable que estuvieran hablando en ese idioma

Abdali no era muy listo pero le asaltó una duda; si la puerta estaba cerrada con llave ¿Cómo habían entrado? ¿Serían guardias del culto que se habían quedado dentro a vigilar la mercancía? Pero, en el tiempo que compartió con ellos, ninguno hablaba tan raro que él recordase.

Tenían dos opciones, esperar ahí a escuchar o entrar. Pero entrar supondría enfrentarse a ellos y eso armaría mucho ruido.

Abdali puso la oreja como Airic a ver si conseguía por lo menos distinguir de cuántos individuos se trataba.

Endozal se quedó pensando tratando de identificar que criatura podría ser.

Égida tomó su escudo y se posicionó en primer lugar.

—Terminemos cuanto antes con esto —habían enfrentado a dragones, lo que escondiera ese lugar no podía ser peor que el aliento de Lennithon. Hizo señales a sus compañeros para que se prepararan para combatir y abrió la puerta.

Endozal asintió se echó atrás y preparó su ballesta para abatir al primer enemigo que se mostrara hostil. - Sed rápidos y contundentes. Si armamos alboroto tendremos un problema. les avisó. - Sorprendedles.

En cuanto Égida abrió la puerta vieron la luz de una antorcha en el interior. Varias figuras se movían en el interior, encorvadas. Reptiles, lagarto del tamaño de humanos estaban allí dentro. Endozal en cuanto los contempló, disparó su arco aunque las flechas no alcanzaron su objetivo. Uno de los hombres lagarto había cogido una de las cajas del almacén y la flecha se clavó en ella. El hombre lagarto dejó caer la caja y desenfundó un cuchillo hecho con alguna especie de hueso o piedra. Los otros lagartos ya estaban preparados para atacar, parecía que les habían oído mientras se preparaban para entrar y no parecían tener cara de buscar amigos.

Airic cargó Rápidamente contra los lagartos haciendo un barrido con el lomo de su espada en lugar del filo pero el golpe salió desviado y la victima pudo esquivarla. Sin embargo, logró engancharlo con su escudo y hacerlo trastabillar, quedando expuesto a un ataque de sus compañeros.
-Dejen al menos uno vivo, por si saben hablar-

La puerta se abrió y seis especies de hombres lagarto aparecieron apelotonados en la habitación. Endozal dejó escapar su virote pero acabó clavado en una caja. Airic se lanzó al vuelo contra ellos y tras el otros dos virotes volaron por la zona impactando en el escudo del enemigo.

El combate empezó cuando Airic se lanzó a por uno de los hombres lagarto aunque no logró herirlo lo dejó expuesto. Las flechas de Endozal fallaron. Uno de los lagartos se lanzó hacia Endozal tratando de acuchillarle y golpeandole con los picos que tenía su escudo echo también con huesos o el caparazón de alguna criatura. Los otros se lanzaron a por sus compañeros Atacando dos a Airic, dos a Abdali y uno a Égida. Aunque lograron repeler su ataque y el único que sufrio una pequeña herida fue el noble al que alcanzaron en el antebrazo.

Abdali se quedó muy sorprendido ante la reacción del cocinero. había creído que era una buena y sensata persona, pero lanzarse al ataque sobre un grupo que no conocían de nada cuando encima debían ser silenciosos, le pilló totalmente por sorpresa.

Eran feos, pero a saber si podían ser aliados, o si podrían haberles sacado información.

Bueno, los lagartos, como era de esperar, se defendía y ya no había vuelta atrás.

El calishita empuñó su espadón contra uno de ellos.

Algo no le olía bien a Égida de todo aquello, pero habían arriesgado demasiado en el pasado como para ser precavidos. Al ataque de su compañero y el asalto de Airic y Abdali, le acompañó una llamarada de fuego sagrado que envolvió al enemigo frente a él mientras el forjado mantenía su escudo al frente.

—Rendíos ahora y seremos clementes —espetó Égida en el idioma dracónido, cargado de un fuerte acento.

El fuego de Égida iluminó un instante la habitación mientras Abdali golpeaba al enemigo con su espada, algo incómodo por tener que luchar en un espacio tan estrecho. Tenían suerte de que no hubiera ventanas pero el ruido de la pelea quizas se escuchase desde fuera. Cuanto más tardasen mas posibilidades habia de alertar a la gente de Carnath y, peor aún, a los cultistas que allí hubiera.

Le pillo por sorpresa del lagarto que llegó hasta él y pudo herirle. Sin poder esquivarle recibió dos golpes y no pudo más que realizar una finta para despistarlo y echarse atrás para seguir atacando. Trataría de liberar a sus compañeros de los enemigos que los avasallaban para después poder recibir su ayuda. Un virote salió disparado de su ballesta e impacto de lleno en uno de los lagartos que atacaba a Airic.

Estos hombres lagartos estaban baste duros.

El guerrero se preguntaba si toda esa violencia era necesaria o podrían haber hablado con ellos. ¿De dónde venían? ¿Estaban robando al Culto del dragón?

Mientras pensaba esto sus brazos entrenados siguieron la última orden: golpear al que tenía delante.