Partida Rol por web

Pasó una noche horrible a pesar de dormir en una buena cama, el haber recordado a Talis y no saber de ella le había trastocado por completo la mente. No paró de soñar con el culto y las miles de cosas que podían haber echo con ella. La echaba realmente de menos.

Cuando se juntaron todos, las ojeras eran evidentes en el joven, se encontraba cansado a pesar de todo pero la premisa de salir de al camino al final le ánimo. Le gustaba la ciudad, le gustaba estar cerca del mar pero sentía que estaba mejor en el camino. Dejó a Airic formalizar el contrato para proteger la caravana y escuchó que sería un viaje de una semana. Después de la última caravana no parecía mucho trayecto. Cuando vio a Égida que se separaba del grupo antes de partir Endozal se acercó a él y le dijo que le acompañaba pues entendió que iba de compras como en Vado de la Daga. - Te acompaño le dijo y de camino le contó lo inquieto que estaba por Talis y que el haberla mencionado le había traído sentimientos de añoranza y miedo de no saber de ella.

Tras hablár con sus compañeros acerca del destino de su fondo común, Airic decidió partir directamente hacia la caravana dejando que Endozal y Égida resolvieran el tema de compras.
El hombre esperaba evaluar la situación y se llevo una no grata sorpresa al ver a Jemma en el grupo nuevamente. Esa gnoma traería problemas, estaba seguro.
Trató de mantenerse lejos por el momento y esperó a que el viaje comenzara.

Después de una noche rodeado de bellas mujeres, el guerrero calishita había recobrado todas las fuerzas e iba muy animado. Lo primero que hizo cuando la caravana se puso en marcha era intentar localizar a alguno de los miembros del culto con los que había venido desde Puerta de Baldur. ¿Estaría el Mago Rojo entre ellos?

Le costó encontrar el artículo porque realmente no sabía qué estaba buscando. Había escuchado historias al respecto, sobre artículos mágicos que te permitían transportar lo que quisieran, pero no sabía si sólo eran leyendas. Y como Endozal tampoco era el miembro más hablador del grupo, tardaron un par de horas mientras paseaban por la ciudad y preguntaban en uno y otro lado. Tras rechazar dos peticiones por parte de estudiantes de Academia de examinar sus runas y tres de herreros que le pedían abrirle para ver su mecanismo interno, dieron con una tienda de artículos mágicos que tenía lo que buscaba.

—Mira qué maravilla —comentó a su compañero mientras ponía a prueba el artículo. No era mucho más grande que una mochila pero podía almacenar cosas casi infinitamente. ¡Sobre todo el dinero! Les sería tremendamente útil en sus viajes y no dudo en comprarlo con el fondo común.

Endozal miraba la bolsa que le enseñaba Égida y no veía nada especial en ella. - Tampoco parece que vaya a entrar demasiado. dijo mirándola de un lado a otro. - ¿Es mágica? le preguntó. Sabía que el forjado había estado buscando en concreto aquella bolsa y confiaba ciegamente en él y sus habilidades para los objetos. Por lo que con sus preguntas trató de entender aún más del mundo que les rodeaba mientras Égida contestaba una de seguida iba la siguiente.

Asi mientras Endozal preguntaba sobre la bolsa mágica que acababan de comprar y el resto de grupo se subía a los carros de nuevo la caravana se puso en camino. Una vez más seguían hacia el norte, habiendo recorrido casi por completo la Costa de la Espada. 

El viaje fue tranquilo. Pudieron reconocer dos o tres caras como hombres del culto del dragón pero allí todo el mundo parecía ir por libre. Estaba claro que en esos carros además de víveres y herramientas había parte del tesoro que llevaban para oscuros fines. Janma hizo como que no les conocía, pero aparte de ser cordial con ellos no hablo mucho con nadie.

El camino serpenteaba a través de colinas costeras que se encontraban entre las Montañas de la Espada y el mar. Durante la séptima noche, el convoy acampó en lo alto de una loma desde la que pudieron ver por primera vez el Estero de los Hombres Muertos: Una maraña fría de árboles, maleza, tierras pantanosas, aguas estancadas y cañas que se extendía más allá de donde alcanzaba la vista. No quedaban muchos días de viaje hasta alcanzar su destino, la posada de Carnath, pero casi todos conocían la historia del estero, del pantano creado mágicamente y alimentado por las cenizas del dios muerto Myrkul o de las guerras de épocas anteriores. Un sitio que no escondía lo peligroso que era.

No importan los días soleados ni lugares maravillosos que atravesemos. Estas tierras parecen empeñadas en que no olvidemos la oscuridad que acecha en cada esquina. Égida se había sentado en una loma y observaba el paisaje con los codos sobre sus rodillas. Últimamente parecía que únicamente viajaba y no tenía tiempo para otra cosa, y también le daba la impresión de que la situación en el grupo se había enrarecido. Quizás la marcha de Draenna tuvo que ver. Quizás la discusión con Abdali, que no se pudo hablar y se quedó en el aire hasta que volvieron a encontrarse muchas semanas después. No lo sabía, y le molestaba no encontrar la forma de solucionarlo.

El viaje fue tranquilo y lo más importante pudieron ir juntos. Su cara se torció cuando vio a Janma en la misma caravana pero poco o nada podían hacer para evitar que estuviera allí. Cuando llegaron al estero de los hombres muertos Endozal se asustó un poco al oirlo y acudió a sus compañeros a preguntar por él por temor a que fuera un lugar plagado de gente que había vuelto a la vida. El ambiente era muy tétrico y ni siquiera sabía si sus armas serían capaces de dañar a esas criaturas. Había tenido un dragon delante pero el echo de poder ver personas decrépitas o atacandole le producía la misma sensación de miedo.

Temía que si algún día moría pudiera convertirse en una criatura como aquellas.

Quedaba poco para llegar a la posada de Carnath que, hasta donde sabían, ya no era una posada desde que el comercio entre Aguas Profundas y Neverwinter había caído. Pero ahora estaban reconstruyendo la carretera y la posada se había abierto como depósito de suministros y estacionamiento de carros. No debían quedar más de dos días hasta llegar allí, pero el paso por el pantano, cada vez más húmedo, se hacía penoso y los carros no paraban de atascarse en cada giro del camino. Todos parecían alerta, el ambiente que se respiraba allí, además de agrio era de maldad. 

Jamna no había dicho ni una palabra hasta que un día caminando por aquel lugar se atascó la rueda de un carro en el borde de un barrizal, partiendo el eje de la misma. Varios hombres y un par de enanos se apresuraron a arreglarla lo antes posible, pero entonces ocurrió lo peor. 

-¡Allí!-gritó la gnoma señalando entre la espesura- ¡Nos atacan!

Y así era. De las aguas estancadas salían cuerpos, cuerpos hinchados y demacrados de orcos y elfos por igual. Restos de las antiguas guerras y resurgidos del pantano gracias a la oscura magia que habitaba en él. Pero no solo los tambaleantes cuerpos de orcos y humanoides se dirigían hacia ellos, quizás una veintena o más que se arrastraban entre la niebla verduzca del pantano. También se habían levantado algunos ogros, ahora zombis, llenos de heridas, con agujeros en su carne pútrida pero con la misma violencia que tenían en vida y se dirigían hacia ellos.

El guerrero, que estaba muy atento a su alrededor, fue el primero en lanzarse contra aquellas aberraciones.

Esgrimió su espadón con precisión, cortando a los zombies como si fueran mantequilla.

Lo que le habían contado del lugar no era nada agradable y tenía todos sus sentidos alerta. EL camino era horrible y debían de pasar lo antes posible pero todos los males llegan juntos y un carro se estropeó en medio del pantano. Raudos se pusieron los comerciantes a repararlo.

Antes de que Jamma diera el aviso Endozal ya había avistado a todos los enemigos que comenzaban a rodearlos avisando a sus compañeros. Un escalofrío le recorrió el cuerpo pero el ver a Abdali actuar y trocearlos sin contemplaciones, hizo que se espabilara y tratara de acabar con ellos. Se giró al que venía por la parte de atrás de los carros y con dos disparos certeros de su ballesta de mano logró abatirlo. Raudo se abrió paso hacia unos pequeños árboles para estudiar el campo de batalla.

Como era habitual en los viajes, Airic se tomó unos minutos para realizar un soliloquio dirigiéndose a todos, pero sus compañeros sabían muy bien que le hablaba a ellos. Relató la hisotria de famosos mercenarios que habían logrado juntar fama y fortuna a lo largo de sus vidas. Una historia que podía tocar de cerca a sus compañeros y los impulsaba a intentar seguir ese camino.
El estero de los hombres muertos era capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera, y el Noble no era la execepcion, aunque trataba de disimularlo. Cuando vio salir a los zombies no se asombró demasiado.
-Que otra cosa se podía esperar de este lugar- Dijo Airic en un tono de voz que mezclaba algo de gracia con otro poco de indignación.
Airic arremetió contra un grupo de zombies, y Endozal disparó sus ballestas desde la cobertura de las plantas. Airic Miró hacia un lado y vio las moles de carne que se acercaban y decidió cubrir ese flanco. Corrió desenvainando escudo y espada, pero al llegar, en lugar de arremeter con el filo de su hoja, golpeó fuertemente su escudo.
Un potente trueno salió disparado hacia adelante y la onda expansiva dio en los zombies que tenía cerca.

La aparición de tales criaturas sorprendió a Égida, que veía en su existencia una afrenta a la vida misma, y se preguntó cómo se habría sentido Draenna si hubiera estado allí. Pero lo que más le sorprendió fue pensar que no eran más que obstáculos en su misión, y que como tal, debían de ser erradicados.

Se puso de pie sobre una de las carretas mientras sus compañeros, a diestra y siniestra, repartían muerte a esas aberraciones. Y canalizando el poder que imbuía su armadura y le permitía desatar destrucción y curación a partes iguales, lo descargó a su alrededor formando una cúpula protectora que mantuviera a raya a tales seres de los viajeros.

El grupo comenzó a luchar, los zombis se lanzaban sobre ellos y, aunque ellos tenían experiencia luchando juntos y consiguieron derribar a varios, otros tantos atacaban a los guardias que no se defendían de igual manera. Los gritos y el ruido de la lucha comenzó a resonar por el pantano. La voz metálica de Égida logró que algunos de los cadáveres andantes trataran de marcharse de allí, otros caían bajo la espada de Abdali o las flechas de Endozal. Pero quien se llevó la peor parte fue Airic. Logró derribar a dos de los zombis, pero los Ogros llegaron a su altura, grotescos, con la piel agrietada y húmeda, supurando pus e insectos que se daban un festín con sus entrañas abotargadas y comenzaron a golpear al noble. Tan fuertes eran sus golpes que pese al escudo y la inspiración que sentía notó el dolor hasta en sus huesos cuando la maza oxidada del monstruo le golpeó.

Airic Recibió el masaso de lleno en la placa de su espalda y sintió como el metal crujía. Definitivamente ese golpe hubiera roto su columna si no hubiera tenido una armadura. Alzó su espada y lanzó un corte circular que dio de lleno en los dos ogros.
Al primero, al que estaba mas cerca del pantano, el corte pasó a travéz de la garganta desprendiendo sangre y pus. Al segundo lo cortó en su brazo, haciendo un poco menos de daño. El segundo Ogro trató de reaccionar lanzando un golpe nuevamente con su masa pero dió a un lado del noble y este aprovechó para sostenerla. La fuerza de las bestias era inmensa, y Airic no pudo aguantar mas que una fracción de segundo, pero eso era suficiente para darle una ventana a sus compañeros.
-Saquenme esta cosa de encima!!- Gritó

Había que recordar que lo malo de los zombies no era su dureza sino su persistencia y número. Cuanto antes los despachasen antes podrían salir de aquel agujero pantanoso de muerte.

Abdali arremetió contra los siguientes enemigos más cercanos. Al primero lo rajó por la mitad sin mucho esfuerzo. Con la misma maniobra intentó dar al segundo pero falló por muy poco. Suerte que ya llevaba entrenando todo el camino y preparó un último y fatal ataque contra el no-muerto partiendo por la mitad su blando cráneo como si fuera una fruta madura.

Con una posición segura entre los árboles comenzó a mirar el campo de batalla, Abdali no tenía problemas despachando a los zombies. Égida y Airic también consiguieron acabar con los muertos vivientes más pequeños pero los grandes eran otro cantar y habían comenzado a impactar en Airic. Su petición de ayuda no cayó en oídos sordos y al estar los grandotes concentrados en Airic tenía un amplio espacio para golpear. Aún así sólo 1 de los virotes consiguió impactar en su objetivo atravesándolo.

Su canalización había tenido éxito, y todos los muertos vivientes débiles huyeron o murieron a manos de sus compañeros. Pero aquellos ogros estaban poniendo en serios aprietos a Airic y él no podía permitir que alguien más saliera herido. Canalizó esa misma energía sobre sí mismo, para que fuera más poderosa a cambio de tener menos alcance, y se abalanzó sobre los enemigos para dar apoyo al noble.