Partida Rol por web

-No es mala idea Endozal-Aceptó el Noble- Luego irnos a descansar y a mitad de la noche cuando no halla movimiento, intentar hacer las averiguaciones.

 Airic comió y charló con sus compañeros, luego de llenar el estomago y compartir unas amenas jarras de cerveza, se fué a la habitación que compartían con sus compañeros. Se quitó su armadura, pero en lugar de reemplazarla por ropajes de cama, se colocó un fino camisote de malas-La cota de bandas no es muy buena para cuando uno no quiere llamar la atención cierto?- Bromeó- Pero siempre hay que estar protegidos. ¿Que dices Endozal, nos colamos en el almacén?

Trató de comer ligero pues sabía lo que le esperaba aquella noche e ir con las tripas llenas sólo le acabaría provocando dolor de tripa por los nervios a ser visto. - Es un espacio demasiado cerrado para tratar de ir por dentro, si pudieramos salir y buscar un acceso o algún hueco desde el exterior del edificio seguro que tendríamos menos problemas. Y si alguien nos ve en el exterior podemos decir que estamos disfrutando de una buena noche.

Los cuatro aventureros subieron las escaleras hasta la habitación superior que les habían indicado. Se utilizaba para preparar la comida en unos grandes fogones y, por las noches, aquel espacio era usado como una zona común donde la gente se reunía para fumar, beber, intercambiar historias y mantenerse calientes. Aún era pronto, pero había un par de humanos sentados en una mesa jugando a un juego de cartas con las mesas aun vacías.  Al otro lado el cocinero, un humano gruñón y poco aseado al que habían apodado Cartilago Pete daba vueltas a una olla con un enorme cucharón mientras murmuraba cosas para si mismo. O quizás para la gallina de color pardo que reposaba en su hombro como si fuese un loro de compañía.

-"jumm, las putas ratas... alguien debería exterminarlas..."-murmuraba cuando el grupo se acercó. El hombre al darse cuenta de su presencia les preguntó quienes eran y les hizo sentar en una mesa a esperar. Al cabo de un rato les llevó unos cuencos de madera con una especie de sopa de ajo humeante y unos vasos con agua. El hombre ni siquiera se percató de que Égida no era un hombre dentro de una armadura sino un forjado.

Égida, por pura y sencilla educación, sostuvo el cuenco en sus manos y se sentó en un rincón, ajeno al frío y al cansancio. Eso le permitiría examinar a los presentes y descubrir posibles enemigos para sus compañeros mientras cenaban.

—Endozal —llamó la atención del ballestero, y si hubiera podido hacerlo, acompañado de una socarrona sonrisa. Le dedicó un gesto con el dedo para que removiera con cuidado la sopa por si volvía a encontrarse algo en ella, como había sucedido en la caravana. Todo era una broma, claro, pero sólo alguien que perteneciera al grupo podría entenderla.

Airic rió ante la broma de Egida. En aquel momento cuando Endozal descubrió las astillas, el noble había pasado muchos nervios, pero todo quedaba en una anécdota con final feliz que permitía a todos reír un poco.
El comentario de cartílago no cayó en oídos sordos para Airic -Hey, si nos ofrecemos a exterminar las ratas, tendremos la excusa perfecta para movernos por todo el lugar a nuestra voluntad- Dijo en voz baja.

-Eh, cartílago... quieres que te de una mano con las ratas?. Así por lo menos no voy a aburrirme sentado en mi cama hasta que salga de viaje nuevamente- Le dijo al cocinero 

-Bah, bah-dijo haciendo un aspaviento con la mano- esas cosas no me dejan dormir. Se pasan la noche haciendo ruido y susurrando, malditas ratas...-toma-dijo dándole un tazón de aquella sopa al noble con ímpetu, tanto que un poco se derramó en el suelo. 

Todos se pudieron fijar que había un saco de dormir enrrollado en un lado de la cocina. Probablemente Pete dormía allí mismo cuando echaba a todos de la cocina tras las cenas.

Abdali se bebió la sopa de ajo de un solo trago y se quedó mirando al cocinero esperando el segundo plato. Echó un vistazo preocupado a la gallina; si no era para la sopa del día siguiente, iba a tener que esperar una eternidad en llegar el segundo plato y no era mala la idea del noble.

- Bueno, pues mientras nos preparas el segundo plato- y volvió a mirar la gallina desilusionado-, podríamos encargarnos de las ratas. ¿Pero, por dónde las escuchas? Seguramente tendrán un nido por esa zona.

-Bajo el suelo, bajo el suelo-respondió dando pisotones de mal humor. Cuando paró el grupo se quedó en silencio pero no escuchó nada excepto a los trabajadores que en aquel momento estaban guardando el cargamento que habían traido desde aguas profundas en el almacén, que quedaba justo debajo de la "taberna".

-Putas ratas, deben ser muy listas. Les he puesto queso pero no se lo han comido-explicó mientras acariciaba la cabeza del capón que tenía al hombro- si las pillo las mato-sentenció.

El aviso de Égida le pilló de improviso y comenzó a rebuscar y rebuscar en la sopa de ajo mirando si Jamma se había colado por allí. Abdalí se la había tomado sin inmutarse pero a Endozal ya le habían mosqueado una vez y aunque fuera para llamar la atención ya no se iba a fiar mucho de aquello que no hubiera cocinado el mismo en plena carretera o en lugares maltrechos como aquellos con cocineros que no daban la talla ni el aspecto.

Olió la sopa y olía demasiado a ajo como para saber a otra cosa y notar que llevara algún otro aromatizante. Mientras sus compañeros hablaban de matar ratas. ¿Qué les habrían echo las pobres? Miró a Égida con disimulo y acabó llevándose una cucharada a la boca. No había encontrado nada destacable.

-Bajo el suelo, bajo el suelo-

-Hm, ya veo, deben venir del almacen, tiene lógica. Nos prestas una llave para poder entrar?. Deberíamos hacerlo de noche con todos durmiendo, de seguro que con tanto movimiento las ratas deben estar escondidas, pero cuando todos duerman saldrán a hacer las suyas- Las cosas no podían ser más oportunas. Tenían la excusa perfecta para husmear el almacén con permiso 

- ¿Qué llave? El almacén no se cierra con llave, ni casi ninguna puerta. Aquí por las noches se congelan las cerraduras y luego es un infierno abrir nada. Además, si queréis llaves para algo se las tenéis que pedir a Bog, pero no os las va a dar-informó el cocinero que se preparaba para seguir sirviendo comida a los otros trabajadores que empezaban a subir al salón para comer.

Sus compañeros estaban siguiendo el juego al cocinero que, a ojos de Égida, estaba perdido hace tiempo. No dudaba que esas ratas que escuchaba constantemente no eran sino fruto de su imaginación, pero si con eso tenían la oportunidad de inspeccionar el lugar, bienvenido fuera.

Aproximó su cazo a Abdali, que parecía hambriento, y siguió observando la negociación.

El guerrero calishita, acostumbrado al pobre apetito del forjado, aceptó el cuenco de sopa.

- ¡Gracias!- al menos eso debería servir como pobre sustituto de un segundo plato.

- Yo iré cuando me digáis- anunció una vez vaciado el cuenco y limpiado la boca con la manga de su camisa.

Terminó el cazo de aquella mala sopa y termino por escuchar lo que el cocinero decía. Todas las puertas abiertas pero aquello no quitaba que hubiera gente custodiándolas. Por no decir que por lo menos él no veía en la oscuridad e ir con una antorcha era llamar mucho la atención. Siguió pensando en salir a dar esa vuelta y buscar otras vías para saber que cargaban sin abrir la puerta del almacén y que los guardias les atraparan.

- Voy a echar una meada fuera. les dijo a sus compañeros guiñándoles un ojo mientras se levantaba. - No tardaré demasiado.

Bajó por las escaleras y tras bajar las escaleras giró hacia la izquierda en dirección a las escaleras de las habitaciones superiores aprovechó para echar un buen vistazo al interior del almacén mientras pasaba saludando a los mercaderes que dejaban allí sus mercancías y finalmente subió las escaleras. Había tratado de fijarse en ese pequeño lapso de tiempo si el almacén disponía de ventanas al exterior por las que poder mirar, puesto que la puerta era demasiado pequeña y si había alguien vigilándola por la noche les atraparían. Caminó por la pasarela llegó hasta el final de está pasando las otras escaleras de bajada y colocándose de frente a la puerta. Observó durante 10 minutos los diferentes carros de mercancías que descargaban y metían en el interior y si con algunos tenían un comportamiento más cercano.

Tras pasar el tiempo bajó por las escaleras que tenía cerca y salió al exterior para echar una en la pared que daba el almacén mientras examinaba si tuviera alguna grieta por la que escuchar lo que decían en el interior.

Endozal bajó abajo. Al patio donde se estaba terminando de descargar y guardar el último de los carros. La puerta del almacén estaba abierta mientras los trabajadores iban metiendo cajas en su interior pero, efectivamente, pudo comprobar que no tenía ningún tipo de candado o cerradura para bloquear el acceso al almacén. Todo parecía normal y las conversaciones que lograba escuchar entre los trabajadores eran de lo más normales. Hasta que escuchó la voz del capataz semiorco en el interior del almacén.

-Vosotros, coged estas cajas de aquí y metedlas al fondo, rápido. Es lo último que queda-gruñía Bog dando indicaciones a los dos humanos que estaban guardando las últimas cajas.

Endozal salió tras terminar su sopa para echar un vistazo abajo y ver si descubría algo. Allí, a medida que se iban terminando de descargar los carros, se iba juntando la gente que trabajaba en el lugar. No era una zona agradable como solían ser la mayoría de las tabernas, pero comparado con la humedad y el frío del pantano que les rodeaba era sin duda la parte más acogedora.

Era imposible saber si alguno de los que había allí eran miembros del culto. La mayoría parecían trabajadores, casi todos humanos o semihumanos y enanos, que se dedicaban a la construcción de caminos. Todos parecían agotados no obstante el ánimo no decaía. Sobre todo porque con el transporte de Aguas profundas había llegado una nueva remesa de barriles de cerveza y comidas que bien podrían pasar por caprichos y eso aumentaba la moral del grupo.