Partida Rol por web

- Muchas gracias! Respondió Joorin al amable ofrecimiento de Dreanna. Le dedicó una cálida sonrisa. Con los grandes y vivarachos llenos de agradecimiento. 

Se introdujo el fruto en la boca, y lo paladeó gustoso. Buscando los matices de sabor que atesoraba aquel mágico manjar.

Era cierto que se sintió mejor. Sonreía como un niño.

- Qué? Aaaa si si si si. Respondió a Abdali. - Buscaré zanahoria... Añadió contento, mientras en su cabeza se dibujaba una lista de ingredientes.

- Cuántas cosas... Murmuró. - Espero poder encontrarlo todo... 

- Vamos mi señora? Se interrumpió dirigiéndose a la elfa. Casi parecía haber olvidado las vicisitudes de la peligrosa incursión de la que acababan de regresar.

Ya en el interior se retiró hacía un lado para observar de dónde sacaban la entereza aquellos con los que había luchado. Realmente era apasionante como se mantenían entero y se recuperaban de sus heridas. Tenía mucho que aprender de ellos si quería tener oportunidad de alcanzar su meta.

Cuando el gobernador les instó a entrar al interrogatorio Endozal aceptó sin pensárselo dos veces y mientras iban acercándose todos a la sala, el joven se acercó al gobernador de cara a ver como podría prestar ayuda.

- Discúlpeme señor, antes de entrar en la sala me gustaría hablar con usted. El motivo por el que estoy aquí es porque me llegaron las malas nuevas de que una persona muy querida para mi había sido secuestrada por un grupo del cultistas del dragón. tomó aire y continuó un tanto nervioso. - Al ver la nota pensé que ese culto estaría aquí dentro de Nidoverde y la tendría oculta, pero al llegar y vimos el ataque del dragón mi esperanza de encontrarla aquí se desvaneció.

Miró hacia el sargento. - Cuando salimos por la puerta trasera, seguimos un rastro hasta encontrar el lugar desde el que en ese momento lideraban el ataque. le describió con todo detalle a la humana y el dracónido que daban las órdenes y los ropajes que llevaban, para el claramente identificativos del culto del dragón. - Mencionaron el ataque al templo que fue al lugar al que fuimos pero me temo que hay otros en gran peligro y que correrán la suerte que mi amiga. Los han cogido como rehenes según ella dijo.

- El hombre al que hemos capturado es un simple mercenario y dudo que sepa del lugar dónde llevarán a los rehenes pero podría darnos alguna pista. Yo no soy como ellos y mis habilidades no son tan resolutivas pero llevo años viviendo en una taberna y he aprendido a discernir la verdad de la mentira. Entre borrachos es fácil pero quizá pueda seros de ayuda. se ofreció al gobernador.

Cuando acabó de hablar con el gobernador se volvió hacia Joorin que en ese momento estaba con Draenna. - ¿Serás capaz de hacer un guiso sin que te ayude? le preguntó a Joorin señalando a todos los refugiados. - Si acaba rápido el interrogatorio iré presto a ayudarte, intenta conseguir alimento para que todos tengan una comida que les haga olvidar estos males.

Antes de seguir a los demás a la habitación admiró la entereza de Draenna. - Eres diferente al resto. Me gusta que pienses antes de actuar que busques otras soluciones. le dijo timidamente ya que eran cualidades que el podría desarrollar para ser de utilidad al grupo. Con un saludo de respeto con su cabeza se marchó hacia el interrogatorio.

- Yo sí voy, no queremos que aquí el señor prisionero se olvide del infierno por el que han pasado su último compañero ¿verdad?- Comentó a la vez que le daba un empellón.- Atenderos las heridas, nos queda mucha noche por delante. 

Lo cierto es que el brujo deseaba que terminase de una vez. Si después no les ponían una bañera de agua caliente, iba a matar a los creyentes uno a uno. Al fin y al cabo, si le debían sus vidas... 

Por un momento se dejó llevar por lo peor de su herencia infernal. Cerró los ojos y contó hasta diez mientras pensaba en su trato con Auriel. 

-Esto no cuenta como una mala acción, porque es contra alguien malvado ¿Cierto? Pues hala, vamos a ello.

-Lamento lo de tu amiga- responde el gobernador- y si, me temo que es imposible salvarlos a todos. He visto como mataban a algunos que intentaban llegar aquí y me consta que faltan familiares de algunas de las personas que se han refugiado en el torreón. Sin embargo-dijo con voz cansada- mi cometido ahora es tratar de mantener a salvo a los que estamos vivos... Lo demás lo averiguaremos cuando amanezca... si es que vemos amanecer...

Tras hablar unos segundos con Endozal el gobernador se giró y se dirigió a la sala donde tenían al bandido atado en una silla. El sargento, con la mano apoyada en el pomo en la espada parecía haberse mantenido casi literalmente sin quitarle un ojo de encima. El bandido parecía herido, pero estaba lo suficientemente entero como para hablar.

Égida, Zendarion y Endozal siguieron al gobernador y cerraron la puerta tras ellos.

Mientras tanto Joorin, Draenna y Abdali salían al patio de armas. Allí todo seguía siendo un caos aunque la gente parecía más calmada. El hecho de que algunas personas hubiesen podido reencontrarse con conocidos o seres queridos rescatados del templo había subido la moral de la gente. De vez en cuando se escuchaba el chasqueó de algún arco disparado por alguno de los hombres de la muralla, pero no parecía haber combate alguno excepto por la sombra gigantesca del dragón que se movía entre las nubes en lo alto. Nubes que no tardaron en dejar caer las primeras gotas de lluvia.

Joorin anduvo, junto a sus compañeros, por el lugar, preguntando si alguien podía ayudarle a encontrar lo que buscaba. 

Aún después de todo lo pasado, el mediano mantenía su carácter optimista.

Junto a la herrería había un par de estantes de armas donde estaban las armas sobrantes en caso de necesitarlas. Había principalmente espadas y lanzas, viejas, pero en buen estado. No había nadie vigilando las armas y todos los soldados parecían armados por lo que nadie parecía que fuera a necesitarlas a menos que las criaturas entraran dentro de la fortaleza.

Joorin miró algo preocupado a su alrededor por temor de estar haciendo algo malo.

Cogió un par de espadas cortas, las sopesó, estudiando su ligereza y se las colgó del cinto. Estaba contento, pues ahora sería más útil en el combate.

Con una sonrisa en los labios, y al ver que nadie le recriminaba su acción, se marchó en busca de provisiones para hacer un rico guiso que alegrará el corazón.

La elfa intentó buscar un rincón limpio y seco donde sentarse y descansar. Mientras, veía como el mediano se hacía con un par de espadas, ella se aflojó la armadura de cuero y se palpó las heridas. Ya no sangraba y todo gracias a la magia de la plegaria y de sus bayas. Aún así se sentía dolorida así que se lo tomó con calma, pues la noche iba a ser muy larga...

-¿Estas bien?-dijo una voz conocida. La mujer que habían rescatado junto a su marido y sus hijos se sentó junto a la elfa. Había vendado sus heridas y ahora llevaba una lanza entera- Gracias a vosotros siguen vivos...-dijo señalando a su marido, que estaba sentado junto al muro, con la pierna entablillada y sus dos hijos se habían dormido abrazados a él.

Apenas tuvieron tiempo de hablar y descansar. Rato después el sonido del viento fue haciendose cada vez más fuerte. ¿El viento? No, era el aleteo del dragón acercándose a toda velocidad. Como si de una tormenta se tratase un relámpago salido de las fauces del dragón impactó contra la parte de arriba de la puerta quemando al instante a dos de los guardias que allí se encontraban. 

El pánico cundió rápidamente entre los refugiados tratando de esconderse del dragón mientras que el enano trataba de poner orden a sus hombres en la muralla.

-¡A las armas!-gritaba el enano- ¡disparad! ¡Acabad con esa lagartija!-ordenó pero las flechas apenas le alcanzaban y las que lo hacían rebotaban en sus duras escamas mientras el dragón volaba en círculos sobre el torreón.

El dragón empezó a bolar ahora un poco más bajo. El gobernador y el resto de los aventureros salieron a tiempo de escuchar hablar al monstruo. Su voz, ronca y eléctrica, hacía retumbar los corazones de quienes lo escuchaban mientras chispas saltaban desde su garganta.

Sus palabras llenas de furias hicieron que los hombres dudaran. ¿Que podían hacer contra aquella bestia de pesadilla?

- ¿Vais a darme otra vez la charla sobre los altos estándares del bien y como sólo vuestra forma ver las cosas es el prisma adecuado o preferís que vuelva a hacer de abogado del diablo? Porque no creo que vaya a servir de mucho enfrentarnos a eso- Sonrío el brujo. - Es curioso como en una sola noche puedas tener tantos problemas conmigo, pero aceptaré tus disculpas si suenan sinceras cuando esto termine.- se dirigió al gólem antes de avanzar. -Será mejor que no ataquéis al dragón hasta haber intentado negociar con él o se cabreara y se cargará el torreón con nosotros dentro.

Había sido actor muchos años antes de que se convirtiera en un canal para la magia, hacer su papel en el escenario no le costaba en absoluto y lo prefería a un enfrentamiento en el que pudiera salir herido, o en este caso, calcinado. Alzó la voz, para que aquella criatura que había oído al enano, le escuchase.

- ¡Oh, gran Lennithon! De las escamas del color del mar y del cielo de las noches de verano, poderosa magnificencia y supremo intelecto. Te pedimos misericordia, pues no tenemos riquezas para engordar tu tesoro, no objetos mágicos que decoren tu cubil, retira a tus saqueadores, y te rendiremos tributo. Algo habrá que desees más que nuestro escaso dinero. Sabemos lo de los huevos en las minas, perdona nuestras vidas y te entregaremos lo que ansías.

Si iba a morir actuando, que menos que rimar un poco antes.

Como una exhalación, Égida salió de la habitación donde habían estado interrogando al prisionero escudo en mano. Si era sincero consigo mismo, temía el momento en que el dragón decidiera que estaba aburrido de sobrevolar Nidoverde, pero abrazaba la cobarde esperanza de que se marchara sin atacarles. 

—¡Hay que proteger a los aldeanos! —tomó a uno de los soldados del brazo y señaló el túnel—. ¡Guiadlos hasta el túnel, que se refugien bajo tierra!

Seguramente no cabrían todos, pero sería mejor que permanecer en el patio del torreón al alcance de los ataques del dragón. Lennithon. Su voz era como un trueno, y hacía que su cuerpo vibrase con cada sílaba. Era poder en estado puro. Y con ese pensamiento, poder, recordó que él también podía manejar un tipo de energía, de poder. Poder que, como brasas, permanecía latente en su interior. Necesitaba algo que captara la atención de los aldeanos.

—¡Venid, seguidme! —bramó a las gentes mientras su escudo brillaba con calidez—. ¡Os pondremos a salvo!

La aparición de la enorme criatura revolvió el estómago y el alma del guerrero. Quizás fuera el tenerlo vacío pues no había tenido tiempo para acosar a los cocineros del grupo lo suficiente para conseguir alimento. Pero no era sólo eso. El miedo y odio que sentía al ver al monstruo maligno, más grande y de distinto color que el que había asesinado a su familia, pero un dragón al fin y al cabo, provocaba náuseas en el joven calishita.

Aprovechó que el infernal intentaba distraer al tal Lennithon, para correr hacia Scorbert.

Señor, cuentan con balistas en la fortaleza?- la verdad es que no habían tenido tiempo para valorar las defensas. Les habían dicho que el dragón no atacaba el edificio. Qué había cambiado ahora?

El giro de los acontecimientos cogieron al mediano preparando un puchero con zanahoria, patatas y algo que parecía algún tipo de carne seca, o al menos eso le dijeron.

Asustado, Joorin se incorporó de un salto y corrió en busca de sus compañeros. Junto a ellos se sentiría más seguro. No tenía ninguna duda.

Draenna le devolvió una sonrisa a Endozal. - Los elfos solemos causar esa impresión. Dicen que somos más reflexivos y no nos dejamos llevar por nuestros impulsos. Aunque por otro lado nos cuesta más adaptarnos a los cambios... los humanos sois interesantes también. - respondió dejando a entender que ambos estaban aprendiendo el uno del otro.

Pero en ese momento la conversación se vio interrumpida por el bramido del dragón. Entonces lo vieron aparecer de cerca. El porte de la criatura era majestuoso y terrible al mismo tiempo. Draenna que decía soñar con dragones quedó fascinada en un primer momento. Luego, tras la amenaza reaccionó al igual que Égida.

- ¡Vamos salid del patio. Todos el mundo abajo! - gritó para conducir a toda aquella gente asustada hacia los túneles.

No sabía como podían hacer frente a semejante ser. Zendarion parecía querer entablar un diálogo que le hubiera encantado presenciar, pero una mezcla de miedo y sentido del deber, la obligó a ayudar al desalojo hacía el subterráneo.

Salieron en tromba de la habitación de interrogatorios y vieron cómo el caos se había adueñado del lugar. Se acercó a la elfa con la que había compartido unas palabras antes y que en esos momentos estaba con la mujer y la familia a la que habían ayudado al llegar a Nidoverde. Buscó a su pequeño compañero de cocina entre la gente pero le resulto imposible encontrarlo. Las voces de ataque y defensa del lugar le explotaron en la cabeza. ¿Qué iban a hacer contra un dragón? Fue entonces cuando el miedo se apoderó de él y no era nada comparado a la sensación que había sentido en el interior de la sala. Habían sentido la amenaza del dragón de forma continua pero hasta ahora no se había manisfestado tan directamente, la sensación de falsa seguridad de que esa bestia no atacaría pues lo hacían sus tropas se había borrado de su cabeza.

La voz del dragón replicando al enano le dejó paralizado y sólo los gritos de Égida y Draenna lograron sacarlo del terror. Cómo un aldeano más de Nidoverde siguió sus indicaciones y trató de dirigir a la familia que estaba con la elfa hacia los túneles. Mientras miraba con el corazón empequeñecido cómo Abdali trataba de buscar una solución para atacar a aquella bestia, cómo dos seres totalmente diferentes, elfa y forjado, trataban de organizar la protección de la gente a un lugar seguro a pesar del caos que reinaba entre la gente y cómo el bardo se dirigía al dragón sin ningún temor haciéndoles ganar tiempo.

De pronto Joorin apareció a su lado y vio su cara, estaba como él. Ambos no pertenecían a ese mundo y sin embargo allí estaban en medio de aquel caos al lado de cuatro lideres natos. Le agarró de un hombro para que supiera que estaba a su lado e igual de perdido que él y si bien no siguió a la gente hacia los túneles trató de buscar que nadie que no fuera combatiente quedara atrás por estar herido. Trataría de ayudar tanto como el miedo que sentía le dejase.