Les miro pensativo- "tal vez me vendria bien una conversacion y algo de entretenimiento"- y me dirijo con ellos al vagon restaurante.
Así pues, salgo de mi compartimiento, y miro a Karl. -Yo avisaré al teniente Strags y al teniente Senn, que están más al fondo.- Digo, mientras miro los compartimientos más cercanos al vagón de equipajes. -Avisa al resto, Karl. Sería acertado empezar con buen pie para con nuestros... Digamos... Invitados italianos.-
Tras darle las instrucciones, me dirijo al compartimiento de Senn. Llamo a la puerta, con una par de golpes.
-Disculpe, teniente. ¿Está usted ahí?- Pregunto, a través de la puerta.
Lo pongo para el director, ya que Hein Senn solo oye la última frase, ¿No?
Contesto cortesmente al saludo del miembro de las SS, y retomo la conversación de Francesco. Alzo mi vaso y lo brindo con el suyo.
- Bueno Francesco, en ese caso he de confesarle algo: yo siempre estoy huyendo. La soledad me persigue insaciable.
Jugueteo con el borde del vaso, antes de beber un buen trago.
- Se nos está llenando el bar, Francesco. ¿Puedo contar con su compañía para cenar? Creo que se acerca la hora.- Consulto mi reloj- Supongo que compartimos vagón, ¿no? .
Me encantará cenar con usted señorita Macinni, aún nos queda mucho viaje por delante y no me gustaría participar en su huida del lado del bando equivocado, es decir, del de la soledad.
Sentencia Francesco después de intercambiar un gesto de saludo con el oficial alemán que acaba de entrar al vagón.
Son algo más de las once de la mañana, así que lo más cercano es la comida...jeje
El señorito Lucio Gario hace entrada en el vagón restaurante, en él ya hay un grupo de personas, la señorita Maccini conversa conversa sobre el señor Alexandro, mientras los SS Walter y Senn se toman un whisky y un café respectivamente.
El señor y la señora Kassel han terminado de recoger la comida, ella se dirge hacia la parte delantera del tren y el se acerca a Lucio.
¿Desea tomar algo el señor?
Llamas al compartimento del teniente Senn un par de veces, pero él parece no estar en su interior. La salita de los SS también está vacía y el único sonido que se oye es el del tren...
En ese momento el tren frena poco a poco, lo suficiente para que todos los ocupantes puedan notarlo, pues una fuerza les empuja hacia delante, y termina deteniéndose.
Apenas habia podido empezar a tomar cuando el tren frena bruscamente.
Hein agarra fuerte el maletin y se lleva una mano a la Luger sin sacarla.
¿¿Que demonios ha pasado?? ¿Me acompaña Walter?
Para los de la sala
Me llevo la mano a la cartuchera y desabrocho la funda de mi pistola
-Por supuesto Herr Senn. Vayamos a ver qué ha pasado.
Luego me giro hacia los italianos.
-Señores, señorita. No se muevan de aquí, por favor.
A Francesco no se le escapa el gesto de ambos militares.
Propio de la gente del ejército. Ante cualquier situación inesperada se echan la mano a la pistola. Como si su verdadero cerebro se hallase en el interior del arma y necesitaran tenerla bien sujeta para poder pensar...
Sin embargo, lo que dice nada tiene que ver con lo que está pensando:
Como desee oficial. No nos moveremos de aquí. Después de todo, ka presencia de la señorita está convirtiendo la cafetería en el lugar más apetecible de este tren.
Mira al recién llegado a la estancia y por su aspecto lo tilda de civil.
Buenos días caballero.
Al acomodador- un cafe solo, por favor- y me acerco a mis compañeros italianos- espero que no les moleste que les haga compañia.
Lucio Gario os ignora e inicia una converasción con los italianos mientras pide un café.
Por supuesto que no. Mi nombre es Francesco Alexandro. Tanto gusto. Dígame, ¿sabe usted por qué nos detenemos tan bruscamente?
Mi nombre es Lucio Gario. Encantado. Y no, no se por que paramos, pero no dudo que nuestros compañeros alemanes nos lo diran. Aunque tambien podriamos ir a investigar por nuestra cuenta.
Sobresaltada, me he sujetado inconscientemente a Francesco. Veo salir a los alemanes, pero no digo nada. Saludo al recién llegado:
- Como le ha dicho el señor Alexandro, no es molestia. Entre tantos alemanes es normal que los italianos nos juntemos.- Recupero mi compostura para presentarme- Sofía Macinni- extiendo mi mano hacia él, y elevo las cejas en espera de su respuesta a la pregunta de Francesco.
Sujeto con firmeza pero dulcemente a la dama cuando el tren frena tan bruscamente.
Agradezco su gentileza a Francesco con una sonrisa, pero muevo la cabeza en dirección al señor Gario.
- No me apetece en exceso, la verdad. Yo me quedo aquí. Supongo que ya se ocuparán los alemanes de comunicarnos lo que sucede. ¿Qué le lleva a Berlín?
Vuelvo a mi vaso, mientras responde, y sonrio otra vez a Francesco, que parece más habituado a la dolce vitta como yo.
El señor Kassel sale del bar y se acerca al teléfono.
No se preocupen señores, seguramente no será nada, voy a llamar a Pietro, el maquinista, él nos informará sobre lo ocurrido.
El acomodador descuelga el teléfono bajo la atenta mirada de los SS.
Es una línea cerrada con la locomotora, podremos hablar con ella sin necesidad de ir, así es más fácil...¡Pietro! ¡Soy Kassel! Tengo aquí preocupados a los pasajeros...sí...a los oficiales también...entiendo...¿cuánto durará?...más o menos...no lo sé...tú mismo...no...se lo diré...de acuerdo...adiós.
El señor Kassel cuelga y os sonríe.
No se preocupen, otro tren ocupa nuestra vía, un transporte de tropas y armas camino de Nápoles, para ayudar en el contraataque.
Pronuncia esta última palabra con muchas esperanzas en ella.
En seguida reanudaremos la marcha...
Hein frena en cuanto escucha las palabras del hombre.
Espero que la proxima vez se nos avise... recuerde que el tren va cargado de miembros de las SS. No creo que al Fuhrer le haga ninguna gracia que nos pierda por el camino... dice quitando la mano de su pistola.
Camarero... algo de comer, lo que tenga.