Partida Rol por web

Connor no pudo dejar de cerrar los ojos un momento cuando el fuego arrasó con todo. Era impresionante, no sólo el poder que tenía Liv, sino también ese corazón, que de seguro potenciaba todo lo que hacía la sacerdotisa.

Luego comenzó la parte en la que él tenía que actuar. Sus flechas volaban aún con la lluvia en contra, impactando algunas con una fuerza tremenda, otras apenas hiriendo. Pero no se quedaría quieto, no podía hacerlo, nadie podía. Pero nunca esperó ver lo que tenía que enfrentar momentos después.

¿Hombres alados? pensó por un momento, hasta que una flecha silbó pasando cerca suyo.

Todo pasaba muy rápido, y esas criaturas eran realmente veloces y mortales. Lanzó algunas certeras saetas contra algunos de sus arqueros, pero acto seguido tenían caballeros alados destrozando a los marineros. Dan pedía ayuda, Valenca esquivaba mandobles, a Liv no la veía, y el capitán caía a pocos metros de donde estaba. Perdería tiempo si guardaba su arco, y Dan necesitaba ayuda ahora mismo. Aún tenía tiempo para no tener enemigos cerca.

Connor tensó su arco y apuntó. Soltó la primera flecha, y luego colocó otra. Lanzándola a su vez, sin perder tiempo alguno. Tenían que matar a ese que iba a por el Capitán.

Valença observaba anodadado como se ponía nuevamente en acción la reliquia. Liv inundó de fuego la bahía. Aquel poder era algo imposible. Sabía lo que era, lo había experimentado en primera persona... Y no era algo agradable. ¿Qué sentiría Liv? Ella era uno de los suyos. Quizás con ella era distinto... Así le pareció entender que se lo había explicado la Eterna, pero con sus explicaciones enigmáticas uno nunca podía estar seguro de nada.

Después vino la lluvia y la maniobra de retirada. Esas armas de fuego eran igualmente terribles, con la diferencia que sólo había un corazón, pero podían hacerse millones de aquellas armas. Y cualquier imbécil podía hacerlas funcionar.

Gritos, gemidos... Gente muriendo alrededor. Gente quemada, ahogada... Centenares, miles quizás... Allí había muchas naves... Ahora sólo eran teas que se consumían en el agua...

¿Hombres voladores? ¿Qué coño?

Miró al cielo y allí estaban. Era una visión imposible. Nadie les iba a creer cuando volvieran. Las flechas caían, pero aquello era ridículo, con bajar abajo ya evitaban las flechas, y con esa lluvia no iba a prender la madera si tiraban alguna flecha encendida... Si es que las llevaban.

Helyx gritó a la sacerdotisa el consejo obvio y por un momento sus miradas se cruzaron. Entonces siguió su mirada y vió al capitán batiéndose con uno de esos ángeles de acero. Hizo gesto de ayudarle, pero uno de esos seres se abalanzó sobre él. Eran contrincantes extraordinarios. Con aquella velocidad de vuelo podían partir a alguien en dos sin mucho esfuerzo, pero se revolvió para evitar su filo, a la vez que hacía girar el filo de su nueva espada con su misma esquiva, iniciando el ballet mortal que le habían enseñado en su Braavos natal.

Aquello había sido de lo mejor que había vivido en la vida, sí pero eso no significaba que no mermara su fuerza y su vida por lo cual la sacerdotisa roja no pudo, aunque quisiera reaccionar al ver aquellas criaturas tan distintas y que nunca en su puta vida había visto. Había escuchado algunas cosas pero eso era una cosa y otra muy distinta era tener sobre sus cabezas a un grupo de hombres sobrevolando aquel barco que mantenía en él bienes tan preciados. No, Liv no atinó siquiera a moverse, el desgaste que había tenido con el hechizo era algo que estaba fuera de su poder controlar y lo sabía desde antes de lanzarlo pero ¿qué otra cosa hubiera podido hacer? Nada, lo que hizo y que de momento los tenía un poco por encima en aquella batalla y sin embargo aún faltaba vencer mas enemigos antes de decir que habían ganado.

-¡Ah!

Sintió cómo una flecha pasaba rozando cerca de ella y como algunas más parecían buscarla a ella precisamente pero el grito fue hasta que Helyx cayó sobre ella cubriéndola, le había salvado la vida muy posiblemente y no dudó en obedecerla y ponerse a cubierto tan pronto como pudo, aunque arrastrándose realmente no llegó muy lejos pero sí hasta donde no podían darle. La querían a ella o bueno, al corazón pero habiendo usado el corazón por segunda ocasión, era para efecto prácticos, lo mismo. Su corazón parecía querer explotar y no porque bombeara con fuerza, sino porque apenas se movía pero estaba muy hinchado. Respiró profundo, intentaba recomponerse porque ellos la necesitaban, la nave la necesitaba y eso era todo lo que importaba.

-R'hllor ayúdanos...

La pelirroja veía lo que sucedía y sólo esperaba que esas armas acabasen con los alados para poder continuar dando batalla. El factor sorpresa siempre era preponderante pero ellos podían reponerse de aquello. Desde donde estaba podía ver a Connor luchando por su vida y no era poca cosa, también alcanzaba a ver a Helyx y al capitán, los demás estaban fuera de su campo de visión pero imaginaba la situación perfectamente.

El combate entraba en su climax. Connor disparó dos flechas, provocando que en su esquiva el malvado general se apartara tanto del capitán como de Dan. Aunque la segunda falló, la primera si dió en su objetivo. Mientras, Valença conseguía dar una estocada a su rival.

Liv retrocedió hasta las escaleras que bajaban al entrepuente, y comenzó a bajarlas a gatas. Helyx se quedó fuera, protegiéndola, mientras un atrevido hombre alado quiso ir tras ella. Dos de los marineros le dispararon con aquellas serpientes de fuego portátiles llamadas arcabuces, y los tiros resultaron fatales.

Allí abajo, los cañones no dejaban de tronar. Había que evitar que los yitianos les abordaran, pero ahora que los gavieros no podían manejar las velas, la maniobra se había interrumpido. Tres de aquellas naves se acercaban a toda vela para intentar sumarse al abordaje, recibiendo a cambio mucho castigo por parte de sus cañones.

Valença esquivó a la criatura, pero su estocada no hizo mucho más que una herida leve en el vientre del hombre alado. Se dió cuenta de que el acerro asshaita, a diferencia del valyrio, no resultaba más contundente, si no más penetrante: entraba a través de una armadura como si estuviera hecha de cuero, y no de metal.

La aventurera disparó su arco contra el ser, una vez puesta a salvo la sacerdotisa. No iba a permitir que nadie matara a aquel hombre, por que tenía grandes planes para él. La flecha entró por una rendija del casco, clavándose en el ojo y el cerebro que había detrás. Resultó fatal, y el tipo cayó al agua como un fardo.

La flecha penetró la armadura de Rax, pero no le hizo un daño significativo. De hecho, no fue más que un rasguño, una herida superficial. El capitán se había levantado, recuperando su casco. Miró alrededor, viendo como se acercaban los buques yitianos. Si no terminaban pronto con aquella ofensiva aérea, tendrían que sumarla a un abordaje del enemigo.

-¡Señores, a por esa polilla con armadura, todos a por él!

Tomó su espada y se lanzó al combate junto a Dan Rogare. Ambos atacaron al general enemigo, esperando que Connor, Helyx y Valença se sumaran a la fiesta. Por muy bueno que fuera, ágil y peligroso, uno contra cinco son malas matemáticas. El capitán le dió una estocada muy buena, pero rebotó contra la armadura, que era pesada y buena.

¡Ahora era la suya! El cabrón se limitaba a retroceder, a defenderse de todo lo que le iba a caer encima. Lo principal era evitar que saliera volando, así que había que acorralarlo bajo el velamen, estorbarle la maniobra.

-¡Ven aquí a jugar con los mayores!

Curioso que dijera eso, cuando él era apenas un chaval. Pero el tajo que le tiró no tenía nada de juvenil. Fue contundente y ofendió a la placa de una manera tremenda, a la altura del brazo, provocando una herida contusa que, añadido al flechazo de Connor, hizo que sus heridas leves tuvieran camino de convertirse en algo más serio.

-¡Connor, las alas!

Es verdad. En las alas no tenía armadura. Si conseguía acertarle allí, le haría mucho daño.

El maestre acudió rápidamente cuando ella llegó. Había entrado en su despacho al principio del combate, en busca del grimorio adecuado. Ahora tenía un libro entre las manos, y con él se acercó a Liv, indicándole que le siguiera a un sitio donde el ruido de los cañones no atronara.

-Necesitamos disipar esa lluvia. Creo que he encontrado lo que necesitamos. Un hechizo llamado "Zona de estío". Hará que los vientos se lleven lejos a las nubes y la lluvia cese. ¿Lo conocéis?

Valença estaba perdiendo, por primera vez en su vida, confianza en si mismo. Aún podía sentir el viento de la hoja enemiga rozando su cara, que no le había decapitado de milagro, y su nueva y flamante espada que había tocado carne pero que si hubiera sido su vieja espada habría resbalado sobre sus piezas de metal.

¿Qué coño son estas abominaciones con alas? Estoy acostumbrado a escabechar gente con dos piernas... Esto va a ser duro...

Y cuando ese ser va a volver a la carga cae a medio vuelo, con una flecha clavada en el ojo. Mira más allá y ve a Helyx. Su expresión de esfuerzo se relajó al ver a aquella mujer.

Era muy especial, no ya por lo obvio de su exotismo, sino por como era... había compartido numerosos ratos con ella en el barco y se había dado cuenta que entre ellos existía una conexión especial. odiaría que le ocurriera algo a ella, y tenía clara su elección si tenía que elegir entre ella y el capitán (o cualquier otro).

En aquel momento Helyx parecía dominar perfectamente su entorno y el capitán pedía ayuda. Le dedicó otra sonrisa a Helyx y corrió hacia Larazys y el resto que estaban rodeando a aquel cabrón con alas.

En cuanto llegó soltó la primera estocada que, fruto de lo apresurado de la acción, pinchó el aire, pero el segundo ataque, ya más medido, sí que mordió la carne, a pesar de que el gigantón con alas hurtaba muy bien el cuerpo ante las mojadas que le llovían por todas partes.

¡Muere pollino!

Le gritó en su braavosi natal. Aquel tipo a saber qué idioma hablaba. Le importaba bien poco.

Aunque Liv estbaa algo desorientada por lo que acababa de hacer pero sobre todo de pasar, lo cierto era que agradeció la presencia de aquel hombre con su oarsimonia y sus datos, ella tenía idea de hacer algo pero no siempre estaba en lo correcto.

Siguió las instrucciones del maestre y lanzó un nuevo hechizo con lo que le quedaba de fuerza y poder, esperaba que funcionara o se veía siendo prisionera de aquellas cosas.

Connor apuntó de nuevo, tensando esta vez el arco aún más para intentar hacer el mayor daño de una sola flecha. Además, necesitaba concentrarse para efectuar ese disparo, ya que Dan, el Capitán, y hasta Valenca estaban alrededor del hombre ave intentando matarlo. No era fácil: tanto estruendo, los gritos, los hombres aves volando y cargando contra todos, las flechas volando hacia todos lados...

Respiró profundo y una vez vio que retrocedió el hombre con alas, soltó la flecha. Pasó apenas a unos centímetros de la unión del ala con la espalda, apenas arrancando una pluma y clavándola en la madera del castillo de popa. Connor maldijo su suerte, y su puntería...

La espada de Valença entró en carne, provocando ciertos destrozos en los intestinos del hombre alado. Entre todos los ataques, ya había recibido un daño moderado*. Pero no hay bestia más peligrosa que la que está acorralada. Así que se lanzó con todo lo que tenía contra Valença, que era el oponente más cercano en ese momento.

No todo eran malas noticias. La lluvia había cesado, y de repente, las nubes se abrieron, bañándoles con los rayos del sol. Los tripulantes que estaban arriba se afanaron en manejar los pequeños falconetes para repeler a los hombres alados, pero los buques yitianos estaban ya a distancia de arco y flechas. La primera descarga dió igual en amigos y enemigos, pues parecía que a los soldados del enemigo les importaba más bien poco matar a los suyos por error.

Valença se sentía envalentonado al ver que aquella mole metálica con alas era tan mortal como cualquiera. Ver como se le salían las entrañas hizo que se despertara su sed de sangre, como si fuera un lebrel. El general le lanzó dos tajos, algo lentos debido a las heridas sufridas.

Se deslizó debajo del primer tajo, lanzando, a su vez, un ataque por su flanco, que resbaló sobre las placas metálicas, arañando apenas la carne oculta bajo las costuras de su armadura.

El segundo ataque del general llegó justo después, que el espadachín apenas logró parar. Era un adversario muy poderoso... Pero Valença lo era más. O así lo creía él.

Esquivó el flechazo casi sin esfuerzo. Luego, el joven guerrero realizó sobre su rival una serie de ataques. Los dos primeros eran fintas, destinadas a confundir a su rival. El tercero destrozó su armadura y hendió su brazo con un golpe poderoso. Rak estaba ya en estado grave* y todo parecía indicar que iba a morir.

Por eso, levantó el vuelo con un golpe de alas, intentando escapar del lugar y salvar su propia vida.

Esquivó el flechazo y devolvió otro al punto de origen, matando al sorprendido arquero yitiano. Luego, se percató de que Rax quería huir.

No iba a dejar que el cabrón se escapara. Inmediatamente, saltó cerca de la borda contraria y dedicó su tiempo a apuntar. Apuntar entre las alas de aquel bastardo, en un hueco abierto a la armadura por la espada de Dan. Disparó y la flecha voló, certera, entrando en carne y perforando el corazón desde atrás.

El otrora poderoso general cayó al agua como si fuera una tinaja, y sus hombres dudaron durante unos instantes. ¡Habían matado a su líder!

Del vientre de la nave, un grupo de marineros armados surgió, dispuestos a unirse al combate. El contramaestre los capitaneaba, hacha en mano, y se derramaron sobre los hombres alados como una maldición. Hablaron los arcabuces, y con ellos, cayeron por decenas y en un abrir y cerrar de ojos. Los falconetes dispararon su metralla, haciendo mucho daño, y el ataque aéreo fracasó. Sus supervivientes se retiraron, pensando que más que a hombres habían atacado a demonios.

-¡Serpientes de fuego de cubierta, rápido!

Los marineros no tuvieron tiempo para celebrarlo. Los yitianos estaban ya a distancia de arrojar los arpeos. Pero cuanto más cerca, más daño hacían los cañones del entrepuente. Los destrozos sobre el barco enemigo y las víctimas que éstos provocaban les disudían, de momento, a dar el abordaje.