Partida Rol por web

La llegada al pueblo destruido y las extrañas circunstancias del niño, las ideas empiezan a bullir en la cabeza de Menon, pues aún tiene fresco el enfrentamiento de la taberna, cuando una sola criatura por poco acaba con ellos sin problemas, su recuerdo todavía le atormenta a veces...un bebe frio, marcas de mordiscos, un pueblo cercano destruido, todo lleva a la misma conclusión:

- Es un vampiro! Sino como sobrevivió, y esos muerdos? Y la falta de temperatura? Alguien ha mirado si quiera si respira? Si hay más de esas criaturas por aquí debemos alejarnos lo máximo posible! - a Menon le tiembla algo la voz recordando la amenaza pasada, ha perdido algo de su tremendo autocontrol.

- ¿Cómo pensarr en sacarr leche de pechos de muerrta, Sapo?

- En teoría- Y sólo en teoría porque Sapo no lo había visto jamás. Cuando él veía un pecho su cuerpo reaccionaba de una manera que incomodaba a las madres, por lo que huían de él.-no hay que pensar mucho. Acercar al bebé al pecho. Las glándulas mamarias, aunque  presentes en ambos sexos, solo funcionan normalmente en las hembras.- Se tocó las suyas para reforzar sus argumentos. No salía ni gota.- El bebé succionará por instinto, más si está hambriento, y, si aún queda algo de leche, ante la presión ejercida por la boca del mismo, ésta saldrá por  el pezón.

Pero la teoría de Sapo, en principio, se iba al traste ante las conclusiones sacadas por el Nigromante. ¿Semanas muerta? Había una posibilidad y es que el frío de las aguas, como había indicado el capitán y Genan, hubiera conservado el cuerpo. Aún así no se fiaba mucho de Alarico, por lo que se acercó a echar un vistazo, aunque le incomodase la desnudez de la muerta. Por una parte era bonita y por otra desagradable, por la ausencia de vida.

 ¿Te parece correcto, Sapo?

- Es una primera hipótesis con alta probabilidad de ser cierta.

De nuevo el gnomo usó sus manos para dar forma al éter y colocarse unas estrambóticas gafas con las que examinar los rastros de magia. ¿Sería un vampiro como decía Menon? ¿Lo era la madre?

-Pero como va aser un vampiro, si es monísimo, yo me quedo con el bebe.- dijo Alanis mirando catalogadoramente a todos sus compañeros, nop, en efecto, todos ellos tenían la delicadeza de una piedra, y estaba segura que a si Quiora le daba hambre terminaría por zamparse al pobre infante.

Alanis se acercó con curiosidad al bebé mirandolo...-Tal vez la madre del bebe era una bruja, y ha lanzado un sortilegio para mantener al bebe vivo, hasta que alguien lo encontrase.- la comadreja de Alanis salió de entre sus ropajes y contemplo al bebé olisqueando el aire...Alanis entonces cogió su bastón con firmeza, y lo uso para picotear al bebe con golpecitos realmente suaves, para moverlo si estaba despierto...y ver si despertaba.

Heian estaba alucinando con sus compañeros. Acababan de recoger a un bebé que había sobrevivido a su madre tras semanas muertas. Y no solo eso, sino que la madre tenía mordisqueados los pezones, lo más seguro es que fuera por culpa del bebé, pero a saber qué otros animales podrían haberse dedicado a nutrirse de sus pechos.

No contento con eso, aunque estaban discutiendo si era lo más correcto o no, se habían llevado consigo al bebé, lo habían metido en el barco y estaban haciendo todo lo posible por mantenerlo con vida, cuando estaba claro que aquella criatura sabía cuidarse perfectamente. 

Todos estaban locos, si de él se hubiera tratado, arrojaría por la borda al niño y que se las apañase. ¿Qué necesidad tenían de complicarse la vida llevándose consigo al bebé? Había que estar muy loco para hacer algo así... Pero claro, viendo el grupo que formaban, eso era lo que predominaba, la auténtica locura...

Oyendo la proposición de Sapo, Fedora quedó con cara de extrañeza, de igual forma que cuando Alanis se acercaba al bebé que tenía entre sus brazos, arropado por sus pechos al mismo tiempo y tratando de generarle calor corporal a la criatura. Acto seguido, se acercó a la muerta, que podría ser su madre. Con una mano, la nortema palpó y estrujó uno de los pechos de la muerta un par de veces, notándolos bastante fríos y duros.

- Estarrr bastante frrrríos. Bebé poderrr rrrresfrrrriarrrr... - Murmuró. - También parrrreserrrr tenerrrr leche, al menos estarrrr durrrros, da... - Añadió.

Después, la guerrera de espadas bastardas desnudó a la muerta lo justo para sacarle un pecho y acercar al bebé al pezón, para ver si de alguna manera la naturaleza obraba su milabro.

¿Habéis oído lo que me ha dicho el carcamal?

Nadie prestaba atención a Nathan Timothy. En cubierta, todas las miradas las llevaba el bebé, y en el camarote, Corvino se secaba con una manta de la Virago. Por lo que fuese, Corvino iba por el mundo sin una muda de ropa limpia con la que poder cambiarse sus ropas mojadas. Sin embargo, en un armario había ropa del Capitán Timothy, de una talla similar. Ojalá no le hubiese dicho al Capitán esas cosas. Si ahora Corvino aparece con la ropa de Ene, el ambiente se volverá un poco raro. Aunque claro, el grupo había quedado en jaque por un bebé, así que no era lo único raro en aquel barco.

La teoría de Alanis se demostró falsa cuando Sapo verificó que no había ningún hechizo sobre el niño para mantenerlo con vida. La madre tampoco tenía trazas de magia, con lo cual no era una bruja, o por lo menos no una lo suficientemente poderosa como para que sus poderes se prolongasen más allá de su muerte. Mientras, Menon conjeturaba a plena luz del día que el bebé podría ser un vampiro.

Y de la teoría a la práctica... Sapo magreó lascivamente uno de los pechos del cadáver, tratando de estimularlo para que saliese la leche que obviamente aquellas tetas tenían. Los gnomos son conocidos por ser grandes ordeñadores de cabras. Sin embargo, quizás por la temperatura fría del cuerpo, no salió ni una gota de aquel pezón. Sapo estaba convencido de que si asaban en un espeto a la difunta, el calor del fuego alcanzaría el punto crítico para descoagular la leche, de modo que volviese a manar de aquellos pezones lívidos. No pudo saber, sin embargo, la causa de la muerte: mantenía toda su atención en la manipulación del pecho femenino: para una vez que le dejaban, tenía que aprovechar.

Ecgé. Ngg... afú.

El bebé empezó a revolverse debilmente, mientras Alanis y Fedora le torturaban. Su pequeño pecho se hinchaba al respirar, estornudar y toser, pero había recuperado algo de color con el calorcito.

Bueno... ¿Entonces atracamos en Beltis o seguimos río arriba? Nada... se ponen a jugar con el bebé y ya no atienden a nada más.

Nathan no estaba en lo cierto. Había una persona en el barco que no había estado prestando atención al bebé sino que había estado oteando la ciudad en busca de alguna pista. E incluso había formulado la importante pregunta sobre si atracar o seguir a otra ciudad.

Pero claro, quién iba a hacer caso a un ser que llevaba sangre orca en las venas?

'Maldita criatura- pensó Quiora- sólo traen problemas'.

-Eh, basta ya -dijo retirándose un par de pasos con el bebé, apartándolo de aquel par de víboras con menos instinto maternal que una babosa de los pantanos-. Ea, pequeñín, tranquilo -dijo contento de que sus mejillas perdieran su palidez y que se empezara a agitar. Posiblemente en breve se arrepentiría, especialmente cuando empezara a llorar y reclamara una teta ubérrima que lo alimentara. Pero hasta ese momento, estaría tranquilo-. Atracamos aquí -declaró firmemente. Sabía que su voz se perdería en el viento. Ya antes había expresado su opinión, un esfuerzo vano para mentes cerradas como las de aquel grupo para las que un yermo asolado y desolado no despertaba la más mínima empatía para con el destino de sus habitantes.

Alarico había dicho lo que tenía que decir. Miró con curiosidad a Alanis al decir la mujer que se encargaría del niño. Obviamente. Tenía que haberlo supuesto. Casi se encogió de hombros. Como finalmente hizo cuando Sapo empezó a manipular el cuerpo de la difunta. Era peculiar, claro. Mucho. Pero él ya había dicho lo que tenía que decir sobre si había algo mágico, si había algo especial y cosas diversas.

- Sapo, Gennan, Alanis...yo ya dije todo lo que voy a decir sobre este tema. Este bebé no es mío, ni de mi gente, ni tengo lazo u obligación alguna con él. Hay, obviamente, y por mucho que queráis evitarlo, algo extraño en su supervivencia y concepción. No obstante... como dije me pliego a los intereses del grupo. Eso sí, no contéis conmigo para mantenerlo vivo.

Tras esas palabras se acercó al capitán Nathan y a Quiora mirando también la zona destruida*.

- Y por supuesto, encontrar un bebé que debería estar muerto, y que el lugar de donde venga él y la "¿madre?" muerta desde hace semanas totalmente quemado y destrozado no debe tener nada que ver. ¿No es habitual ver dos cosas imposibles seguidas? No se... tal vez deberíamos valorar la posibilidad de implicación de ambos conceptos. Aunque quizás no tengan nada que ver, después de todo, cosas más raras hemos visto. Capitán, decidme, ¿es preciso atracar en este lugar por algún motivo o no hay problema de seguir rumbo?

Las ubres de las cabras eran totalmente diferentes a aquellas. Las manos de Sapo no daban a basto, tan pequeñas eran en comparación a los pechos humanos. ¡Qué exuberancia! Había visto con envidia cómo Menon estrujaba los portentosos pechos de Fedora, pero a cambio había recibido un fuerte golpe y eso Sapo no lo deseaba. Algo le decía que manosear lascivamente el cuerpo muerto de una humanoide no estaba bien, pero eso no quería decir que no fuese...excitante.

- Ni gota. Necesita entrar en calor.- Se le ocurrían varias formas, pero iban a llamarlo necrófilo o algo peor y con un nigromante ya tenían suficiente.- Eeeh, quizá calentando agua y metiéndola dentro. Yo...yo...-El labio perlado de sudor del pequeño gnomo indicaba que algo no iba bien. -Ahora vuelvo.- Y se fue correteando a un sitio íntimo hasta que se le bajaran los calores.

Viendo como se empeñaba el druida con el bebé, la norteña se lo dejó, aunque con su cara habitual de malas pulgas, siempre que alguien le quitaba algo de las manos.

Despreocupándose momentáneamente del bebé, Fedora atendió al aviso del capitán N, que preguntaba sobre si atracar en un puerto cercano.

- Da, capitán. Atrrracarr aquí. Yo marrearr en esta bañerra del infierrno... - Dijo tocándose instintívamente la parte baja del estómago.

Tras secarse estrujó su ropa un rato para poder sacar la mayor cantidad de agua posible antes de vestirse de nuevo y subir a cubierta, mas tranquilo.

No tenía previsto hacer parada en Beltis, salvo quizás en el viaje de vuelta si fuese necesario para no cruzar por la Percha del Hombre Muerto durante la noche. Pero el bebé lo cambia todo, y si podemos "desembarazarnos" de ese lastre, mejor cuánto antes. La duda es... ¿habrá aquí alguien que se pueda hacer cargo del retoño?

Quiora y Alarico alcanzaron a ver desde la borda, a lo lejos, el astil de una flecha clavada en la madera del marco de puerta de una de las casas. También alcanzaron a ver en la orilla, un poco más adelante, empalizadas de troncos de árboles y torres de vigilancia que servirían para defender Beltis de la frontera con los rebeldes gundarakíes.

En cuanto a la decisión de atracar, el voto de Fedora deshizo el empate entre Genann y Quiora. El Capitán Ene encaró el muelle, zigzagueando entre barcazas y otros balandros fondeados cerca del puerto. Nada más poner un pie en el poblado, el perro de Corvino salió corriendo, haciendo que los demás le siguiesen. El can era atraído por un olor del interior de una de las casas.

Cuando lo alejaron de la entrada, pudieron derribar la puerta. En ese momento, un humo denso salió del interior de la vivienda, haciéndoles toser. El olor a asado despertó el interés del estómago de Quiora, pero aún era pronto para entrar. Tras unos minutos dejando que aireara, pudieron ver en el interior una pila de cadáveres calzinados.

El pajarraco mascota de Genann lanzó un ulular desde el cielo, llamando la atención hacia una de las calles. Hacia ellos se dirigía un superviviente: un niño de unos ocho años, con ropas sucias de pebleyo, que arrastraba los pies llevado al límite de sus fuerzas. ¡Genial! Como si no tuvieran suficiente con un bebé, ahora sumaban otro niño a la guardería.

El bebe seguía copando las conversaciones del barco, al menos hasta que el barco logró atracar, entonces pudieron comprobar el alcance de la destrucción, el ataque había sido concienzudo y poco habían dejado sin quemar o golpear.

Lo raro era no encontrar ningún cadáver entre los escombros, habrían huido? Pero por desgracia la respuesta a esa pregunta llegó al abrir la puerta de una las casas y descubrir la pira de cadáveres ya calcinados, una masacre en toda regla y nosotros estamos terriblemente cerca.

- Quien se queda a quemar la cadáveres? Los que hicieron esto deben de tener un odio muy profundo y estamos en este terreno sin saber si están cerca o no...- en ese momento el perro de Gennan aulló y descubrieron a un niño pequeño que arrastraba los pies hacia ellos, un superviviente que había visto todo y puede que estuviera traumatizado, pero era un testigo y lo que dijera sería valioso para saber a que nos enfrentamos.

- Tranquilo chico no te vamos ha hacer daño, ya estas a salvo, cuéntanos lo que ha pasado.

Genann bajó con el bebé a cuestas, decidido a no dejarlo en cualquier lugar y aún menos sujeto a los amores de las féminas del grupo. El perro que tenía a su cuidado permanecía en el barco, recuperándose de sus heridas del mejor modo que podía hacerse. Dormitando. Y sobre ellos, su búho planeaba silencioso sobre aquel poblado en ruinas y arrasado por el fuego en tanto que el perro de Corvino rascaba nervioso una puerta desde la que procedía un olor que el druida reconoció incluso antes de que la abrieran. La enorme pira de cuerpos renegridos, los ojos sin párpados y blanqueados como unos huevos cocidos, las costras de piel y grasa bajo las que asomaban zonas de carne rosada, hecha al punto, algo que el estómago de Quiora se afanó en confirmar. Genann, con un gesto de pena y repulsa a un tiempo retrocedió unos pasos, cubriendo la cara del bebé para evitar que viera aquello. Justo entonces su búho le advirtió de la presencia del crío que exhausto avanzaba hacia ellos. 

Menon se adelantó hacia el muchacho. Genann suspiró. En aquel grupo la empatía escaseaba más las setas en el desierto. ¿Dónde habían sido criados todos aquellos ganapanes? ¿O es que convertirse en aventurero suponía cerrar las puertas a las emociones y sentimientos que implicaran lazos entre iguales? Si era así, Genann no lo quería. Y aunque con su actitud y gestos tan solo se ganara el desprecio de sus compañeros y perdiera el escaso respeto logrado a base de mordiscos de perro, él demostraría que ser aventurero no estaba reñido con ser alguien dispuesto a ayudar a quien lo necesitara sin estar pensando en cómo quedarse con su bolsa. 

-Ten pequeño -dijo tendiéndole un pequeño odre de agua al tiempo que se acuclillaba junto a él, con el bebé en brazos-. No eres el primero con el que nos encontramos, así que no estás solo. Me llamo Genann. ¿Como te llamas tú?

Comida!

Por unos segundos la semiorca se planteó seriamente si debería al menos probarlo. Seguramente si estuviese en mejor compañía - unos rudos bárbaros quizás- lo haría, pero con tanto rarito en el grupo, a saber qué iban a pensar de ella si probaba el asado de carne humana. En fin, no tenía tanta hambre así que podía dejarlo pasar.

Lo que no se podía dejar pasar era el hecho de que pareciese que un dragón hubiese arrasado la ciudad. Qué más podría haber sido? Un hechicero cabreado? Una horda de orcos? Nada bueno, sin duda alguna.

Cuando vieron al niño que se acercaba hasta ellos, Quiora se acercó a Gennan esperanzada.

- Venga, rápido, dale la cría moribunda a ese niño y quitemonosla de encima. Si ese mocoso ha sobrevivido a todo esto es que es mucho más capaz de cuidar del bebé que nosotros, no crees?

La lógica de la guerrera era aplastante.

La escena se repetía en la mente de Sapo y veía las correlaciones con claridad meridiana. Una aldea, unos cuerpos quemados...

- ¡VORTIGEN, VORTIGEN, VORTIGEN!- Gritaba hiperexcitado y asustado al mismo tiempo. Aquel maldito mago era el único contra el que sus poderosos hechizos enajenadores de la mente no habían surtido efecto alguno. Eso le hacía temerlo más que al saco de músculos que era Quiora o los de su raza. Cuando apareció el niño deambulando por la calle Sapo se tranquilizó un poco. Aquí al menos había un superviviente y podría decirles por dónde se había ido el poderoso mago.

Espera...¿Vortigen escapó o lo matamos?- Ah, el gnomo era un poco distraído y no se acordaba. Si al menos Lentejuela hubiera estado allí podría haberla preguntado. El único de allí que podía conocer al hombre era el humano del sombrero y no hablaba mucho. Se quedó a la espera de lo que el chiquillo pudiera contarles de lo allí acontecido.

Padre... Nos han rodeado.

El muchacho tenía los labios agrietados por la deshidratación, como si no se hubiera atrevido a ir al río a beber y prefiriese el dolor áspero de la sed en su garganta antes que un peligro mucho mayor. Bajó la mirada para ver con deseo el odre del druida.

Huid...

Tras pronunciar esa orden o amenaza, el niño se desmayó a los pies de Genann. Casi simultáneamente, cientos de figuras fantasmales, translúcidas, hicieron su aparición en la calle. Formaban un corrillo, rodeando a los mercenarios.

 Son "odem", un tipo de fantasma que posee los cuerpos de los vivos. No pueden hacernos nada más. ¡Corred hacia el barco! ¡Atravesadlos! Genann... olvídate del crío, trata de salvar tu propio trasero.

-¿Cómo que...? -empezó a replicar Genann ante la repulsiva petición de Quiora antes de que Sapo empezara a gritar como un poseso y el muchacho cayera desmayado a sus pies con una advertencia en sus labios.

No pudo decir nada más. A su alrededor, ectoplasmas de todos los tamaños se materializaron en lo que parecía una fiesta de primavera, solo que las palabras de Alarico añadían un elemento bastante funesto a aquella fiesta. Lo que le pedía era excesivo y aun así sabía que era la única forma de proceder si quería sobrevivir. Su mente quería obedecer pero su cuerpo parecía tener voluntad propia, negándose a actuar con la rapidez debida. Al borde de la desesperación, no tanto por él como por los dos pequeños supervivientes, acabó tumbándose, protegiendo con su cuerpo al bebé y al inconsciente muchacho. Con los ojos cerrados, murmuró plegarias a todas las deidades de los bosques, temiéndose lo peor.