Partida Rol por web

Quiora ya no veía con claridad, una nube roja cubría su limitado raciocinio. Sólo había una cosa en la que podía concentrarse; en subir y bajar el hacha.

De nuevo descargó un golpe a la cucaracha mecánica que tenía delante.

Menon escuchó la extraña melodía de la caja de música, pero apenas le distrajo del combate que estaba teniendo lugar, concentro la energía para lanzar un rayo a la cimitarra, pero no logró dar a un blanco tan pequeño.

Invoco el poder de mi Dios y uso su poder para curar a aquel de mis compañeros que veo haya sufrido más heridas..

Sapo se veía atacado pro todas partes y no le gustaba un pelo. A pesar de las distracciones consideró más importante centrar sus ataques sobre un mismo objetivo. Volvió a amasar el éter para lanzar sus puños a distancia.

Genann veía las cosas cada vez peor. Todo giraba a su alrededor y no sabía dónde fijar su vista así que lanzó un bastonazo a tontas y locas que acabó golpeando contra el suelo. El crujido del bastón le dolió hasta a él y pensó que de allí tan solo sacaría astillas.

Menon estaba pensando en frío, en hielo, en nieve... Pero por el rabillo del ojo vió a Quiora soltar un hachazo a la cucaracha haciéndola añicos y haciendo que saltaran chispas desde su interior. Al ver las chispas, el subconsciente de Menon pensó en electricidad, y la psiónica salió mal. El rayo eléctrico surcó el aire buscando la menor resistencia posible. Contra todo pronóstico no se desvió a ninguno de los seres metálicos ni las piezas de relojería de los expositores: como un relámpago que cae sobre un árbol en mitad del prado, el bastón de Genann (en alto para golpear) hizo de pararrayos haciendo que el druida sufriera una fuerte descarga.

Fedora y el androide seguían intercambiando estocadas: la cimitarra hizo sangrar a la norteña y la bastarda hizo que el constructo empezara a perder aceite. Quiora volvió a propinar un segundo hachazo, esta vez al oso de peluche, que saltó por los aires mientras se deshacía en briznas de relleno de algodón. Parecía que nevase. Eso no distrajo a Sapo como lo hizo con Menon... para empezar porque Sapo tenía muy claro que quería lanzar unos proyectiles mágicos y no un rayo de escarcha; para seguir, porque los ojos de Sapo tenían visión caleidoscópica y la trayectoria de su mirada siempre bordeaba la lluvia de algodón.

Tan solo quedó Alarico. Trató de curar a uno de sus compañeros. Todos tenían un aspecto lamentable. El sacerdote concentró la energía positiva en su palma. Solo quedaba elegir quién se beneficiaría de la sanación, pero entonces la melodía dichosa de la caja de música de los cojones se le metió en la cabeza. Alarico pasó a estar un poco somnoliento, tenía que usar su magia antes de quedarse dormido. Tocó el brazo de Quiora cerrando parte de las heridas de la semiorca.

Por último los dos molestos juguetitos que quedaban seguían fastidiando. Menon esquivó el intento de la torpe caja sorpresa y el mono deslizó su platillo como una cuchilla haciendo otro tajo a la pierna de Quiora.

Fedora sangraba. El constructor perdía aceite. Pero esa cosa no mostraba signos de cansancio o dolor, cosa que la norteña si sentía en sus carnes. El abdomen le ardía y la sangre ya había empezado a empapar sus ropas y armadura, allí por dónde le había besado el filo del arma en su blanca piel. Pese a todo, haciendo acopio de fuerzas, la guerrera se abalanzó con sus armas predilectas sobre la criatura, haciendo gala de su arrojo y temperamento. La cimitarra entrechocó con la espada, parando el primer golpe, pero dejando un hueco para atacar con su otra hija.

Quiora no se dio cuenta de que Alarico le había salvado de nuevo la vida, ella seguía a lo suyo. Cuando el hueco ocupado por su contrincante quedó vació, buscó al siguiente y descargó su hacha con todas sus fuerzas.

Alarico sintió el sueño atravesando sus defensas... pero no pensaba dormirse. Hubiera sido profundamente inadecuado. Tomando su arma, finalmente, decidió atacar a esos autómatas, intentando colocarse de forma que diera flanqueo a otro de sus compañeros, y ello aunque para hacer tal cosa fuera necesario "comerse" un ataque de oportunidad. Por si acaso, empezó atacando (en caso de poder) al mono con platillos.

Pero lo principal era dar flanqueo con lo que, en caso de ser necesario, ese ataque fue contra cualquier otro de los autómatas.

Para ser un ilusionista los hechizo de Sapo pegaban de lo lindo. Dando pequeños pasos, como saltitos, el gnomo se iba alejando del ataque mientras movía la manos frenético, amasando el éter. Si ya daba miedo verlos con los ojos estrábicos, era aún peor cuando el efecto de la electricidad le puso los alborotados pelos de punta.

Menon estaba harto de la maldita cimitarra y lanzo un rayo de hielo con toda la mala intención.

La semiorca sintió unas tijeras afiladas apuñalándole el muslo al salir corriendo. Cuando Quiora destruyó la caja de música y Fedora y Sapo hicieron lo mismo con la cimitarra, el combate quedó desigual. Pero los constructos no se desmoralizan al estar en inferioridad numérica, ellos luchan hasta el final. El mono loco, entre Genann y Alarico, recibió estoico el mazazo del sacerdote antes de contaatacar. La caja del payaso, con una capa de escarcha en una de sus paredes, dejó que Quiora se alejase para centrar sus ataques en Sapo, pero el gnomo se puso en plan "no me toques" y no se dejó atrapar.

Un pequeño hilo de voz llegó desde arriba, desde el desván al que llevaban las escaleras tras el mostrador.

Auxiiiliiiiooooo...

Por fin, con ayuda de Sapo, la norteña había conseguido hundir el filo que sostenía en su mano izquierda en elguna zona vital, si es que la había, de aquel constructo, acabando con su existencia. Después, puso sus miras en el siguiente objetivo, un mono con platillos, pero la sangre derramada la había mareado lo suficiente para errar sus golpes de espadas, tiñendo a su vez, su propia sangre, su capa de rojo.

El grito del anciano pidiendo auxilio no frenó a Quiora quien todavía veía enemigos en pie los cuales la estaban drenando la vida a cada segundo que pasaba.

El siguiente hachazo fue al más próximo de ellos.

Quedaban pocos enemigos. Lo bastante para ver quién pedía ayuda y comprobar si era adecuado salvarlo, y si tal cosa era posible. Así que confiando que el combate estaba terminado, o casi, el sacerdote de Bane subió por las escaleras al piso superior, gastando en tales movimientos su asalto

No le gustaban las sorpresas. Como amante incasable de las matemáticas le gustaba lo previsible, el cumplimiento estricto de las leyes que regían el mundo. Tampoco le gustaba que invadieran su espacio físico y fue aquel pavor por ser tocado lo que le hizo retorcerse como una lagartija.  Otro brinco y ya estaba amasando el éter para lanzar otro rayo. Una vez lanzabas el primero la carga eléctrica residual hacía mucho más fácil lanzar un segundo.

¡Bzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

Menon dado lo que estaba fallando y que los enemigos fuertes habían caído, decidió gastar menos poder y dar un poco de apoyo, lanzó un rayo de fuego al mono con platillos con la esperanza de hacerlo arder.

Antes de que Fedora pudiera pifiarla agitando las dos espadas bastardas a la vez, Sapo se cargó la caja del payaso y el mono fue reducido a cenizas entre Quiora y Menon. Todo controlado. En la planta de arriba encontraron a un viejo humano en una jaula. Estaba flaco, afectado por la inanición. Al verles llegar, se sobresaltó por la presencia de Quiora, pero se calmó cuando vió rostros más humanos como el de Alarico.

Gracias al cielo... Por favor, sacadme de aquí. Mi nombre es Grabbs Glaston. Soy el dueño del Muelle del Relojero. Hubo... hubo un accidente. Es largo de contar. Podéis liberarme con esa llave de ahí...

Grabbs señaló a la pared opuesta. Un clavo salido, a medio clavar en la madera, hacía de colgador para una llave gruesa, férrea, de hierro forjado negro. A pesar de la situación, Grabbs se explayó más en sus explicaciones.

Hubo un error de programación. Mis autómatas tienen órdenes de atacar a posibles atracadores que fuercen la puerta. Pero Tornillo, el de la cimitarra, tiene órdenes de llevar a esta jaula a cualquiera que caiga. Por otro lado, recientemente terminé otra de mis obras: la caja de música. Pero al hacer inventario se activó por error y su música me durmió. Me desmayé y caí al suelo. Lo siguiente que recuerdo es despertar en la jaula. Creo que Tornillo interpretó que como había caído debía traerme aquí. Llevó días sin comida ni agua... Por favor, liberadme...

Había mucho que robar en la tienda si lo dejaban allí metido. Un catalejo valorados en mil monedas de oro, una lupa por cien monedas, herramientas de artesano de gran calidad por cincuenta y cinco, un reloj de bolsillo del mismo valor que un catalejo, un reloj de cuco con un precio de quinientas monedas... Además había autómatas que no les habían atacado, y que no servían para la lucha: un minúsculo soldado de plomo con cuerda que le permite andar en linea recta por quinientas monedas, un pajarillo mecánico de tamaño diminuto que al darle cuerda volaba por mil monedas, un recipiente de agua menudo con forma de pájaro que se movía adelante y atrás por dos mil monedas y un perro mecánico pequeño que al darle cuerda ladraba y hacía piruetas sobre sí mismo por valor de cuatro mil. Como era una tienda, todas las cosas para saquear tenían el precio puesto y no era necesario tasarlo todo.

El debate era el mismo que con la carroza: hacer lo correcto y que las cosas se las quedase el viejo Grabbs, hacer lo correcto y darle la carroza de Gabriella a su contacto... o ser malos y ricos, vendiendo la carroza y los objetos de valor de la tienda dejando que el señor Glaston se pudriera en su celda.

Bondad y maldad no eran tan importantes como la gente creía. Pero había llegado a un acuerdo con Gabrielle Aderre (por mucho que se disfrazara, mintiera sobre su identidad de forma constante y no hubiera sido sincera con ellos) y tampoco tenía realmente claro lo que iba a pasar cuando terminaran su misión. Además, y de alguna manera, era algo así como el líder de ese grupo o, al menos, así se sentía y veía él a sí mismo.

- Comprendo. Habéis sido negligente y estúpido. Si no hubiéramos desconfiado al ver dos días seguidos la puerta de vuestra tienda cerrada en horario de apertura, y hubiéramos entrado en la misma para cumplir el encargo que se nos había realizado de entregaros un carromato y una carta, estaríais muerto- se acercó y tomó la llave que estaba junto al clavo- En vez de eso, tanto yo como mis compañeros hemos sido brutalmente atacados por vuestros autómatas y nos hemos visto obligados a destuirlos para no perecer. Os rescataremos, por supuesto. Pero entiendo que es razonable pediros una recompensa por salvar vuestra vida y por las heridas y sufrimiento que hemos arrojado por ello, señor Glaston.