Partida Rol por web

Aunque para algunos les hubiese parecido una opción viable eso de dejar inconsciente a un compañero en terreno enemigo, no era algo que se le podía plantear a la bonachona de Leiath.

Buscó con la mirada algún sitio que estuviese cerca para arrastrar a Jadewo y quedarse los dos a cubierto, en la medida de lo posible. Una vez en posición, quizás volviese a intentar escribir lo que le faltaba del pergamino. Un escupitajo o dos y con suerte la tinta quedaría casi perfecta.

Ay, donde se había metido Onfale cuando más lo necesitaba?!

Leiath arrastró a Jadewo hasta uno de los muros del callejón. En una y otra dirección, las callejuelas se iban ensanchando y divergiendo, exponiéndoles aún más a la presencia malévola de algunos indeseables del pueblo, pero si se aventuraba, podría intentar encontrar una casa vacía para guarecerse con Jadewo. Otra opción era esperar a que el incendio terminase, y tratar de rescatar algunos tablones ennegrecidos para ocultar a su compañero.

Los escupitajos dejaron un poso espumoso sobre la costra de la tinta seca, pero no la diluyó. Necesitaba un líquido más frío, con cierta presión y en más cantidad. Descubrió el cordel roto por las llamas colgando de la mochila de Jadewo, aquel que en otro momento sujetó un odre, que el fuego había dejado en el interior de la casa.

El pequeño corte superficial no amilanó al perro, que persiguió a Onfale escaleras abajo. No era un perro normal, era un perro legendario... Uno de esos animales comunes, que destacan entre su raza volviéndose más fuerte, y más inteligente, hasta protagonizar hazañas. Esa evolución habría venida dada por la repetición de los días en Nueva Lechberg, hasta hacerle ganar experiencia... y locura.

Onfale vió la puerta cerrada que daba a la calle antes de sentir de nuevo el mordisco en sus carnes, haciéndole probar de nuevo el suelo de la vivienda.

No quería aventurarse muy lejos, pues aun guardaba la esperanza que Onfale volviese y bueno, tampoco es que pudiese ir a ninguna parte arrastrando el inerte cuerpo de Jadewo.

Preparó unos tablones para que les ocultase de aquellos que no les buscasen con ahínco, se sentó y colocó la cabeza del guerrero en su regazo. Estaba muy cansada, tanto físicamente como espiritualmente así que no le vendría mal estar un momento a resguardo con sus propios pensamientos.

Esperó oculta a que Jadewo se despertase, ojala que fuese ants de la caída del meteorito.

Allí, sentada, escuchando el crepitar de las llamas que le habían robado su oportunidad de comulgar con Hala, pensaba en eso de 'no perder la esperanza'. Estaba siendo muy difícil. Primero la traición del falso Fosco, ahora un pueblo en el que no parecía más que acumularse la mala fortuna.

- Hala dame fuerzas...

Puto Fosco...- El mediano era tan inútil que ni del saqueo de su cuerpecillo inerte sacaba nada bueno. De todas formas tenía delito el perro aquel. Era un superperro del que iba a ser extremadamente difícil zafarse. Volvió a morder el polvo pero, al igual que antes y para asombro del rottweiler, Onfale estaba de pie el instante. El perfumista eligió entonces el fuerte olor de la goma arábiba de uno de los receptáculos de su bolsita de componentes. Untó el pulga de la mano derecha en el y adoptó el mudra shikaram. Era paradójico pues el símbolo de la mano era el utilizado normalmente para decir que todo iba bien y no lo iba en absoluto.

- Shammmmbu ajna adr̥śya.- Las palabras sáncritas provocaron la apertura de su chakra ajna, superpuesto a la gema de su frente,haciendo que el poder del mago  fluyera para hacerse invisible al instante. Todo aquello en la más absoluta de las concentraciones pues debía evitar las dentelladas y amagos que el enorme perro le lanzaba. A pesar de estar invisible no las tenía todas consigo. El perro tendría un buen olfato para localizarlo. Un rápido vistazo le bastó para ver el abrigo y los zapatos del desafortunado pintor que yacía en el piso superior. Hacia allí dirigió sus pasos lo más sigiloso posible con la esperanza de que los diferentes olores ocultaran su rastro. En su mente se abrían dos opciones: salir de allí y cerrar la puerta para escapar o arriesgarse a ir al piso superior. Allí no había puerta que detuviera al perro.

Necesito una poción...

Para ser un perro legendario, era bastante estúpido. Cuando Onfale se hizo invisible, no paraba de dar vueltas por la planta baja tratando de ver a dónde había ido su presa. Ni le veía, ni le olía, y ni siquiera escuchaba ningún ruido que delatase la posición de aquel hombre tan extraño.

En un momento dado, el perro fue a buscarle debajo de las escaleras, dónde la mesa y la banqueta. Con el perro en la planta baja, el eunuco no podía arriesgarse a abrir la puerta, así que subió las escaleras. La habitación estaba como la dejó. El cadáver del anciano pintor seguía boca abajo tendido en la cama, pero pudo fijarse en que en las heridas no había marcas de dientes: los dedos habían sido cercenados por un filo.

Acercándose a la banqueta y el caballete junto a la ventana, Onfale también encontró dos de los tres dedos que faltaban. Estaban allí, abandonados como un par de tizas en el soporte del atril. En el lienzo predominaba el rojo sangre, lo que le obligó a mirar la pintura con más detenimiento...

La pincelada era tosca, peor que la de los cuadros que habían apoyados contra la pared. La obra estaba recién empezada, en perspectiva, con una figura más grande en primer plano, y otras pequeñas por detras. Reconoció vagamente el intento por plasmar las ropas orientales del anciano Wu Jen, al que los otros personajes del cuadro arrojaban comida. Lejos de ser una imagen estática, en rojo se dibujaba la trayectoria de un tomate...

Pues bien, el tomate del cuadro salía de una de las personas del fondo, y su trayectoria en parábola llegaba hasta la cabeza del Wu Jen, junto al gnomón de la plaza del pueblo. Pero lo extraño es que una segunda parábola en rojo ascendía desde la cara del Wu Jen, como si el tomate hubiese rebotado. La parábola llegaba a lo alto del cuadro y volvía a bajar hacia la plaza. El tomate caía, y el rojo sangre estaba mezclado con amarillos y naranjas llameantes, dejándolo a medio camino entre un tomate de fuego y un meteorito.

Viendo que el perro parecía desconcertado Onfale aprovechó la situación para ir al piso superior. Allí sació su curiosidad mirando el lienzo. La escena que en él se desarrollaba le resultaba familiar gracias a la conversación con el extraño misterioso. El anciano pintor plasmaba el momento exacto en el que el tabú del Wu Jen era quebrantado y, sobre todo, confirmaba que el meteorito, representando como aquel tomate que rebotaba, era consecuencia de dicho quebranto.

Interesante.- Onfale echó un vistazo rápido al lienzo y trató de llevárselo consigo para mostrarlo a sus compañeros más adelante. Al parecer había usado su sangre como pintura y, aunque resultaba asqueroso, sus propios dedos como si fueran un pincel para aplicarla. La aldea de la locura. Antes de salir de allí se tomó el tiempo para tomarse una poción de las que tenía. Estaba muy debilitado y esperaba con ello poder cerrar algunas de sus heridas y aliviar el dolor.

El morbo y la curiosidad del perfumista hizo que, antes de salir por patas, tuviera que ver la cara al pintor que yacía boca abajo. Con sumo cuidado volteó al hombre para reconocerlo en caso de que, al día siguiente, se lo encontraran vivo. Tras ello buscó por la habitación algo más que pudiera habérsele escapado a primera vista y, finalmente, se acercó a la ventana para ver el exterior.

El rostro del pintor no era el de nadie conocido...

...pero al mover el cuerpo, Onfale también descubrió que entre el cadáver y la cama había una tabla de cortar pescado, con manchas de sangre, un cuchillo de cocina y el último dedo que el anciano se cortó. Seguramente se desmayó en el mismo momento del corte, y siguió perdiendo sangre hasta morir.

El eunuco alzó el cuadro de su caballete y lo guardó en la bolsa de contención. Abrió la ventana y con capacidad felina paseó por el alféizar hasta descolgarse en el tejado oblicuo de la casa de Rabaglard. Un juego de niños...

¡Crack!

La teja bajo sus pies se desencajó, y Onfale resbaló tejado abajo. El golpe de la caída contra la calle le dejó inconsciente. Cuando volvió a despertar, seguía delante de la casa de Rabaglard, y tenía todas sus posesiones. Por la posición del sol, seguía siendo por la mañana. Solo había perdido unos minutos. Una hora a lo sumo.

Un hilo de humo se divisaba por encima de los tejados de las casas... Venía de... ¡La casa abandonada dónde dejó a Leiath y a Jadewo! Alarmado, fue en ayuda de sus amigos... y también porque el maldito chucho le había dejado para el arrastre, y necesitaba las atenciones de la sacerdotisa.

El callejón había estado en silencio durante media hora. Cuando Onfale, malherido, regresó a él, las llamas de la casa abandonada daban sus últimos latigazos. Onfale no vió a la sacerdotisa, pero en la calle el cadáver del peón Troy, que normalmente viajaba en la bolsa de contención de Leiath desde que murió, estaba vivo y despierto, con la espalda pegada a la pared. En su regazo yacía un Jadewo con los ojos cerrados. Quizás dormido, quizás muerto.

No era como ver a la propia Hala personificada pero casi.

Leiath se entusiasmó al ver a su amigo aparecer en su campo de visión. Aunque su apariencia era otra, no dudaba que el inteligente perfumista la reconocería enseguida.

Con una sonrisa en el rudo rostro del peón, le hizo una señal con la mano para llamar su atención.

Según se iba acercando, se dio cuenta que el estado de Onfale no era muy bueno. Depositó con sumo cuidado la cabeza del inconsciente Jadewo en el suelo y se dispuso a atender las heridas de su amigo cuando estuviera a su alcance.

Afortunadamente había caído aún con el hechizo de invisibilidad activo y tanto él como sus cosas seguían en su sitio. Eso sí, bastante maltrecho por el combate con el chucho. Tras ponerse en pie y asegurarse de que no había nada roto, Onfale se percató del humo que provenía de la casa donde Leiath estaba escondida junto a Jadewo. El corazón se le encogió y salió raudo a ver qué había pasado. No ver a Leiath y ver a Jadewo inerte en el suelo casi le hizo desfallecer. Aquella aldea era un sitio realmente peligroso.

- ¿Qué ha pasado?- Su propio pergamino de disfraz le engañó por unos instantes por lo que de primeras rehuyó el contacto físico con Troy. No tardó mucho en caer en la cuenta. No había que ser muy listo para intuir que podía ser Leiath disfrazada.

Buena chica.- Había usado el pergamino para protegerse de la violaciones, al menos. Pero que una excelente curadora como la Bruja de Hala no consiguiera que Jadewo estuviese en pie le preocupaba mucho.- Gracias.- No había tiempo que perder.- Tenemos que buscar refugio lo antes posible. ¿Está...- No se atrevía a decirlo. ¿Estaba muerto Jadewo? Después cayó en la cuenta de que posiblemente resucitaría al día siguiente.- Sólo me dio tiempo a investigar una de las casas. Allí un perro me atacó. Uno grande y  cuya locura le daba una fuerza superior a la media. Casi acaba conmigo. Al menos sé lo que que quebró el tabú del anciano extranjero.

Loado seas!- suspiró nada más poder tocar a Onfale y descargar en él el poder curativo que parecía negarse a entrar en el cuerpo de Jadewo.

Ya, parece que la locura les da un fuerza inusitada no crees?- respondió a lo narrado sobre el perro y recordando asimismo la fuerza con la que le estrujó el mendigo.

Su vista volvió a Jadewo.

- No, no está muerto, solo se ha desmayado por el humo. Quiso recuperar el tintero de las llamas, cuando el edificio ardió súbitamente. Parece que le afectó de forma que desconozco, me veo incapaz hacerle despertar.

Tampoco he podido terminar el pergamino ya que no corre bién la tinta.

Vamos al templo e intento terminar ahí el pergamino? No he podido moverme antes porque no puedo arrastrar a Jadewo yo sola, pesa demasiado.

Qué has averiguado sobre la maldición?

- Sí, justo eso.- Confirmó a Leiath que su teoría le parecía acertada. Le daba vergüenza admitirlo pero un chucho le había ganado en combate singular. De no llegar a tener un conjuro de invisibilidad preparado no quería ni pensar qué es lo que hubiera pasado.- ¿Ardió súbitamente?- Al mago no le gustaba aquello.La casa del tal Rabaglard estaba cerca y, quizás, se entretuvieran en ahumar las madrigueras para hacer salir a los conejos.- Será una forma de hacer salir a la gente de sus casas.- Ya habían visto que muchos aldeanos se encerraban a cal y canto en sus casas.- Aquí corremos peligro.- Onfale sacó de su saco de contención un lienzo que tendió a Leiath. Mientras le explicaba echaba un rápido vistazo a Jadewo, golpeándole suavemente las mejillas con la palma de su mano.

La pincelada del lienzo era tosca. La obra estaba recién empezada, en perspectiva, con una figura más grande en primer plano, y otras pequeñas por detrás. Se podía reconocer vagamente el intento por plasmar las ropas orientales del anciano Wu Jen, al que los otros personajes del cuadro arrojaban comida. Lejos de ser una imagen estática, en rojo se dibujaba la trayectoria de un tomate...

Pues bien, el tomate del cuadro salía de una de las personas del fondo, y su trayectoria en parábola llegaba hasta la cabeza del Wu Jen, junto al gnomón de la plaza del pueblo. Pero lo extraño es que una segunda parábola en rojo ascendía desde la cara del Wu Jen, como si el tomate hubiese rebotado. La parábola llegaba a lo alto del cuadro y volvía a bajar hacia la plaza. El tomate caía, y el rojo sangre estaba mezclado con amarillos y naranjas llameantes, dejándolo a medio camino entre un tomate de fuego y un meteorito.

- Esto confirma lo que nos comentó el extraño misterioso. Un tomate lanzado por la plebe impactó en el Wu Jen. Supongo que rompiendo su ayuno. El cuadro deja claro que el meteorito es consecuencia de ello y provocado por el Wu Jen. El lugar el gnomón.- El mago se quedó mirando a Jadewo a la vez que lanzaba nerviosas miradas alrededor. Leiath era extremadamente debilucha pero él no era tampoco un forzudo. ¿Cómo iban a poner a Jadewo a salvo?

- Mmm.- Dudaba.- Temo que encontremos todas las puertas cerradas y peligros por el camino. No sé que relación entablaste con el sacerdote del templo. ¿Crees que si vamos nos abrirá las puertas? Si no, otra opción es Hodvic.- Onfale comenzó a desvestir a Jadewo de su pesada armadura. Una pena tener que hacerlo en aquellas circunstancias.- Ayúdame a meter las piezas de la armadura en alguno de los sacos. Nos ahorraremos el peso.

Vaya, pues si que era quisquilloso el Wu jen. Echar una maldición como aquella por un tomate? Quizás el castigo se lo mereciese ese viejo tan rencoroso...

La mente de la bruja viajaba rápido, pero gracias a Hala volvió a centrarse y se puso a ayudar a Onfale con la armadura de Jadewo.

- Llegué a cierto acuerdo con el sacerdote, bueno, más bien se dio cuenta que era una auténtica adoradora de Hala, creo yo. Así que nos dejará entrar. Pienso que es el mejor lugar, porque si nos cae el meteorito al menos tendremos un 'dulce sueño'.

Además, si llegamos con tiempo, podría seguir intentando escribir el pergamino.

Leiath seguía en sus trece. Requería de la orientación de Hala para tomar las decisiones acertadas, con la mente clara podría ponerse en movimiento. Pero así, dudando entre lo que era bueno o no para el poblado y sus amigos, se encontraba paralizada. Necesitaba a su diosa más que nunca.

- Bien.- Si no había más sorpresas les dejarían entrar. Pero había que ser precavidos.- Pero no te confíes. Puede que no podamos llegar y, si eso pasa, tendremos que encontrar otro lugar.- Onfale también deseaba, ahora que había recuperado algo de salud gracias a Hala, seguir investigando las diferentes casas.- ¿Cómo les irá a los demás?- Una vez "desnudado" Jadewo de su armadura, Onfale se fue adelantando por las calles para ver que estuviera despejado. Regresaba después para ayudar a Leiath con el cuerpo de Jadewo y repetía la operación.

Los últimos minutos en los que despojaron a Jadewo de su armadura también fueron los últimos minutos de la magia de disfraz que travestía a Leiath. Volvía a ser una muchacha violable, y volvía a ser peligroso para ella caminar por las calles. Con ayuda del censo, Onfale trató de establecer una ruta segura hasta la iglesia. Los números faltantes implicaban tiendas o casas vacías. Entre Onfale y Leiath llevaron a Jadewo hasta la casa vacía más próxima, y a partir de ahí, Onfale se lanzaba a explorar las calles para identificar otro de los números que faltaban en el censo. Movían a Jadewo, y Onfale volvía a explorar.

El agua del odre de Onfale sirvió para ablandar la tinta, y Leiath seguía realizando trazos en el pergamino cuando el eunuco estaba ausente, pero con los constantes parones para mudarse a otra casa vacía, la sacerdotisa no avanzaba demasiado en su fabricación del pergamino de adivinación.

En uno de los viajes, tuvieron que detenerse. Estaban bien resguardados en un callejón, pero llegar a la siguiente puerta de una casa vacía suponía cruzar una calle que en ese momento no estaba vacía. Onfale se asomó por la esquina para ver.

Aquella lugareña estaba a treinta pies de distancia, contando desde la esquina desde la que la vigilaban. Se movía sin miedo a ser violada, asesinada o torturada, pero teniendo en cuenta que la caída del meteorito borraría todo lo ocurrido hoy, puede que simplemente no le diese importancia.

La mujer llevaba una mochila de cuyo interior asomaban los cuellos de botellas de vidrio, amordazadas con un trapo tapando el conducto. Cuando la desconocida terminó de elegir una de las viviendas de la calle, colocó una botella en horizontal en el suelo haciendo que el alcohol del interior basculase hacia el extremo del trapo. El otro trozo de tela, el que sobresalía, fue estirado por las manos de la joven.

El siguiente paso fue sacar un pedernal y empezar a golpear el acero para que una chispa prendiese el trapo. En cualquier caso, el objetivo de la pirómana no iba a ser la misma casa que aquella a la que querían llevar a Jadewo, a no ser que la chica cambiase súbitamente su decisión y se desplazase dos portales hacia ellos para cambiar de objetivo.

- ¡Tks!- Emitió un fastidioso chasquido cuando Leiath recuperó su imagen. Ante la mirada interrogante de la Bruja de Hala Onfale no dijo nada, sino que se limitó a lanzarle una mirada de arriba a abajo, como hacía para evaluar la valía de las concubinas que llegaban recién compradas a formar parte del harén. Pero si eso era una molestia no era nada comparado con la aparición de la pirómana loca.

- Ahí está la causante del incendio.- Susurró a Leiath. Onfale volvió a mirar el plano para ver a cuánto podían estar de la iglesia. Quizá él pudiera "enfrentarse" a la lugareña mientras Leiath huía. Sin embargo, si eso tenía que pasar, no quedaba otra que abandonar el cuerpo de Jadewo allí, una idea que, a pesar de que seguramente lo verían al día siguiente en su flamante armadura, no le hacía demasiada gracia. Ver a Leiath tan sumamente desprotegida le carcomía por dentro.

- Leiath, ¿tienes algo en contra de ponerte la armadura de Jadewo?- Le parecía una manera de protegerla al menos un poco. Pero la preguntaba por si ella tuviera algún tabú, como el Wu Jen, o si prefiriera mayor agilidad para salir corriendo. Onfale había interpretado voluntariamente en varias ocasiones el papel de guardaespaldas de la Bruja de Hala pero, ahora que estaba solo, no se consideraba a la altura. Su magia estaba bajo mínimos y era débil y, por si fuera poco, estaba seguro de que aquella loca estaría dopada como el rottweiler de la casa del pintor o el mismo Zebulón. Si fuera por él se escabulliría sin que ella pudiera verlo o la atacaría por sorpresa pero, al estar con Leiath,, no podía hacer ninguna de las dos cosas.- Parece que pretende quemar todas las casas. Como yo lo veo tenemos tres opciones. Yo distraigo a la mujer...- Omitió el tema de hacerla daño y de abandonar a Jadewo para que Leiath no pusiera pegas.-...y tú corres hasta la iglesia.*- Si para Leiath era tan importante consultar a la diosa tendría que hacer sacrificios.- También podemos intentar engañarla con una imagen silenciosa. Me queda un pergamino. Podría crear una ilusión de nosotros mismos o de otros para ver cómo reacciona ante la presencia de gente. Aunque creo que estará loca de remate. Pero podría quizá, con la ilusión, moverla de ahí para que tú pases. La última atacarla con todo si se muestra agresiva con nosotros. Lleva esas botellas con combustible en la mochila. Quizá si  las rompemos se impregne toda ella de él. Podría intentar darla desde aquí. Si lo conseguimos puede que se ande con más cuidado al prender fuego a las cosas. Una chispa de esas podría hacerla arder en llamas.

Cuando la magia del perfumista se esfumó en el aire, Leiath se sintió 'en pelotas'. Y ahora qué? Se preguntaba cuando la joven pirómana se mostró ante ellos.

No había esperado que el camino al templo hubiese estado despejado, pero vamos, que la aldea no era tan grande y estaban tardando más de lo deseado.

Aunque a Leiath le iba más eso de dialogar antes de tomar cualquier otra acción, era consciente que allí no se podría razonar con todo el mundo, e intentar hablar con la desconocida sin saber su grado de cordura, sería probablemente fatídico.

Miró a Onfale, según exponía su opinión, miró a Jadewo, sopesando qué hacer con él y por último miró a la jóven que iba quemando todo a su paso.

Y si, ayudados por el pergamino que tenía Onfale y el ruido de las llamas, pudiesen escabullirse sin tener que enfrentarse? Se trataba tan solo de una víctima más de la maldición, debían evitar dañarla en lo posible.

Intentó ocultarse aún más para que la extraña no les viese de refilón mientras ideaban un plan.

Quizás podrías crear una ilusión de alguien al otro lado, así, mientras la chica está distraída, nosotros avanzamos. Podría funcionar?- susurró

De repente los ojos de la bruja se iluminaron, pues se le había cruzado por su alocada cabezilla una de 'esas ideas' que no podían ser más que inspiración divina.

- Espera. Y si... Bueno parece que le gusta el fuego. Podríamos negociar con ella. Le podemos ofrecer mi llama siempre ardiente, seguro que le gusta...

¿Negociar con una antorcha siempreardiente? Fosco ya lo intentó con los fuegos fatuos y los nyzh, y no funcionó bien. Mientras Onfale meditaba la propuesta, la mujer terminó de encender su producto pirotécnico y lo lanzó a la ventana de un segundo piso.

La pirómana se alejó por un callejón, y el fuego del interior de la casa objetivo aún tardaría unos minutos en ser un problema para sus habitantes, si es que había alguno. Sin mayor peligro, avanzaron hasta el otro lado de la calle. Onfale abrió la puerta de la casa vacía con sus ganzúas.

De nuevo una casa vacía de muebles y un lugar en el que dejar a Leiath inscribiendo el pergamino. Ya faltaba poco para llegar al templo... Desde la ventana de la planta superior, Onfale divisó la parte trasera de la posada, y tras ella, el campanario del templo y la torre del alcalde. Onfale podría explorar las dos últimas callejuelas para comprobar que eran seguras, volver de nuevo hasta el piso franco y cargar con Jadewo junto a Leiath hasta la iglesia. De un tirón. Una última carrera.

- No sé si funcionará. En cuanto se la demos verá que no quema, seguro que enloquece, y encima nos quedaremos sin ella.- En lo que hablaban la mujer no perdía el tiempo y ya incendiaba otra de las casa.¿Quemaba pro el puro placer de la locura o buscaba una segunda intención? La de sacar a todos los vivos de sus casas.- No parece detenerse a ver si sale la gente que viva a allí. Parece que símplemente es una pirómana.- Avanzaron aprovechando que la mujer se movía y se refugiaron en una casa que, afortunadamente, estaba vacía. Onfale trató de memorizar su posición y el nombre que venía en el censo. Desde allí pudieron ver la distancia que les separaba del templo.

- Voy a salir a echar un vistazo. No tardaré. - Él iría más cómodo solo pero tampoco le gustaba dejar a Leiath sola con un Jadewo inservible.- ¿Vienes o te quedas? Si me acompañas, dos condiciones. La primera es abandonar aquí a Jadewo. Si llegamos al templo intentaré venir a buscarlo. La segunda es que, si nos topamos con algo lo alguien, sales corriendo al templo y yo me ocuparé de cubrirte. Si te quedas aquí con Jadewo regresaré lo antes posible.