Partida Rol por web

Extrañada, Virginia se paró en el descansillo de la planta de la cocina.

Diecisiete años, señor. Tengo diecisiete. ¿Por qué lo pregunta?

Se la notaba en tensión y a la defensiva. Pero con ella parada, Leiath y Jadewo podían subir una planta más, hasta la habitación del alcalde. En su dormitorio, el viejo enano Hodvic dormía.

Uff, diecisiete para pueblerinos como estos es mucho ya para mantenerse intactos.- Pero puede que Hodvic la hubiera protegido bien en el ayuntamiento.- No, por nada. Simple curiosidad. Leiath sólo tiene dos años más y ha conseguido tanto en su vida...- A veces Onfale era rastrero y sibilino como una serpiente. Trataba de sembrar una semilla en Virginia que, convenientemente regada, floreciera a su gusto.- Servir a Hala es muy sacrificado pero gratificante, sin duda. Cuando dejé atrás mi esclavitud anduve perdido pero Hala me mostró el camino a través de Leiath. Le estaré siempre agradecido. Antes pensaba que mi vida carecía de sentido, que mi muerte pasaría inadvertida para este cruel mundo. NO más que una hormiga, que una mosca insignificante.- Estaba seguro de que la joven paleta no habría visto mundo más allá de Lechberg y Nueva Lechberg. ¿No había dicho que no había visto el mar? ¡Oh, el mar! Bendiga Hala esas olas que arrastraron, con un poco de ayuda, a su Creador a un mundo mejor. Más bien se lo llevaron y dejaron tras su muerte un mundo más justo.- Ahora no. Ahora sé que, aunque la senda es peligrosa, bien merece la pena morir por la causa de Hala.- Se dirigió a Leiath mientras aún estaba con ellos para no parecer demasiado descarado.-A esa edad, ya andabas sirviendo por ahí sirviendo a Hala, ¿verdad?- Después, con la oreja puesta a lo que Leiath contaba al alcalde, siguió charlando amigablemente con la joven. Le puso un poco al día de lo que había acontecido en aquel largo día. Advirtió a Virginia de que la locura estaba haciendo más poderosos incluso a los animales, sin entrar en detalles de su humillante derrota contra el perro del pintor.- Y el anciano extranjero, el de los ojos rasgados, resulta ser la clave. Lo que nos contaste fue de vital importancia. Está claro que Hala te ha dado una gran astucia, Virginia.

La intenciones de Onfale eran claras. A Leiath no le hacía mucha gracia tener que usar a virginia para romper el maleficio, pero debían averiguar si ella era una de las mencionadas por Hala.

Dejó pues al perfumista algo atrás sonsacando información a la muchacha, a ella le tocaba una piedra más dura que pulir.

Señor alcalde, Maese Hodvic - dijo con suavidad- despierte, traemos buenas noticias...

Yooo... no, es que... Supongo que para Leiath es distinto. Hala canaliza su poder divino através de los rezos de Leiath. Yo, cuando rezo, no recibo respuesta... Solo soy aplastada por un gigantesco meteorito. Pero agradecemos vuestra ayuda, y lo que estáis intentando hacer. Es solo que... a veces ayudar no sirve. Otros grupos de aventureros lo intentaron, y desaparecieron. Y nos dejaron con el mismo problema, la misma maldición. En ocasiones pierdo un poco la esperanza...-concluyó, con mirada triste.

Lo de los animales tiene sentido. Una vez, una paloma se coló en la torre y nos dió muchos problemas. Realmente parecía más fuerte que una paloma corriente, y tiró algunas cosas demasiado grandes para que las tumbara una paloma corriente. Pero no parecía consciente de su fuerza, y la logré auyentar-dijo, orgullosa-. Al final, los animales se comportan como animales. Sobre lo que dijo la voz del sótano... Yo no soy la persona a la que buscan-y su voz se volvió apagada hasta sumirse en un silencio melancólico.

Un puñado de escalones más arriba, Hodvic es sobresaltado por Leiath, sacándole de su siesta.

¡Ngh! ¡No! ¿Quién es? ¡Quieto!

Tardó un tiempo en ubicarse. La voz de Leiath le sirvió para tranquilizar al viejo enano ciego.

Leiath... ¿eres tú? Cuéntame...

Siendo conciente repentinamente de que el anciano enano posiblemente estuviera con la ropa de cama y que por tanto estaba rompiendo con el protocolo, se giró para no mirarlo directamente (él era ciego pero no tonto) y darle tiempo a que se vistiera.

- Perdóneme que entre así, pero todos sabemos que disponemos de poco tiempo antes de que perdamos la cabeza y nos veamos imposibilitados.

Bueno voy al grano. He conseguido contactar con la mismísima Hala, la cual nos aclaró a los presentes la manera de romper la maldición que recae sobre Nueva Lechberg. El problema es que, nosotros, simples mortales, no poseemos la inteligencia suficiente para entender las palabras de Hala a la primera, y por tanto debemos descifrarlas. Usted es sabio, ha vivido muchos años en este pueblo y quizás conozca a las personas a las que se refiere la diosa. Dijo que había tres mujeres que podrían ayudarnos; La niña del espejo, la que vive debajo o la vieja del acebo.

Le suena quiénes podrían ser? Tómese su tiempo para pensarlo, quizás sea nuestra última esperanza.

- No somos cualquier grupo de aventureros. Somos el Aquelarre de Hala.- Manifestóorgulloso el eunuco, aunque bien sabía cómo podía sentirse Virginia.- Te entiendo. Incluso con Leiath, a la que Hala ha dignado en hablarle directamente, hemos sido aplastados pro el mismo meteorito. Pero también te digo que sabemos ser pacientes. Diecinueve largos años tardé en librarme de los grilletes de la esclavitud. No voy a desanimarme por haber pasado dos días aquí encerrado.- Obvió, como si no hubiese intentado curiosear sobre la virginidad de Virginia, las palabras de la joven al respecto, como si él no hubiese mencionado el espinoso tema.- Piensa tú también Virginia, ¿alguna de esas descripciones de mujeres te suenan?

Hodvic vestía la misma ropa de cama con la que le vieron ayer, en ambos casos tapado por las sábanas. Era una persona mayor, con poca movilidad, y pesado como lo eran todos los enanos. Era muy probable que Virginia no tuviese fuerza suficiente como para ayudar a vestirlo. A no ser que estuviese loca. Si estuviese loca podría levantar al alcalde con una sola mano.

Virginia, Onfale y Jadewo terminaron de subir las escaleras y se unieron a la conversación.

Niña... espejo... Una niña presumida... Una niña guapa...

La que vive debajo... ¿debajo de dónde? ¿Debajo de la niña del espejo?

Acebo... Los arbustos de acebo son típicos de algunos jardines, ¿no? ¿Una vieja jardinera o la madre de un jardinero? No, claro... la madre de un jardinero no sería virgen.

Vamos a ver...

Espejo... ¿Una niña cuyo nombre se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda?

Debajo... una yegua. Una yegua que tiene encima un jinete. ¿Una yegua virgen serviría para lo que buscáis?

Acebo... Los druidas agitan acebo y muérdago como los sacerdotes blanden sus símbolos sagrados. ¿Tal vez una vieja druida?

Hasta dónde yo sé, no hay druidas en el pueblo, y aquí cada cual se cuida su propio jardín. Al ser menores de edad, no dispongo de ninguna lista de niñas. Por Moradin, ¡Hala no podía ser más ambigua!

Los acertijos tenían eso que eran difíciles de interpretar. Podría ser cualquier cosa. Normalmente, hasta que no se sabía la solución las piezas no encajaban perfectamente.

- Sí, será complicado pero no podemos rendirnos. ¿Sabes quien podría tener jardines donde hubiera acebo?- Descartaba, si Hodvic que era el alcalde no lo sabía, que hubiera una vieja druida por allí. Mostró el censo a Virginia para sus siguientes salidas a explorar. Para poder identificar a las tres candidatas a sacrificarse a la fuerza por el bien común tendrían que conocer más a la gente de aquella aldea de la locura. Sonaba a un estupendo plan para no aburrirse entre muerte y muerte.- Podemos descartar esta casa, que es donde encontré al viejo pintor. Y esta otra donde nos escondimos.- También se le pasaba a por la cabeza a Onfale que el Extraño Misterioso, fuera la vieja del muérdago, y hubiera urdido todo el plan para protegerse ella misma de ser sacrificada. Tendría que ser la vieja para haber acumulado un poder mágico tan grande, o quizá la que vivía a bajo, o la del espejo. ¡Maldita sea! No era bueno con los acertijos.

-La primera vez que hablamos, nos dijo que no conocía a ningún sabio o mago que se encontrase en el pueblo y que pusiese ayudar a romper la maldición. No obstante se nos apareció un poderoso hechicero, o hechicera, pues ocultaba su imagen verdadera con magia, que nos puso en camino para la resolución del problema.

Una vez más le pregunto, sabe de alguien a quien la gente recurra para curaciones, hechizos amorosos, etc..., algún rumor sobre una bruja o brujo por la zona?

Le costaba creer que el anciano no supuese nada, más bién parecía no tener interés alguno por ayudarles, cosa que era comprensible dada la experiencia previa con el aquelarre.

-Onfale, tú que echaste un vistazo al censo quizás podrías descartar lo de la mujer con un nombre que se escriba igual adelante que de atrás. También con el censo podríamos ir descartando aquellas que hayan dado a luz, o prostitutas reconocidas... Dejarnos una lista de las posibles doncellas.

Onfale no tuvo que tachar de la lista la casa en la que se escondieron, porque las casas abandonadas no aparecen en el censo.

El problema, hija, es que solo tenemos los nombres de los cabeza de familia, no de todas las personas que viven en el pueblo. Era lo necesario para recaudar impuestos. Una lista de mujeres, nacimientos... nunca fue necesaria. Culpa mía. Si hubiera sido más celoso en mi trabajo...

Después está el tema de los jardines... Hay algunas casas con su parcela pequeña en la parte de delante, más para colocar macetas con geranios que voluminosos arbustos. Para espacios más abiertos, habría que acudir a las granjas, o a los bosques de la linde con las Brumas.

Y repito, el único curandero es el Padre Benancio...

No es el único.

Las miradas se giraron hacia Virginia. La sirvienta trató de explayarse.

Quiero decir... Ayer Leiath preguntó por eruditos, y brujas. De eso no hay. Pero el Padre Benancio no es la única fuente de curaciones en el pueblo. Existe una herboristería en el callejón del Gato Muerto. Antes de la maldición iba a menudo a comprar allí remedios naturales para los achaques del alcalde. Está regentada por una anciana... creo que se llamaba Meridia. Vengan, les enseñaré cómo llegar.

Virginia tiró del cordel que bajaba las escaleras del techo y subió a lo alto de la torre. Desde allí les señaló el callejón del Gato Muerto.

Ajá! Los ojos de la bruja se iluminaron. Un herbolario regentado por una anciana? Sonaba como la vieja del acebo. Debían ir allí, pero eso que les pillase el meteorito por el camino no le hacía mucha gracia.

Se miró la muñeca como si esta tuviera la información exacta del tiempo. Tras unos segundos en los que no sabía muy bien lo que hacía preguntó:

- Cuánto nos queda para la caída del meteorito? Nos daría tiempo a ir a visitar la herboristería?

Tras escuchar las palabras que la Bruja de Hala dirigió al alcalde Hodvic, a Onfale también se le pasó por la cabeza que el anciano ciego no quisiese resolver, de verdad, el problema de Nueva Lechberg. No sería el primer viejo verde que tratara de aprovecharse de una joven tan amable como le parecía Virginia. Quizá Hodvic ya hubiera caído en la locura y, habiendo perdido toda esperanza, se dejara llevar a una vida en la que la compañía de la joven, y vete tú a saber qué más, le hacían la repetición constante de la jornada más agradable que el recuerdo de su vida pasada.

- Meridia...puede ser un buen comienzo.- Dijo siguiendo a la joven al torreón para ver dónde estaba el callejón del Gato Muerto.- ¿Algo que debamos saber de ella de antemano?- Mejor evitar desagradables sorpresas.- Y otra cosa, ¿sabéis si han llegado nuevos forasteros desde que llegamos nosotros?

No se mucho sobre Meridia. Solo teníamos una relación clienta-dependienta. Y sobre lo otro... nadie más ha visitado la alcaldía desde que vosotros lo hicisteis ayer por la tarde.

Virginia comprobó la hora por el tamaño del meteorito en el cielo. Era triste que el pedrusco de la maldición se hubiese convertido en un fiable compañero día tras día.

Os quedan unas tres horas. Llegar al callejón solo os llevará veinte o treinta minutos. Os dará tiempo de sobra. Corred.

La sirvienta les acompañó escaleras abajo, por si les surgía alguna pregunta más de última hora, y también para asegurarse de que la puerta quedaba cerrada, y con ella a salvo dentro del torreón. Cuando salieron al patio, el cadáver del ninja seguía allí, justo como lo dejaron.

Lo que daba el día de sí cuando tu vida se veía amenazada cada día por un meteorito. Sabiendo que tendrían tiempo para ir a ver a la vieja y, seguramente más loca que una cabra, Meridia, los tres compañeros se pusieron en marcha. Al salir casi tropezaron con el cadáver chamuscado del ninja, al que Onfale le dirigió una despreciativa mirada.

- Mmm, esperad.- En la cultura en la que se había criado como esclavo, era muy típico y normal, humillar al enemigo vencido profanando su cadáver. Los empalamientos eran comunes, dejando a la vista de todos el cadáver desangrado, pasto de los gusanos y de los cuervos. El perfumista dio la vuelta al cadáver con el pie y buscó la supuesta katana maldita.- Quizá aún tengamos la oportunidad de deshacernos de este pesado enemigo para siempre.- Si el ninja les había atacado para deshacerse de Leiath quizá hubiera impregnado primero la afilada hoja con el aceite que impediría que la Bruja de Hala volviera a despertar al día siguiente. Su intención era clavarle su propia arma, a lo que quedaba de cuerpo al menos, para evitar que volviera a levantarse al reiniciarse el día. Ya de paso, cumpliendo con las tradiciones, dejar el cuerpo carbonizado y ensartado en la espada a la vista de todos. Seria una forma de decir "No os metáis con el Aquelarre de Hala" o al menos para que a algunos se les quitaran las ganas de atacar el ayuntamiento, donde residía la amable y útil Virginia.

Bien por Onfale, Leiath nunca hubiese reunido el valor necesario para ensañarse con el cadáver de nadie. Bueno de casi nadie... Había por ahí un engendro muerto viviente que seguramente era capaz de sacar de la joven todo el odio necesario para tal hazaña.

Hala quisiera que el fuego de Jadewo no hubiera hecho desaparecer la magia de la katana y que la maldición funcionase a pesar del estado del cuerpo... Eran muchos supuestos, seguramente se lo encontrarían de nuevo.

Ale venga- arengó una vez el perfumista hubo terminado de 'decorar' al asesino para que no perdiesen más tiempo.

Se colocó muy cerca del guerrero y esperó a que Onfale dirigiese el pequeño grupo. Había demostrado gran habilidad para el liderazgo. 

A sus espaldas, Virginia cerró la puerta. La ausencia de un frasco lleno de líquido indicaba que el aceite, si alguna vez existió y no era solo una invención de la voz del sótano, ya se había usado. Onfale hundió la katana sin miramientos, y se alejaron de allí sin saber si la magia de Hoja Maldita seguía activa cuando volvieron a bajar de la torre, o ya se había consumido con el paso del tiempo. Mañana se sabría más.

Tras cinco minutos zigzagueando por las calles, vieron a lo lejos a un hombre sentado en el suelo, con una capucha tapándole la cabeza. Sin embargo, las ropas viejas eran reconocibles: era Zebulón. Yacía justo en el último cruce antes del callejón del Gato Muerto. Escuchando el ruido de pasos, o por puro presentimiento, Zebulón alzó la mirada y les miró directamente.

Sin duda es voluntad de los dioses que os mate, si es que hoy también han traído a los avaros pecadores ante mí.

Leiath, cansada de que le dieran de ostias, sacó su varita mágica. Sabía que no era muy poderosa pero al menos se desquitaría con aquel que la estrujó como un limón el día anterior.

Maldito perro rabioso, aléjate de nosotros! - dijo mientras descargaba los proyectiles mágicos sobre el mendigo.