Partida Rol por web

Tras dejar a la pequeña Katya en la Abadía de Santa Markovia, el grupo pasó el resto del día recorriendo la distancia hasta las montañas. Un desfiladero les llevó a uno de los puestos de las tropas de Strahd.

Al otro lado de la barbacana estaba el puente del paso de Tsoleka. El muro, de treinta pies, estaba coronado por dos estatuas de criaturas aladas con cabeza de cuervo. Los que tiempo atrás habían estado en el Torneo de la Calavera reconocieron que las gárgolas representaban a dos demonios vrocks. Un rastrillo y un muro de fuego de color verde impedían el paso. Sin embargo, los aventureros se acercaron por el otro lado...

La torre octogonal estaba coronada por ocho figuras embozadas con lo que podrían ser lanzas o bastones. Si esos vigías no eran pura decoración, les verían llegar si se acercaban más allá de los arbustos. A la izquierda había un puente presidido por estatuas ecuestres con jinetes de piedra, pero donde se suponía que los dos jóvenes tenían que entregar las armas de plata era en la torre del oeste.

Con Katya Onfale había podido comprender un poco más la responsabilidad que supondría traer a un nuevo ser a la vida. A partir del momento de su nacimiento iba a tener que modificar sus prioridades en la vida. Gracias a las gestiones de Leiath con Diamabel habían podido dejar en la abadía el pesado fardo que suponía ir acompañados de la niña. No estaba seguro de que el ángel fuera el cuidador más apropiado pero no les había quedado otra opción. Después de todo la niña, quitando el feo asunto de la saga nocturna, parecía saber cuidarse sola.

Una jornada entera les había costado llegar al Paso de Tsolenka y la visión de su estructura no era demasiado halagüeña.

- Vrocks...- Masculló el eunuco recordando a las criaturas demoníacas del Torneo de la Calavera. Eran enemigos formidables, incluso para el Aquelarre de Hala. Tampoco pasó desapercibido para Onfale el muro de fuego verde que protegía el portón.

- Se supone que tenían que entregar las armas de plata en ese torreón.- El perfumista se acuclilló para rebuscar en su zurrón y observar detenidamente el camino que deberían recorrer hasta el torreón.- Aún me queda un pergamino que podría darnos, a los que sepamos usarlo, el aspecto de uno de aquellos bribones que debían hacer la entrega.- Al menos podrían acercarse un poco más sin levantar demasiadas sospechas. Ahora bien, para seguir el juego necesitaban armas de plata. Para ello tenía otro conjuro, pero el engaño no creía que fuera a durar demasiado.

Ay, la verdad es que aquel sitio no era en el que le hubiera gustado estar a la bruja. Unos días en la ciudad, visitando tiendas y escuchando las noticias que trajesen los bardos, no le habría hecho mal a nadie. Ahora en vez de enfrentarse a un tendero con precios abusivos, se deberían enfrentar a vrocks, paladines malignos y vete tú a saber qué más.

Miró a Onfale desconsolada, sin ver nada claro cómo llevar la misión a buen término sin  sufrir una paliza severa o una muerte dolorosa.

- Bueno, podríamos pretender que somos los que tendrían que hacer la entrega, pero no le veo mucho sentido. Les tenían controlados mentalmente y a estas alturas ya sabrán que han escapado de su yugo y lo más probable es que nos estén esperando para vengarse.

Otra opción es que nos dividamos, que un grupo cree una distracción y el otro se lleve las armas, pero tampoco lo tengo muy claro. También nos queda nuestra vieja estrategia de 'entrar a saco y ver qué pasa'...

El monje mira la lejana torre y achica los ojos. Contempla luego a sus compañeros y definitivamente puede que la opción de llamar su atención y dejar paso franco al resto podria ser lo mejor.

Creo que podria mantenerlos lejos de vosotros - sus ojos se iluminan con un brillo que incluso podria definirse como diversión - No puedo enfrentarme a ellos, pero creo que si intento colarme y "me pillan", podria salir corriendo de alli, como alma que lleva el mismisimo diablo y hacer que me persiguieran - mientras lo narra, Vinthrael comprueba que una pequeña gema alojada en su frente, esté donde debe. Por supuesto es peligroso, pero os dejaria paso libre a vosotros, luego ya intentaría de verdad colarme. O, si lo preferis, podemos tendrerles una emboscada aqui mismo, solo tengo que acercarme hasta ellos y atraerlos

Por su parte Thimaz se veía algo reacio a todo ello, a él le hubiera gustado quedarse en la abadía a tratar de desenterrar al buey, pero esa opción ya no parecía viable, y no solo eso, ahora tenían que preparar un asalto como si de vulgares bandidos estos se trataran. Por lo que, Thimaz decidió actuar de forma prudente.

-¿Ahora mismo hay enemigos en algún lugar o todo está despejado? -Preguntó mientras miraba hacia las estatuas recordando que TODAS LAS MALDITAS ESTATUAS LE HUBIERON ATACADO HASTA AHORA- No me gustan las estatuas...

Recordad que yo podría ir por la pared del barranco y trepar hasta la torre, si es que queréis asaltarla desde dos flancos.

Los dioses pueden facilitarnos las cosas con un conjuro de silencio. Eso hará que no puedan escucharnos, pero no impedirá que puedan vernos. Pero... estaríamos renunciando a todos nuestros conjuros que requieran palabras mágicas.

Oink, oink, oink, oink...-propuso Recio, pero todo el mundo ignoró su plan.

No todo el mundo, pues Thimaz asintió con vehemencia ante las sabias palabras del puerco, las cuales, muy probablemente malinterpretaria a algo así como "Usadme de cena". Pese a todo, no quiso interferir en nada más de aquel plan de ataque, más allá de indicar un dato extra.

-Usemos al Jabalí como "distracción", lo ponemos en mitad del puente para bloquear el paso del carro mientras algunos atacan por detrás. -Relamiéndose los labios, el enano continuó en voz baja su plan- ^{_{Y si muere, de cena...}}

- Tú eres la que más sabe sobre la dominación mental, Leiath, así que demos por hecho que saben que si nos acercamos disfrazados nos descubrirán.

El eunuco jugueteó con su largo pelo azabache entre los dedos para después una coleta que lo en su sitio ahora que iban a actuar.

- Una aproximación triple...mmmm, no me parece mala idea.- Dijo aunque la idea del enano Thimaz le parecía un disparate. Debía contener las ganas de ridiculizarlo ya que lo más seguro es que necesitara su fuerza bruta en algún momento.- Supongamos que Vinthael y yo disfrazado nos acercamos simulando llevar las armas de plata. Si ellos descubren el engaño, como indica Leiath, seremos la distracción de la que habla Thimaz. Desde aquí podríais emboscarlos si nos persiguieran. Además estaría Flame, desde el otro flanco para o bien colarse en la torre y ver si están las armas, o bien apoyar desde otro ángulo. Si tuviéramos suerte y no nos descubrieran, Vinthrael y yo podríamos ver dónde están las armas y qué vigilancia tienen.

El perfumista sacó su cuchillo de plata, al que tanto cariño tenía, y lo escondió en el carcaj con un compartimento secreto.

Flame, por un lado, y Vinthrael y Onfale por el otro, se dirigieron a la torre. Perdieron enseguida a Flame de vista, por el lateral del precipicio. Más de cerca, pudieron identificar como estatuas también a las ocho figuras que coronaban la torre, y no solo los dos vrocks de lo alto del rastrillo. La planta baja no tenía ventanas. La gran puerta estaba cerrada con llave.

Mientras Vinthrael y Onfale empezaban a sopesar la idea de llamar a viva voz para que les abrieran, Flame asomó tras la segunda planta. La cara del reptil parecía mostrar auténtico pavor. Flame movió los labios. Hablaba en voz baja para no delatar su posición, pero también les dificultaba a sus compañeros que pudieran escuchar su advertencia.

Vinthrael quiso entender que lo que decía Flame era...

Gi... gan... tesss...

A pesar de todo, el tamaño de la puerta de la torre no aventuraba nada más grande que un ogro o un gigante de las colinas.

La maga roja hablo con su cuervo y le pidió que diera una vuelta de reconocimiento, pero que se mantuviera lejos y no se arriesgara. Ya había perdido una vez a Hollín “le Verdadero” en una misión de reconocimiento.   También podemos convocar criaturas mágicas como distracción…. Aunque esto no le suele gustar a la “individuos” convocados, a nadie le gusta que le saquen de la cama para encantarase en mitad de un combate.

También tengo un nuevo conjuro que podría servir para espiar. Claro que un ojo flotando podría ser algo sospechoso¹.

¿Gigantes?- La vida no dejaba de sorprender al eunuco. Había luchado contra todo tipo de criaturas, junto al Aquelarre, pero no contra gigantes, al menos que él recordara. Antes de golpear la puerta o llamar a viva voz a los moradores de la torre, se preocupó de estudiar la cerradura y la posibilidad de que hubiera trampas en las cercanías.

Onfale no tenía ni la más remota idea de qué magia provocaba ese fuego verde, pero diría que era un modo de impedir el paso a la gente que viniera de Krezk bordeando la montaña por el otro lado. Afortunadamente habían escogido el mejor de los tres atajos que les indicaron Regdar y Soveliss después de haber salido de la dominación mental. Se centró en la puerta... no tenía trampas. O por lo menos no una que pudiera ver.

De pronto, en lo alto, Hollín hizo un requiebro y se alejó. Fue el primero en verla llegar, pero la giganta de escarcha se asomó desde lo alto de la torre entre dos de las estatuas.

¿QUIÉN VA?-dijo, mirando a Onfale y Vinthrael.

La giganta no forzó la voz para hacerse oír, sus palabras resonaban con fuerza. Onfale al pie de la torre y Alice desde los arbustos identificaron la raza de la guardiana de la torre: gigante de escarcha. Estas criaturas generalmente malignas son inmunes al frío y vulnerables al fuego. Son famosos por lanzar rocas a gran distancia y no les sería difícil alcanzar de una pedrada al grupo que se había escondido en los arbustos si se hicieran notar.

- Somos Regdar y Soveliss. Venimos a entregar las armas de plata encautadas en el Túmulo del Rey Oso.- Contestó el perfumista, ataviado como Soveliss, al requerimiento de la gigante lo más pausado y tranquilo que pudo.

Tras la falsa fachada, Onfale repasaba los conjuros memorizados, tratando de determinar cuáles serían los más adecuados para enfrentarse a rivales de semejante estampa. Estaba claro que Stradh no carecía de aliados. ¿Cómo iban a conseguir enfrentarse a él y vencerlo?

NO ME LO PUEDO CREER... ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO. A VER SI LO HE ENTENDIDO BIEN... ¿EL MURCIÉGALO DE STRAHD ME TRAE MENSAJE DE QUE AL FINAL NO VENÍS, PERO LUEGO VOSOTROS APARECÉIS IGUALMENTE?

La giganta dijo algo en otro idioma, pero sonaba a insulto o palabrota. Por un instante pareció que la mentira había sido desvelada.

QUÉ TÍPICO DE STRAHD NO AVISAR DE LOS CAMBIOS. DEJAD LAS ARMAS EN EL SUELO PARA QUE LAS COJA MI MARIDO. ¡¡¡MAAAAAAGNUUUUUUUS!!!

El portón del torreón se abrió desde dentro. Salió al exterior otro gigante de escarcha que levantó la mano para saludar a Onfale y Vinthrael. Magnus iba acompañado de un lobo blanco del tamaño de un caballo.

Onfale reconoció a la mascota: era un lobo invernal. Al igual que los gigantes de escarcha, el lobo también era inmune al frío y vulnerable al fuego, pero tenía una característica más: los lobos invernales lanzan por la boca un aliento de frío, como el que haría un dragón blanco (aunque menos potente, por supuesto).

Por entre las piernas del gigante, Vinthrael y Onfale pudieron ver el interior de la primera planta de la torre. Había un pebetero con fuego a modo de iluminación, unos huesos en el suelo y unas escaleras de piedra que subían al piso de arriba.

Leiath observó temerosa. No se sabía muy bien su parte en aquel elaborado plan por lo que se mantuvo alerta en espera de alguna señal para salir de su escondite.

Rezó a Hala para que todo saliese bien y no tener que enfrentarse a aquellos gigantes. Aunque, para ser sinceros, poca fe tenía en que así fuera.

La maga empezó a repasar mentalmente el conjuro de bola de fuego, era lo más indicado para la ocasión.  El perfumista tendría que correr y puede que chamuscara un poco su túnica, pero afectaría a todos los gigantes y al chuco. Onfale no podría continuar con la farsa mucho más tiempo, habría que actuar rápido aprovechando el factor sorpresa, lo primero será dispersarse para que ese gigante no pueda matarnos a todos de una simple pedrada. Luego fundirlos a conjuros de fuego. Dijo en voz muy baja.

Thimaz no se sentía para nada cómodo con esa situación, pero al menos algo había que lo hacía sentir mejor; el no era el que estaba ahí enfrente de los gigantes de hielo y el perro-caballo de hielo. Eso era un alivio para el enano, quien, pese a demostrar incontables veces su valentía, en esta ocasión estaba apretando los dientes.

-¿Podemos lanzar a Dragov por encima de la torre y que el se encargue de distraer al Gigante de Arriba?. Seguro que tiene la capacidad para ello... -Sugirió susurrando mientras observaba al jabalí relamiéndose los labios.

Con cierto desdén, el monje devuelve el saludo al gigante y mira a su compañero esperando su reaccion - ¿tan solo un pequeño retraso y ya por eso piensan que no vamos a cumplir lo acordado? Me parece increíble, ni que fuera la primera vez que trabajamos para el señor strahd.