Partida Rol por web

Las noticias actuales trastocaban completamente los planes que habian empezado a urdir, pero por supuesto les quitaba varias opciones de actuación.

Lo primero, es que en principio Exethander no sabe que ya no quedan aqui gigantes a los que apoyar. Podemos ir hacia el templo ambar y cruzarnos en su camino. Cuando quieran darse cuenta, ya habremos acabado alli... - el monje estaba alterado y no se habia explicado del todo bien, pero en su mente estaba formandose una idea - Me explico. Si salimos ahora, podemos ir por el camino hacia el norte, con muchisimo cuidado para no cruzarnos con ellos y escondernos a su paso, siempre y cuando tengais preparado el conjuro del "truco de la cuerda". Una vez ellos pasen, tendremos muchas menos tropas a las que enfrentarnos en el castillo y ellos llegaran aqui y lugo tendran que volver, ese es el tiempo con el que contaremos. Por supuesto este plan tiene un punto muy importante, si nos pillan de camino estaremos vendidos, por ello puede que necesitemos ayuda de algun espia - señala con la cabeza al murcielago - que nos avise cuando estén cerca para ejecutar en ese momento el conjuro. Si todo sale mas o menos bien, en el templo tendremos un puñado de barbaros y al liche. Si todo fuera ideal, tendremos un castillo vacio donde buscar las armas de plata y la filacteria.

Por su parte Thimaz estaba entretenido metido dentro del abrigo de piel de uno de los gigantes, esperando a que el resto del grupo siguiera su plan brillante -o quizás no tanto- de simular ser un gigante, unos sobre otros. Completamente desconocedor de que toda la situación ya se hubo solventado sin él... sin el abrigo... o sin murcielagos gigantes chocando contra abrigos abultados.

Bububu, bababa, paparruchas...!- rezongó la bruja ante la lección del monaguillo.

El seguidor del dios de la luz se sabría todas las lecciones al dedillo, pero seguro que no había visto uno en persona como ella. Y no solo uno, sino muchos! No en vano había visitado la primera capa de Celestia; Lunia.

Con lo que le pareció el visto bueno de los dos arcanos del grupo, Leaith se dispuso a preparar el ritual para llamar al celestial en lo que fuera el sótano de la torre. Le pediría ir a por la filacteria de inmediato. Cuanto antes resolvieran aquel entuerto, antes podría irse de 'compritas' a Krekz.

Al terminar el conjuro, un Canarconte hizo aparición. Era blanco, sin alas, como un humanoide con cabeza de perro.

¡Warf! ¿Esto es en serio? Es la primera vez que me llama un mortal para cumplir una misión. Estoy algo nervioso, la verdad. Me llamo Dunstan Dourlainson. Veo en la oscuridad, tengo un buen olfato (salvo cuando me constipo) y puedo transformarme en cualquier perro o lobo. Hablo todos los idiomas. Tengo un círculo de protección mágico a mi alrededor, soy inmune a la electricidad y a la petrificación. Además, puedo lanzar los conjuros de auxilio divino, cuchichear mensaje, detectar el mal, llama continua y teleportar. ¿Alguna de esas habilidades va a ser útil para la misión?

Dunstan esperó a que se presentaran los mortales y le diesen los detalles de la misión antes de ponerse a negociar la tarifa.

Aun sabiendo que la aparición del canarconte no era por méritos propios sino más bien por una compulsión mística, se sintió profundamente agradecida por la presencia del celestial (aunque esperaba que no fuera igual de antipático que Diamabel).

Sir Dourlainson- la bruja se postró de rodillas y con la cabeza gacha ante la imponente figura perruna-, agradezco que haya acudido a mi llamada, pues me temo que sin sus habilidades y sabiduría únicas, no podríamos llevar a cabo la peligrosa misión que nos hemos propuesto.

Mi nombre es Leiath, servidora de Hala y lo que nos ha urgido a molestaros de esta forma es un abominable espíritu al que queremos dar descanso eterno.

Su nombre Exethander, un malvado liche que campa a sus anchas entre la buena gente de Barovia. Hemos visualizado su filactelia y nos preguntamos si podríais traerla a nosotros para destruirla. El mal debe ser castigado...

La sanadora siguió en posición sumisa, esperando la reacción de Dunstan.

Onfale tuvo que reprimirse mucho para no sonreír ante las correcciones del joven monaguillo a la experimentada Bruja. El bello Sascha debería tener más cuidado si no quería ver a una Leiath cabreada y la verdad, no se lo aconsejaba.

La propuesta de plan de Vinthrael debería esperar, al menos hasta saber de qué era capaz el canarconte. La aparición del humanoide con cabeza de perro, hizo que el eunuco cayera en la cuenta.

Ah, claro, can-arconte.- Interesante. ¿Y estos seres cobraban por horas? Eso ya no le hacía tanta gracia. Sin embargo, Dunstan Dourlainson parecía tener unos modales exquisitos, casi a la par que sus habilidades.

- Encantado de conocerle, Sr. Dourlainson. Mi nombre es Onfale, miembro del Aquelarre de Hala. No sabemos dónde está la filactelia exactamente, más que la imagen que nos ha dado la bola de cristal.- Estaba en un lugar oscuro, donde vendrían bien la visión en la oscuridad del ser, y mucho más su habilidad de teleportarse.

Vinthrael no pudo por menos que liberar el aliento cuando la critatura apareció. su forma era extraña, pero estar cerca de él lo hizo sentir en paz y a la vez maravillado de los poderes que mostraba la bruja.

Con el puño derecho en la palma de la mano izquierda y ambas manos a la altura del pecho, el monje hizo una reverencia hacia el canarconte. Bienvenido y muchas gracias por acudir a nuestro auxilio. Mi nombre es Vinthrael -  de nuevo repitió la reverencia y separó sus manos a la espera de la respuesta, mirando al resto de los compañeros que aun no se habian presentado, si la criatura se lo tomaba como un insulto, no empezarían con buen pie

Oh, por favor... El señor Dourlainson era mi padre y Sir Dourlainson era mi tío. A mí llamadme solo Dunstan.

Dunstan tenía muchas preguntas por hacer. Pero también debían de tratar el siempre delicado tema del dinero.

Si me invocáis en los dominios del Liche o sus inmediaciones, es decir, si vamos juntos para recuperar esa filacteria y compartirmos riesgos, lo justo será pagarme con dos armas de gran calidad.

Si me invocáis lejos de los dominios del Liche, es decir, si solo yo asumo riesgos mientras vosotros esperáis mi regreso, necesitaré un objeto mágico por valor de unos 2.500 o 3.000 oros. No solo como pago, sino también para facilitar mi infiltración y favorecer el éxito de la misión.

Entiendo que si la filacteria es de algo que pueda destruir yo mismo, como una caja de madera, puedo destruirlo yo mismo sin necesidad de hacérosla llegar, ¿correcto? ¿O queréis la filacteria para chantajear al liche?

Mostradme la bola de cristal... ¿Puedo?

Dunstan veía la imagen oscura que le buscó Leiath. El canarconte hizo dos preguntas más, directamente a la bola de cristal.

Muéstrame lo que se vería desde el ojo de la cerradura del cofre.

Y después de eso...

Muéstrame lo que se vería desde la grieta.

Dunstan farfulló.

El cofre está en una cueva cerrada. El único modo de llegar hasta él es en forma de gas, por la grieta, o teleportándose, cosa que solo puedo hacer una vez que esté lo suficientemente cerca. Creo que puedo hacerlo.

Alice se rascaba la barbilla mientras escuchaba los precios, no eran excesivamente alto y el perro lo explicaba como algo realmente sencillo. Si, podrías destruir tu directamente la filacteria. Creo que no habría ninguna objeción, pero tendríamos que fiarnos de tu palabra y de tu buen hacer. Por ejemplo, en caso de que el liche te capturara, cosa que Hala no quiera que pase, podría amenazarte y conseguir que nos comunicaras que ya habías destruido la filacteria. Como ves no desconfío de ti, desconfió de los malos usos del liche.

El canarconte se encogió de hombros.

Es razonable lo que expone la señora de pelo de fuego. Os traeré la filacteria.

Dunstan alargó la mano, esperando su pago. Aún no le habían dicho que estaban a una jornada de viaje del objetivo, pero el tipo de pago determinaría cuánto estaría el celestial en este plano. Necesitaban de un objeto mágico de 2.500 monedas o más. Valdría el bastón de Krogg, que aunque superaba con creces la soldada del recluta, aún no pertenecía a nadie. Algún voluntario podría ofrecer sus propios objetos. Sasha, alma cándida desapegada de los valores materiales, fue el pringado voluntario que se sacrificó por la misión.

No sé si es lo más adecuado para una infiltración, pero yo ofrezco el bien más preciado que tengo: mi armadura completa mágica, que antes de mí fue vestida por mi maestro, el sabio Martyn Pelkar, fundador de la Iglesia del Lord del Alba.

Sasha señaló las piezas colocadas con mimo en una de las ocho esquinas del torreón (se la había quitado para dormir). El monaguillo señaló con dedo tembloroso su querida armadura, de la que le costaba tanto despegarse.

Uhm... ciertamente no es lo más adecuado, pero se fundirá con mi forma cuando me transforme en lobo y me servirá cuando tenga que recuperar mi forma si llega la lucha. ¿Preferís que lleve otro tipo de objeto mágico o ese es el pago definitivo?

Dunstan sacó de una bolsa de cuero en su cinto un cristal prismático atado con una cuerda, como el colgante que llevaba. Lo entregó a Leiath, por ser la persona que había lanzado el conjuro.

Este objeto es un préstamo. Cuando necesitéis hablar conmigo, apretadlo con fuerza y nos comunicaremos telepaticamente. Solo funciona entre las dos personas que lleven cada par. Al terminar la misión, os daré la filacteria y vosotros me devolveréis el prisma de telepatía.

¿El pago es definitivo? ¿Me quedo la armadura del discípulo de Pelkar?

- No, por favor. No te lleves la armadura de este joven. Nos queda una intensa lucha por delante y sería muy peligroso que se deshiciera de ella.

Yo te he llamado y debería pagarte con lo que tengo. Como he dicho estamos metidos en una contienda contra las fuerzas del mal y cada objeto que te ofrezcamos puede significar nuestra muerte y, lo que es peor, la victoria de nuestros enemigos. Pero creo que hay algo que puedo ofrecerte, que quizás encontremos más adelante en Krekz.

Toma mi varita de Proyectiles Mágicos y este  pergamino de Custodia Contra la Muerte...

- Dunstan.- contestó Onfale encantado con la educación y habilidades del canarconte convocado por Leiath. Parecía que estaba dispuesto a realizar la misión y mostraba un optimismo quizás desmesurado.- Ese objeto, sea lo que sea estará bien guardado.- El eunuco se refería a que , aunque estuviera metido en una cueva sin posibilidad física de entrada, poiblemente hubiera protecciones que la bola de cristal no dejara ver.- Ten mucho cuidado. Los liches son magos poderosos. Además de lo que dice Alice, podrias sucumbir a algún tipo de trampa si tratas de destruirla. Si nos la traes, yo podré echarle un vistazo y tratar de evitar, precisamente, eso.

Llegó entonces el espinoso asunto del pago. Onfale era de la Cofradía del Puño Cerrado y se hizo el distraído cuando Sascha ofrecía su bien más preciado. Sin embargo, no pudo esquivar el tema cuando la Bruja de Hala ofreción también sus posesiones.- Leiath, corrígeme si me equivoco, ¿no tenemos varias de estas?- Dijo mostrando su bolsa mágica de contención.- Quizá podamos ofrecérle una en vez de la varita, como tú veas.

El eunuco sonrió al hombre perro. La verdad es que le había caído bien y se preguntaba si alguna vez sería lo suficientemente poderos como para convocar aliados tan útiles. Iba a necesitar ayuda con su descendiente. Quizá LEiath se lo prestara de vez en cuando para poder dedicarse algo de tiempo para él.

- Si vamos a resistir aquí, lo cual no me parece mala idea teniendo en cuenta la disposición de la planta en la que hemos dormido*, creo que voy a tener que estudiar un rato mis conjuros. Voy a ello si no hay otro asunto que tratar.

Gracias, Onfale.

Dunstan hizo una reverencia, pero quedó con la cabeza gacha hasta que alguno se dio cuenta de que lo que buscaba Dunstan era que le rascaran tras las orejas a modo de aprobación. Después agitó la varita de Leiath, que hizo un par de chisporroteos mágicos antes de apagarse.

Uy, esta varita es de segunda mano. No tiene todas las cargas, y no vale lo suficiente para una misión tan arriesgada. Si fuese nueva sí, pero es que así... Si no tenéis otra cosa, me quedo con la armadura.

El canarconte devolvió el pergamino y la varita a Leiath. Quizás el pago más adecuado que podía hacer la Bruja de Hala era el cetro de prolongar conjuro, porque aún siendo más caro que su bolsa de contención de tipo I, tenía un problema serio para cargar con las cosas que hacía descartar esa segunda opción.

Por su parte, el enano logró salir de aquel enorme abrigo y escuchando atentamente qué era lo que estaba pasando por aquel lugar, finalmente  teniendo una idea brillante, literalmente, sacando de sus quehaceres personales uno de los dos cetros solares que había obtenido a lo largo de las aventuras.

-¡Yo pongo este palo de luz! -Exclamó- ¡Una vez hizo espantar a una Elfa, posiblemente, malvada!.